La Primera Ley: Libro I.
Joe Abercrombie.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Alianza editorial. Col. Runas. Madrid, 2007. Título original: The Blade Itself. Traducción: Borja García Bercero. 650 páginas.
Cuando
el lector empieza a adentrarse en esta novela por un momento puede
temer que se vaya a encontrar con una fantasía tirando a típica —e
incluso a tópica— a pesar de las buenas críticas que ha ido escuchando por
todos lados sobre la trilogía. La presentación de personajes retrotrae
inmediatamente a lo más clásico del género: el bárbaro con un pasado
marcado por la violencia y los enfrentamientos que quiere dejarlo todo
atrás y empezar de nuevo; el mago misterioso y bonachón a pesar de tener
un genio que se enciende fácilmente, en un mundo donde la magia parece
estar retirándose; el aprendiz apocado y un poco inepto del anterior,
dedicado a tareas que parecen superar sus capacidades; el noble oficial
del ejército, supuesto gran duelista, que prefiere jugar a las cartas y cortejar a
las mujeres antes que hacer frente a sus labores militares; la bella
dama plebeya que enamora el corazón de alguno de los protagonistas; el
personaje contrahecho y amargado —en esta caso el torturador que a su
vez fue torturado en el pasado— que parece imprescindible desde Canción de Hielo y Fuego...
Y en un segundo plano inevitable, el rey babeante, los consejeros
aborregados, los militares complacientes, los salvajes expansionistas
—incluida la unificación de las tribus en un conjunto imbatible—, los
enemigos despiadados...
Pero es lo que Abercrombie va a hacer con todos ellos lo que verdaderamente marca la diferencia con la fantasía épico-medieval que se hacía hasta prácticamente el final del siglo pasado —y aún se hace, ojo, aunque cada vez más autores se sumen a esta nueva corriente—. La inmersión en una ficción fantástica lo más “verídica” posible es algo que, sin embargo, ya propugnaba Tolkien —y a la escena en que las tropas van entrando en Minas Tirith para la defensa final me remito, con esos números de combatientes tan ajustados y, por ello, tan creíbles— y que tan pervertido fuera por su legión de seguidores —y sus cifras de ejércitos inmensos e inviables—. En el caso que nos ocupa, el autor sumerge al lector en un mundo un tanto oscuro, donde la corruptela campa a sus anchas, donde la violencia es el pan nuestro de cada día, donde los hombres buenos no dudan en ejercer la máxima crueldad para conseguir sus objetivos, donde los amigos son tan solo aquellos que le acompañan a uno en el camino, donde la senda hacia arriba esta compactado con los cadáveres que se van dejando atrás, donde la guerra es un juego para algunos y una oportunidad para otros...
Pero es lo que Abercrombie va a hacer con todos ellos lo que verdaderamente marca la diferencia con la fantasía épico-medieval que se hacía hasta prácticamente el final del siglo pasado —y aún se hace, ojo, aunque cada vez más autores se sumen a esta nueva corriente—. La inmersión en una ficción fantástica lo más “verídica” posible es algo que, sin embargo, ya propugnaba Tolkien —y a la escena en que las tropas van entrando en Minas Tirith para la defensa final me remito, con esos números de combatientes tan ajustados y, por ello, tan creíbles— y que tan pervertido fuera por su legión de seguidores —y sus cifras de ejércitos inmensos e inviables—. En el caso que nos ocupa, el autor sumerge al lector en un mundo un tanto oscuro, donde la corruptela campa a sus anchas, donde la violencia es el pan nuestro de cada día, donde los hombres buenos no dudan en ejercer la máxima crueldad para conseguir sus objetivos, donde los amigos son tan solo aquellos que le acompañan a uno en el camino, donde la senda hacia arriba esta compactado con los cadáveres que se van dejando atrás, donde la guerra es un juego para algunos y una oportunidad para otros...
Los
focos de la narración recaen sobre tres personajes principales, cada
uno con su propia voz, en tramas que se van alternando en el reparto de
capítulos, encontrándose en ocasiones, pero manteniendo cierta
independencia generalmente: Logen Nuevededos
es el bárbaro norteño de sangriento pasado a quien la vida parece haber
dado una sorpresiva ocasión de apartarse del mismo, dado por muerto por
sus conocidos, se dirigirá al Sur evitando las luchas, algo que no le
va a ser tan fácil como se podría suponer, en busca de paz y un mago que
parece estar buscándole. El inquisidor Sand dan Glokta, es el cínico torturador, antiguo héroe militar de la Unión, campeón de esgrima, apolíneo hombre de éxito hasta que fuera capturado y torturado por los gurkos,
y fuera liberado contrahecho, cojo, con dolores crónicos y un mal genio
perpetuo; cínico y mordaz no duda en aplicar los conocimientos
«adquiridos» mientras era torturado sobre los sospechosos que pasan
ahora por sus manos. Jezal dan Luthar
—quizá el de historia menos interesante y más floja caracterización en
comparación con los demás, pero vital también para la trama— es un
privilegiado hijo de un noble que ha emprendido la carrera militar con
la única ambición de alcanzar un puesto importante en el escalafón de la
Unión, engreído, vanidoso y pagado de sí mismo, deja pasar los días en
medio de una vida disipada, entre vino, mujeres y juegos de azar, al
tiempo que se prepara disciplentemente, refunfuñando todo lo que puede,
para el Certamen
de esgrima; sin embargo, la vida le tiene preparadas un par de
sorpresas no siempre agradables. Con la amenaza de una inminente guerra
en el horizonte tanto en el Norte como en el Sur, los tres personajes
principales, activa o pasivamente, se van a ver involucrados en el
centro de la política de la Unión
y de los planes de su futuro, un reino que vive del recuerdo de un
glorioso pasado envuelto en una decadencia palpable, tanto moral como
física, tanto en sus gentes como en sus edificios.
Y junto a ellos muchos, muchos otros que parecen llamados a tener su importancia: Bayaz, el mago de pasado ignoto; Malacus Quai, su aprendiz y chico de recados; Ardee la joven ardorosa de baja cuna que llega a la ciudad buscando algo mejor que lo que deja atrás; Collem West,
hermano de la anterior y uno de los pocos militares auténticamente
comprometidos con su trabajo que parecen quedar aunque solo sea por la
lucha diaria contra su procedencia plebeya; Ferro Maljinn,
la esclava sureña fugada que odia sobre todas las cosas al Imperio
Gurko y ha empeñado su vida entera en matar a cuantos más pueda; y un
grupo de bárbaros, antiguos colegas de Logen, realmente llamativo. Y
aunque la mayoría de los personajes se hacen en cierta forma
repudiables, llenos de humanos defectos, están tan bien retratados y
construidos que es inevitable que el lector termine totalmente implicado
en sus problemas y deseoso de conocer el desenlace de sus desventuras.
Todos se muestran bajo una tonalidad gris más cercana al negro que al
blanco, esculpidos por el mundo que les rodea, un mundo violento, crudo,
disoluto, corrupto... Un mundo que moldea hombres, y mujeres, duros y
dispuestos a casi todo para sobrevivir o ascender en la sociedad.
Sin grandes alardes literarios, Abercrombie
da rienda suelta a la violencia y no escatima la sangre para demostrar
su gran dominio en la escritura de escenas de combate y de lucha,
emocionantes, verídicas, tensas, dolorosamente reales. Todo ello
salpicado abundantemente de un humor negro que no se sabe si alivia la
tensión o la acentúa. La novela avanza en medio de una tensión
creciente, a la espera de la chispa que desencadene la guerra, en un
mundo donde la magia se intuye de forma contenida, con misteriosos
personajes que dan muestra de extraordinarias capacidades y una crueldad
sin par, pero no termina de aflorar salvo en las manos del Primer Mago.
Un mundo lleno de leyendas, de historias antiguas, de relatos de viejos
enfrentamientos entre los grandes poderes que de algún modo conformaron
el actual estado de las cosas.
La voz de las espadas es una Fantasía Heróica sin auténticos héroes, una Épica sucia que horroriza más que enardece gracias a ese realismo que no escatima sangre, sudor y vísceras, una Espada y Brujería
con mucha espada y poca brujería, y lo mejor de todo es que las
diferentes tramas consiguen no solo impactar en el lector sino hacerle
interesarse realmente por lo que le está sucediendo a los personajes.
Una cierta intriga, dura y directa, con grandes caracterizaciones, con
una historia atractiva y un ritmo muy adecuado, con intervalos de tensa
espera y de acción desatada. La voz de las espadas no
es sino el principio del camino, una historia que deja todo pendiente
para su continuación con todo por resolver, una magnífica «presentación»
de personajes, ambientación y escenario con entidad propia que deja con
hambre de seguir leyendo la historia nada más terminar el libro.
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