Nunca digas nunca.
Amy Lab.
Reseña de: Lyrenna.
Alfaguara. Madrid, 2012. 424 páginas.
Nos
encontramos ante un libro eminentemente romántico con un dramático
misterio para aderezar la lectura y mantener el interés. Una historia de
amor y amistad, de superación personal ante las desgracias, del dolor
de la muerte, de nuevos comienzos y del cierre de las heridas anímicas,
de crecimiento y de autoconocimiento, teñida en todo momento por la
intriga de una desaparición nunca resuelta y las dudas que crea en los
personajes.
Jacqueline (“Jacq” para los amigos) ha perdido a sus padres en un accidente y tiene que trasladarse desde los EE.UU. a Madrid,
para vivir con sus tíos. Al llegar el periodo estival, la familia se
traslada a su chalet en la sierra, donde la joven conocerá a Samuel,
su medio primo sin relación “consanguínea” (ya que es hijo de una
relación anterior del marido de su tía), y prototipo del chico encerrado
en sí mismo, distante y enigmático, con un aire misterioso y un aura
trágica que tan atractivo va a resultarle.
En su proceso de adaptación, Jacq encajará a la perfección con los amigos del joven, sobre todo con Sandra,
alegre y abierta, quien enseguida se convertirá en su auténtica
confidente; pero también con Quique, Jesús, Marcos, Iván..., a pesar de
chocar frontal e inesperadamente con Lucía. A pesar de ello, la joven no
puede dejar de observar que una oculta corriente de secretos pulula por
debajo de las relaciones del grupo. Unos secretos que poco a poco irá
desentrañando, empezando por un trágico suceso que tuvo lugar dos
veranos antes, al tiempo que siente que la vida se abre paso de nuevo en
su corazón, mostrándole unos sentimientos que intentará negar al
principio, pero que a los que no podrá cerrarse del todo.
La
noticia en la prensa de la aparición en la zona del cadáver de una
joven, parece despertar ecos de aquel otro drama sucedido tiempo atrás,
envolviendo al grupo en una tensión que tratarán de disipar con fiestas,
compras, paseos por el bosque, baños en el río o cualquier otra
actividad veraniega típica de los pueblos.
Lo
cierto es que al principio al relato le cuesta coger ritmo, perdiéndose
en presentaciones sin que pase nada de importancia, con un tono un
tanto moroso y demasiadas lamentaciones entre quiebros poco efectivos.
Pero no hay que temer, pronto la tensión de los secretos y la incipiente
atracción van a poner las cosas en sus sitio y la narración adquiere
una mayor dimensión.
Desde luego, el gran acierto de la novela son sus personajes. Adolescentes “reales” (aunque ligeramente orientados hacia el pijerío),
que de inicio parecen elegidos un tanto en torno al tópico de lo que
debe componer toda pandilla (el guaperas, la sensible, el rarito, la
arpía...), pero que gracias a encontrarse perfectamente retratados en
sus dudas e inseguridades, sus temores de andar por casa, sus egoísmos y
anhelos, con formas de actuar verídicas, con bien diferenciadas
personalidades, con sus fallos al interpretar las señales que los demás
les están mandando, sus equivocaciones que parecen tan trascendentales y
luego se quedan en nada..., pronto (aunque alguno los roce
peligrosamente) se deshacen de los clichés. Las relaciones del grupo,
unido al misterioso secreto que subyace bajo las mismas, llenan de
interés un relato que de otra manera tan solo sería un retrato de las
lánguidas vacaciones de unos adolescentes en la sierra madrileña.
Otra
virtud de la historia es la habilidad de las autoras de jugar con las
expectativas de sus lectores, haciendo que en un momento u otro se
sospeche de cualquiera de los miembros de la pandilla en torno a su
participación en los hechos acaecidos dos veranos antes, sembrando dudas
y pistas que luego conducen a revelaciones que nada tienen que ver con
aquel tema, sino que abren nuevos frentes y dan una mayor profundidad al
conjunto.
En
segundo plano, recae un especial interés sobre la relación de Sandra y
Marcos, tan real como la vida misma (creo que todos, sobre todo aquellos
que tenemos la fortuna de haber veraneado en un pueblo año tras año y
formado una buena “pandilla”, conocemos algún caso así), y que de alguna
manera se antoja mucho más interesante y mejor elaborada que la de los
protagonistas principales, que se muestra un tanto forzada y muy
precipitada, sobre todo en las circunstancias en que se desarrolla.
Nunca digas nunca es
una novela independiente y autoconclusiva, amena y agradable de leer,
con un interesante misterio y dos historias de amor complicadas, como
solo pueden ser los amores adolescentes, y trágicas, por las
circunstancias en que se desarrollan. Las autoras hacen gala de una
prosa suave y a la vez rápida, cargada de diálogos que dan gran agilidad
a lo narrado, presentando la historia desde diferentes puntos de vista
permitiéndoles abarcar mejor la historia.
Peca de dar, sobre todo al
principio, demasiadas vueltas sobre ciertos temas que terminan
convirtiéndose en repetitivos, de remarcar ciertos lugares comunes, de
machacar puntos ya descritos (sobre todo en torno a la personalidad de
los protagonistas) y de un ritmo un tanto irregular, al que le cuesta
tomar velocidad. Sin embargo, es una historia que atrapa, atractiva e
interesante, con abundante romance y muchos secretos clamando por salir a
la luz. Como última advertencia, decir que no es “exactamente” un libro
juvenil y que igual hasta se disfruta más habiendo dejado atrás la
adolescencia, aún manteniendo fresco su recuerdo.
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