Alberto García-Teresa.
Reseña
de: Santiago Gª Soláns.
Amargord ediciones. Col. Cana negra Microrrelato # 7. Madrid, 2013. 92 páginas.
Amargord ediciones. Col. Cana negra Microrrelato # 7. Madrid, 2013. 92 páginas.
Nos
encontramos ante un título más que descriptivo ―y apropiado―
para esta colección de narrativa ultra breve. Cuentos que van
descarnando el hueso, liberándolo de toda protección, de piel, de
músculos y tendones, desvelando con dolorosa ternura el rictus que
deja el sentimiento del horror y la muerte. Con esta obra, junto a Un
escarabajo de siete patas rotas, de Santiago Eximeno, Amargord ediciones inicia la
colección Microrrelato, integrándola dentro de la ya
existente Cana Negra, en la que irán incluyendo
recopilaciones de ficción brevísima con un toque oscuro como
Medidas diferentes, de David Jasso, Mosquitos
en tu alcoba, de Nuria C. Botey y Bestiario,
de Jacques Fuentealba.
Alberto
García-Teresa es un poeta laureado y ampliamente traducido, y,
tal vez por ello, me esperaba algo más de poesía en estas obras cuando
lo que el lector se va a encontrar es una prosa directa, depurada y dura. Es verdad que algunos de los cuentos no están exentos de cierto lirismo
macabro, de metáforas tenebrosas e imágenes impactantes, pero
también lo es que el autor se recrea más en la virtudes de una
escritura sin exceso de florituras yendo directamente a la yugular.
Para
la ocasión ha reunido una colección de reveladores relatos ultra
cortos, que van desde apenas dos líneas a no más de una treintena
los más «largos», que, tratando multitud de temas, buscan más que
nada el sorprender a sus lectores no tanto con el habitual «giro»
que ofrezca nueva luz sobre lo narrado, sino ofreciendo visiones
tenebrosas de situaciones aparentemente inocentes. Cuentos que dan
voz a la mente del sociópata, del asesino, de cerebros
desequilibrados que buscan explicar qué puede haber detrás de los
más incongruentes crímenes, de situaciones irreales, de zombies,
necrófagos, fantasmas y otro tipo de seres sobrenaturales, y de
gusanos paladeando su comida.
Microrrelatos
que buscan provocar una reacción en el lector, forzando la reflexión
y la duda, con decididas pinceladas de crítica social ―a veces,
brochazos excesivamente gruesos―, políticamente muy concienciados
con un mensaje que eclipsa en ocasiones la factura evocativa de su
«ropaje», al no ser el vehículo más habitual, aunque no menos idóneo, para ciertos pensamientos.
El
autor se decanta firmemente por el horror, por la sangre y las
vísceras, aunque no renuncia a un toque de ternura cuando es más
necesario. Son cuentos que juegan con los elementos que bordean la
oscuridad en los rincones de la mente a los que apenas les quitamos el
polvo porque preferimos mantenerlos en penumbra. Cuentos inquietantes
y perturbadores, enfermizos, estremecedores, sugerentes, tiernos... Microrrelatos divertidos, que arrancan sonrisas, y sombríos, que
producen escalofríos, conviven uno detrás de otro, forzando al
lector a dejarlos reposar al terminar cada uno, para poder paladear con mimo
lo que García-Teresa entrega en tan breves palabras.
Junto
a pequeñas y delicadas, aunque horripilantes, joyas, unos pocos
pecan de un excesivo cripticismo, de ser guiños privados de cara a
personas afines y conocidas. Algunos son abiertamente surrealistas,
bordeando intencionandamente el chiste; otros profundizan en el
horror de lo cotidiano. Todos beben de una ironía con un cierto
desencanto, de una constatación de la egoísta condición de la
naturaleza humana para con el prójimo, y contienen un mensaje que
sigue dando vueltas en la cabeza cuando se cierran sus páginas tras el
punto final.
Píldoras
breves para sobrellevar la vida ―y la muerte―, con un toque de
irreverencia y mucha ironía, algo de tristeza, y una pequeña invitación
sangrienta a la reflexión, con mucho horror y locura. Sólo para
mentes fuertes y paladares acostumbrados a ciertas delicatessen
que nunca indigestan, pero confunden ―y hacen pensar―.
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