Daniel O'Malley.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna ediciones. Col. Noches negras # 5. Madrid, 2018. Título original: The Rook. Traducción: Manuel de los Reyes. 594 páginas.
¿Una agencia secreta del gobierno británico dedicada a defender las islas de todo tipo de amenazas sobrenaturales? Bueno, no sería la primera, ahí está sin ir más lejos la Lavandería de Charles Stross. ¿Una protagonista amnésica que debe descubrir cómo ha llegado a su actual situación? Tampoco es excepcionalmente original, ¿verdad? Ahí tenemos al Jason Bourne creado por Robert Ludlum. Pero, por suerte, pocos más son los puntos en común, pues el enfoque de esta novela pronto se revela totalmente divergente. Sí, hay aquí monstruos espeluznantes, jerifaltes más interesados en la política del cargo que en la resolución de problemas, conspiraciones de alcance internacional, magia paranormal, poderes psíquicos y toda la parafernalia adscrita al género, y una protagonista que antes de perder todos sus recuerdos se ha escrito a sí misma todo lo que creía iba a necesitar su nueva encarnación… Unos elementos con los que O’Malley, en su novela de debut, sabe jugar llevándolos a un terreno propio —dentro de lo que el propio género permite— ofreciendo una divertida historia de fantasía urbana, oscura y sobrenatural, repleta de encanto, un fino humor y un punto de mala leche, de intriga, misterio, espías con dones extraordinarios, criaturas fantásticas, amenazas descomunales y llamativos personajes a los que, sin duda, les va el riesgo.
Myfanwy Alice Thomas se despierta sin memoria y bajo la lluvia en un parque rodeada de cadáveres, todos con guantes de látex en las manos. Pero, ¿se trata de una «simple» amnesia o es en realidad alguien nuevo, una tabula rasa, quien ocupa el cuerpo que fuera de Myfanwy? Su anterior yo, que parecía consciente de que algo similar le iba a suceder, le ha dejado una serie de cartas con consejos, instrucciones y una doble propuesta: o huir dejándolo todo atrás, esperando eludir a quien le ha hecho estar en esa situación, o retomar su vida, la de la anterior Myfanwy, e investigar quien es el culpable de su actual condición y cuál es su objetivo. Poco a poco irá descubriendo que su anterior yo era una «torre» en una organización secreta del gobierno llamada el Grupo Checquy, o Checquy a secas. Una agencia cuya jerarquía está establecida en torno a las piezas del ajedrez, con puestos ocupados por personas con algún tipo de poder sobrenatural, entrenadas la mayoría de ellas desde muy pequeños, y cuyo objetivo es evitar cualquier tipo de amenaza esotérica o paranormal que penda sobre las islas británicas, sin que el público llegue a enterarse de ello.
La mente de la actual torre Thomas es una pizarra en blanco, una esponja que deberá absorber lo más rápido posible —y con ella los lectores— todo el conocimiento que su antecesora en su cuerpo le ha dejado, mientras se hace cargo de sus obligaciones dentro de la Checquy, se enfrenta a diversos problemas paranormales e investiga por su cuenta cómo ha llegado a esa situación, descubriendo que su encarnación previa era, casi, una mera burócrata, tímida y con pocas habilidades sociales. Algo que limita sus opciones de actuación. Así, se encuentra en el centro de la acción sin comerlo ni beberlo y tendrá que aprender las reglas del juego sobre la marcha, guiándose tan sólo por los escritos que su anterior alter ego le ha legado, sin saber quién es su enemigo ni en quien puede confiar, si es que puede hacerlo en alguien. Sus compañeros, que van desde un atractivo y longevo vampiro hasta una mente compartida entre cuatro cuerpos, tanto pueden estar al corriente de la conspiración como ser futuras víctimas de la misma.
Thomas debe evolucionar, como si de verdad se tratase de una persona nueva, desde su papel de tímida jefa-administrativa encargada del papeleo y burocracia de la agencia, a una agente de campo dispuesta por fin a usar sus habilidades psíquicas —por mucho que desconozca cómo funcionan o cuál es su alcance o limitaciones—. El cambio no se hace evidente desde el primer momento, pero poco a poco va a ir quedando claro que la nueva Myfanwy es muy diferente de la antigua. Más dispuesta a salir de su despacho, a contradecir a los que creen poder amedrentarla, a recurrir a la acción y correr riesgos. Si al principio tan sólo se centra en sobrevivir y en no ser desenmascarada a las primeras de cambio, pronto deberá lidiar con los problemas crecientes que le supone el ejercicio de su condición de torre. ¿Será capaz de mantener el engaño nadando en aguas profundamente desconocidas? ¿Podrá meterse en el papel de heroína que la situación requiere?
Y por si fuera poco, todo se complica todavía más cuando un nuevo-viejo enemigo de la Checquy vuelve al tablero del juego internacional: los injertadores, o la Wetenschapppelijk Broederschap van Natuurkundigen, un grupo secreto de alquimistas belgas especializados en la modificación de los cuerpos, dotándolos de increíbles, aterradoras y superhumanas habilidades, y quienes guardan un viejo rencor por antiguas derrotas del pasado. Hay una guerra soterrada, oculta al común de los mortales, y la torre Thomas va a descubrirse en el centro de la misma. Una guerra que implica también a la rama estadounidense desgajada de la Checquy tras la Guerra de la Independencia, el Croatoan, con la visita de cuyos agentes, con una de ellos al menos, la torre Thomas va a tener que salir de su zona de confort —o de lo que se le ha dado a entender que es su zona de confort—.
Una acción narrada en tercera persona, bien salpimentada de un humor entre irónico y sardónico, en el presente de la torre Thomas se va alternando con la inclusión de las diversas cartas que Myfanwy escribiera en primera persona interpelando a la ocupante de su cuerpo en lo que para ella será su futuro. Cartas que muy bien podrían llegar a considerarse un auténtico ejercicio de «infodumping», dada la enorme cantidad de información que ofrecen de manera harto directa a protagonista y lectores, pero que O’Malley consigue que no suene para nada forzado y no rompa el ritmo del relato. Escritos y dossieres que van desde los más simples consejos de supervivencia a expedientes detallados sobre la organización de la Checquy, sus estamentos y agentes, pasando por anécdotas e historias del mundo sobrenatural y por una recopilación de todos los datos que pudo reunir en su particular investigación de lo que le iba a ocurrir. El autor tiene el acierto de irlas intercalando no en el orden estricto en que la torre Thomas las va leyendo —algunas sí, otras no—, sino en el momento en que mejor van a servir como apoyo a la trama, desvelando sus detalles conforme son necesarios, pero guardando la debida intriga y tensión para cuando la narración los requiere. De hecho hay unos eventos casi al principio de la narración que podrían llamar a pensar que O’Malley ha cometido un fallo argumental, y, sin embargo, casi al final de la novela se toma la molestia de explicar porqué las cosas se desarrollan inicialmente de esa manera, dejando satisfecho en ese sentido incluso al más puntilloso.
El relato adquiere bien pronto un ritmo sostenido, efervescente en ocasiones, encadenando acontecimiento tras suceso, revelación tras descubrimiento, amenaza tras enfrentamiento, sin que llegue a ser excesivamente rápido ni frenético, pero sin conceder tampoco demasiados altos a la reflexión, sumergiendo a la protagonista en un complot con muchas derivaciones que convierte a todos los que le rodean y a los que se le van acercando en los potenciales traidores culpables de su borrado de memoria. O’Malley mezcla sin rubor misiones de alto riesgo y situaciones de comedia de enredo, con personajes a la altura de cada ocasión, tan enigmáticos como intrigantes. Y la mezcla funciona.
Con una presentación y una traducción tan magníficas como nos suele tener acostumbrados Nocturna —lástima de unas contadas erratas tipográficas que se han colado sin ser invitadas— la edición es un gusto para la lectura. La torre es una novela totalmente autoconclusiva y, salvo un pequeño detalle con la resolución del destino de uno de los personajes que se antoja excesivamente precipitado para su importancia, con un final cerrado de forma absolutamente satisfactoria. Tras su lectura se hace evidente que, con el escenario planteado y los personajes supervivientes, le resultaría muy fácil a O’Malley encontrar hilos de los que tirar como punto de partida para posibles continuaciones; algo que, en efecto, ya ha cristalizado en una segunda entrega titulada Stiletto. Ahora que Nocturna la publique y nosotros la leamos.
No conocía esta novela y tiene muy buena pinta, me la apunto sin dudar.
ResponderEliminarSaludos y gracias por la reseña.
Yo he pasado un muy buen rato leyéndola. El punto de partida, ya lo digo, no es exactamente original, pero O'Malley consigue hacer algo muy entretenido. Espero que si la lees la disfrutes ;-)
ResponderEliminarSaludos