Brandon Sanderson.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2018. Título original: Skyward. Traducción: Manu Viciano. 521 páginas.
Sanderson es un autor tan prolífico como imaginativo, lo que por una parte promete que la espera entre libro y libro suyos nunca es excesiva, pero también que se dispersa entre series y sagas haciendo sufrir a los lectores de alguna en concreto por la espera —¿he oído mencionar el Archivo de las tormentas o El Rithmatista?—, así que mejor cruzar los dedos para que no sea una de esas ocasiones. Publicado casi simultáneamente en inglés y español, con Escuadrón el autor inicia una nueva serie —trilogía o tetralogía dependiendo de las fuentes consultadas— con ese tono algo más juvenil suyo siempre atractivo para cualquier público. Con su habitual amenidad y desparpajo, Sanderson esta vez factura una propuesta de la más pura ciencia ficción, reuniendo aventura desatada, misterios, inocencia quebrada y anhelos equivocados, aprendizaje, descubrimiento y forja del carácter, situaciones límite, combates aéreos, tensión, batallas explosivas, personajes emblemáticos y enfrentamientos de alto voltaje. Sano entretenimiento, repleto de la misma épica y emoción de cualquiera de sus obras de fantasía, con ese toque juvenil que no desmerece en absoluto. Una novela tan emocionante y entretenida como dramática.
A un paso de la extinción, los restos de la humanidad luchan con obstinación atrapados en Detritus un planeta bajo el constante ataque de los cazas y bombarderos estelares de los misteriosos alienígenas krells. Los humanos se han visto obligados a sobrevivir como mejor pueden, mediante una unión a la que han dado el nombre de Los Desafiantes, en una serie de cavernas bajo la superficie del planeta al que llegaron de forma accidental tras estrellarse allí su nave principal. O al menos esa es la historia oficial, difícil de ratificar, pues todos los registros existentes quedaron destruidos. Durante ochenta años han combatido a los alienígenas que no cesan de hostigarles desde más allá del cielo, ocultos por una barrera de escombros espaciales que cubre prácticamente todo el planeta.
La joven Spensa Nightshade (identificador: Peonza) siempre ha soñado con pilotar un caza y combatir a los krells, pero mientras llega el momento de presentarse al examen para ser piloto de la FDD —la Fuerza de Defensa Desafiante—, se dedica a la captura de ratas por los túneles más recónditos para ayudar a su madre en un puesto ambulante de comida. Después de que su padre fuese considerado un cobarde en la batalla definitiva, en la que parece ser dio la espalda al enemigo y tuvo que ser derribado por sus propios compañeros, su familia ha cargado durante años con el peso y la marginación del rechazo de su gente, así que la joven está deseando probarse ante el enemigo. Pero ya antes de poder hacer el examen descubre que no se lo van a poner nada fácil. El recuerdo de su padre pesa demasiado y la FDD, o su máxima dirigente, la almirante Judy Ivans, Férrea, no la quiere entre sus filas. Sólo un antiguo amigo de su progenitor se la jugará por ella, pero ni aún así tendrá las puertas abiertas hacia su sueño.
La narración, desde la primera persona de la protagonista con unos pocos incisos que siguen a la figura de la almirante Férrea, se inicia con un tono desenfadado y juvenil que se va tornando cada vez más sombrío conforme avanza la trama y se van acumulando las bajas. Al principio el relato discurre de un modo algo exagerado o improbable, pero muy entretenido, que obliga al lector a dejar un tanto a un lado la suspensión de la incredulidad y a disfrutar sin analizar en demasía —¿el primer día que suben a un caza y ya salen a participar, aunque sea de lejos, en una escaramuza contra los krells?—. Luego, bien porque el tono se hace más oscuro, bien porque el lector queda atrapado y se sumerge en el relato sin cuestionar lo que va leyendo llevado por la vorágine en la que lo introduce Sanderson, no queda sino dejarse llevar y pasárselo muy bien mientras se suceden los enfrentamientos, frenéticos y muy bien coreografiados, las revelaciones de las que está muy bien surtida la trama, y la diversión pura y dura.
Dotado de un elenco de personajes con los que es sencillo implicarse gracias a la extraordinaria dinámica de grupo que Sanderson establece entre ellos y con el resto de protagonistas adultos, el relato, en efecto, va subiendo de tono y haciéndose algo más oscuro conforme mueren algunos de los compañeros del escuadrón de la protagonista. Entonces Spensa empieza a cuestionarse muchas cosas, desde las razones que motivaron sus deseos primigenios de volar y alcanzar las estrellas, a la justificación que la FDD y el resto de implicados dan para tanto sacrificio. Pero mientras tanto la joven no cesa de intentar desentrañar la verdad sobre las acciones de su padre, descubriendo que no todo es lo que parece —algo que el lector ya sospechaba, ¿verdad?—. Menos mal que ahí está M-Bot, la IA con lagunas en su memoria de un caza estelar dañado de procedencia desconocida y oculto en una caverna remota desde tiempos anteriores a los Desafiantes, para relajar la tensión y robar las escena cada vez que aparece, poniendo un tanto de humor en medio del dramatismo.
Sanderson, como ya es habitual, ofrece una sólida construcción del escenario, una prosa fluida —plasmada en español con un buen y agradable trabajo de traducción— y un excelente ritmo de la narración, dosificando e intercalando con mimo la información para no ralentizar una acción repleta de drama y de casi cinematográficos combates aéreos mientras potencia el misterio de su propuesta. El entrenamiento y aprendizaje de los cadetes, y sus idas y venidas, le sirve para presentar sin grandes descargas de información tanto la vida de los humanos en las cavernas como, sobre todo, la organización de las FDD, los distintos tipos de naves o las tácticas y las diversas y arriesgadas maniobras que luego harán efectivas en emocionantes enfrentamientos. Mientras prueban bajo fuego real las estrategias, plantean nuevas ideas o fuerzan al máximo la tecnología de sus cazas, los jóvenes cadetes aspirantes a pilotos son llevados al límite, al punto que muchos abandonan y otros muchos perecen. Hay mucho en juego. El destino de los humanos, puede que de todo lo que queda de la humanidad, depende de ellos, de ganar una guerra que muy posiblemente los Desafiantes estén perdiendo. Las muertes no son gratuitas, no se trata de un juego, sus acciones tienen consecuencias, y cada baja afecta profundamente a los personajes y a su futura toma de decisiones.
«Reclama las estrellas», es casi lo último que su padre le dijo a Spensa. Pura épica, puro llamamiento a soñar a lo grande y porfiar hasta conseguir alcanzar los sueños. Pero el coste a veces es demasiado alto e implica renunciar a mucho más de lo que se sospechaba. La vida está llena de lecciones, y algunas son de lo más duras. La personalidad de la combativa muchacha va a ir evolucionando, desde la agresiva, aunque frágil, adolescente siempre a la defensiva que tan sólo reacciona ante los demás —aplicando la filosofía de que «la mejor defensa es un buen ataque»— hasta la joven algo más reflexiva que ha tenido que ver como sus convicciones son sacudidas duramente y llega a dudar de todo lo que daba por seguro. No son pocos los obstáculos que va a tener que superar y de cada uno de ellos obtendrá una valiosa lección.
Dentro de la profundidad que le permite la propuesta y su tono algo más juvenil, Sanderson explora cuestiones como la definición de la identidad; el temor al incumplimiento de las expectativas o, peor, a cumplirlas cuando son negativas; la injusticia de algunos privilegios adquiridos o heredados sin haber hecho nada por merecerlos; el dolor de la pérdida y el amor incondicional al recuerdo de un padre; la dificultad de desarrollar una personalidad «sana» bajo la presión y el miedo constantes de haber heredado aquello de lo que todos le acusan.... Entre llamadas de atención hacia el peligro de glorificar la violencia y la entrega ciega al combate, por supuesto, hay una importante reflexión sobre las diferencias entre cobardía e instinto de conservación, entre valentía y sacrificio inútil, entre la percepción de lo que los demás interpretan y la realidad tras unos actos que quizá tuvieran una justificación que no se alcanza a vislumbrar desde fuera. En la juventud las convicciones suelen ser inamovibles, absolutas. Pero conforme la vida ofrece nuevas visiones y matices, esas convicciones se tambalean, las percepciones cambian y las cosas ya no están tan claras, incluso aquello que de lo que nunca se había dudado.
Sin perder en ningún momento de vista su objetivo primario Escuadrón cumple a la perfección con su propuesta de entretenimiento juvenil, con acción, comedia y drama a raudales. Con una trama prácticamente autoconclusiva, haciéndola casi de lectura independiente, el final, como suele ser marca del autor con un ritmo un tanto precipitado, deja todo preparado para la siguiente entrega cerrando con las debidas explicaciones, casi todas acumuladas en el tramo final, la mayoría de líneas y cuestiones planteadas, tanto sobre el comportamiento del padre de Spensa como de la naturaleza y misión de los krells o de cómo llegaron en realidad los humanos a quedarse varados en Detritus. En sus últimas páginas no hay un cliffhanger como tal, sino un alto en el camino, un momento de recapitulación y una mirada hacia el futuro. Un futuro que promete muchas aventuras. Esperemos que no tarde en publicarse aquí.
Muy de acuerdo con la reseña. Brandon Sanderson se saca novelones durante la sobremesa cada mediodía. Menudo maestro. Muchas ganas de leer esa secuela.
ResponderEliminarLa productividad de este hombre es admirable, sí. Además de que suele mantener una calidad media alta, sobre todo en el apartado de imaginación y entretenimiento, verdaderamente de remarcar. Yo también estoy deseando seguir leyendo las aventuras de Spensa ;-)
ResponderEliminarSaludos