Dioses de las esferas.
Trilogía de las esferas 3.
Salvador Bayarri.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Salvador Bayarri ed. Edición digital (ePub). 370 páginas.
Bayarri lleva a su clímax la trilogía de space opera juvenil con una novela de cierre que explota toda la amplitud y potencial del escenario que había ido creando previamente. Aunque el inicio de la novela, cuya acción se retoma justo tras el cierre de la anterior que tantas cosas revelaba, se siente un tanto pausado, ralentizando la acción hasta que el protagonista está preparado para enfrentarse al enorme reto que supone hacer frente a los dioses de las esferas. Desde su lejano, en el espacio, inicio de su periplo en cierta ciudad flotante, la aventura está servida para Nadir, quien deberá superar muy diversos retos para los que quizá no esté tan preparado como sería deseable. La intriga de entregas anteriores va dando paso a la acción desatada, las luchas intestinas al enfrentamiento abierto, y el destino de los sintientes pende de un hilo. El autor combina hábilmente retazos de la Historia clásica humana, filosofía, mitología y mística, con teorías físicas avanzadas sin que el relato chirríe en momento alguno llevándolo a un final emotivo y certero. Como siempre aviso, si bien los destripes de la presente novela durante esta reseña van a ser los mínimos imprescindibles, bien podría ser que incluyera alguno de las precedentes que sería conveniente no conocer de antemano si se tiene intención de leerlas —y ya advierto de que no es una novela que se pueda leer sin haber hecho lo propio con las precedentes—.
Tras la revelación de la auténtica naturaleza de los dioses y de lo que eran en realidad las zarayan ha llegado el momento para Nadir y compañía de poner fin al juego de las esferas. El desenlace de la anterior entrega, con tantas preguntas contestadas, dejaba todo preparado para lo que se prometía como un apasionante final, así que resulta un tanto anticlimático que, antes de poder llegar al mismo, el protagonista deba primero someterse a un intenso entrenamiento de sus recién adquiridas habilidades, demorando un tanto la resolución. Bajo la dirección de Azenobeth, y acompañados de la rejuvenecida Doña Darrensin, con la excusa de reavituallar y reparar los daños recibidos en su nave, la Amatista, se dirigirán a Dandel, un planeta marino abandonado por sus colonos, donde encontrarán la necesaria soledad para su adiestramiento y preparación, al tiempo que descubren una serie de revelaciones muy importantes para el devenir de la trama.
El fin del juego de las esferas, con el triunfo de la facción dominante y más combativa y arrogante de los fravashi, parece inevitable y cercano. Azenobeth, siempre con su propia agenda en mente, es consciente de que deben emprender camino hacia el lugar donde, supuestamente, se van a reunir las trece esferas, pero sabe que sin la preparación adecuada todo podría terminar en el mayor de los fiascos. Por ello los protagonistas no deben apresurarse. Antes de correr hay que aprender a andar. Antes de que amanezca siempre hay oscuridad.
El inicio de la novela, pues, toma un derrotero insospechado y demora lo que el lector esperaba encontrar tras el final del anterior volumen, mientras asiste al entrenamiento de las nuevas habilidades adquiridas por Nadir. Un «parón» que, no obstante, sirve al autor para mostrar nuevos escenarios donde da rienda suelta al sentido de la maravilla, y revelar tanto importantes eventos del pasado como secretos de alguno de los personajes que han llevado hasta el actual estado de cosas. Muchas dudas quedan resueltas dejando el camino expedito para la confrontación final, con el destino de todo el universo en juego. Un camino en el que encontrarán inesperados aliados y enemigos encarnizados. Las características del viaje relativista, siempre respetado junto el resto de leyes de la física —algo que por momentos hace que el relato se interne en el territorio de la ciencia ficción hard— obliga a que todos los planes, tanto de los protagonistas como de sus antagonistas, tengan que ser establecidos a largo plazo, quedando muchas veces al albur de factores que no pueden ser previstos con demasiada antelación. La tensión y la emoción crecen en la incertidumbre. Y al final el único desenlace que se vislumbra es una batalla de proporciones épicas, y vaya si no les es.
Con el grueso del relato, como ya sucedía en las anteriores, narrado desde la primera persona de la visión de Nadir, en esta ocasión toman una mayor preeminencia también las escenas en que se retratan los movimientos de los dioses. Van saliendo a la luz sus luchas de intereses, sus enfrentamientos abiertos y soterrados, sus ambiciones, sus motivaciones, sus pasiones, sus orígenes y, también, sus limitaciones. Es un aumento de su presencia en el relato que dota al conjunto de una mayor profundidad y amplitud, al poder el lector asomarse a ambos lados de la confrontación. Aunque, en contra del relato más directo de Nadir, en muchas ocasiones los fravashi jueguen al despiste con sus colegas —y con los lectores de paso—, a realizar fintas que ocultan sus verdaderos planes, algo que potencia también la intriga y el misterio. Observando todo el tablero, pero con unos cuantos de sus escaques todavía ocultos en sombras y engaños, la lectura ofrece diversas partidas en curso con mucho por confrontar: La ambición humana frente al posible fin de la especie, el bienestar de unos pocos contra el bien general, la felicidad de la ignorancia frente al peso del saber, al arrogancia y arrojo de la juventud ante la sabiduría, no siempre bien aplicada, de los mayores. Mucho por decidir.
La prosa de Bayarri ha ido evolucionando desde la primera entrega, haciéndose más depurada y efectiva, y realzando mejor la combinación de las tramas, aunque peque de cierta «asepsia» o alejamiento en momentos puntuales. El ritmo se siente adecuado, sostenido, con una cadencia muy agradable y una adecuada inclusión de las explicaciones científicas o las referencias históricas y mitológicas —incluidas algunas ilustraciones muy bienvenidas para visualizar la ambientación—, rigurosas y amenas, dentro del texto sin sacar al lector de la lectura. La edición incluye además algunos dibujos y croquis de lugares o naves importantes dentro del relato.
Mediante una trama repleta de acción y pura aventura, que no olvida en ningún momento su finalidad de vehículo de entretenimiento, Dioses de las esferas cierra satisfactoriamente todas las líneas abiertas con anterioridad. Con un final a la altura del largo camino recorrido hasta entonces, contesta las cuestiones planteadas previamente, despide a todos los personajes, principales y secundarios, que habían ido apareciendo a lo largo de la trilogía y plantea una serie de reflexiones de carácter tanto tecnológico como filosófico o político que resultan muy agradables y pertinentes de confrontar. Una trilogía que ha ido a más en cada entrega.
Trilogía de las esferas 3.
Salvador Bayarri.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Salvador Bayarri ed. Edición digital (ePub). 370 páginas.
Bayarri lleva a su clímax la trilogía de space opera juvenil con una novela de cierre que explota toda la amplitud y potencial del escenario que había ido creando previamente. Aunque el inicio de la novela, cuya acción se retoma justo tras el cierre de la anterior que tantas cosas revelaba, se siente un tanto pausado, ralentizando la acción hasta que el protagonista está preparado para enfrentarse al enorme reto que supone hacer frente a los dioses de las esferas. Desde su lejano, en el espacio, inicio de su periplo en cierta ciudad flotante, la aventura está servida para Nadir, quien deberá superar muy diversos retos para los que quizá no esté tan preparado como sería deseable. La intriga de entregas anteriores va dando paso a la acción desatada, las luchas intestinas al enfrentamiento abierto, y el destino de los sintientes pende de un hilo. El autor combina hábilmente retazos de la Historia clásica humana, filosofía, mitología y mística, con teorías físicas avanzadas sin que el relato chirríe en momento alguno llevándolo a un final emotivo y certero. Como siempre aviso, si bien los destripes de la presente novela durante esta reseña van a ser los mínimos imprescindibles, bien podría ser que incluyera alguno de las precedentes que sería conveniente no conocer de antemano si se tiene intención de leerlas —y ya advierto de que no es una novela que se pueda leer sin haber hecho lo propio con las precedentes—.
Factoría en el planeta Dandel |
El fin del juego de las esferas, con el triunfo de la facción dominante y más combativa y arrogante de los fravashi, parece inevitable y cercano. Azenobeth, siempre con su propia agenda en mente, es consciente de que deben emprender camino hacia el lugar donde, supuestamente, se van a reunir las trece esferas, pero sabe que sin la preparación adecuada todo podría terminar en el mayor de los fiascos. Por ello los protagonistas no deben apresurarse. Antes de correr hay que aprender a andar. Antes de que amanezca siempre hay oscuridad.
La Amatista |
El inicio de la novela, pues, toma un derrotero insospechado y demora lo que el lector esperaba encontrar tras el final del anterior volumen, mientras asiste al entrenamiento de las nuevas habilidades adquiridas por Nadir. Un «parón» que, no obstante, sirve al autor para mostrar nuevos escenarios donde da rienda suelta al sentido de la maravilla, y revelar tanto importantes eventos del pasado como secretos de alguno de los personajes que han llevado hasta el actual estado de cosas. Muchas dudas quedan resueltas dejando el camino expedito para la confrontación final, con el destino de todo el universo en juego. Un camino en el que encontrarán inesperados aliados y enemigos encarnizados. Las características del viaje relativista, siempre respetado junto el resto de leyes de la física —algo que por momentos hace que el relato se interne en el territorio de la ciencia ficción hard— obliga a que todos los planes, tanto de los protagonistas como de sus antagonistas, tengan que ser establecidos a largo plazo, quedando muchas veces al albur de factores que no pueden ser previstos con demasiada antelación. La tensión y la emoción crecen en la incertidumbre. Y al final el único desenlace que se vislumbra es una batalla de proporciones épicas, y vaya si no les es.
Con el grueso del relato, como ya sucedía en las anteriores, narrado desde la primera persona de la visión de Nadir, en esta ocasión toman una mayor preeminencia también las escenas en que se retratan los movimientos de los dioses. Van saliendo a la luz sus luchas de intereses, sus enfrentamientos abiertos y soterrados, sus ambiciones, sus motivaciones, sus pasiones, sus orígenes y, también, sus limitaciones. Es un aumento de su presencia en el relato que dota al conjunto de una mayor profundidad y amplitud, al poder el lector asomarse a ambos lados de la confrontación. Aunque, en contra del relato más directo de Nadir, en muchas ocasiones los fravashi jueguen al despiste con sus colegas —y con los lectores de paso—, a realizar fintas que ocultan sus verdaderos planes, algo que potencia también la intriga y el misterio. Observando todo el tablero, pero con unos cuantos de sus escaques todavía ocultos en sombras y engaños, la lectura ofrece diversas partidas en curso con mucho por confrontar: La ambición humana frente al posible fin de la especie, el bienestar de unos pocos contra el bien general, la felicidad de la ignorancia frente al peso del saber, al arrogancia y arrojo de la juventud ante la sabiduría, no siempre bien aplicada, de los mayores. Mucho por decidir.
La Amatista |
La prosa de Bayarri ha ido evolucionando desde la primera entrega, haciéndose más depurada y efectiva, y realzando mejor la combinación de las tramas, aunque peque de cierta «asepsia» o alejamiento en momentos puntuales. El ritmo se siente adecuado, sostenido, con una cadencia muy agradable y una adecuada inclusión de las explicaciones científicas o las referencias históricas y mitológicas —incluidas algunas ilustraciones muy bienvenidas para visualizar la ambientación—, rigurosas y amenas, dentro del texto sin sacar al lector de la lectura. La edición incluye además algunos dibujos y croquis de lugares o naves importantes dentro del relato.
Mediante una trama repleta de acción y pura aventura, que no olvida en ningún momento su finalidad de vehículo de entretenimiento, Dioses de las esferas cierra satisfactoriamente todas las líneas abiertas con anterioridad. Con un final a la altura del largo camino recorrido hasta entonces, contesta las cuestiones planteadas previamente, despide a todos los personajes, principales y secundarios, que habían ido apareciendo a lo largo de la trilogía y plantea una serie de reflexiones de carácter tanto tecnológico como filosófico o político que resultan muy agradables y pertinentes de confrontar. Una trilogía que ha ido a más en cada entrega.
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