Vampire Academy 4.
Richelle Mead.
Reseña de: Jamie M.
Alfaguara. Madrid, 2012. Título original: Blood Promise. Traducción: Diego de los Santos. 495 páginas.
Después de todo lo sucedido en la anterior entrega, con la sangrienta y trágica batalla final contra los strigoi y sus devastadoras consecuencias, Rose no podía permanecer en la Academia y, atada por la promesa que hiciera a su querido Dimitri, se lanzó al mundo en pos de localizar a su transformado amor, dirigiéndose a Rusia y Siberia, país natal de este, mientras sus amigos quedaban atrás. Retomando la acción muy poco después de donde quedara en la anterior novela, Bendecida por la sombra, ahora es el momento de ver qué tal le van las cosas y parece ser que la respuesta es que no del todo bien. Sin contactos en una tierra desconocida, sin concocer el idioma y más sola de lo que ha estado nunca, la dhampir se siente de alguna manera perdida, algo sin embargo que no va a impedir que intente cumplir a toda costa su auto impuesta misión.
Mead tiene el gran acierto de llevar lejos de la Academia el grueso de la acción de la novela, ampliando el escenario y mostrando otras formas de entender la vida de moroi y dhampir. Rose ha vivido una vida, en el tema vampírico, bastante aislada y controlada, aprendiendo lo que sus tutores le enseñaban y sin cuestionar demasiado si esa era la única forma posible de hacer las cosas. Y ahora va a ver de primera mano que había otros caminos, además de ser guardianes o prostitutas de sangre, tal vez no exactamente mejores, pero sí diferentes. Va a descubrir que tiene más elecciones que las que le habían presentado hasta el momento al tiempo que se da cuenta lo ignorante que ha sido en muchas cuestiones.
Mead tiene el gran acierto de llevar lejos de la Academia el grueso de la acción de la novela, ampliando el escenario y mostrando otras formas de entender la vida de moroi y dhampir. Rose ha vivido una vida, en el tema vampírico, bastante aislada y controlada, aprendiendo lo que sus tutores le enseñaban y sin cuestionar demasiado si esa era la única forma posible de hacer las cosas. Y ahora va a ver de primera mano que había otros caminos, además de ser guardianes o prostitutas de sangre, tal vez no exactamente mejores, pero sí diferentes. Va a descubrir que tiene más elecciones que las que le habían presentado hasta el momento al tiempo que se da cuenta lo ignorante que ha sido en muchas cuestiones.
Además, se muestra cómo se puede mantener el difícil secreto de la existencia de los vampiros, sobre todo los sanguinarios strigoi, al común de los humanos. Especialmente interesante es la aparición en escena de la figura de los alquimistas a través de la joven Sydney, que da mayor coherencia y verosimilitud a tan peliagudo tema. Si en anteriores entregas Mead profundizaba en la sociedad moroi, en esta ocasión va a aprovechar para mostrar un poco más de la de los strigoi, de la manera que pueden organizarse y la forma que tienen de entender el mundo como un gran campo de juegos donde ellos son los lobos y todos los demás las ovejas.
La autora se toma su tiempo para presentar la nueva situación de Rose en Rusia y más tarde en Siberia, a través de una búsqueda un tanto desesperada desde San Petersburgo hasta alcanzar la aldea de la familia de Dimitri, con la presentación de nuevos personajes llamados aparentemente a dar un buen juego, como la mencionada Sydney o el enigmático y muy poderoso “mafioso” moroi Abe, siempre envuelto en misterio y con un aura de peligro en torno a sus acciones. ¿Amigos o enemigos?
Especialmente entrañable es la presentación de los miembros de la familia Belikov, en cuyas vidas Rose no podrá evitar implicarse, sintiéndose partícipe y responsable de lo que pueda sucederles. Lejos de mostrar personajes planos y con apenas evolución, aquí vemos como la personalidad de Rose ha sufrido un marcado cambio, de la despreocupada chica con un toque violento y una forma muy vital de enfrentar los problemas ha pasado a ser una triste alma en pena, perdidamente enamorada y rota por el dolor de perder a Dimitri y por la tragedia que le supone el llegar a cumplir con su promesa. Algo que no va a impedirle matar a cuanto strigoi se cruce en su camino. Ha llegado la hora de que, a pesar de no haberse graduado, deba enfrentarse al “mundo real” y ver si de verdad está preparada para ello. Debe madurar a marchas forzadas, dejar atrás la adolescencia y ver si de verdad le sirve de algo todo lo que la Academia, y Dimitri, le ha enseñado.
Y precisamente en la Academia, Lissa da muestras de su inseguridad interior al tiempo que intenta ofrecer una cara de dureza a los que la rodean. Siente que le ha fallado a su amiga al no acompañarla, pero no puede hacer ya nada para remediarlo. Un tanto confusa, la aparición en su vida de nuevos compañeros va a llevarla a lugares a los que quizá no querría ir en un momento en que se sintiese menos vulnerable. Su vida es un continuo tira y afloja entre lo que se espera de ella y sus verdaderos deseos, así que las dudas pueblan su día a día. Siendo una parte menor de la trama es, no obstante, interesante como forma de mantener el vínculo de Rose con la Academia y de desarrollar esa línea secundaria de la política interna de los moroi.
Tanto en una trama como en la otra, como un buen punto de unión, la autora sigue profundizando en el tema de los poderes del espíritu, con la presencia de nuevos poseedores de ellos, quienes podrían aportar mucho al aprendizaje de Lissa, con nuevas aplicaciones y repercusiones, al tiempo que le ayudan a lidiar con algunas de sus consecuencias más indeseables. El aporte de Adrian, que sigue “apareciéndose” en los sueños de Rose, resulta impagable como manera de mantener el contacto, pues el vínculo entre Lissa y Rose sigue siendo unidireccional y no tienen otra forma de comunicarse (ya que la dhampir se niega por principios en llamar por un vulgar teléfono) y de poner un poco de humor en un relato principalmente trágico..
Decisiones desgarradoras deben tomarse, decisiones de vida o muerte, decisiones sin vuelta atrás, sin segundas oportunidades. Van a tener lugar luchas desesperadas, huidas frenéticas, traiciones inesperadas. Se sucede la aventuracon un toque de retorcido romance, mucho drama y un poco de humor para pasar mejor el trago. Secretos, amistad, renuncia. Promesa de sangre es sin duda una buena adición a la serie, una novela que se lee del tirón y deja con el corazón en la boca, ya que, aun a pesar de gozar con un final bastante más cerrado que su predecesora, deja en el aire cuestiones importantísimas que habrá que esperar a la quinta entrega para ver si van siendo respondidas.
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Reseña de otras obras de la autora:
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