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miércoles, 22 de mayo de 2013

Reseña: Elemental, querido Chaplin

Elemental, querido Chaplin.

Rafael Marín.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Sportula. Gijón, 2013. Edición digital (epub). 253 páginas.

Publicada originalmente en 2005 por la editorial Minotauro, Elemental, querido Chaplin es una novela holmesiana ciertamente diferente, que se aleja un tanto del «corpus» más canónico, sin intentar imitar el estilo literario de Conan Doyle ni hacer que sea Watson quien refleje las peripecias del inquilino de Baker Street. De hecho se podría considerar que es más una novela de Charles Chaplin, auténtico protagonista y narrador en primera persona del relato, que de Holmes, quien de alguna manera queda en segundo plano, foco pero no centro de la escena. Es éste un acertado ejercicio de biografía ficción, encajando hechos imaginados en la vida real del actor. Además, el contenido tiene una decidida deriva hacia la aventura más frenética, ofreciendo casi más acción que deducción —o un hábil y agradable equilibrio entre ambas—. La trama no da pausa, con una firme apuesta por el entretenimiento y el guiño cómplice hacia los lectores con la inclusión de un buen número de referencias a otras obras —novelas y películas— y hechos históricos que marcarían el devenir posterior del sorprendente narrador.

Marín, depositario del manuscrito original, se limita a traducir las palabras de un anciano Charles Chaplin quien va a rememorar sus aventuras infantiles, como miembro de los Irregulares de Baker Street de la mano de su hermano mayor Syd, y juveniles, en los comienzos de su carrera como actor, con Sherlock Holmes. Unas aventuras que van a llevarles desde los callejones de Londres hasta Lausana o la Villa Diodati en Suiza, cruzándose por el camino con un buen número de personajes famosos, reales e imaginarios —desde Albert Einstein a Fu Man-Chú, desde Oscar Wilde a Mycroft Holmes, añadiendo referencias a otros tan novelescos como Aleister Crowley o Joseph Merrick—, con una trama con un curioso —cuando menos— sustrato de ciencia ficción y sectas esotéricas con malévolos planes de dominación mundial, misteriosos enemigos, subyugante intriga, conspiraciones malévolas, proto clonación..., con los protagonistas saltando de peligro en peligro.

Hermanada desde el prólogo, donde Marín confiesa cómo llegó a sus manos el manuscrito original, con las obras holmesianas de Rodolfo Martínez —con La sabiduría de los muertos, en concreto—, en un juego metaliterario ficción y realidad se dan la mano, empezando con una breve pero significativa aventura de los Irregulares y siguiendo a partir del momento en que Chaplin daba sus primeros pasos como actor en la escena londinense y avanzando por un camino que le llevaría de alguna manera a sentar las bases de la creación de su gran personaje y casi alter ego, Charlot, al tiempo que se anticipan ideas para algunas de sus más geniales películas. Marín da muestra de una gran labor de documentación y conocimiento sobre la figura del actor y director, integrando de forma magistral numerosas anécdotas dentro del relato que lo conectan con la vida posterior —o con su obra— de Chaplin.
 
La prosa de Marín, contenida y directa, alejada de su «costumbrismo gaditano» más reciente o del barroquismo de sus primeras obras, quizá por el formato de homenaje a los clásicos de la novela detectivesca, es tan evocadora como efectiva, manteniendo un perfecto equilibrio entre las situaciones dramáticas y los momentos humorísticos —fundiéndolos incluso en ocasiones—. La acción se desarrolla con pulso firme, de forma muy ágil y rápida, algo a lo que sin duda contribuye la muy cuidada ambientación, los precisos escenarios y la inteligente trama, consiguiendo que información y acción no se interrumpan entre sí, sino que se fusionen de forma impecable.

Y bajo la atractiva historia de conspiraciones mundiales, sectas, raptos y clonación, y la acción desatada, el lector puede entrar en un nivel distinto, intentando captar el aluvión constante de guiños y referencias a la «cultura popular» del siglo XX —y anteriores—, literaria, comiquera o cinematográfica, pero también histórica, que salpican el texto sin interferir en el agradable avance de la narración —de modo que quien no descubra las claves tampoco se va a perder realmente nada de la trama, pero sin duda es un aliciente más—, dando muestra de la abrumadora erudición del autor.

A través de una visión que busca desmitificar al Holmes más cinematográfico —incluso el título es engañoso, pues es bien sabido que la frase nunca fue pronunciada por el detective en los libros salidos de la pluma de Conan Doyle, sino por el de las películas— devolviéndolo, como el auténtico maestro del disfraz que era, a lo literario —aunque irónicamente con cierta icónica obra de gran relevancia en el desenlace peca justamente de lo contrario—. El lector se va a encontrar con un Holmes de alguna manera «humanizado» a ojos de Chaplin, con una visión tamizada por la admiración rendida que profesa hacia el detective, que no le impide sin embargo mostrar también alguna de sus debilidades. No obstante, el detective queda incluso eclipsado en general por la arrolladora personalidad con la que Marín retrata al actor.

A pesar de encontrarse perfectamente cerrado, el final de la novela dejaba entrever la posibilidad de una continuación con la «aventura americana» de Chaplin, algo que, por desgracia, no ha llegado a concretarse a estas alturas, años después de su publicación original. Quizá los más férreos defensores de la «ortodoxia» holmesiana encuentren puntos de crítica en el distanciamiento con el «corpus canónico» —aunque analizado en profundidad tampoco se aleja tanto—, pero quienes busquen en la lectura un rato de esparcimiento a través de una buena e intensa aventura, con el añadido de inteligentes guiños hacia los iniciados en la vida y obra de Chaplin, seguramente no van a salir decepcionados.

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Reseña de otras obras del autor:

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