1ª Temporada
David Benioff y D.B. Weiss.
Basado en la novela homónima de la serie de libros Canción de Hielo y Fuego escritos por George R.R. Martin.
Reseña de: Amandil
Home Box Office (HBO), 2011. Estados Unidos. Título original: Game of Thrones.
Tratando de recuperar el terreno perdido en el ámbito de las series de televisión, la productora HBO fijó su atención en una de las sagas literarias de índole fantástico medieval actuales que más expectación ha levantado entre los seguidores de este tipo de literatura. La novela río (o torrente, ya no se sabe) conocida como Canción de Hielo y Fuego, escrita por George R.R. Martin ha dado el salto a la televisión en una serie que pretende ofrecer calidad, entretenimiento y un nuevo acercamiento al género de la "espada y brujería" ante un público amplio, no necesariamente afecto a esta temática y que, en gran medida, se puede dejar seducir por una buena producción, un grupo de actores solventes y una productora que ha creado, en el pasado, alguna series de gran calidad. Y en ese contexto ha visto la luz la que ha sido la primera temporada de esta aventura: Juego de Tronos.
Durante diez capítulos de cincuenta minutos de duración se desgrana de manera ágil la trama que encontramos en el libro del mismo nombre. Simplificando algunos aspectos y soslayando algunas tramas menores (usando para ello todos los trucos de las adaptaciones literarias -fusión de personajes, simplificaciones argumentales, eliminación de escenas y tramas, etc.-.) se ofrece un argumento que pretende captar la atención de gente que no ha leído previamente el libro y que, por lo tanto, carece de referencias sobre personajes, localizaciones geográficas, tramas y trasfondos. La simplificación es, a mi juicio, bastante correcta, apoyándose en las líneas argumentales más sencillas y fáciles de comprender: los Lannister son malos (salvo Tyrion), los Stark son buenos (y bastante ingenuos), los Baratheon son más bien insulsos (y arribistas), los Thargayen son los excéntricos (y que prometen más acción de futuro) y La Guardia Nocturna son unos incomprendidos (pero tremendamente interesantes).
Sencillez al servicio de que el espectador no se pierda, se enganche a una trama simple y sea capaz de interpretar correctamente qué está pasando, dónde está pasando y por qué está pasando lo que ve en la pantalla. Aquí hay que señalar el acierto que es introducir en los créditos iniciales de cada capítulo un precioso mapa articulado en el que se señalan, grosso modo, los lugares dónde se desarrollarán las tramas que se verán en los siguientes cincuenta minutos. No hay nada peor que un espectador confuso y perdido, tiende a cambiar de canal.
Pero la sencillez no sirve de nada si la serie es mala en otros aspectos. Y Juego de Tronos, al menos en estos primeros diez episodios, no lo es. Los efectos especiales, la parte técnica por así decirlo, sale bastante bien parada y muestra con suficiente grandiosidad algunos de los elementos icónicos de la saga. Por ejemplo, el Muro queda perfectamente representado, logrando transmitir por sí mismo su importancia y el terror que está llamado a contener y que apenas se entrevé en la serie (la primera escena, flojea, pero luego la trama general la refuerza aumentando la sensación de "miedo" a lo que vendrá con el invierno). Desembarco del Rey e Invernalia se lucen aunque no llegan a transmitir la totalidad de lo que se dice de ellas en el libro, aunque habrá más temporadas (una segunda, ya rodándose) para que crezca su lucimiento gráfico y sus escenarios (el Trono de Hierro es hermoso pero desluce en la sala del Trono). Me ha gustado mucho Los Gemelos, ese puente fortaleza que es el paso clave entre el Norte y el Sur y que tanta importancia cobra en la saga. En general, por lo tanto, los escenarios y los efectos especiales asociados a ellos salen bien parados y, al menos, no restan calidad a la serie, acercándola (con las limitaciones obvias) a límites que han marcado películas como la trilogía de El Señor de los Anillos.
Pero ¿un buen atrezzo y un argumento sencillo pero eficaz es suficiente? No, claro que no. Hay que hablar de los actores y las actrices. Y aquí Juego de Tronos ha optado por confiar su suerte a elementos contrastados acompañados de un equipo curtido y que se cree lo que interpreta (no como sucede en el 90% de las series españolas). En esta primera temporada hay tres pesos pesados (por su actuación, no por su nivel de fama) que destacan sobre los demás: Sean Bean en el papel de Ned Stark, Peter Dinklage como Tyrion Lannister y Emilia Clarke en el de Daenerys Targallen. Los tres cargan sobre sus personajes con la mayor parte de la trama que da inicio a la serie y los tres convierten a sus interpretados en los motores emocionales de esta primera temporada. Sean Bean, manteniendo la estela de personaje trágico que bordó en el Boromir de La Comunidad del Anillo, dota de la majestuosidad de la casa Stark a Lord Eddark, logrando el mismo efecto que se produce en el libro: ver a un a persona honrada, leal, justa y, finalmente, ingenua en los asuntos cortesanos. No desmerece su interpretación al personaje central del primer libro pudiendo afirmarse que su elección como "enganche famoso" ha sido un éxito por parte de la HBO. Por otra parte, el personaje de Tyrion, el más popular e interesante de la saga literaria, ha recaído en un actor que ha sabido recoger la esencia del Gnomo transmitiendo esa socarronería y acidez tan propia del "menor" de los Lannister. Seguramente, entre los seguidores de los libros estaba aquí el mayor de los retos interpretativos y, por fortuna, Peter Dinklage demuestra que su elección para el papel ha sido uno de los grandes aciertos de los encargados del casting de la serie. Finalmente, en este trío de muestra que he elegido, quiero destacar a la joven Emilia Clarke. Su personaje, convenientemente envejecido unos añitos, madura de un modo creíble a lo largo de los diez episodios, sabiendo transmitir con soltura y sin sensación de "estafa" ese paso de la ingenuidad sumisa a su hermano al nacimiento de una autentica khalesi capacitada para recuperar el Trono que por derecho le pertenece a su linaje. Su papel, complicado por el costoso esfuerzo interpretativo de recitar la mayor parte de su guión en una lengua extraña e inventada (merece la pena acudir a la versión original de la serie para ver el delicioso contraste de su voz entre el inglés aristocrático y la lengua de Khal Drogo, perruna y más bien de estilo klingon), promete incrementar su importancia y su buen hacer interpretativo en la segunda (y mucho más compleja) temporada.
Dicho esto, no quiero desmerecer al resto del elenco que da forma a Juego de Tronos. La mayor parte de ellos supera sobradamente el umbral de lo aceptable aunque hay algunos personajes que fallan y que amenazan con arrastrar sus tramas si no consiguen remontar en la segunda temporada. Por ejemplo, Jack Glesson, que da vida al joven Joffrey Baratheon, todavía tiene que madurar su capacidad de actuar en algunos aspectos concretos para evitar el grado de histrionismo que muestra en los momentos más tensos de su relación con la joven Sansa Stark, encarnada por Sophie Turner, quien también deberá moldear mejor en la segunda temporada su personaje (bastante desdibujado en esta). Por otra parte, dos personajes que en el libro basan el 80% de su presencia en un supuesto aspecto físico apabullante, Jaime y Cersei Lannister, interpretados por Nikolaj Coster-Waldau y Lena Headey respectivamente, han quedado disminuidos de ese atributo sensiblemente. Cersei no es la espectacular belleza rubia de la novela ni Jaime el Adonis irresistible que el autor se empeña en describir. Ambos aparecen más mayores y mucho más maduros que en su versión literaria. Igual de malvados y de corruptos, en efecto, pero mucho menos "lujuriosos" y lascivos. Sus intérpretes no son los responsable últimos de este sutil cambio sino que, más bien, son la consecuencia lógica del sentido que los guionistas de HBO han querido dar a ese aspecto de la trama. Da más juego una Cersei maquiavélica y madura (un prototipo de "reina madre") que la atolondrada y bastante histérica reina zorra del libro. Y Jaime "el Mata reyes" se ha visto dotado de una mayor profundidad argumental en la serie que en el libro, probablemente con la intención de facilitar el salto cualitativo que se da en la segunda novela de la saga de un chulito de barrio imbatible a un alma atormentada que busca redimirse. Ejemplos, como digo, del inmenso trabajo que hay detrás de una adaptación de estas características y que, en justicia, habría que valorar independientemente del prejuicio propio de quienes han leído los libros dónde esos personajes se han desarrollado mucho más ampliamente. Se puede decir, sin embargo, que la elección de los actores y actrices es acertada y muy ajustada con lo que se ha querido producir. No desmerecen y cubren de sobra las expectativas.
Trama aceptable, efectos especiales más que dignos, intérpretes acertados ¿falla algo entonces en Juego de Tronos? A mi juicio no falla nada. Es una serie que se deja ver sin tener que ser un fan acérrimo de la versión literaria, además cuenta con el beneplácito y el apoyo incondicional del propio George R.R. Martin (quien parece tan volcado e ilusionado con la versión televisiba que podría estar dedicando mucho más tiempo del que sus "fans" consideran "óptimo" a este hobby, frente a la dura tarea de escribir su siguiente volumen de Canciónde Hielo y Fuego), por lo que es una adaptación lo suficientemente fiel al original y que, se supone, podrá amoldarse a las siguientes novelas con unos retoques afortunados y simplificadores.
Ahora bien, hay un aspecto en que esta temporada (y me temo que la posterior) ha caído completamente: el abusivo e innecesario peaje sexual. Cierto es que en la novela existen algunas descripciones de sexo explícito pero no son, ni por asomo, tantas ni tan exageradas como las que se muestran en la serie. En este aspecto, Juego de Tronos se ha acercado más a la brutalidad argumental injustificada de caracter pornográfico de una serie como Espartaco, sangre y arena, que al erotismo picante de otras como Los Tudor. En este caso intuyo que HBO ha querido añadir ese "plus" sexual como manera de cumplir dos objetivos: alejar a la serie de cualquier calificativo de "infantil" y atraer audiencia con la capacidad de arrastre que suelen tener las tetas a mansalva (ya se sabe, titan más dos tetas que cien carretas). Es una lástima, aunque sea el signo de los tiempos televisivos, que haya series históricas o fantásticas que tengan que apelar a la sexualidad exagerada para justificarse o convertirse en "adultas". ¿Se imaginan que el clásico Yo, Claudio sea de peor calidad o menos "maduro" por no mostrar sexo explícito? Una serie como Juego de Tronos ¿realmente necesita "mostrar" ese aspecto soez y exagerado para justificar sus guiones o la misma trama? Opino que no pero el producto es así, para bien y para mal.
Así que ya saben, si les ha gustado (o les está gustando) la saga inconclusa (por el momento) de Canción de Hielo y Fuego, la versión para la televisión está a la altura. Si no saben nada de los libros y han descubierto Poniente y los Siete Reinos por medio de esta serie, están ante una producción entretenida, que engancha y que está realmente bien hecha. Habrá que ver como se presenta la segunda temporada (ya en rodaje) y hasta que punto de la trama global llega pero lo que está claro es que si mantiene el nivel, merecerá mucho la pena verla.
Tratando de recuperar el terreno perdido en el ámbito de las series de televisión, la productora HBO fijó su atención en una de las sagas literarias de índole fantástico medieval actuales que más expectación ha levantado entre los seguidores de este tipo de literatura. La novela río (o torrente, ya no se sabe) conocida como Canción de Hielo y Fuego, escrita por George R.R. Martin ha dado el salto a la televisión en una serie que pretende ofrecer calidad, entretenimiento y un nuevo acercamiento al género de la "espada y brujería" ante un público amplio, no necesariamente afecto a esta temática y que, en gran medida, se puede dejar seducir por una buena producción, un grupo de actores solventes y una productora que ha creado, en el pasado, alguna series de gran calidad. Y en ese contexto ha visto la luz la que ha sido la primera temporada de esta aventura: Juego de Tronos.
Durante diez capítulos de cincuenta minutos de duración se desgrana de manera ágil la trama que encontramos en el libro del mismo nombre. Simplificando algunos aspectos y soslayando algunas tramas menores (usando para ello todos los trucos de las adaptaciones literarias -fusión de personajes, simplificaciones argumentales, eliminación de escenas y tramas, etc.-.) se ofrece un argumento que pretende captar la atención de gente que no ha leído previamente el libro y que, por lo tanto, carece de referencias sobre personajes, localizaciones geográficas, tramas y trasfondos. La simplificación es, a mi juicio, bastante correcta, apoyándose en las líneas argumentales más sencillas y fáciles de comprender: los Lannister son malos (salvo Tyrion), los Stark son buenos (y bastante ingenuos), los Baratheon son más bien insulsos (y arribistas), los Thargayen son los excéntricos (y que prometen más acción de futuro) y La Guardia Nocturna son unos incomprendidos (pero tremendamente interesantes).
Sencillez al servicio de que el espectador no se pierda, se enganche a una trama simple y sea capaz de interpretar correctamente qué está pasando, dónde está pasando y por qué está pasando lo que ve en la pantalla. Aquí hay que señalar el acierto que es introducir en los créditos iniciales de cada capítulo un precioso mapa articulado en el que se señalan, grosso modo, los lugares dónde se desarrollarán las tramas que se verán en los siguientes cincuenta minutos. No hay nada peor que un espectador confuso y perdido, tiende a cambiar de canal.
Pero la sencillez no sirve de nada si la serie es mala en otros aspectos. Y Juego de Tronos, al menos en estos primeros diez episodios, no lo es. Los efectos especiales, la parte técnica por así decirlo, sale bastante bien parada y muestra con suficiente grandiosidad algunos de los elementos icónicos de la saga. Por ejemplo, el Muro queda perfectamente representado, logrando transmitir por sí mismo su importancia y el terror que está llamado a contener y que apenas se entrevé en la serie (la primera escena, flojea, pero luego la trama general la refuerza aumentando la sensación de "miedo" a lo que vendrá con el invierno). Desembarco del Rey e Invernalia se lucen aunque no llegan a transmitir la totalidad de lo que se dice de ellas en el libro, aunque habrá más temporadas (una segunda, ya rodándose) para que crezca su lucimiento gráfico y sus escenarios (el Trono de Hierro es hermoso pero desluce en la sala del Trono). Me ha gustado mucho Los Gemelos, ese puente fortaleza que es el paso clave entre el Norte y el Sur y que tanta importancia cobra en la saga. En general, por lo tanto, los escenarios y los efectos especiales asociados a ellos salen bien parados y, al menos, no restan calidad a la serie, acercándola (con las limitaciones obvias) a límites que han marcado películas como la trilogía de El Señor de los Anillos.
Pero ¿un buen atrezzo y un argumento sencillo pero eficaz es suficiente? No, claro que no. Hay que hablar de los actores y las actrices. Y aquí Juego de Tronos ha optado por confiar su suerte a elementos contrastados acompañados de un equipo curtido y que se cree lo que interpreta (no como sucede en el 90% de las series españolas). En esta primera temporada hay tres pesos pesados (por su actuación, no por su nivel de fama) que destacan sobre los demás: Sean Bean en el papel de Ned Stark, Peter Dinklage como Tyrion Lannister y Emilia Clarke en el de Daenerys Targallen. Los tres cargan sobre sus personajes con la mayor parte de la trama que da inicio a la serie y los tres convierten a sus interpretados en los motores emocionales de esta primera temporada. Sean Bean, manteniendo la estela de personaje trágico que bordó en el Boromir de La Comunidad del Anillo, dota de la majestuosidad de la casa Stark a Lord Eddark, logrando el mismo efecto que se produce en el libro: ver a un a persona honrada, leal, justa y, finalmente, ingenua en los asuntos cortesanos. No desmerece su interpretación al personaje central del primer libro pudiendo afirmarse que su elección como "enganche famoso" ha sido un éxito por parte de la HBO. Por otra parte, el personaje de Tyrion, el más popular e interesante de la saga literaria, ha recaído en un actor que ha sabido recoger la esencia del Gnomo transmitiendo esa socarronería y acidez tan propia del "menor" de los Lannister. Seguramente, entre los seguidores de los libros estaba aquí el mayor de los retos interpretativos y, por fortuna, Peter Dinklage demuestra que su elección para el papel ha sido uno de los grandes aciertos de los encargados del casting de la serie. Finalmente, en este trío de muestra que he elegido, quiero destacar a la joven Emilia Clarke. Su personaje, convenientemente envejecido unos añitos, madura de un modo creíble a lo largo de los diez episodios, sabiendo transmitir con soltura y sin sensación de "estafa" ese paso de la ingenuidad sumisa a su hermano al nacimiento de una autentica khalesi capacitada para recuperar el Trono que por derecho le pertenece a su linaje. Su papel, complicado por el costoso esfuerzo interpretativo de recitar la mayor parte de su guión en una lengua extraña e inventada (merece la pena acudir a la versión original de la serie para ver el delicioso contraste de su voz entre el inglés aristocrático y la lengua de Khal Drogo, perruna y más bien de estilo klingon), promete incrementar su importancia y su buen hacer interpretativo en la segunda (y mucho más compleja) temporada.
Dicho esto, no quiero desmerecer al resto del elenco que da forma a Juego de Tronos. La mayor parte de ellos supera sobradamente el umbral de lo aceptable aunque hay algunos personajes que fallan y que amenazan con arrastrar sus tramas si no consiguen remontar en la segunda temporada. Por ejemplo, Jack Glesson, que da vida al joven Joffrey Baratheon, todavía tiene que madurar su capacidad de actuar en algunos aspectos concretos para evitar el grado de histrionismo que muestra en los momentos más tensos de su relación con la joven Sansa Stark, encarnada por Sophie Turner, quien también deberá moldear mejor en la segunda temporada su personaje (bastante desdibujado en esta). Por otra parte, dos personajes que en el libro basan el 80% de su presencia en un supuesto aspecto físico apabullante, Jaime y Cersei Lannister, interpretados por Nikolaj Coster-Waldau y Lena Headey respectivamente, han quedado disminuidos de ese atributo sensiblemente. Cersei no es la espectacular belleza rubia de la novela ni Jaime el Adonis irresistible que el autor se empeña en describir. Ambos aparecen más mayores y mucho más maduros que en su versión literaria. Igual de malvados y de corruptos, en efecto, pero mucho menos "lujuriosos" y lascivos. Sus intérpretes no son los responsable últimos de este sutil cambio sino que, más bien, son la consecuencia lógica del sentido que los guionistas de HBO han querido dar a ese aspecto de la trama. Da más juego una Cersei maquiavélica y madura (un prototipo de "reina madre") que la atolondrada y bastante histérica reina zorra del libro. Y Jaime "el Mata reyes" se ha visto dotado de una mayor profundidad argumental en la serie que en el libro, probablemente con la intención de facilitar el salto cualitativo que se da en la segunda novela de la saga de un chulito de barrio imbatible a un alma atormentada que busca redimirse. Ejemplos, como digo, del inmenso trabajo que hay detrás de una adaptación de estas características y que, en justicia, habría que valorar independientemente del prejuicio propio de quienes han leído los libros dónde esos personajes se han desarrollado mucho más ampliamente. Se puede decir, sin embargo, que la elección de los actores y actrices es acertada y muy ajustada con lo que se ha querido producir. No desmerecen y cubren de sobra las expectativas.
Trama aceptable, efectos especiales más que dignos, intérpretes acertados ¿falla algo entonces en Juego de Tronos? A mi juicio no falla nada. Es una serie que se deja ver sin tener que ser un fan acérrimo de la versión literaria, además cuenta con el beneplácito y el apoyo incondicional del propio George R.R. Martin (quien parece tan volcado e ilusionado con la versión televisiba que podría estar dedicando mucho más tiempo del que sus "fans" consideran "óptimo" a este hobby, frente a la dura tarea de escribir su siguiente volumen de Canciónde Hielo y Fuego), por lo que es una adaptación lo suficientemente fiel al original y que, se supone, podrá amoldarse a las siguientes novelas con unos retoques afortunados y simplificadores.
Ahora bien, hay un aspecto en que esta temporada (y me temo que la posterior) ha caído completamente: el abusivo e innecesario peaje sexual. Cierto es que en la novela existen algunas descripciones de sexo explícito pero no son, ni por asomo, tantas ni tan exageradas como las que se muestran en la serie. En este aspecto, Juego de Tronos se ha acercado más a la brutalidad argumental injustificada de caracter pornográfico de una serie como Espartaco, sangre y arena, que al erotismo picante de otras como Los Tudor. En este caso intuyo que HBO ha querido añadir ese "plus" sexual como manera de cumplir dos objetivos: alejar a la serie de cualquier calificativo de "infantil" y atraer audiencia con la capacidad de arrastre que suelen tener las tetas a mansalva (ya se sabe, titan más dos tetas que cien carretas). Es una lástima, aunque sea el signo de los tiempos televisivos, que haya series históricas o fantásticas que tengan que apelar a la sexualidad exagerada para justificarse o convertirse en "adultas". ¿Se imaginan que el clásico Yo, Claudio sea de peor calidad o menos "maduro" por no mostrar sexo explícito? Una serie como Juego de Tronos ¿realmente necesita "mostrar" ese aspecto soez y exagerado para justificar sus guiones o la misma trama? Opino que no pero el producto es así, para bien y para mal.
Así que ya saben, si les ha gustado (o les está gustando) la saga inconclusa (por el momento) de Canción de Hielo y Fuego, la versión para la televisión está a la altura. Si no saben nada de los libros y han descubierto Poniente y los Siete Reinos por medio de esta serie, están ante una producción entretenida, que engancha y que está realmente bien hecha. Habrá que ver como se presenta la segunda temporada (ya en rodaje) y hasta que punto de la trama global llega pero lo que está claro es que si mantiene el nivel, merecerá mucho la pena verla.
Había leido parte de la historia, canción de fuego y hielo, y la verdad es que adaptación me gustó bastante. los persoanbejs son fáciulmente reconocibles, y mantiene la fidelidad. gran hallazgo esta serie.
ResponderEliminarBueno, como cualquier adaptación que se precie, tiene que basar gran parte de su fuerza en lo que ha funcionado en los libros.
ResponderEliminarDesde luego la trama ha sido simplificada (aunque había poco que resumir, la verdad, porque es muy lineal) y habrá que ver como se las apañan en la 2ª temporada.