Anales de la Costa Occidental II.
Ursula K. Le Guin.
Reseña de: Santiago Gª Soláns:
Minotauro. Barcelona, 2008. Título original: Voices. Traducción: Miguel Antón. 289 páginas.
Si al final de Los Dones la acción dejaba a sus dos protagonistas enfrentándose a un destino desconocido, se podía suponer que en esta segunda entrega de la serie el lector iba a conocer cómo les había ido en su primer contacto con la civilización fuera de sus montañas natales. Y algo de eso hay en Voces, desde luego, aunque no de la manera que cabía esperar y es que Le Guin no ha querido tirar por el camino fácil y en vez de una continuación directa, ha iniciado una nueva historia, una nueva crónica, de lectura prácticamente independiente de la anterior, sumergiéndose una vez más en sus temas más queridos y ofreciendo al lector un relato, de nuevo, de crecimiento, de descubrimiento, de superación, de gente que tiende lazos incluso en las peores de las situaciones, y de paz frente a la violencia.
Y, sobre todo, vuelve Le Guin a hablar sobre el poder de los nombres, de las palabras; del temor de los poderosos, inseguros en sus altos sitiales conseguidos con malas artes, al contenido de los libros; a las reacciones de los lectores ante lo que allí pueden encontrar, de lo que pueden provocar unas simples oraciones, unos poemas, unos anales. Porque los libros hacen pensar, plantan en los corazones las semillas de la insatisfacción, del deseo de cambio; porque los libros hacen soñar…
Y así el lector comienza a leer la historia en primera persona de Memer, una niña que vive en la antiguamente muy reputada, por su inmensa Biblioteca, Ansul, lugar de peregrinación de sabios en busca de conocimientos, y ahora bajo el yugo de los aldos, quienes prohibieron los libros y su saber creyéndolos diabólicos. Una niña que tiene el sueño del conocimiento, de que en el futuro tiene que haber algo más que la ocupación y la ignorancia de los invasores. Y será precisamente la llegada a la ciudad de un reputado poeta de las Tierras Altas y de su esposa, unos ya maduros Orrec Caspro y Gry Barre, el detonante que despierte al pueblo conquistado de nuevo a través del poder de las palabras.
Aprovecha la autora para denunciar la tiranía que unos hombres ejercen sobre otros, no solo en el ámbito político sino también en el mental, intentando imponerles incluso lo que deben pensar. Y a través del odio y la incomprensión, Le Guin habla de los puentes que se pueden construir incluso entre los más acérrimos enemigos, entre diferencias aparentemente irreconciliables. Y todo ello profesando una filosofía contraria a la violencia, que nada resuelve y en todo caso empeora las cosas, pero convencida de que hay que ofrecer una resistencia contra las injusticias y las malas acciones, para que el silencio no convierta a los individuos en cómplices de las maldades.
Despliega Le Guin en Voces toda su carga poética, todo su poder evocador, en ciertas situaciones, llenando la acción de sentimientos, provocando a un tiempo la reflexión y el disfrute. Con un indudable tono juvenil no se zafa de tratar temas muy importantes, sin investirlos de carácter dogmático alguno, sino casi como sugerencias sobre las que meditar; algo sin duda que permitirá a los adultos disfrutar también de los múltiples niveles de lectura de la narración. No creo que sea casualidad que sea precisamente Orrec, uno de los más prestigiosos poetas de la Costa Occidental, quien se dedica a viajar por todo el continente en busca de los relatos y poesías de antaño recuperándolos para la posteridad, quien con su simple presencia desencadene el movimiento de liberación de la ciudad. Es la palabra, la poesía, la que debe traer el restablecimiento del orden, de la paz, de la libertad, del fin de la injusticia que supone la dominación de unos hombres sobre otros, da igual de dónde provenga cada uno. Es en la figura del Gand Ioratth donde Le Guin personifica a la perfección esta dicotomía; el líder de los invasores aldos, que visita Ansul, pronto se descubre ante el lector como un hombre culto, refinado, amante de la poesía, pero ignorante de lo que realmente le sucede al pueblo debajo de sus propias narices; y que quizá no puede llegar a hacer nada por mejorar la situación si sucumbe ante la despiadada ambición y el imparable ansia de poder de su hijo Iddor, quien no tiene tiempo ni paciencia para esperar el natural curso de las cosas e intentará llevar la situación a un enfrentamiento de desmesuradas proporciones.
Y subyaciendo a todas estas tramas y temas, aparece como algo recurrente en la obra de Le Guin, el de la juventud que descubre el mundo, que quiere cambiar las cosas, pero que para ello no debe renunciar a la experiencia de sus mayores, personificada aquí en la figura del anciano Maestre Sulter Galva, custodio de los pocos libros supervivientes a la prohibición de los aldos y quien se convertirá en el consejero, casi maestro, de Memer en su camino de aprendizaje; una persona que acaba su vida y otra que apenas la empieza, el conocimiento y el descubrimiento, la reflexión y la experimentación como caras necesarias de una misma moneda. Es en estos y otros muchos personajes donde la novela se hace grande, donde reside el poder evocador de sus distintas voces, donde confluye todo el sentido de la maravilla.
Como ya dijera de Los Dones, no se va a situar tampoco éste entre los mejores libros de Le Guin; quizá ni siquiera debiera ser comparado con su anterior producción tras haber alcanzado grandes cimas dentro de la Literatura Fantástica, pues, sin llegar a dominar las mismas cotas, el libro no desmerece en absoluto y se deja leer con mucho agrado. Voces es una agradable vuelta a muchos de los temas y situaciones tan queridos por Le Guin, que no defraudará a sus seguidores. Y es que, al menos para mí, siempre es una delicia leer a esta autora.
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Reseñas de otras obras de Ursula K. Le Guin:
Los dones. Anales de la Costa Occidental I.
Poderes. Anales de la Costa Occidental III.
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