Roberto García Cela.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Edición digital [epub]. Madrid, 2012. 263 páginas.
Para su primera novela Roberto García
ha decidido arriesgarse con la autoedición aprovechando las facilidades
del formato digital, en una aventura que cada vez más autores
emprenden. En el difícil camino promocional para hacerse un hueco ha
hecho llegar copias a variados blogs y páginas de reseñas, así que le
agradecemos haber sido uno de los elegidos. La «novela», una
recopilación de relatos más bien, aúna un retrato costumbrista con una
fantasía oscura situada en nuestros días con ciertas dosis de intriga y
un poquito de acción. Al final, más allá de la trama que los une, el
tema general es la disección del alma humana y las profundidades a las
que puede descender según las circunstancias. Para quien se adentre en
sus páginas cabe advertir que hay que tener un estómago duro, preparado
para descripciones enormemente gráficas de depravación y actuaciones
moralmente reprobables, con pequeños destellos de luz y esperanza en
medio de un desierto cruel y sombrío.
Un
hombre se despierta en la oscuridad atado a una superficie irregular
que luego verá que es una cruz en aspa. No está solo, entre susurros
descubre que hay alguien más allí con él, pero que tampoco sabe dónde
están ni cómo han llegado a tal situación. Cuando se encienden las
luces, ven que se encuentran en un círculo de siete cruces, seis de las
cuales se encuentran ocupadas por personas de lo más variopinto, de
ambos sexos y de edades variables, todos desconocidos entre sí. Entonces
se abre una puerta y un niño de unos siete años y una mujer asiática
entran en escena. Son ellos, descubren, los que los retienen allí, y
antes de explicarles el porqué, el niño va a contarle a cada uno su
propia historia, con los demás como público cautivo.
La estructura del libro se establece así como una especie de fix-up,
un libro de relatos unidos por un hilo conductor; con capítulos
alternos entre aquellos dedicados a glosar las historias individuales de
cada uno de los personajes atado a las cruces, a través de narraciones
con entidad independiente, y aquellos otros con la trama común de la
situación del grupo en su conjunto y las reacciones ante lo que van
conociendo de sus compañeros.
Cada
historia va a desvelar los más profundos secretos, los anhelos y
vergüenzas de cada uno, diseccionando bajo una brillante luz sus almas,
sus bajos instintos, sus desgracias, sus miserias, sus pecados...
haciendo que, poco a poco, comprendan que después de todo sí que tienen
algo en común, que todos ellos han sido gratificados con un don especial, un
superpoder, que por un lado les aparta del común de los mortales y por
otro les permite cumplir con sus más ocultos y retorcidos deseos.
Hay que avisar que no es este, en absoluto y a pesar de la presencia de los superpoderes, un relato de superhéroes al estilo de los X-Men, los Vengadores o similares, o ni siquiera a los Alphas de la actual serie televisiva homónima. No hay héroes aquí, de ningún tipo. Se podría decir más bien que todo lo contrario. Los protagonistas de esta historia son personas que cualquiera podría encontrarse por las calles del Madrid
donde se desenvuelven sus sórdidas vidas, gentes que descubren que
poseen habilidades especiales —invisibilidad, capacidad de volar, fuerza
desmesurada, ultra velocidad, coacción mental...— y se plantean qué
hacer con ellas de una manera bastante realista. Sin trajes molones, sin
uniformes, yendo por libre y mirando más por la satisfacción propia que
por el bien ajeno. Con comportamientos muchas veces mezquinos, que
demuestran que no siempre un gran poder se traduce en la consecución de
la felicidad, sino que acarrea nuevos problemas, y al diablo la
responsabilidad. Los poderes no son en absoluto lo importante aquí, sino
que el foco está sobre lo que viene asociado con ellos, las
consecuencias que acarrean.
Personajes
aparentemente cotidianos, nada especiales, antes bien todo lo
contrario, que ocultan todos ellos alguna tara, un defecto, una
enfermedad, un horror, un maltrato... Auténticos desgraciados, tanto por
causas propias como ajenas, que tratan de salir adelante con las
pésimas cartas que la vida les ha repartido: un fracasado laboral bueno
para nada, una esposa maltratada, un pervertido sexual obsesionado con
las ancianas, una mujer que odia su propio cuerpo y se castiga por ello,
un viejo sin memoria, un niño odiado por su padre... Personas con comportamientos tóxicos
hacia sí mismos y hacia los que les rodean, deleznables y repudiables, incluidos los más inocentes. Personas que se aferran de
forma egoísta a lo suyo porque en realidad es lo único que conocen o por
miedo a perder lo poco que tienen, por miedo a lo desconocido, a la
soledad, a la indefensión...
Siete cruces es
una novela psicológicamente dura, rara y extraña, sumamente violenta
tanto en lo físico como, sobre todo, en lo mental, gráficamente
descarnada, gore en ocasiones puntuales, sexualmente explícita y
retorcida, con una carnalidad desatada llena de escenas truculentas, de
ambientes sórdidos, de depravación y miseria, de crueldad gratuita y sin
sentido, que no da tregua al lector y cuyas descripciones llegan en muchos momentos a provocar
auténticas arcadas. Pero también con sorprendentes ramalazos de ternura,
con una visión que sabe ver la luz en el fondo del pozo, con
desgarradoras historias de amor, como la de un hombre por la mujer que
no le recuerda y por la que sería capaz de hacer cualquier cosa o la de
una madre por esa hija que su marido no deseaba y que quieren apartar de
su lado...
El
autor ofrece todas esas historias a través de una estructura narrativa
no exenta de riesgos. Con las historias de cada personaje, narradas en
segunda persona —salvo una de ellas—, «sosteniéndose» por sí mismas de
forma independiente, son los capítulos corales donde el conjunto se
resiente un tanto. Al intentar dar voz a todos ellos a un tiempo,
mezclando los puntos de vista de cada uno de ellos sin la necesaria
transición, el relato se hace confuso por momentos, sin saber a qué
sujeto se está siguiendo, al tiempo que un subjetivo uso de los tiempos
verbales en determinados pasajes no favorece precisamente la fluidez
lectora.
Así, Siete cruces
no es una «novela» perfecta, pero es un debut francamente valiente, con
algunos cuentos realmente remarcables, aunque haya que estar preparado
para la crudeza de ciertas situaciones y comportamientos escabrosos
gráfica y explícitamente descritos. La obra, con gran acierto, se cierra
con un final enigmático y abierto a la interpretación de cada lector.
Las instrucciones para quien esté interesado en hacerse con la obra se pueden encontrar aquí.
Muchísimas gracias por la excelente reseña. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarComo digo, gracias a tí por el envío del libro.
ResponderEliminar¡Y mucha suerte con tus futuros proyectos!
Saludos