Carlos Pérez Casas.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Autoedición. Zaragoza, 2018. Edición digital (ePub). 100 páginas.
Una cuenta atrás hacia un destino desconocido que se antoja funesto, una investigación contrarreloj para descubrir el oscuro secreto de un genio científico que entregó la forma de burlar la muerte a sus conciudadanos, la búsqueda de una verdad incómoda..., un thriller futurista que combina el noir con la ciencia ficción distópica. ¿Está la humanidad preparada para pagar el coste de conseguir la inmortalidad? ¿Habrá siempre alguien dispuesto a sacar beneficio de los anhelos humanos, a comerciar con los sueños convirtiéndolos en algo de lo más rastrero? ¿Cuál es el precio de permanecer ciegos ante la realidad de ciertos avances destinados a hacer la vida, al menos de algunos, más cómoda? Carlos Pérez Casas ofrece una novela corta llena de acción y de intriga de espionaje corporativo, que también invita a la reflexión ética.
El relato comienza in media res con la acción ya desatada: un accidente, un atropello que se va desvelando poco fortuito, sino más bien consecuencia de una persecución. Pero, ¿quién era y por qué huía el atropellado, alguien de fama mundial conocido simplemente como el Cirujano, y por qué lo seguía su perseguidor, Gilberto, quien a la postre se convertirá en el punto de vista desde el que se seguirá toda la acción? Por una vez, me permito poner aquí la sinopsis del libro, porque en verdad es más una introducción al mismo que un destripe de lo que se va a encontrar en sus páginas:
Primero, inventó la inmortalidad. De la noche a la mañana, todo el que era joven se esforzaba por no aparentarlo: nadie quería ser víctima de los cazacuerpos. Después, creó los cuerpos artificiales: ya nadie tuvo que temer. Ahora, el Cirujano ha ido más allá.
Gilberto es un espía corporativo y su objetivo es robar el secreto del reenganche corporal y los cuerpos artificiales. Sin embargo, todo se desmorona cuando es descubierto por el mismísimo Cirujano. Para sorpresa de Gilberto, no lo entrega a las autoridades ni ordena su asesinato; en su lugar, sale huyendo. ¿Por qué?
La sorpresa da paso a la intriga; la intriga, a la sospecha. La persecución dura poco. Ahora el creador de la inmortalidad yace inmóvil sobre el asfalto. Sus últimas palabras son una súplica para que no lo recuerden como un monstruo que condenó a la humanidad.
Siguiendo una línea temporal definida, una cuenta atrás que comienza en el momento del atropello, y avanza inexorablemente hacia una resolución posiblemente de dimensiones catastróficas, Pérez Casas mantiene la incertidumbre durante la mayor parte del relato, a lo largo de un solo día, sin desvelar sus cartas hasta prácticamente su conclusión. El protagonista, y con él los lectores, debe ir desentrañando y enfrentando el misterio conforme sus diversos componentes y ramificaciones le van saliendo al paso. No puede fiarse de nada ni nadie de los que conoce o va conociendo. Es precisamente la voz del protagonista algo de lo más logrado de una obra cuyas claves van desvelándose bajo sus ojos y pensamientos. Como también se encuentran muy logradas las figuras femeninas que de alguna manera acompañan a Gilberto, como la letal y algo sanguinaria Inaya, compañera espía enviada para ayudarlo a cumplir su misión, o la reticente Rocío Esquivel, forzada a prestar una colaboración poco entusiasta.
Pérez Casas tiene el acierto de introducir de manera temprana, como aparente mero refuerzo de la historia, ciertos elementos que tendrán enorme importancia en la resolución posterior de la trama, sin forzar el relato en el último momento y evitando el tan manido sacarse cosas de la manga. El formato de novela corta, con no demasiadas páginas para desarrollar todo lo que desea, quizá le lleva a forzar un par de ladrillos de información condensada, momentos en que la acción se detiene para explicar el status quo futuro y cómo se ha llegado al mismo —sobre todo en el tema de la inmortalidad y otros avances que han dado lugar a profundos cambios en el mundo—, aunque mayoritariamente sean las conversaciones de los protagonistas, sus alusiones, actuaciones o simplemente sus modos de vestir la manera que utiliza el autor para ir construyendo el escenario y la visión de la sociedad en la que se mueven. Detalles aparentemente menores que van permeando en la mente del lector conformando el mundo futuro en que se desarrolla la trama: la religión con el avance del islamismo, la diversidad cultural y de género, los nuevos vehículos, la proliferación de inteligencias artificiales, los avances médicos y científicos que tanto llevan a un remedo de inmortalidad como dejan sin su trabajo a los trabajadores cualificados que son sustituidos por mano de obra robótica…, son presentados como algo ya usual y conocido, pudiendo descolocar en un primer momento ciertas cosas que tienen que ser deducidas por el contexto, pero siendo en general muy de agradecer este tipo de tratamiento que consigue hacer rápido y fluido el relato.
Un relato que avanza a través del escenario de una Zaragoza y otras localizaciones de un Aragón futuro, cambiadas por el paso del tiempo, del urbanismo y la tecnología, pero todavía muy reconocibles. Ciertos detalles, mínimos, restan puntualmente algo de verosimilitud: Hace mucho que el común de los sacerdotes no van vestidos como tales al salir a la calle o es difícil de creer en las actuaciones de algunos miembros del ejército tal y como están planteadas. Detalles en todo caso que pueden achacarse al tiempo pasado desde nuestro presente y a la evolución de la sociedad y sus jerarquías.
La cuenta atrás que desencadena la muerte del Cirujano fuerza en los protagonistas un sentimiento de inminente desastre, contagiando a los lectores de una tensión bien conseguida. Una tensión que no se disipa ni siquiera cuando el relato adquiere una cadencia menos frenética en la segunda mitad, llegado a cierto paraje turolense, con la acción algo ralentizada, pero con el destino de protagonistas pendiente de la resolución del misterio planteado por las palabras del Cirujano justo antes de morir, una súplica para que el mundo que le admira y le tributa agradecimiento no termine considerándolo un monstruo.
¿Qué estaría dispuesta una corporación para hacerse con el secreto celosamente guardado del reenganche corporal necesario para conseguir la inmortalidad de los humanos? ¿Hasta dónde llegaría el poseedor de tal tecnología para mantener su monopolio? ¿Dónde se encuentra la frontera, que no se debe cruzar, a partir de la cual la ciencia deja de tener su contrapartida ética? Gilberto, acompañado por una compañera poco o nada fiable, va a descubrirlo en sus propias carnes. Un descubrimiento que cambiará su concepción del mundo y de la vida…, si es que consigue sobrevivir a lo que se le viene encima.
Tiene muy buena pinta y 100 páginas son un atractivo para su lectura.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por esta pedazo de reseña!
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado y espero seguir así en futuros proyectos.
¡No vemos!
Hola, Rul.
ResponderEliminar¡100 páginas se leen en un momento! ;-)
Es lo bueno del actual renacimiento de las novelas cortas. Que son un maravilloso formato para que los autores vayan fogueándose y los lectores puedan hacerse una idea de su escritura sin tener que embarcarse en tochos o enealogías.
Muy buenas, Carlos.
Un placer que te hayas pasado por aquí. Seguiremos atentos a tu evolcuión ;-)
Saludos
Añadida a mi pila esta novela. Espero pronto poder comparar apuntes con tu reseña.
ResponderEliminarSaludos
Glups. Cuánta responsabilidad ;-)
ResponderEliminarEspero que lo disfrutes. Lo cierto es que se lee rápido. Ya nos contarás.
Saludos