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viernes, 15 de febrero de 2019

Reseña: La estirpe de los lobos

La estirpe de los lobos.

William Morris.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Cápside editorial. Valencia, 2018. Título original: The House of the Wolfings. Traducción: Sergio Mars. 352 páginas.

William Morris compuso en esta obra, publicada por primera vez en 1890, una epopeya épica de ficción histórica, entremezclando en su escritura prosa y verso, que versa sobre el enfrentamiento de ciertas tribus «godas» germánicas contra la ocupación romana. Precursora, e influencia, de la fantasía de Tolkien —y es placer del lector el ir encontrando los paralelismos y homenajes, aunque tan sólo sea al uso de unas mismas fuentes—, su voz poética y su gusto por el retrato paisajista del escenario se hacen notar dentro de la forma de canto épico de la propuesta. El autor imbuye a la obra de un sabor y una cadencia antiguos, muy acordes al tono de las sagas nórdicas a las que en apariencia busca emular. La fantasía, con profecías, semi divinidades capaces de adoptar diversas formas u objetos de propiedades mágicas, se mantiene presente en un segundo plano, mientras las vivencias y modos de organización de los godos, los consejos de las tribus, las tomas de decisiones, las diversas batallas con tácticas y estrategias enfrentadas, el heroísmo, las gestas guerreras protagonizadas por ambos sexos y un romance secreto y condenado de antemano ocupan el centro del relato. Una obra con valor añadido.

En algún momento en torno a la primera centuria d.C los ejércitos romanos se encuentran inmersos en plena invasión de la Germania, donde los clanes de la Marca Media del Bosque Oscuro deberán enfrentarse a ellos en defensa de sus hogares y familias. Para ponerse a la cabeza de los guerreros reunidos de las diferentes casas, los Hijos del Alce, del Azor, del Cisne, del Leño, del Jabalí y del Oso, además de otros linajes menores o más nuevos, se elegirá a Thiodolf, líder de la Casa de los Hijos del Lobo. Las tribus emprenden entonces el camino hacia la batalla, acompañados por guerreros de la Marca Superior y de la Marca Inferior, gentes emparentados a lo largo de los tiempos con el linaje de las Casas de la Marca Media, mientras atrás quedan mujeres, niños y ancianos para defender sus tierras y hogares.

Mezcla de prosa y verso el relato ofrece un alto componente de poema épico, con los protagonistas dialogando en abundantes ocasiones mediante la poesía, ofreciendo gran cantidad de sugerentes imágenes que hermanan el relato con las antiguas sagas. Algo que, junto a la emulación de un lenguaje antiguo para retratar los eventos y el habla de los personajes, no hace sencilla precisamente la lectura a ojos actuales. Aunque en algunos momentos el texto haga gala de ese lenguaje que podría parecer rebuscado desde la óptica de un lector contemporáneo, con declamaciones de corte casi teatral, la traducción de este volumen consigue destilar toda su esencia, manteniendo el tono perfecto para introducir a los lectores en un mundo violento y a un tiempo poético. Dejarse llevar por ese ritmo arcaico, que alterna entre lentas cadencias descriptivas y apasionadas secuencias sobre todo en torno al combate, es parte de su gran encanto.

Se trata de un relato para el que el lector debe realizar cierta inmersión, cierto esfuerzo de introducirse en un mundo que Morris se explaya con deleite en plasmar descriptivamente antes de lanzarse a la acción bélica propiamente dicha. Hay muchos detalles sobre la organización social, sobre los edificios comunales, los modos de vida, las costumbres, tradiciones y relaciones, tanto de mera camaradería como familiares, de organización bélica o de servidumbre y esclavitud. Más adelante las batallas se adueñan de todo el relato, haciendo palpitar a flor de piel la emoción de los combates, de la entrega y de la defensa de los seres queridos y los hogares que han quedado atrás, mostrando paralelamente el ardor de una mujer —una semi diosa— enamorada de un mortal al que no soportaría ver morir. Thiodolf se verá envuelto así en los manejos de Sol-del-bosque, una valquiria Hija de los Dioses con quien mantiene un apasionado romance secreto, pero quien temiendo el aciago futuro que le ha sido revelado en sus visiones hará cuanto esté en su mano para evitarlo. No importa que con su intervención pueda cambiar el destino de todo un pueblo o el devenir de la historia, le ofrecerá una armadura de manufactura enana con propiedades muy especiales que él, no obstante, siguiendo las tradiciones guerreras de su pueblo se mostrará reacio a portar al ponerse al frente de sus gentes.

Y mientras los guerreros acuden a la batalla Sol-del-salón, la hijastra de Thiodolf, debe esperar en el Hogar y organizar la posible defensa del pueblo y las tierras de toda la tribu. Es curiosa la manera en que Morris ofrece de principio buena parte de los primeros combates entre godos y romanos a través de la visión de la doncella, siendo receptora del relato de los testigos de los mismos y haciendo al lector en ocasiones observador de la historia desde una perspectiva de segunda mano que le hurta la descripción directa de enfrentamientos y batallas, pero sin restarle ni un ápice de emoción y sí aumentando la intriga y la tensión.

Los personajes, salvo Thiodolf y Sol-del-salón, no se encuentran dotados de una singular caracterización, dado que el autor se centra más en los eventos generales que en sus protagonistas. No obstante, con muy poco, apenas esbozos, Morris consigue hacerlos interesantes, mientras la acción presenta tanto guerreros capaces de los más admirables sacrificios como mujeres llenas de ardor combativo, de fuerte espíritu y gran sabiduría, capaces como cualquier hombre de tomar las armas y defender lo que es suyo.

El autor compone una epopeya del mundo antiguo, con evidentes, aunque no dominantes, licencias fantásticas como podría haber escrito cualquiera de los antiguos bardos o cronistas del lejano norte europeo. Como perfecto, la Introducción en torno a la traducción y sobre todo el Apéndice, escritos ambos por Sergio Mars, editor y traductor de la novela en español, ponen en un contexto actual la obra, incidiendo en la importancia que supuso la misma para el nacimiento del género de fantasía épica tal y como es conocido en la actualidad, pero también de otros aspectos significativos como su sustrato filosófico y político dadas las inclinaciones de Morris, siendo así el complemento perfecto para la lectura y su comprensión.

Y es que en ese gusto paisajista y detallista en cuanto al escenario en el que el autor dibuja ya muchos de los temas de la fantasía de Tolkien y autores posteriores desliza también algunas pinceladas sociales de lo que para él vendría a ser un mundo primitivo ideal. Junto a la entrega, el valor, la camaradería, el sacrificio, la justicia o la renuncia, los linajes y familias, la épica, la ambición, la conquista, la búsqueda de gloria, de tierras y botín…, temas centrales de la fantasía moderna, Morris presenta unas tribus organizadas en torno a una sociedad libre, casi se podría decir que democrática en la elección de sus líderes, con cierto equilibrio igualitario y matriarcal y un uso comunal de las tierras o los edificios principales; tribus no exentas de puntos oscuros en su seno, como el estamento de la esclavitud o los sacrificios rituales, pero que básicamente son un pueblo libre que vive acorde conforme un protosocialismo ideal pero no precisamente idealizado.

Pero que nadie se preocupe tampoco demasiado, ni se asuste por la presencia de esta interpretación. Se trata de una lectura subyacente que no hace sombra, sino que acompaña veladamente al canto épico del enfrentamiento de las tribus godas germánicas contra ese enemigo romano que les aventaja en fuerzas y estrategias bélicas, pero al que, no obstante, enfrentarán con todo su valor y perseverancia, decididos a derramar hasta la última gota de su sangre en la defensa de sus hogares, sus gentes y sus modos de vida. Estamos así ante una obra con tanto valor académico como antecedente de la moderna Alta Fantasía como por su retrato épico de una época convulsa y sangrienta —y es que,  aunque el pueblo de la Marca sea ficticio, la Historia muy bien pudo tener lugar en los brumosos bosques del norte, donde leyenda y realidad se mezclan y confunden—.

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