La vieja guardia.
John Scalzi.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Booket. Col. Ciencia ficción. Barcelona, 2011. Título original: Old Man’s War. Traducción: Rafael Marín. 298 páginas.
John Scalzi, en la actualidad con un buen número de obras publicadas a sus espaldas, comenzó su carrera
literaria con el libro objeto de esta reseña; una primera novela con la
que, además, iniciaría una saga de space opera bélico o militar —que no belicista ni militarista, la diferenciación es importante— que bebe de alguna manera de clásicos como el Robert Heinlein de Tropas del espacio —expresamente nombrado en los agradecimientos como una de las influencias principales— o Joe Haldeman —con inevitables comparaciones, desde la distancia, a La guerra interminable—.
Aunque ya había ido disfrutado de las obras independientes del autor
publicadas en nuestro país, lo cierto es que no sé muy bien por qué
había dejado pasar las que componen esta saga, así que, aprovechando la
ocasión de su publicación en bolsillo, me decidí a solventarlo. Y lo
cierto es que no me arrepiento, pues La vieja guardia
es una novela francamente entretenida. Una lectura ligera, en cuanto a
que es muy ágil y fácil de leer, pero con cierto calado reflexivo en
torno a temas como la guerra, la diplomacia, la colonización, la
identidad o el rechazo un tanto irracional al o a lo diferente tan solo
por serlo.
Así,
bajo una apariencia de cierta liviandad, de ligereza narrativa, y de
toda la parafernalia futurista del género, lo cierto es que el autor
aprovecha los resortes que le permiten el uso de la ciencia ficción
para lanzar unas cuantas cargas de profundidad sobre la conciencia
colectiva actual y la forma del pensamiento occidental con su supuesta
superioridad moral y su indiferencia sobre otras culturas —algo muy
sintomático es que la colonización del espacio, debido a ciertos hechos
anteriores, solo esté permitida de forma directa a las gentes
provenientes de países del tercer mundo, mientras que los
norteamericanos deben pasar por un especial «servicio militar» para
poder acceder a ella—.
De esta manera, el día que John Nicholas Perry cumplía 75 años, hizo dos cosas destacadas: visitó la tumba de su esposa y confirmó su alistamiento en las Fuerzas de Defensa Coloniales.
En una galaxia donde los planetas habitables, deshabitados o no, son un
bien escaso y están duramente disputados, la humanidad no puede
quedarse atrás frente a otros seres, así que las lejanas colonias deben
ser defendidas de beligerantes alienígenas al tiempo que se lucha por
hacerse con el control de aquellos otros que se van descubriendo. En la Tierra,
tras alguna terrible experiencia bélica, se vive como en un remanso de
paz —quizá excesiva y difícil de creer conociendo nuestra propia
Historia y conociendo luego el estado del resto de la galaxia—,
totalmente de espaldas a la guerra que está teniendo lugar allá fuera,
aunque todos sean conscientes de que el ejército encargado de ella
ofrece la posibilidad de enrolarse al cumnplir los 75 por un período
mínimo de dos años ampliables unilateralmente hasta los diez a cambio de
lo que todos suponen un tratamiento de rejuvenecimiento que ponga en
forma de nuevo a los ancianos reclutas.
Mediante
una historia ágil y entretenida, en medio de tiros, de saltos
espaciales, de muertes incontables, muchas de ellas sin sentido, de
alienígenas incomprensibles y planetas en disputa, Scalzi
se dedica a pintar la «realidad» de la guerra, lejos de misticismos y
heroicidades, donde la épica da paso a la cruda realidad y a las dudas
éticas sobre la justificación de ciertas acciones. Así, muchos temas
tienen cabida dentro de la acción: La definición de la identidad propia y
naturaleza de lo que nos hacer ser y permanecer siendo «humanos» a
pesar de todos los cambios que puedan producirse, de las largas
distancias que nos separen del planeta madre. El sentido y la necesidad
de un final, de la muerte, a pesar del dolor del crecimiento, la madurez
y el paso del tiempo, de perder a los seres queridos o de olvidar lo
vivido. La ética subyacente en la manipulación genética, sus objetivos,
los límites a los que debe circunscribirse y el momento en que puede
escaparse de las manos. El gregarismo de los humanos, la necesidad de
contacto, de permanencia a un grupo. La lealtad de los que luchan
juntos, el sentimiento de unidad, el espíritu compartido que mantiene la
hermandad y convierte al compañero en algo más que un hermano. La
amistad desinteresada, pura camaradería. El peligro de las ideas
preconcebidas, de la xenofobia, de dejarse engañar por las apariencias.
La eterna lucha por los recursos y la supremacía sobre los que aspiran
al mismo territorio, la dificultad del compartir...
Para
contar la historia el autor echa mano sin tapujos del abundante uso de futuristas recursos
tecnológicos, que termina siendo más «tecnojerga» que otra cosa, pero
que en todo caso consigue que nada «chirríe» en exceso, con una
sorprendente forma de viajar más rápida que la luz y con supuestos
grandes avances en bioingeniería que conllevan importantes «mejoras» de
los cuerpos de los combatientes, con implantes cibernéticos cerebrales y
nanotecnología incorporada a su nueva sangre, a su piel, a su carne y
huesos, y que los convierte en auténticos post humanos.
Se
hecha en falta, quizá, algo más del humor habitual de algunas de sus
obras posteriores —aunque, claro, esto solo se hace patente al leerla a
posteriori de aquellas y no tanto en su orden original de publicación—. A
pesar de que el protagonista sí que trate de hacer unos cuantos chistes
irónicos y socarrones que no siempre son bien recibidos, y alguno de
sus compañeros en vez de ancianos parezcan estudiantes de instituto con
pocas luces, lo cierto es que el humor que nace de la situación y no del
gag particular —como los nombres personales que van a recibir los
«CerebroAmigo», el sistema informático implantado en el cuerpo de cada
recluta, que más que causar risa dan un poco de pena— brilla aquí por su
ausencia..
La
novela va quemando rápidamentte etapas, saltando de un episodio a otro
de la carrera militar del protagonista: reclutamiento, adaptación,
entrenamiento y diversas misiones bélicas, con grandes saltos temporales
y sin dar lugar prácticamente a la introspección o al detallismo
descriptivo dentro del universo creado por el autor, aunque dando gran
importancia al tema del mantenimiento de la amistad a pesar de las
distancias estelares de separación. Scalzi va al meollo de la trama, sin
desvíos ni distracciones —y cuando aparentemente existe alguno, al
final va a resultar que no lo era tanto—.
La vieja guardia
reúne intensos, casi épicos, momentos de acción trepidante,
sorprendentes especulaciones sobre el desarrollo de la ciencia y
tecnología venidera e interesantes reflexiones sobre el futuro de la
Humanidad en su posible expansión por las galaxias. Scalzi se muestra
tan hábil en la plasmación de las escenas bélicas como en los momentos
de una mayor implicación sentimental —alguno quizá innecesariamente
tendente a lo lacrimógeno, sin que afortunadamente se adueñan de la
trama—, utilizando para ello un estilo fluido y rápido, suave y
engañosamente sencillo, que hace que el libro parezca durar tan solo un
suspiro.
A
pesar de ciertos defectos puntuales, achacables quizá a su condición de
novela primeriza, y de que se trata de una lectura totalmente
independiente y cerrada, deja con enormes ganas de leer la segunda
entrega de la serie, Las brigadas fantasma.
==
Reseña de otras obras del autor:
Muy buena reseña.
ResponderEliminarComo casi todas las que hacéis, sino todas.
Un blog de referencia para mi.
Tenía ganas de decíroslo.
Un cordial saludo.
Muchas gracias por el elogio. Siempre viene bien recibir apoyo para ver que toda la labor no cae en saco roto.
ResponderEliminarMe he pasado por tu blog, http://surcandointrincadossenderos.blogspot.com.es/ y me ha parecido también muy interesante.
Saludos