Relatos oscuros de Zaragoza.
Varios autores.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Apache libros. Col. Hic sunt dracones. Madrid, 2018 (Edición especial para San Jorge 2018). 165 páginas.
Siempre he defendido que es más difícil valorar y reseñar una antología que reúne a varios autores que una novela de uno sólo de ellos. La calidad se reparte, los temas se multiplican, los estilos se diferencian marcando cada propuesta, haciendo más complicado un juicio unitario. La dificultad se multiplica exponencialmente además cuando, como es el caso, la antología recoge relatos de escritores a los que uno considera, más que conocidos, amigos. Y si encima la trama de cada uno de ellos se sitúa en el escenario de la Inmortal ciudad de Zaragoza y alrededores, con sus calles, edificios, bares y monumentos muy reconocibles, aquello de mantener la objetividad a la hora de juzgar se pone muy cuesta arriba. Menos mal que, cual más cual menos, los seis autores aquí reunidos lo ponen más fácil y todos los relatos rayan a muy buena altura. Cuentos oscuros, intrigantes y enigmáticos, llenos de inquietantes fenómenos sobrenaturales, de presencias desasosegantes e intangibles, del mal en su aspecto más físico, de amenazas que provienen de lo cotidiano… Terror, misterio, horror y locura bajo la alargada sombra de las torres del Pilar.
En La oscuridad que invade el pozo de San Lázaro Juan Ángel Laguna Edroso viene a demostrarse aquello de que a veces el dicho es cierto y la realidad supera a la ficción. Para los foranos quizá sea difícil de creer en la existencia de peces de dos metros, auténticos monstruos de río, nadando en el Ebro a su paso por Zaragoza, o la de una sima en su lecho capaz de tragarse un autobús accidentado y a buena parte de sus ocupantes —o como poco que al menos sus cadáveres no fueran encontrados—, pero ambas cosas son ciertas… Así que, ¿será también verídico el resto de este relato sobre dos hombres que quieren hacer un novedoso estudio sobre el pozo de San Lázaro? ¿Buscan respuestas científicas o tan sólo la gloria de recuperar vestigios perdidos del pasado como cierta escafandra que bien pudiera permanecer en sus profundidades inexploradas? ¿Podrán los celos profesionales vencer a su amistad? ¿Existió alguna vez esa amistad? Laguna Edroso factura una interesante e intrigante historia sobre la ambición humana, y sobre el misterio y las profundidades del río. Una intensa historia de ambiciones y sueños donde la verdad va desvelándose poco a poco hasta el, quizá no sorprendente pero sí muy humano, desenlace.
A continuación El suelo frío y tus ojos en la noche, de Pedro Moscatel, es un relato por momentos desconcertante y aterrador que juega con la percepción del tiempo manejada por parte del lector, con inquietantes presencias tan desequilibradas como amenazadoras. Una joven vuelve a Zaragoza, ciudad natal que abandonase con su madre en su infancia. Busca respuestas a preguntas que casi ni se atreve a formular y en ese camino, en el tren de regreso, va a encontrarse a Felipe, con quien establecerá una relación de atracción inmediata. En las calles de Zaragoza, en su más señalada basílica, despojadas de su tranquila cotidianidad y convertidas en lugares donde oscuras presencias acechan, se escuchan ecos de su pasado dispuestos a saltar sobre ella de la manera más inquietante. Moscatel construye un puzzle temporal implicando la atención del lector en una partida de terror sobrenatural, donde cuestiones que bordean lo metafísico se combinan para ofrecer un relato tan desasosegante como inesperado.
El tercer cuento de la antología, Memento mori, de David Rozas Genzor, abandona el presente para plantear una historia de la posguerra conjugando datos históricos con otros imaginarios que bien pudieran haber sucedido. El estudio de un manuscrito, de autoría no autentificada, ofrece de su propio puño el relato de la última confesión que el Padre Gurmesindo de Estella ofició, en 1942, entre los muros de la cárcel de Torrero, asistiendo luego, como tantas otras veces hiciera, al fusilamiento del reo condenado contra una tapia del cementerio. Un sacramento, la confesión de Raimundo Azulgaray, que pondrá en juego su temple, haciendo tambalear y reafirmar sus convicciones. Realidad y ficción se dan la mano en un oscuro episodio encajado con habilidad en la biografía de un personaje real e histórico. El mal acecha y es difícil discernir sus obras, o separar las acciones por él motivadas de aquellas impulsadas por la simple debilidad humana. Las heridas de la guerra tardan en sanar, si es que alguna vez lo hacen.
Cualquier zaragozano sabe que la sombra del Pilar se extiende mucho más lejos de lo que se pudiera sospechar, así en El exterminador de alimañas, de José Antonio Rubio, la acción se traslada hasta Casetas, un barrio algo alicaído de Zaragoza, donde un sin techo camina empujando un carrito con todas sus pertenencias. Hace treinta años que el hombre dejó el lugar tras quebrar el garito que regentaba, el Dreams, un antro de vicio, alcohol y drogas que ya nadie parece recordar. Ahora, tras retornar para malvivir en las calles, va a buscar refugio y alimento para pasar la noche entre los viejos y abandonados muros de la Harinera del Ebro. Y mientras prepara la trampa para capturar algún ratón o rata que le sirva de cena, quizá sea él quien esté siendo acechado. Quizá el texto hubiera agradecido con una revisión pausada, pues la prosa muestra algunos signos de apresuramiento —como el uso repetido de un mismo vocablo en líneas consecutivas que puede resultar cacofónico—, pero la trama no presenta defectos. Un texto que encierra un juego del gato y el ratón y una venganza inesperada demorada en el tiempo.
De vuelta al pasado la acción de Ni una buena acción sin su justa penitencia —título de lo más acertado—, de Pepe Carabel, traslada al lector al invierno de 1909. La señorita Maruja Aguayo Monforte, primera mujer de la ciudad en estudiar Medicina, tras licenciarse consigue entrar a trabajar como psiquiatra en el sanatorio de Nuestra Señora de Gracia, el manicomio de Zaragoza, una institución orgullosa de aplicar los más modernos tratamientos psiquiátricos entre sus pacientes. Durante meses, sin saber a ciencia cierta a qué paciente adjudicar su autoría, han aparecido en el recinto una serie de pequeños armazones y dibujos con invocaciones al diablo. Nada de lo que preocuparse en realidad. Maru prefiere centrarse en lo que de verdad importa: los tratamientos de los pacientes y las relaciones con el personal del sanatorio, médicos, enfermeras y celadores. Un ecosistema encerrado en sí mismo, donde cada cual tiene su lugar, los celos y envidias profesionales están a la orden del día, los cotilleos no cesan, y las nuevas propuestas quizá no tengan tanto espacio como cabría esperar. Sobre todo cuando chocan con la ancestral idea del mal, del maligno, que algunos tienen muy presente cuando conviven con locos…, aunque se prefiera llamarlos acogidos en un signo de modernidad. Mal de amores, ingenuidad, perversión, locura, dudas razonables y una espiral descendente a un pozo oscuro del que es muy, muy difícil salir. Carabel describe un mundo médico que intenta abrirse a los nuevos tiempos desde prácticas y tratamientos casi medievales al enfrentar la enfermedad mental. Aunque quizá no todo esté en las mentes, quizá los locos tengan su punto de razón.
Cierra la antología con broche de oro La chica del puente, de David Jasso. Quien haya tenido el acierto de leer Lo que ves cuando cierras los ojos quizá sienta en estas páginas alguna reminiscencia cómplice, algún reconocimiento en torno a cierto personaje que bien pudiera ser conocido. No es de extrañar, pues este relato podría perfectamente tratarse de un capítulo de aquella novela, de un anexo o apéndice, incluyendo la participación de algún personaje quizá recurrente y la presencia de una filosofía totalmente coincidente. Un taxista trabaja de madrugada con su vehículo cuando observa a una joven a punto de saltar de un puente. Pero cuando se detiene para evitar el suicidio la proposición que, inesperadamente, va a acudir a su boca será de lo más sorprendente, incluso para él. Una proposición que cambiará la vida de ambos, sobre todo porque la chica acarrea demonios que no están a la vista, pero que traerán consecuencias. Jasso en estado puro, inquietante, escabroso y con profundidad social, con ese costumbrismo siempre crítico que impregna gran parte de sus obras.
Seis miradas a una ciudad que resulta imposible no observar con nuevos ojos tras la lectura. Es evidente que el escenario es tan sólo una pequeña parte de cada relato, pero es difícil imaginar alguna de estas historias situándolas en otra ambientación. El clima y la atmósfera, los monumentos y edificios emblemáticos, el aura de misterio que arrastran, modelan los comportamientos y dan lugar a singulares propuestas. Los siluros son los menos amenazantes de los monstruos que habitan entre las líneas de estos textos. Dejaos estremecer por ellos.
Interesante propuesta
ResponderEliminarLa verdad es que sí ;-)
ResponderEliminarSaludos