Guión: Brian Azzarello.
Dibujo: Eduardo Risso.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
ECC ediciones. Barcelona, 2012. Contiene Space Adventures 1 y Spaceman 1-9. Traducción: Francisco San Rafael Simó. Cartoné, 224 páginas.
Después de trabajar durante diez años en la multi premiada y muy recomendable 100 balas su equipo creativo vuelve a reunirse, tras su paso por Batman, para una miniserie de ciencia ficción noir recopilada al completo en este tomo. Nueve comic-books con una historia aparentemente simple, un secuestro y toda la gente que busca a la víctima en una espiral de violencia, con una lectura mucho más profunda de lo que pudiera suponerse. Con una enorme cantidad de sustrato, de giros que dan a entender muchas cosas sin confirmarlas ni negarlas, presenta un escenario futuro que hermana una narración de literatura prospectiva, entre la distopía y lo post-apocalíptico, con una trama de género negro llena de intriga, en una sugerente aventura apoyada de forma impecable en un dibujo lleno de detalles que acompaña a la perfección al relato, dotándolo de enorme fuerza visual y gran dinamismo.
Azzarello y Risso han «imaginado» una futura Tierra post calientamiento global, donde la subida del nivel de los mares ha inundado las ciudades costeras y los rascacielos en ruinas sobresalen sobre las aguas convertidas en canales donde intentan sobrevivir los más desfavorecidos, mientras una élite agraciada vive en la sequedad, tras altos muros que los protegen de la subida, una vida acomodada y privilegiada.
Orson, el protagonista principal de la historia, fruto desde su infancia de una serie de experimentos genéticos para adecuar su cuerpo a un prolongado viaje por el espacio y la estancia en otro planeta —huesos más densos, mayor masa muscular...—, es un hombretón de aspecto simiesco que sobrevive como chatarrero en ese mundo inundado, rememorando el objetivo para el que fuera «creado», cuando se va a ver mezclado, sin comerlo ni beberlo, en el caso del secuestro de Tara, una célebre y mediática niña que aparece en el reality El Arca, lo que le dará la oportunidad de convertirse en un héroe. Algo, sin embargo, para lo que deberá devolver a la niña sana y salva a sus padres adoptivos, cuestión que no va a ser fácil en absoluto, viendo todos los intereses cruzados de la rocambolesca historia.
Orson, el protagonista principal de la historia, fruto desde su infancia de una serie de experimentos genéticos para adecuar su cuerpo a un prolongado viaje por el espacio y la estancia en otro planeta —huesos más densos, mayor masa muscular...—, es un hombretón de aspecto simiesco que sobrevive como chatarrero en ese mundo inundado, rememorando el objetivo para el que fuera «creado», cuando se va a ver mezclado, sin comerlo ni beberlo, en el caso del secuestro de Tara, una célebre y mediática niña que aparece en el reality El Arca, lo que le dará la oportunidad de convertirse en un héroe. Algo, sin embargo, para lo que deberá devolver a la niña sana y salva a sus padres adoptivos, cuestión que no va a ser fácil en absoluto, viendo todos los intereses cruzados de la rocambolesca historia.
El guionista, en un ejercicio especulativo realmente encomiable, proyecta tendencias de nuestro presente hacia el futuro extrapolando posibilidades de una forma un tanto extrema, pero que no deja de ser coherente, llenando las páginas de una feroz crítica social con el disfraz de una frenética aventura.
Para el autor la cuestión «semántica» tiene una enorme importancia, y así el lector se va a encontrar en estas páginas con una sociedad que ha creado nuevas jergas y formas de expresarse, un lenguaje degradado como las personas que lo utilizan, con términos de argot sacados de los chat —LOL para reirse— y palabras abreviadas o acortadas para ahorrar energías y esfuerzo. Pero a su vez, el uso que el autor hace de ciertos vocablos le sirven para plantar ciertas pistas sobre el trasfondo de la aventura —por ejemplo y entre otros, la palabra «oro» está llena de unas connotaciones que de alguna manera unen diferentes líneas de la trama, dándoles una nueva lectura y significado—.
Para el autor la cuestión «semántica» tiene una enorme importancia, y así el lector se va a encontrar en estas páginas con una sociedad que ha creado nuevas jergas y formas de expresarse, un lenguaje degradado como las personas que lo utilizan, con términos de argot sacados de los chat —LOL para reirse— y palabras abreviadas o acortadas para ahorrar energías y esfuerzo. Pero a su vez, el uso que el autor hace de ciertos vocablos le sirven para plantar ciertas pistas sobre el trasfondo de la aventura —por ejemplo y entre otros, la palabra «oro» está llena de unas connotaciones que de alguna manera unen diferentes líneas de la trama, dándoles una nueva lectura y significado—.
Dentro de esa proyección de la actualidad hacia el futuro, se muestra al lector la telerrealidad llevada a sus últimas consecuencias, con un programa «en directo» donde, por ejemplo, se decide mediante votación popular la suerte de cuál entre varios huérfanos será adoptado por la pareja de ricachones, Marc y April, protagonistas del show que muestran toda su vida expuesta ante las cámaras como una exagerada imagen de la historia personal de Brad y Angelina y su amplia familia. Es precisamente una de sus hijas adoptivas la que es raptada, Tara, no se sabe por qué o por quién; pero las consecuencias van a tener insospechadas ramificaciones, permitiendo a los autores retratar un futuro no demasiado halagüeño.
Orson y Tara van a ser perseguidos por todo el mundo, desde los productores del programa El Arca hasta la policía pasando por cazarecompensas contratados por intrigantes personajes, hampones de tres al cuarto o deshechos de la sociedad que ven su oportunidad de enriquecerse, sin olvidarse del interés del público que asiste en directo a lo que Marc y April dejan entrever de su sufrimiento. Un futuro de grandes diferencias, de riqueza opulenta junto a la mayoritaria miseria, de urbanizaciones cerradas junto a un mundo sucio y degradado hasta límites insospechados, de gran inmersión tecnológica junto a las chabolas en las que habitan los desposeídos, de gran violencia y poca empatía, de grandes paradojas donde las fuerzas del orden deben supeditarse a los intereses de las cadenas televisivas o donde la línea entre el bien y el mal no se encuentra demasiado bien delimitada.
Entre medio de cada episodio, una serie de ¿flashbacks? muestran a Orson, Carter, Ottershaw y Spender, «hombres» modificados genéticamente —muy a lo Homo Plus de Pohl— para poder desenvolverse en un Marte en terraformación, en su dura, y tediosa, estancia marciana. Una estancia que ya se sabe fracasada desde que el proyecto de la NASA, desvelado por los medios informativos en medio de un enorme escándalo, saltara por los aires llevándose a la agencia con él, haciendo que Orson malviva en la Tierra «pescando» chatarra y revendiéndola por una miseria hasta verse envuelto en todo el follón actual. Ambas historias, sin embargo, no terminan de confluir, y Azzarello va dejando caer desde el primer momento numerosas pistas que llevan a cuestionarse la estancia de los cuatro spaceman en Marte. ¿Realidad o ficción? ¿Ocurrió siquiera o son meras ensoñaciones de Orson fruto de las drogas, el dolor o cualquier otra causa externa? ¿Fue acaso un simulacro o tan solo su mente tratando de reordenar las cosas que le están sucediendo? Diversas frases dejadas caer como de refilón, pequeños detalles, empezando por la muy reveladora introducción del Space Adventures, y una críptica página final dan para elucubrar abundantemente sobre el significado de esas escenas —no así sobre el tema principal del secuestro, que queda perfecta y demoledoramente cerrado—.
Acompañando de manera magistral a la historia, Risso hace gala de un dibujo lleno de detalles, muy expresivo y dinámico, con un montón de lenguaje corporal, un impactante retrato de la violencia y un generoso erotismo. Retrata a la perfección la decadencia de la ciudad inundada, llena de inmundicia y de personajes perdedores, al tiempo que da una sensación de cotidianidad realmente gratificante. En un mundo que fácilmente podría considerarse post-catastrofista, la vida debe continuar, de forma casi monótona, y eso se refleja a la perfección en las gentes que habitan las ruinas, entre la herrumbre, tomando el sol en una hamaca o simplemente comiéndose un plato de pescado en un precario puesto callejero al borde de los nuevos canales.
Los autores trabajan con su habitual equipo, entre los que destaca la colorista Patricia Mulhivill, que en todo momento sabe encontrar la paleta que necesita el tono de la historia, y el portadista Dave Johnson, que no parece sin embargo tan inspirado como en otras ocasiones, pues precisamente la elegida para este volumen no es que sea «atractiva» a primera vista—.
Spaceman es un cómic francamente interesante, muy bien estructurado, con una buena labor especulativa entre la ciencia ficción y el género negro, con un dibujo atractivo perfectamente adaptado a la historia y una serie de cuestiones sobrevolando el final de la mini serie que dan para quedarse pensando un buenr ato tras haber pasado la última página. Es una obra que, cumplida sobradamente su labor de entretener, ofrece como gran virtud la posibilidad de la reflexión al lector sobre lo visto y narrado, más allá del aviso post catastrofista, dejando mucho más poso del que se podía imaginar y abriendo la mente a interesantes posibilidades. Recomendable.
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