Niños descarriados /2.
Seanan McGuire.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Alianza editorial. Col. Runas. Madrid, 2018. Título original: Wayward Children Trilogy-Book 2: Down Among the Sticks and Bones. Traducción: María Pilar San Román. 198 páginas.
McGuire presentó a las gemelas Jack y Jill como parte del elenco de protagonistas de Cada corazón, un umbral, en cuya trama tendría gran importancia la historia de las dos muchachas previa a su llegada a la Residencia para niños descarriados de Eleanor West. Esta es esa historia. Una historia que comienza con su nacimiento y va desgranando sus vidas hasta alcanzar sus 17 años. Y sí, como precuela que es, el lector de la anterior entrega podría pensar que va a leer una historia que ya conoce, y no le falta razón, pero a la vez también estaría muy equivocado. Conoce apenas su final y unos pocos elementos de la misma. Ahora va a descubrir todo lo que llevó hasta allí, lo que las condujo bajo la tutela de Miss West; Las motivaciones, las decisiones y las acciones. Y aunque puede ser leída de forma independiente sin necesidad de la primera entrega, es muy recomendable leer ambas en su orden de publicación —de hecho es muy posible que algunas partes de esta reseña puedan considerarse destripe de la primera novela—. Si en la anterior se hablaba de forma indirecta de los muchos mundos que hay más allá de las puertas y de los muchachos y muchachas que llegan allí y regresan cambiados; esta es la oportunidad de visitar uno de esos maravillosos y terroríficos lugares, y no será siempre agradable, pero se disfrutará a cada paso. Es este un moderno y visceral cuento de hadas, una tenebrosa fantasía oscura con una voz tan poética como dolorosa, nostálgica y triste.
Criadas desde su mismo nacimiento tan sólo para cumplir las expectativas de sus padres, Chester y Serena Wolcott, adinerados y narcisistas profesionales de éxito, y encasilladas como meros accesorios familiares en un modelo que responde tan sólo a los deseos de estos y no a los suyos propios, Jillian y Jacqueline tienen cinco años cuando descubren que no se puede confiar en los adultos y doce cuando encuentran una escalera de caracol dentro de un baúl. Una escalera por la que deciden descender. A sus pies, muy abajo, hay una puerta que invita a cruzarse «solo si estáis seguras». Son adolescentes, siempre han vivido reprimidas y están viviendo su primera aventura real… ¿Cómo podrían resistirse? Al otro lado encontrarán un mundo cruel y lleno de peligros que las obligará a elegir y a crear por fin una personalidad propia. ¿O tal vez sólo estén cambiando un modelo por otro y tengan que seguir representando el —nuevo— papel que otros han elegido para ellas?
© Rovina Cai |
Con enorme sensibilidad McGuire presenta a sus protagonistas como lo que realmente son: víctimas. Engendradas no por amor, sino por motivos egoístas, por mantener las apariencias de un matrimonio «de éxito» y por envidia de la atención que los niños de las familias de sus colegas reciben, por una mera búsqueda de prestigio social y de aprobación en determinados círculos laborales, las niñas ven cincelada su personalidad no por sus deseos sino por las expectativas de los adultos. Ambas son encasilladas por el estereotipo de lo que han de ser que tienen en mente sus padres. Una la princesa perfecta, femenina, tranquila y disciplinada que anhela su madre; la otra la niña aventurera, arrojada, un tanto brutota y deportista que habría sido el niño que soñaba haber tenido su padre. Nunca se les permite desarrollar su personalidad en libertad. Ambas han sido educadas para obedecer a una serie de imperativos que ninguna ha elegido, para responder a unas ideas preconcebidas en las que quizá nunca hayan encajado, pero a las que se han visto obligadas a conformarse. Dos muchachas confundidas que nunca han sabido en realidad quienes son, a las que —salvo por un breve periodo en que contaron con el amor incondicional de su abuela— no se les ha dejado ser quienes podrían haber sido. Una oportunidad que ahora les brinda el mundo al que han arribado, un mundo aterrador, pero donde por fin pueden elegir qué ser. Una elección que vendrá muy determinada por la forzada forja de la personalidad de cada una.
© Rovina Cai |
El modo en que son educadas las niñas, el encasillamiento y la rígida separación de sus actividades, la forzada adquisición de un marcado rol de género para cada una —estereotipados ambos—, la elección ajena de sus amistades, las exigencias para mantener un estándar imposible y los pocos modelos —más bien ninguno— con el que compararse, las moldean de una forma perversa y fatal, impidiendo incluso la creación de un saludable vínculo entre ambas y sesgando de forma inevitable su relación con el resto del mundo. Las normas de género, sobre todo en la infancia y sobre todo impuestas de la manera más rígida y absurda, marcan mucho más de lo que pudiera parecer.
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La exploración de la identidad en todas sus vertientes, los roles impuestos por la familia o la sociedad, el desarrollo de la personalidad, la aceptación de lo que es uno mismo, el amor en sus muchas vertientes, las expectativas de los padres —o de los tutores en todo caso— y su intento de perpetuarse en sus hijos, la bondad en los lugares más insospechados, las complicadas relaciones entre hermanas —incluso sin la intervención castrante de unos progenitores obsesivos—, las motivaciones del corazón… Ahí abajo, entre raíces y huesos es una historia hermosa, pero también trágica, dura y cruel. Una historia humanizada por la perspicaz mirada de la autora, por su certera disección de lo que una familia y unos niños deberían ser, por las irónicas y divertidas observaciones que se permite injertar en el texto, por una narración que atrapa y conmueve mediante una prosa poderosa y envolvente, con citas que se podrían extractar en cada página, de la que el lector español puede disfrutar gracias a la maravillosa traducción de María Pilar San Román y a una preciosa edición, incluyendo algunas ilustraciones que acompañan al texto. Y sí, quien haya leído la anterior ya conoce el final de esta historia, pero McGuire lo conduce tan bien hasta allí, de una manera tan intensa, delicada y extraordinaria, que no importa conocerlo en absoluto.
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