Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Bibliópolis. Col. Bibliópolis Fantástica # 67. Madrid, 2011. Título original: Rite of Passage. Traducción: Carlos Gardini. 239 páginas.
Es esta una novela que da ni más ni menos que lo que promete su título, el relato de los preparativos y el desarrollo de una prueba
que va a marcar el cambio de niña a adulta de la protagonista; un
proceso de maduración, a veces traumático, que modificará su forma de
ver el mundo en el que vive si es que consigue completarlo. Parece obvio
que el tiempo pasado desde su publicación original, cuando recibiera el
premio Nebula en 1969,
ha convertido en ingenuos algunos de sus planteamientos, pero lo cierto
es que su forma de narrar, los problemas implicados y el mensaje
subyacente siguen estando hoy tan vigentes como entonces.
Entre
los años 2025 y 2041 la Humanidad tuvo que desperdigarse por las
estrellas en busca de la supervivencia lejos de una depauperada, mega
poblada —el tema de la superpoblación es muy importante a lo largo de la
novela— y finalmente devastada Tierra.
Se establecieron ciento doce colonias, de las que por diversas causas
tiempo después solo se mantienen noventa. Y es que la premura con que
debió realizarse este proceso de emigración propició, ante las
dificultades de mantenerse día a día ante condiciones muchas veces
adversas, la aparición de unas colonias planetarias con muy bajo nivel
tecnológico frente a una privilegiada sociedad residente en los antiguos transportes
espaciales que atesora los conocimientos científicos adquiridos a lo
largo de la Historia de la Humanidad. Tras el inicial éxodo se ha
alcanzado un desigual equilibrio comercial entre las naves y aquellos a
los que despectivamente llaman comefango
—los colonos planetarios—: mediante un sistema de trueque permite a las naves obtener las materias primas y alimentos que necesitan a
cambio de ciertas migajas tecnológicas y científicas cuya escasez
mantiene a los planetas en una permanente situación de atraso y
dependencia.
La protagonista absoluta de la novela, Mia Havero, es una niña de doce años que reside en la Nave,
uno de los asteroides modificados para servir como arcas colonizadoras.
En la cómoda sociedad en la que vive hay sin embargo un hito que marca
fuertemente la vida de sus ciudadanos, la Prueba,
que todos deben pasar al cumplir los catorce años. Para esa fecha, los
adolescentes son abandonados durante todo un mes en la superficie de uno
de los planetas coloniales elegido de forma aleatoria. Enfrentados a un
mundo que muchas veces no comprenden, a amenazas inesperadas o al odio
de los propios habitantes del lugar que los ven como una suerte de gorrones a costa de su duro trabajo, no todos sobreviven y los que lo hacen, desde luego, habrán cambiado.
Dividiendo
el libro en tres partes, y de forma un tanto episódica, Mia va a relatar
en primera persona los prolegómenos de su propio rito de paso:
desde los doce años, cuando su padre fuerza en ella un inicial cambio
de esquemas al mudarse de zona de residencia dentro de la Nave y ella se
dedica a explorar —con cierto toque aventurero— de alguna manera los
límites que la misma le impone. Pasando luego por la preparación con
otros compañeros para la prueba, con muy diversas experiencias, tanto
físicas como mentales. Y llegando finalmente al culmen cuando la misma
tiene lugar y Mia debe poner en práctica todo lo que ha aprendido,
enfrentarse lo mejor posible a lo desconocido, o morir en el intento. En
algún momento puntual esta tercera parte, la más aventurera de las
tres, puede resultar algo paradójica dada la edad de los implicados, las
decisiones que deben tomar y las acciones, muchas veces violentas, que
deben realizar. Pero una vez que el lector recuerda que no se puede
juzgar los hechos desde nuestra actual y particular óptica occidental
hiper protectora con los niños, y que los protagonistas han sido
preparados especialmente para ello, lo cierto es que nada chirría de
forma espectacular.
A través de los privilegiados ojos de Mia —como hija de un importante miembro del Consejo
rector de la Nave tiene algunas oportunidades que otros no aprovechan—
el lector va a asistir al proceso de formación de una personalidad: la
joven va a ir descubriendo el mundo de la Nave, su idiosincrasia, las
diferentes corrientes de pensamiento, las relaciones de la nave con los
mundos coloniales y sus habitantes... Todo lo que hace, todas las
pruebas a las que va enfrentándose, todas las relaciones que establece
con sus amigos, sus antagonistas y sus tutores, todas sus experiencias
van sumando pequeños ladrillos a su edificio interior. Con un ropaje de
novela de entretenimiento, con interesantes picos de acción, el texto
esconde una buena cantidad de temas sobre los que reflexionar. La
protagonista parte de una sociedad cerrada, volcada en el bienestar de
sus ciudadanos, pero con una serie de normas muy restrictivas que marcan
su crecimiento, y deberá ampliar sus miras si quiere sobrevivir a su
futuro.
La
novela encierra una historia, lejos de dogmatismos, sobre lo duro que
es muchas veces el proceso de maduración y crecimiento, abogando por la
mejor forma de utilizar las experiencias para conformar un pensamiento
propio, razonado, que lleve a convertirse en un adulto que piensa por sí
mismo, con sus propias convicciones, no impuestas por alguien ajeno,
sino surgidas del interior de cada uno. Así, por ejemplo, escondido en
los trabajos que su tutor encarga a Mia y a su amigo Jimmy
se encuentran interesantes reflexiones sobre diversas corrientes
filosóficas enfocadas a una visión ética y política de la sociedad, sin
que se busque primar ninguno de ellos por encima de los demás.
Las relaciones entre los habitantes de la Nave y los comefango
van a marcar buena parte del sustrato de la novela. El interrogante
sobre si es justo o no el mantener el control de los conocimientos para
negociar con ellos, manteniendo el confort dentro la nave mientras su
liberalización seguramente mejoraría de forma sustancial la vida
depauperada y dura de las colonias planetarias, es fácilmente
trasladable a nuestra propia realidad. El autor, planteando
razonamientos tanto para el mantenimiento del status quo
como para su desmantelamiento, deja en buena parte en manos del lector
tomar su propia decisión. Aunque es evidente que se inclina —o su
protagonista por él— por una de las dos soluciones, como buen sofista
propone argumentos a favor y en contra de ambas para que el lector,
sacando sus propias conclusiones elija la que más le convenza. Como los
muchachos de la Nave después de sus pruebas, los lectores deben salir
cambiados, o al menos reafirmados, de la lectura.
Rito de paso
es una interesante novela, que a veces navega en la línea del género
juvenil —por protagonista, temática, desarrollo y mensaje—, pero que
seguro no defrauda al lector adulto. Con una escritura ágil y rápida,
que pocas veces se enreda en explicaciones innecesarias o farragosas, y
con una brevedad que, a pesar de provocar una sensación algo fragmentada
del relato, consigue implicar al lector emocionalmente con lo que le
sucede a Mia y con el proceso de su crecimiento, tanto físico como
mental. Una novela de aventuras que plantea un futuro no precisamente
halagüeño y que, sin embargo, marca algunos caminos muy interesantes
como libro de ruta para jóvenes. Entreteniendo hace pensar... ¿no es ese
precisamente uno de los principales objetivos de la buena Literatura?
Desde luego por lo que cuentas, estamos ante uno de esos indispensables de la ciencia ficción clásica.
ResponderEliminar¿Realmente ha aguantado bien el paso de los años o hay demasiadas cosas que chirríen?
La verdad es que aguanta muy decentemente.
ResponderEliminarLa mezcla de la vida austera de la Nave y el retraso de las colonias, casi a niveles de finales del siglo XIX, con vehículos a tracción animal y todo eso, hacen que tecnológicamente la cosa no chirríe. Se echan en falta cosas que parece evidente que deberían existir partiendo de nuestra realidad, pero tampoco son temas que choquen demasiado.
No hay tampoco demasiadas explicaciones científicas que puedan ser discutidas o rebatidas (las naves viajan más rápido que la luz y ya está, por ejemplo), con que lo que queda en sí es la aventura y la reflexión.
Es un libro interesante y agradable. ¿Un clásico? No sé si me atrevería a decir tanto, pero lo cierto es que se lee bastante, bastante bien sin que haya perdido por el camino y el tiempo pasado desde su publicación original.
Saludos