Emilio Bueso.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Gigamesh. Ejemplar de prensa. Barcelona, 2020. Ilustración de cubierta: Alejandro Terán. 384 páginas.
Todo viaje debe llegar a su final y el recorrido por el mundo de Los ojos bizcos del sol alcanza aquí su épico destino. Atrás han quedado las populosas y coloridas ciudades del Círculo Crepuscular y la oscuridad y soledad del Agujero del Mundo. Ahora solo queda el sol inclemente y las arenas y los oasis del Desierto del Mediodía, el ecosistema natal del trapo. El viaje ha sido toda una aventura, pero al grupo le queda todavía mucho por sufrir. Machacados, doloridos, con bajas entre sus filas, los protagonistas van a perseverar en su objetivo de poner en marcha una revolución. La Gran Colmena no va a ponérselo fácil. En un mundo donde la simbiosis está tan arraigada no es nada sencillo romper con lo establecido. Sin olvidar nunca su particular toque de humor corrosivo, Bueso, parece decidido a no dejar palo sin tocar e inicia este volumen con las formas de un western crepuscular de sabor fronterizo muy idóneo para el escenario retratado, con sus saloons y sus pistoleros, cruzado con la magia y el misterio de Las mil y una noches. Después, cuando la maquinaria bélica ya es imposible de detener, se reserva para la segunda mitad una enorme carga épica, como no podía ser de otra manera. Todo lo que han vivido durante su accidentado viaje les ha encaminado hacia allí, hacia una batalla de proporciones epopéyicas con el destino de su mundo en juego. Y eso es lo que van a tener, y el lector con ellos. Es el momento decisivo.
Antes de proseguir, un doble aviso: Es imprescindible haber leído las anteriores entregas para disfrutar en condiciones de esta. Y, aunque intentaré que sean mínimas, la presente reseña es muy posible que contenga destripes de las precedentes. Así que cada cual entre bajo su responsabilidad a leerla.
El Alguacil, que desde su punto de vista en primera persona se mantiene como narrador privilegiado de los eventos, la Regidora y los que los acompañan ya no son los que fueron. El viaje ha cambiado al grupo de aventureros, a unos de forma física, a otros intelectualmente, y sus planes también han variado con los acontecimientos. Ahora es el momento de poner en pie de guerra a las gentes del desierto, seguir sumando fuerzas y asaltar el inexpugnable bastión de la Gran Colmena. Casi nada. Viajando en caravana de escorpiones, en alfombra voladora o en vehículos submarinos de los Antiguos, por el camino, supliendo el puesto de los compañeros perdidos en el desempeño de sus aventuras, van a ir incorporando nuevos miembros a la compañía, incluido un nuevo portador para el trapo, haciendo el grupo aún más heterogéneo si cabe. Cada lugar visitado, como ya sucedía en todos los anteriores, tiene su propia idiosincrasia, cultura y costumbres. Cada paso que avanzan revela nuevas formas de simbiosis, nuevas criaturas a cada cual más impresionante —ay, esos escorpiones gigantes—, nuevas formas de relacionarse o de enfrentarse a la vida entre las arenas. Mucho por descubrir y asimilar.
No obstante, y siendo, muy posiblemente, la más larga de las tres novelas, se antoja que el autor tiene prisa por alcanzar el clímax de la historia,, esa batalla que decidirá el destino de todo un mundo. Utilizando la misma estructura de capítulos muy breves, de pocas páginas cada uno, el viaje por el desierto reuniendo fuerzas para su dispar ejército, se presenta acelerado en exceso, yendo de ciudad en oasis en asentamiento de forma celérica, reclutando, luchando, metiéndose en líos, perdiendo integrantes del grupo, añadiendo nuevos… Todo muy rápido, sin dar casi tiempo al lector para asimilar las maravillas —y, sí, hay muchas maravillas latiendo bajo el sol ardiente del desierto, muchas peculiaridades y diferencia de creencias, muchas ciudades y poblaciones cautivadoras— que los protagonistas se van encontrando, hasta que , mediado el relato, se alcanza cierto punto en que la acción no se frena en absoluto pero la línea temporal se detiene y dilata más en unos acontecimientos determinados, centrándose al fin en el planteamiento y desarrollo del enorme desenlace.
Una rapidez y una acción frenética, casi apabullante, que no impide a Bueso destilar unos cuantos mensajes a través de las acciones y pensamientos de sus protagonistas. De la forma más hábil, en medio de tanta simbiosis con bichos extraños y extraordinarios, el autor introduce en realidad una reflexión sobre la naturaleza del ser humano, de sus contradicciones, de la conciencia ecológica y del materialismo económico, del poder y de las distintas maneras de ejercerlo... ¿No vive en realidad todo individuo de una sociedad humana en simbiosis, aunque sea más o menos débil, con el resto de sus componentes? ¿No se ve afectada cada persona en mayor o menor medida por las decisiones y acciones de aquellos con los que convive? ¿No sufre con los fracasos comunes, con las decisiones egoístas de unos pocos sobre el bienestar de la comunidad? ¿No ve mejorada su vida con los éxitos, con los avances y la solidaridad del grupo? ¿No ve entregado parte de su individualismo por el interés común? ¿No es, en definitiva, la compañía de aventureros sino otro tipo de Colmena, colaborando mientras tienen un mismo objetivo en mente y disgregándose cuando dejan de compartir el mismo?
La profusa acción no hace sino remarcar los mensajes. En medio de la revolución se hace evidente la futilidad de las guerras y de los espurios objetivos que se esconden tras ella. En medio de una simbiosis que alarga las vidas más allá de lo que es natural para algunos organismos se hace patente cómo el paso del tiempo todo lo borra, todo lo lleva al olvido, y la Historia se convierte en un elemento inútil condenado a repetirse. En medio de un posible derrocamiento de régimen se hace patente que en muchas —¿todas?— ocasiones los grandes líderes iluminados tan solo vienen a ocupar el lugar de un mal con otro. En medio de un intento de cambio de paradigma se hacen evidentes los peligros del pensamiento único, de los totalitarismos, de la obediencia ciega...
Fiel a sí mismo y a lo que ha sido toda la trilogía, Bueso sigue incluyendo referencias de lo más peregrinas, en esta ocasión, y como no podía ser de otra manera, con predominancia de esas historias y cuentos del desierto, tanto arábigo como del Far West, que —casi— todo el mundo tiene en mente, pero también con certeros dardos críticos hacia ciertas comunidades que medran en las redes sociales de nuestra realidad amparadas en el anonimato grupal. El estilo se mantiene directo y el lenguaje coloquial y cercano. La atmósfera se vuelve cada vez más demencial, pero el autor consigue mantener al lector en todo momento dentro de la historia, sin perderlo por vericuetos innecesarios, incluso cuando el protagonista se adentra en escenarios absolutamente alienados, incomprensibles desde su óptica de narrador implicado en la acción.
El final resulta demoledor, no solo por la gran destrucción asociada al enfrentamiento, pero sobre todo, de forma harto irónica, perfectamente coherente con todo lo que el relato había venido ofreciendo hasta el momento definitivo. Tal vez no sea el cierre que algunos lectores esperan, pero los últimos capítulos y el Epílogo para piojosos son un retrato exacto de lo que la trilogía ha sido. Un juego de engaños y de lealtades enfrentadas, una disección de la contradicción del alma humana, una denuncia del egoísmo corporativo, una revelación de secretos, una exploración del individuo y la colectividad, un canto épico por aquellos que todavía sueñan con cambiar el estado de las cosas... ¿Que si deja con ganas de soltar unos cuantos tacos al cerrar el libro? Por supuesto que sí. El trapo sabe.
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