Varios autores.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Sportula. Gijón,
2014. Edición digital (epub). 247 páginas.
El pasado día de San
Jorge, día del
libro, la editorial Sportula tuvo un singular detalle con sus
lectores. Con la «facilidad» de distribución que le permite el
formato digital, reunió en un volumen especial a catorce de los
autores que han publicado o van a publicar próximamente alguna obra,
ya sea novela o relato en alguna antología, dentro de la editorial,
cada uno representado por uno de sus cuentos, y la ofreció en
descarga gratuita como tarjeta de presentación de la tarea que viene
realizando desde hace un tiempo. La ocasión perfecta para conocer el
estilo y temática de estos escritores ―y la filosofía de la
editorial―, picotear un poco y decidir si hacerse con alguno de sus
libros «mayores». Ciencia ficción, space opera, fantasía épica,
ucronía ―¿distopía?―, humor, surrealismo, drama... los relatos
incluidos en Empaquetados dan cuenta de una enorme variedad de
temas, enfoques, registros y estilos dentro del fantástico español,
la misma variedad que se puede encontrar en el catálogo de Sportula.
Abre el volumen Otro día perfecto, de Juan Miguel Aguilera. Se trata de un cuento muy breve, un microrrelato en realidad, sobre el que pudiera ser el último hombre sobre la Tierra. Con un tono crepuscular y nostálgico, y un final decididamente triste, Aguilera consigue encerrar en tan pocas palabras una profunda carga de emoción y transmitirla al lector con un toque ecológico un tanto pesimista.
Le sigue Honor
sobre ruedas, de Gabriel Bermúdez Castillo. En el año
2163, una pareja avanza con su coche por unos parajes desiertos hasta
detenerse ante el río Jalón. Parecen estar huyendo de algo o de
alguien que pondrá fin a su romance. Un romance que se antoja un
tanto extraño, y pronto el lector sabrá el porqué. Es este un
cuento sobre el final de una era y sobre un hombre que se resiste a
dejarla atrás. Un hombre que conduce un coche con su «amada» al
lado, escapando de aquellos que quieren terminar con su sueño y su
idilio, aunquesu final esté ya «escrito». Bermúdez Castillo
ofrece una reflexión, no carente de ironía, sobre nuestro propio
presente derrochador de recursos energéticos y lo poco que se piensa
en el futuro, escrito con oficio y buenas maneras.
Héroe y sombra,
de Pablo Bueno, es una fantasía bastante estándar, con un
estilo de diálogos excesivamente grandilocuentes que parecen querer
dar un tono «elevado» a la narración. Landárem es el héroe de la
historia, un árbitro que dejó el Monasterio, donde lo adiestraron,
antes de seguir estudiando para inquisidor pensando que ya no podían
enseñarle nada más que no pudiera aprender viviendo la vida. Y, en
efecto, va de pueblo en pueblo desfaciendo entuertos y recibiendo
grandes alabanzas y agradecimientos, hasta que, no podía ser de otra
manera, se enfrenta a la horma de su zapato en la forma de un ser
retorcido y poderoso. Demasiado predecible con el enfrentamiento
entre el héroe y el malvado con un supuesto final sorprendente que,
con un cierto bagaje lector a las espaldas, no sorprende en absoluto.
A continuación, El
pacto de la niebla, de Víctor Conde, aunque
inexplicablemente no se encuentre acreditado en el índice del
volumen ―ah, los hados de la maquetación―, es, sin duda, uno de
los platos fuertes de la antología. Un gran cuento épico que versa
sobre los sucesos que dan lugar a la escritura de un particular
cantar de gesta que nunca va a ser cantado. Lejos del territorio
experimental de otras de sus obras, Conde hace gala de gran lirismo
en un cuento tan poético como épicamente poderoso. El territorio de
Drakengaard se ha levantado en armas, y el narrador en primera
persona, Ruffel el Bardo, se enfrenta a la composición de una Edda
que glose los terribles y sangrientos acontecimientos que, sin duda,
van a tener lugar, la noble gesta de Olaf, rey de los neurios. y su
amada princesa Ivanna. Hermoso y trágico, sin duda
El carrusel de
Calcuta, de Santiago García Albás, puede resultar un
tanto decepcionante si se han leído las obras del autor publicadas
por Sportula, con un cuento que basa todo su encanto en cierto humor
absurdo insertado en la charla entre dos antiguos agentes secretos
que se cuentan anécdotas la final de su carrera. Nitín Kapoor,
cuando era oficial de la policía hindú, tuvo que enfrentarse a un
caso de lo más estrafalario, con, no podía ser menos por el
escenario, una vaca por medio y un sospechoso de rasgos demasiado
comunes como para ser fácilmente identificable. Es un relato
suficientemente divertido, dentro del surrealismo de la propuesta,
pero que por eso mismo debe encontrar al lector en una adecuada
disposición.
Con Una canica en
la palmera, de Rafael Marín, el lector se encuentra
ante uno de los «pesos pesados» del volumen, con un relato
aparecido ya en anteriores antologías, merecedor del Premio Ignotus
al mejor relato fantástico español del año 2000, y que ofrece uno
de esos particulares homenajes que el autor suele dedicar de vez en
cuando a su Cádiz natal. Con un ambiente encantado que rememora con
acierto un importante suceso del pasado de la ciudad, el relato es un
canto de amor por la infancia que no ha de volver, de nostalgia por
unos tiempos quizá más sencillos, con menos prisas, con unos juegos
y unos hábitos que no costaban un duro y entretenían en comunidad
mucho más de lo que pueda hacer ahora cualquier «comunidad
virtual». Se ha quedado, tal vez, un poco desfasado en cuanto a las
referencias temporales de la protagonista; las películas y programas
citados pertenecen, obviamente, al momento en que se escribió el
cuento y a ello hay que retrotraerse. Una gran aportación para quien
no haya tenido la fortuna de leerlo con anterioridad.
Con El pastor de
naves, Felicidad Martínez sigue haciéndose a pasos
agigantados un hueco en las letras del fantástico patrio. Un relato
aparentemente sencillo que oculta sin embargo un profundo fondo sobre
el destino ineludible de un muchacho arrancado de su familia para ser
educado como el futuro pastor de naves de la colonia planetaria de la
que es oriundo. La autora transmite el desarraigo, la confusión que
la situación produce en un niño, «condenado» por una enfermedad
que lo convierte en improductivo para la colonia, que ve como su
única forma de relación es la agresión. Con ropaje de space opera
Martínez ofrece su reflexión sobre el valor de las personas tomadas
como «recursos productivos», cuando su servicio debe dar más
dividendos que los costes que conllevan su pervivencia; y sobre la
incomunicación que lleva al enfrentamiento cuando se niega el
diálogo. Un cuento que es más de lo que aparenta.
En la mente de
Dios, de Rodolfo Martínez, es uno de los relatos que
componen la antología Vintage ’62: Marilyn y otros
monstruos, seleccionada por Alejandro Castroguer para
la propia editorial. El autor plantea cómo en la mente de Dios
las posibilidades son prácticamente infinitas y puede suceder todo
lo que sí tuvo lugar, pero también todo lo que en realidad no
sucedió. Un relato muy breve cargado de lirismo, de ironía y de
cierta rabia, teñida de resignación. La muerte es inevitable,
entonces ¿para qué soñar una cosa distinta?
Cambiando de temática,
Una mañana mejor (versión del escritor), de Manuel
Miyares, es una curiosa muestra de ciencia ficción surrealista.
Se trata de una versión revisada con tres palabras extras de la
historia de una expedición parte en busca de un nuevo planeta,
dejando atrás una Tierra donde el agua se ha puesto en huelga, el
viento sólo cubre servicios mínimos y las frutas protagonizan
sangrientos piquetes sindicales. El diario de uno de los componentes
de la expedición da cuenta de un primer ―y extraño, muy extraño―
contacto alienígena que termina con un homenaje a cierta película
inolvidable. Estrafalario y muy difícil de clasificar, puede causar
tanto admiración como rechazo.
Memoria de la
melancolía, de Carmen Moreno, es uno de esos relatos,
duros y tristes, que dejan al lector con un nudo en la garganta. Un
retrato demoledor de la pérdida de los recuerdos, de la rabia contra
el olvido que se va infiltrando insidiosamente y sin avisar en la
mente haciendo que uno mismo no se reconozca. Emotivo, triste y
singularmente bello.
Ahora que somos
pájaros, de Daniel Pérez Navarro, es tan
cotidianamente extraño como evocativo. Con una prosa que cautiva y
produce unas sensaciones inquietantes sin saber por qué, el autor
desgrana la historia de Ángel cuando vuelve a su pueblo en
contestación a la llamada de su hermano Salvador avisándole de que
su madre se encuentra en las últimas. Se inicia una huida hacia
adelante que se retuerce sobre sus propios pasos, terrible e
inexplicable, hacia ese lugar donde llenar un vacío difícil de
explicar. Un relato enigmático cargado de metáfora.
En Consultorio
radiofónico del licenciado César Poco Antero, de Antonio
Romero, el lector va a encontrar una divertida, aunque
intrascendente, sucesión de, en efecto, consultas a un «experto» a
cada cual más disparatada y delirante, rozando el humor socarrón y
absurdo.
Virtual, de
Domingo Santos, es un relato muy breve con el especial
homenaje del autor a los Mitos de Cthulhu en clave de ciencia
ficción. Interesante aunque sepa a poco.
Y el volumen se cierra
con Bajo estrellas feroces, de Eduardo Vaquerizo,
quizá el mejor de sus relatos ―y los hay buenos de verdad―.
Situada en el mismo universo ucrónico de sus novelas Danza de
tinieblas y Memoria de tinieblas, el lector se va a encontrar con la
subyugante y peculiar historia de la relación a través de los años
que se establece entre Alonso que Quijana, miembro del Real Cuerpo de
Caballeros Aéreos, y Shaila Allobar, una joven indómita e
independiente, perteneciente a una familia asociada a la incipiente
aeronáutica, mientras siguen caminos divergentes y que culmina en el
norte de África con una búsqueda al límite y uno de esos finales
que dejan en vilo. Cargada de inteligentes referencias a nuestra
propia historia y jugando al equívoco ucrónico se trata,
indudablemente, del broche perfecto.
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