Crónicas del Druida de Hierro 2.
Kevin Hearne.
Reseña de: Jamie M.
Timun mas. Barcelona, 2012. Título original: Hexed. Traducción: Rocío Monasterio Briansó. 298 páginas.
Segunda
entrega de la serie, si alguien pensaba que tras el final del anterior
volumen las cosas se le iban a poner más fáciles a Atticus O’sullivan
que se lo vaya pensando de nuevo. Su éxito ha puesto su nombre en boca
de todo el mundo paranormal y cantidad de peticionarios van a ir a
buscarlo para que les ayude con sus problemas con otros dioses (con Thor en el papel de aquel a quien todo quieren ver muerto). Y sin duda eso, aunque sin duda molesto, no va a ser lo peor. Kevin Hearne factura un fantasía urbana
con un toque desenfadado y en cierto modo diferente que no se libra de
ciertos tópicos, pero lidia con ellos de manera muy efectiva. En las Crónicas del Druida de Hierro
hay de todo lo habitual en su nicho: vampiros, hombres lobo, brujas,
dioses ancestrales, demonios, seres mitológicos, golems, magos (o un
druida, en su defecto), policías que se inmiscuyen, armas encantadas,
muchos combates y el toque sobrenatural que caracteriza al género.
Además, el autor ofrece un protagonista carismático, el druida que da
nombre a la saga, al que ha sabido rodear de un interesante elenco de
secundarios.
Si en la anterior entrega, Acosado,
Atticus parecía haberse deshecho de sus problemas y tan solo le faltaba
firmar la paz definitiva con los restos del aquelarre de brujas que
tanto le amargara la vida, pronto va a descubrir que no puede dar nada
por sentado, que sus supuestos aliados no tienen porqué ser sus amigos, y
que en el mundo sobrenatural, cuando queda un hueco de poder pronto van
a llegar nuevos interesados en ocupar el sitio. Así, al sufrir un
atentado mágico contra su persona va a tener conocimiento por las malas
de que una nueva hermandad de brujas quieren ocupar la posición que
detentaban sus anteriores enemigas. Unas enemigas con las que no tendrá
otro remedio que hacer un receloso frente común si no quiere que su
“territorio” se convierta en la posesión de otros.
La
novela adolece, como ya le sucediera a la anterior, de una estructura
bastante “episódica” en la que, cual si de un videojuego se tratara,
parece indispensable superar una etapa para poder acceder a la
siguiente. Sin embargo el autor le imprime una amenidad y un dinamismo
que hace que se lea de un tirón sin pararse a dirimir si es un fallo o
un acierto. Un nuevo grupo de brujas, unas bacantes, un demonio suelto
que tal vez no sea tal, cierta diosa iracunda, los policías que meten
sus narices donde menos interesa, el vecino cotilla... son problemas con
los que Atticus va a tener que ir lidiando uno por uno si quiere salir
con bien del lío en que se ha visto envuelto. Y tal vez lo mejor sería
echar a correr y poner quilómetros de por medio, pero sin embargo eso es
algo que el druida no llega a plantearse realmente por su auto impuesta
obligación de sanar la tierra devastada en el combate de libro
anterior.
El
autor pone mucho humor en casi todas las situaciones, incluso en las
más dramáticas, aunque sin llegar a convertir la obra en ninguna
comedia. Los punzantes razonamientos de su perro Oberon
sobre toda cuestión que se le ponga a tiro o sus intentos de emular a
ciertas figuras legendarias de la historia bélica de la humanidad dan
mucho juego en contraposición a la seriedad de las situaciones en que
suelen verse envueltos. Los intentos de Atticus de conseguir que un
vampiro inmortal utilice una jerga más moderna y abandone el rimbombante
hablar de siglos pasados son para él ciertamente frustrantes y
enternecedores a partes iguales, además de muy divertidos para el
lector. Aprovecha también cierto toque de humor para dar una
“explicación” al tema de que Atticus lleve casi en todo momento su
espada mágica a cuestas y nadie pareciera cuestionárselo demasiado.
Nuevos
personajes, como cierta pareja aparentemente irreconciliable de rabino y
sacerdote, dotan de mayor profundidad al “universo” de la serie,
trayendo a la luz órdenes secretas, sectas y otros grupos subterráneos
del mundo paranormal. Sigue aprovechando la riqueza de panteones
existentes y trae a primer plano al Coyote
de los nativos americanos como un secundario de mucha importancia, un
truhán traicionero y simpático que se hace querer a pesar de sus
engaños. En este crecimiento del elenco de personajes y escenario, Kearne
profundiza en la rica historia del druida (ya que dos mil años vivido
dan realmente para mucho), trayendo de su pasado a ciertas enemigas con
las que ya se había cruzado brevemente, sin llegar a saber realmente de
quienes se trataban, durante el transcurso de la II Guerra Mundial en dramáticas condiciones.
Convierte, sin embargo, a la nueva aprendiz, Granuaille,
en poco más que una sexy “chica de los recados”, con apenas un papel
importante (más allá de aprender latín, dar algún consejo y quitarse de
enmedio para dejar obrar al druida). Una lástima, pues después de la
anterior entrega parecía destinada a un protagonismo mucho mayor, algo
que esperemos pueda verse plasmado en posteriores entregas.
Para
dar una mayor dimensión a lo narrado la muerte, y no tan solo la diosa
celta a la que se encuentra “atado”, va a rondar a Atticus en todo
momento. Y ya que el druida está protegido de, casi, todo mal por su
pacto con Morrigan, sus enemigos van a tener que intentar causarle dolor
llegando hasta sus conocidos y amigos, pero ¿será él capaz de
protegerlos a todos?
Acorralado
es una novela francamente entretenida, con mucho ritmo, aunque no
demasiada profundidad, divertida y dramática con singular equilibrio;
una fantasía urbana que deja satisfecho y con ganas de leer las
continuaciones. Como segunda entrega, se nota una mayor consistencia en
la trama, el intento de una mayor complejidad, al no tener que tomarse
su tiempo para presentar a los personajes y el escenario, entrando
directamente en faena desde el principio; tal vez su final no sea tan
espectacular como el de la anterior, sino que se toma más tiempo en
dejar las cosas preparadas para lo que ha de venir, pero ciertamente
deja más que satisfecho. El final, cerrado, deja evidentemente unos
cuantos flecos pendientes (como la historia de ciertas manzanas que
promete y mucho), pero nada demasiado grave ni realmente relacionado con
la trama principal desarrollada en la novela. Quedan abiertas puertas
y, también, el deseo de saber lo que hay al otro lado.
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Reseña de otras obras del autor:
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