John Scalzi.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Minotauro. Col.
Ciencia ficción. Barcelona, 2014. Tñitulo original: Redshirts.
Traducción: Miguel Antón. 311 páginas.
—Ya
sabes, en la serie original de Star Trek siempre enviaban de misión
a Kirk, Bones, Spock y algún pobre diablo con una camisa roja que
acababa desintegrado antes del primer corte publicitario. La lección
de la historia consistía en evitar ponerse una camisa roja. O tomar
parte en una misión de desembarco cuando eras el único cuyo nombre
no figuraba en los créditos iniciales.
Vale. Primero la
confesión de mis «pecados»: no soy, nunca he sido, un fan o
un gran seguidor de Star Trek. Pero, por supuesto, he recibido
mi ración de episodios y, como yo cualquier aficionado, por muy
vagamente familiarizado con la serie televisiva que se encuentre, es
consciente de la «convención» de los tripulantes «desechables» a
bordo de la Enterprise. Los protagonistas, obviamente,
no podían morir, así que para garantizar el debido efecto dramático
de cada capítulo, una serie de tripulantes, normalmente significados
por el color de su «pijama», eran elegidos para el «sacrificio»
en cada misión.
Obviamente, esa
característica no es exclusiva de la Star Trek clásica, sino que es
recurso habitual en series anteriores, contemporáneas y posteriores
a la misma, ya sean del género que sean. No obstante, sin duda, lo
de las camisas rojas fue un elemento excesivamente
significativo ―como el de que un tipo que nunca ha aparecido en la
serie y de pronto se una a la misión de turno― como para dejarlo
marcado a fuego en el imaginario común de todos los seriéfilos.
Cuando el alférez Andrew
Dahl se incorpora a la tripulación del Intrepid,
la nave insignia de la Unión Universal, pese a su inicial
entusiasmo, pronto empezará a sospechar del extraño comportamiento
de los veteranos de a bordo y de los inexplicables sucesos que tienen
lugar alrededor de sus principales oficiales. Sucesos que incluyen
que en todas las misiones de desembarco se produzcan violentos
combates contra fuerzas alienígenas ―o desconocidas, en todo
caso―, que los oficiales involucrados escapen milagrosamente
indemnes ―menos el teniente Kerensky, que termina con
abundantes heridas, pero se recupera con extraordinaria rapidez― y
que los tripulantes de bajo rango incluidos en la misión mueran
irremediablemente. Algo raro sucede, y si Andrew y sus recientes
compañeros desean sobrevivir a su nuevo destino, deberán descubrir
de qué se trata e intentar ponerle remedio. No será fácil, su vida
correrá peligro en todo momento y deberán afrontar viajes y tareas
que nunca hubieran imaginado.
Fotografía: Jon Shapley/Demotix/Corbis |
A través de una aventura
desatada, Scalzi satiriza, con mucho cariño, sobre muchos de los
tópicos e incoherencias de las series de ciencia ficción
«clásicas». Sin embargo, de alguna manera se echa en falta algo de
la consistencia socio-política ―el contacto con otras culturas, la
integración, la solidaridad…― del material original, al
centrarse en exceso en los fallos y absurdos técnicos y científicos
utilizados, en la tecnojerga, y en el carácter «episódico» de una
serie de TV, donde por exigencias dramáticas la emoción y las
muertes no pueden decaer de una entrega a otra.
La existencia de los
«prescindibles», la carne de cañón sin nombre, y apenas
trasfondo, que nadie echará en falta, se convierte bajo la pluma de
Scalzi en una crítica feroz, y sin embargo dulce, hacia la falta de
ambición creativa de ciertos guionistas y productores, hacia los
fáciles atajos narrativos recurrentes, hacia la vagancia que lleva a
repetir de forma insistente lo que «ya ha funcionado» en detrimento
de elementos innovadores más arriesgados. Para ello Scalzi utiliza
una estructura narrativa que por momentos asemeja la novela a un
guión cinematográfico o televisivo, con largos y rápidos diálogos
intercalados con las mínimas explicaciones ―algo, por otra parte,
que también impide una profunda caracterización de los
protagonistas―, con una prosa ágil y poco dada al artificio que
hace muy agradable y sencilla la lectura.
Conforme avanza la
historia, el lector ve acercarse el final de la misma cuando todavía
falta un tercio del libro, y así llega a la página 234 donde, en
efecto, aquello se ha acabado. Entonces empiezan unas «codas»
que quizá sean lo mejor de la novela, donde Scalzi se toma
más en «serio» la historia, abandona la divertida ligereza
imperante hasta entonces, y deja tres reflexiones cargadas de
significado. Narradas respectivamente en primera, segunda y tercera
persona, encaran aspectos secundarios de lo relatado anteriormente,
centrándose en tres personajes tangenciales, con una óptica todavía
irónica, pero bastante más seria y menos «ligera» que todo lo
anterior, con una implicación emocional y una carga reflexiva que no
se encuentran en el cuerpo anterior de la novela, profundizando en
algunos de los temas presentados, pero cuando la trama principal ya
ha finalizado.
Redshirts no es
una novela «hilarante» de principio a fin, pero sí invita a la
sonrisa y a la carcajada en más de una ocasión, y es divertida en
casi todo momento, por ridículas que puedan antojarse algunas de sus
propuestas. Peca seguramente de desdeñar la profundidad en su parte
principal y de cierta falta de riesgo al caer en algunos de los
«errores» que critica ―hay detalles demasiado predecibles―,
algo que suple con su enorme rapidez y facilidad de lectura, su
satírica agudeza, su humor socarrón, y con algunas reflexiones
sobre la propia ciencia ficción, sobre la industria televisiva y
sobre el proceso de creación y escritura realmente refrescantes. No
soy quien para decir si se merece las nominaciones y premios
cosechados ―el Hugo 2013, sin ir más lejos―, pero lo
cierto es que hace pasar un buen rato, entretenido y divertido, e
invita a los lectores a hacerse algunas preguntas en las que quizá
nunca habían reparado mientras veían su serie ―de ciencia ficción
o de cualquier otro género― favorita.
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Reseña de otras obras del autor:
Fui extra en una película de acción en la que tuve la suerte (¡o la desgracia!) de morir dos veces. Espero que lo que cuenta esta novela sea sólo ficción... :D
ResponderEliminarNo lo sé. Ya sabes que tú fuiste uno de los protagonistas recurrentes en la serie periódica que se desarrollaba en una librería especializada del siglo XXI y que veían los tripulantes de la Enterprise en sus ratos libres.
ResponderEliminar¿Realidades paralelas? ¿Mundos dentro de mundos?... ¿Quién lo sabe?
:-D
Saludetes