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viernes, 20 de enero de 2012

Reseña: Accelerando

Accelerando.

Charles Stross.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Bibliópolis. Col. Bibliópolis fantástica # 68. Madrid, 2011. Título original: Accelerando. Traducción: Carlos Pavón. 352 páginas.

Accelerando viene acompañada inevitablemente de la etiqueta de ser la novela «definitiva» sobre la singularidad tecnológica y el post o el transhumanismo. La idea subyacente bajo estos términos es la de que el desarrollo tecnológico, sobre todo informático, está creciendo en los últimos tiempos a un ritmo exponencial, de forma cada vez más acelerada, y que en un futuro en absoluto lejano se va a producir un punto de «ruptura» a partir del cual toda esa tecnología será en la práctica incomprensible —e inaprensible— desde la óptica de un humano actual. La creación y el despertar a la auto consciencia de auténticas Inteligencias Artificiales dejarán obsoletos a los meros individuos, que deberán ser «actualizados» —en mente y cuerpo— hasta lo irreconocible para poder mantener el ritmo de las máquinas. Y quienes se aferren a su carnalidad se verán dejados atrás sin contemplaciones, como por otra parte ya está sucediendo en la actualidad con los desfavorecidos que no tienen acceso a ciertas tecnologías cada vez más imprescindibles en el día a día.

Al reflexionar un tanto sobre la tal posibilidad se hace evidente que, literariamente, la idea de la singularidad lastra mucho las posibilidades de cualquier ficción al postular un futuro incomprensible e indescriptible —al menos visto desde nuestro presente—, lo que limita a los escritores a ofrecer historias que no se alejen demasiado en el tiempo al, en teoría, no poder extrapolar desde lo conocido en la actualidad lo que ha de venir más adelante. Por ello, Stross muestra su particular visión de la llegada de la singularidad y del punto de no retorno a través de nueve extensos relatos, publicados en un periodo de varios años en la revista Asimov estadounidense, usando el hábil recurso de utilizar unos protagonistas que son tanto parte de los principales hechos significativos en su desarrollo como por diversos motivos deciden quedarse a un lado, testigos pero no partícipes «finales» del fenómeno.

Esta cualidad de recopilación de relatos es a un tiempo uno de los aciertos, al abarcar gran cantidad de tiempo y sucesos, y defecto, al imprimir en la trama una cualidad episódica que no ayuda precisamente a la fluidez de la lectura de la novela. Si por un lado el autor puede ofrecer al lector un buen número de los acontecimientos que van a tener lugar durante todo lo que queda de siglo XXI y algo más allá, por otra parte es difícil «hacerse» con los personajes —aunque la caracterización de los mismos tampoco es que parezca ser uno de los intereses principales de Stross—. A lo largo de tres generaciones de una familia más que «disfuncional», el autor va a desarrollar su visión de un futuro tecnológicamente acelerado.

Manfred Macx es una especie de genio de la informática que se dedica a desarrollar productos, patentarlos y regalarlos de forma altruista para que a la postre terminen siendo patrimonio de toda la Humanidad: Permanentemente conectado al flujo de la información, como punta de lanza de muchos adelantos y perseguido por el fisco estadounidense —personificado en la figura de su esposa, con la que mantiene una conflictiva relación—, busca la liberación económica mediante el enriquecimiento de todos los individuos para afrontar un futuro donde la singularidad pondrá fin a la propiedad, a las leyes y al trabajo tal y como se entienden hoy en día.

Amber es fruto de la unión y los enfrentamientos entre Manfred y su esposa; gestada mediante ingenieria genética, criada por su controladora madre y «rescatada» por Manfred, ambos progenitores se embarcarán en una retorcida lucha legal por su custodia que terminará algo rocambolécamente con la muchacha creando una nueva sociedad en el entorno de Júpiter y emprendiendo un largo viaje espacial a velocidades relativistas, mediante emulación de la personalidad en formato archivo informático a bordo de una nave del tamaño de una lata de refresco en respuesta  la señal de una raza extraterrestre.

Sirhan, en una complicada maniobra, es descendiente de la Amber que se quedó atrás, aunque a todos efectos es hijo también de la emulación virtual que se fue de viaje estelar. Pocos humanos reconocibles como tales viven ya en un Sistema Solar «canibalizado» para obtener las materias primas que requiere el cada vez mayor nivel y volumen de computación. Los problemas de comunicación y los retos de un futuro incomprensible que deja atrás a los que no han querido —o podido— «actualizarse», se mezclan para ofrecer las páginas más ácidas y emotivas a un tiempo del volumen.

Junto a los tres, la presencia continua de la gata Aineko se convierte en una especie de retorcido hilo conductor de toda la trama, titiritero en la sombra, espíritu y personificación de la singularidad, elemento discordante, espoleta de muchos de los sucesos, detonante de unas cuantas sorpresas, piedra angular y particular tormento de los protagonistas... lo cierto es que dan ganas de retorcerle el pescuezo en unas cuantas ocasiones.

Llevando el posthumanismo a su «lógica» evolución, la fusión de la mente y la máquina, Stross se dedica a explorar en las causas, motivaciones, implicaciones y consecuencias de este desarrollo acelerado. Extrapolando de datos que se pueden ver ya a nuestro alrededor, el autor se dedica a diseccionar ese futuro inminente, ofreciendo una visión de un mundo globalizado, cada vez más interconectado, de economía compartida y dispositivos informáticos personalizados que cada vez se van introduciendo en mayor medida en las actividades cotidianas hasta hacerse imprescindibles, tanto para el ocio como para lo laboral. Pero esta penetración tecnológica en la sociedad necesita de muchos factores que se van retroalimentando a sí mismos, creando un futuro cada vez más exigente que amenaza con dejar atrás al ser humano tal y como es ahora, para introducirlo en una nueva etapa auto evolutiva en la que difícilmente podremos reconocernos.

Desde el creciente poder de computación y las exigencias que supone en recursos y energía, la amenaza de obsolescencia del cerebro humano y sus «lentos» procesos, el desarrollo de la nanotecnología y su miriada de aplicaciones, la emulación de personalidades y la transmisión de mentes a soportes informáticos, el espontáneo despertar de las IAs —aunque este sea uno de los principales escollos de toda la teoría de la singularidad que esconde una paradoja en sí misma, pues no termina de esclarecerse cómo se va a llegar a esa, supuestamente, inevitable autoconsciencia de las máquinas que relegaran a los humanos—, la exploración del espacio y la colonización del Sistema Solar, los primeros contactos con inteligencias alienígenas, la inmersión cibernética, el  caos social que produce la aplicación de los avances, el comercio entre especies y el final de las viejas ideas sobre la propiedad tanto física como intelectual, la investigación genética, los implantes y los tratamientos anti envejecimiento que permiten prolongar la vida «corporal» cuando esta empieza a dejar de tener sentido físico...

Pero que nadie se llame a engaño y se piense que se encuentra ante una obra árida o intelectualmente demasiado complicada. Accelerando pertenece sin duda a una ciencia ficción hard que gusta de especular sobre el futuro con una base tangible partiendo de los adelantos que hoy mismo se están propugnando y, desde luego, no ofrece acción continua o aventura desenfrenada —aunque también la haya—. Sin embargo, Stross tiene la inteligencia de vestir cada cuento con una trama suficientemente entretenida —siempre supeditada a la especulación, eso sí—, introduciendo un pequeño misterio, una intriga, un reto, un gran salto tecnológico que atrape la atención del lector mientras le introduce en ese futuro no demasiado lejano y algo aterrador. La novela desborda ideas y va creciendo en interés conforme se suceden las historias, siendo las primeras quizá las más flojas —tal vez por cercanas o por tratarse todavía de una «presentación»— y las últimas, donde Stross deja volar todo su sentido de la maravilla, las más intrigantes y evocadoras. El autor propugna además, hacia el final del volumen, una inteligente, y coherente, manera de justificar el poder seguir escribiendo especulación en futuros lejanos donde no deberíamos encontrar absolutamente nada reconocible.

Y cuando finalmente se cierra el libro lo que queda en la mente del lector es una acertada, afilada y certera disección de la naturaleza de lo que significa ser humano, de lo nos hace ser lo que somos y hasta dónde deberemos cambiar para dejar de serlo. Un espejo donde mirarnos y preguntarnos a dónde nos lleva el camino y a dónde querríamos que nos llevara. Una interesante lectura, con la que se puede estar o no de acuerdo —hay puntos muy discutibles—, pero a la que no se puede negar el poder de evocación y la poderosa invitación a la reflexión que conlleva.

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Reseña de otras obras del autor:


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