Elspeth
Cooper.
Reseña
de: Santiago
Gª Soláns.
Minotauro.
Col.
Fantasía. Barcelona, 2011. Título original: Songs of the
Earth.Traducción: Miguel Antón. 422 páginas.
Esta
novela supone la primera entrega de una trilogía, The
Wild Hunt,
que verá su segundo título publicado en inglés, Trinity
Moon,
en marzo de 2012, siendo además el primer libro publicado por la
autora. En muchos sitios, empezando por la propia contraportada, se ha
comparado Bajo
la hiedra
con
El
nombre del viento
de
Patrick
Rothfuss,
y debo decir que sí, que ambas participan de una misma cualidad de
sonar a algo ya leído imbuido de cierta originalidad, pero más allá
de eso se parecen en muy poco. Y es que nos encontramos aquí una vez
más con el «elegido»,
el joven huérfano de orígenes inciertos que guarda dentro de sí
mismo un enorme poder que espera ser descubierto y canalizado de
forma adecuada.
Gair,
que así se llama el joven en cuestión, ha escuchado dentro de si
desde muy pequeño una música, el canto,
que le invitaba a hacer cosas aparentemente imposibles, como encender
una luz etérea para poder leer a escondidas; sin embargo cuando su
familia adoptiva descubre sus capacidades lo entrega a la Iglesia
para que sea criado como uno de sus caballeros. Pero años después y una vez más el
destino traicionero se cruza en su camino, pues torturado por una
acusación de brujería, un pecado que la Iglesia
de la diosa
castiga
con la muerte en la pira, está a punto de ser condenado a muerte
cuando su sentencia es inesperadamente revocada por la de destierro.
En ínfimas condiciones conocerá a un misterioso personaje, Alderan,
que le ayudará en su huida de los perseguidores que siguen sus
pasos, en especial cierto cazador de brujos que actúa bajo la
dirección de un secreto contratador.
Junto
a Alderan –como su particular Obi-Wan– Gair descubrirá que
existe un lugar en las remotas Islas
Occidentales
donde
se reúnen los que son como él, un lugar donde nadie va a condenarlo
por escuchar y utilizar los Cantos
de la Tierra
que
moran en su interior, un lugar donde podrá ser él mismo sin miedo a
ser descubierto, sin miedo a la condena de los que le rodean, sin
miedo a mostrar de lo que es capaz... Sin embargo, primero tendrán
que llegar hasta allí y alguien parece empeñado en evitarlo. Por
otra parte el velo que separa los mundos empieza a resquebrajarse y
si los Guardianes no lo impiden toda la existencia tal y como la han
conocido podría llegar a su final, ya que al otro lado moran
fantásticas y terribles criaturas.
Se
asiste así, una vez más, a la historia del aprendizaje de un joven
destinado a grandes cosas si consigue dominar el enorme potencial que
lleva dentro de sí. A un tiempo, el lector es testigo de las fisuras
que se producen en el seno de la Iglesia, los juegos de poder que
podrían poner en riesgo los planes del Preceptor
Ansel,
cabeza de la misma, quien se encuentra inmerso en una misteriosa
investigación a la búsqueda de ciertos antiguos libros que podrían
cambiar los cimientos de la fe; sin embargo, su avanzada edad y mala
salud podrían poner en riesgo todo lo que desea conseguir.
Como
primera novela de la autora es de remarcar que sufre, junto a cierto
exceso de convencionalismo y de abuso de estereotipos, de algunos
desequilibrios en la trama, sobre todo en su estructura, con líneas
ciertamente descompensadas. Es muy cierto que siendo Gair el
principal protagonista su historia debe ser en consonancia la que se
lleve la parte del león de la novela, pero es que tal y como se
encuentra estructurado el libro los capítulos dedicados al resto de
líneas parecen más un impedimento a su desarrollo que un avance en
general. Intervenciones que se supone que van a ser de gran
relevancia –y puede que lo sean en las siguientes entregas–,
sobre todo la del cisma que se está produciendo dentro de la Iglesia
o de esa ruptura del Velo que deja intuir un mundo fantástico al
otro lado, se sienten algo cojas y huérfanas en comparación con el
tiempo dedicado a las lecciones recibidas por el joven o su
iniciación en un mundo más «adulto». Es de agradecer, no
obstante, que la autora no se centre tanto en el aprendizaje en sí,
más allá de unas cuantas inevitables sesiones de esgrima con el
alumno que parece odiarlo sin razón, y se centre más en el
crecimiento de la personalidad del muchacho que está convirtiéndose
en hombre. Es de hacer notar, no obstante, que este desequilibrio,
junto a cierta falta de profundidad en general y de mucha
indefinición en particular en el tema de la magia, no hace sino
aumentar de una manera algo frustrante la curiosidad y las ganas del
lector de saber más de todo el mundo creado por la autora.
Cooper
hace
gala de una prosa efectiva, preciosista y evocadora en ocasiones,
situando mejor la situación geográfica de la acción, con bellas y
descriptivas imágenes, que la fisonomía de los personajes –de
alguno de los cuales es muy difícil hacerse una imagen mental de
cómo es su físico–. Tiene su fuerte en las escenas de acción,
sobre todo en los duelos a espada y en ciertas escenas «de vuelo»,
consiguiendo hacerlas lo suficientemente vívidas e interesantes en
la mente del lector. Es agradable la presencia a lo largo de la trama
de personajes con defectos físicos o enfermedades crónicas, como
puedan ser unas piernas malformadas o una persona con diabetes, que
da idea de un mundo donde no todo es perfecto, ni justo y donde a
pesar de la existencia de la magia la misma no es todopoderosa y
algunos de sus practicantes ni siquiera pueden curarse a sí mismos.
La inclusión del necesario romance, parte integrante del proceso de
crecimiento de Gair, se presenta de forma bastante sencilla, con un
fuerte contenido inicial de deseo y necesidad que más adelante dará
paso al amor, aprovechando de paso Cooper para incluir algunas
escenas más «adultas» para separarse, se supone, de la fantasía
juvenil.
Como detalle anecdótico, no
se entiende demasiado bien la decisión por parte de la editorial de
cambiar el título de la novela, desde el original Cantos
de la Tierra
que
hace referencia a todo su contenido a este Bajo
la hiedra,
mucho más poético quizá y que da lugar a esa impactante portada,
pero que únicamente se retrotrae a un fracción de la trama,
importante sin duda, pero que no engloba el total en absoluto.
Como
primera novela de la autora se sigue con agrado aunque con la
sensación de haber leído ya mucho de lo que se está contando,
variando un tanto el prisma, pero lo cierto es que sin grandes
sorpresas. Es una fantasía que toma prestados muchos elementos de
nuestro propio mundo dotándolos de una especial capa de barniz y
llenándolos de toques mágicos –y la propia Iglesia es reflejo
distorsionado de la Católica medieval-renacentista–. Aunque
indudablemente contiene ciertos altibajos, consigue mantener un nivel
digno, aunque gustará y será disfrutado más por quienes no lleven
demasiadas lecturas de este género a sus espaldas, y deja el camino
preparado para su continuación en la que, esta vez sí, la autora se
la juega. Bajo
la hiedra
se
redime un tanto con un cuarto de novela final que, sin ser más
original que el resto, sí incrementa mucho el ritmo y la intensidad,
el interés, la carga emotiva y el nivel de la acción y el
enfrentamiento «bélico», y termina llena de promesas que esperemos
que la autora sepa cumplir.
Que curioso, justo hoy me pasé por la librería y me llamó la atención este libro. A ver cuando tengo dinero y lo pruebo de primera mano.
ResponderEliminarUn saludo.
Espero que te guste; es un tanto tópico, pero se deja leer bastante bien ;-)
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