Temerario 4.
Naomi Novik.
Reseña de: Jamie M.
Alfaguara. Madrid, 2011. Título original: Empire of Evory. Traducción: José Miguel Pallarés. 485 páginas.
Cuarta entrega de las aventuras de Temerario, el dragón imperial, y su capitán William Laurence
y si bien no es estrictamente imprescindible sí es muy recomendable
haberse leído los anteriores para saber cómo se ha llegado hasta aquí y
comprender la peculiar relación que une a montura y “jinete”. La acción
se inicia en medio del fragor de un combate, poco, muy poco tiempo
después, de donde se cerrará la anterior entrega, La guerra de la pólvora. En el escenario de las guerras napoleónicas, Temerario y su dotación regresan a casa desde los asolados campos de Europa portando una carga
de soldados prusianos rescatados in extremis y una insólita compañía de
dragones montaraces
bastante indisciplinados. Vuelven después de un largo periplo esperando
encontrar cierto reconocimiento, deseando implantar las nuevas ideas
sobre el cuidado de los dragones aprendidas en China
y, sobre todo, con un enorme deseo de reencontrarse con los viejos
amigos y lograr un merecido descanso. Pero poco, o nada, de ello va a
tener lugar y al brusco recibimiento por parte de una patrulla francesa,
se va a unir pronto una tibia bienvenida por parte británica y la
constatación de que las cosas han cambiado mucho, para mal, en su patria
durante el tiempo en que han estado fuera. Y cuando apenas están
adaptándose a la nueva situación los protagonistas deberán embarcarse en
un nuevo viaje hacia el continente africano, donde descubrirán un mundo
inesperado, peligroso y sorprendente, con nuevos retos que pondrán en
grave riesgo su misión y sus vidas.
Pasado
ese primer momento de agitado combate, el relato se ralentiza,
tomándose su tiempo, más ocupado en cuestiones morales y costumbristas,
planteando de nuevo la situación de los dragones en Gran Bretaña
y retratando la sociedad en que de nuevo se encuentran antes que entrar
directamente en el desarrollo del conflicto que tiene lugar al otro
lado del Canal de la Mancha.
Pero a pesar de cierta morosidad, es un tiempo necesario para
establecer firmemente los parámetros en que se ha de desarrollar
posteriormente la acción, para establecer las bases y el marco en que
Laurence ha de tomar sus decisiones. Y una vez iniciado el urgente viaje
la acción empieza a tomar velocidad, desatando la aventura y las
sorpresas, y llevando frenéticamente a los protagonistas de un lado para
otro.
La amenaza que pesa sobre las islas, con Napoleón
llamando a sus costas después de haberse apoderado prácticamente de
todo el continente, llena la narración de una premura nerviosa, de una
tensión anticipatoria que convierte en vital el éxito de la misión en
que han de embarcarse Temerario y acompañantes.
Si
en los libros anteriores la autora ya había introducido en la trama sin
tapujos un firma alegato contra la esclavitud y el racismo, en este
volumen entra a fondo contra la misma, contra las injusticias sociales y
contra toda forma de explotación, permitiéndose ciertas dosis de sátira
política mientras los protagonistas permanecen en suelo británico, y
una firme condena cuando expone sus trágicos efectos en suelo africano.
Aprovecha también para denunciar la violación sistemática de los derechos
civiles en tiempos de guerra y la intolerancia de cualquier tipo.
Una vez más Novik
hace virtud del choque entre el idealismo de Temerario frente al
pragmatismo (o realismo fruto de la experiencia) de Laurence. Y no es
sino en el diálogo entre ambos donde se establece ese final consenso
para hacer lo “correcto”, un consenso donde tanto la razón como el
corazón deben ceder en parte para alcanzar lo más justo.
En
el centro de la narración, mientras los protagonistas se alejan de las
costas esclavistas y se internan en el inexplorado continente africano,
Novik hermana el relato con aquellas suntuosas sociedades ignotas de las
antiguas novelas de Edgar Rice Burroughs o H. Rider Haggard, de expediciones a las desconocidas y casi inaccesibles selvas, de Tarzan
y otros héroes pulp. La autora se reserva grandes descubrimientos,
lugares de fabulosa riqueza y unos habitantes (menos primitivos de lo
sospechado) con enigmáticos planes en mente. Y en ese contexto, los
británicos puede que empiecen a pagar muy cara su soberbia y su
autoimpuesta superioridad. La justificada respuesta violenta de los
pueblos africanos conlleva una demoledora crítica a la hipocresía de las
sociedades “civilizadas”.
Conforme
avanza la narración cobran también especial importancia los temas del
deber y la obediencia ciega, y su contrapartida de la rebelión ante las
órdenes injustas y la guerra sucia. Se crítica la lealtad a cualquier
precio que conlleva la renuncia a los principios que se han jurado
defender. Se pone sobre la mesa el comportamiento entre caballeros, el
honor, la integridad, los principios morales universales, la confianza
implícita entre los gobernantes y sus gobernados, entre los mandos y los
soldados, entre los políticos y los ciudadanos, que una vez traicionada
es casi imposible de restituir, cuestionando el “todo vale” para ganar
la guerra, sean cuales sean las terribles consecuencias. E importante es
a su vez el planteamiento de la maternidad en soltería, de la
integración de la mujer en el cuerpo dragontino y el retrato en una
sociedad que desde nuestra óptica actual calificaríamos de enormemente
retrógrada que arrincona a las féminas en papeles francamente
minúsculos.
El imperio de marfil
da cabida a todas estas cuestiones a través de un ropaje de pura
aventura, de acción y misterio, y de ciertas charlas casi filosóficas
entre los protagonistas que no entorpecen ni el ritmo ni el interés. Es
cierto que en algún momento puntual se nota demasiado la orientación
juvenil de la obra, con escenas resueltas de forma algo simple o rápida,
sin buscarse complicaciones; pero también lo es que la autora plantea
cuestiones de cierto calado que nunca están de más para hacer
reflexionar un poco a los adolescentes.
Como punto final cabe decir que, aunque la trama particular de la novela se cierra totalmente, la situación en que quedan Temerario y, muy especialmente, Laurence, con un cliffhanger que deja en el aire el destino de los protagonistas, consigue mantener la expectación para leer La vicxtoria de las águilas, siguiente entrega de la saga, y ver cómo la autora saca del entuerto a sus protagonistas.
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Reseña de otras obras de la autora:
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