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sábado, 26 de diciembre de 2020

Reseña: La vida secreta de los bots

La vida secreta de los bots
y otros relatos.

VV.AA.

Reseña: Santiago Gª Soláns.

Gigamesh. Col. Breve # 11. Barcelona, 2020. Ilustración de cubierta: Alejandro Terán. 266 páginas.

Con este volumen la editorial Gigamesh inaugura una «colección» de selecciones de los mejores relatos de ciencia ficción y fantasía extraídos de las monumentales antologías de Jonathan Strahan. En concreto la presente responde a los elegidos entre el contenido en el volumen de 2017, y tiene continuidad en una segunda entrega, Lenguas maternas y otros relatos, con material de la selección de 2018. Esta antología recoge cuatro cuentos que ya habían sido publicados anteriormente por la editorial en el volumen promocional que habitualmente regala con las compras de sus libros en el Día del Libro, concretamente en el de 2019, a los que se suman para la ocasión dos nuevas incorporaciones, uno inédito y otro ya publicado en español, pero ahora traducido de nuevo, como suele ser política de la editorial. Seis historias muy diferentes que, como bien se indica en el prólogo vienen a dar cuenta de la variedad de procedencias, geográficas y genéricas, del fantástico internacional actual. Robots, posthumanismo, problemas de comunicación lingüística, antibelicismo, impresión de alimentos, prejuicios raciales, capitalismo extremo deseos de perdurabilidad… Cuentos notables en una edición notable, preciosa, en cartoné y con unas ilustraciones interiores, algunas de las cuales acompañan a esta misma reseña, tan variadas como los propios cuentos que ilustran. Todo un acierto por parte de Gigamesh.

lustración de Javier Rodríguez
El primero de los relatos es Zen y el arte del mantenimiento de naves espaciales, de Tobias S. Buckell (Título original: Zen and the Art of Starship Maintenace. Traducción de Ainara Echaniz. Ilustración de Javier Rodríguez), donde el autor va a ofrecer toda una vuelta de tuerca al tema de las tres leyes de la robótica asimovianas. No se trata de que un robot haga daño a un humano, sino de impedir que el humano se salga con la suya en sus ilícitas intenciones. El protagonista, y punto de vista narrador, no es exactamente un robot, sino una conciencia digitalizada, volcada en una unidad de mantenimiento como parte de un trato a largo plazo, que deberá lidiar con los imperativos programados en su sistema para evitar que sea un humano quien haga algo ilícito. Buckel va a lanzar al lector a la vorágine sin cortapisas, sin explicar contexto ni escenario, haciendo que la mayor parte del mismo sea deducido por los detalles de la lectura.
 
En torno al agujero negro que orbita Purth-Anaget ha tenido lugar una apabullante batalla espacial donde se dirimía el resultado de una reciente opa hostil a nivel estelar. En la nave Con toda sinceridad, después de setecientos segundos de absoluto terror e incertidumbre, y mientras la tripulación se regocija con las ganancias de la victoria, el narrador, una forma de mantenimiento, encuentra entre las sombras del casco de la nave que le acoge a un gerente escapado de la debacle de la flota enemiga, quien le impone una orden verbal con el deber de ser obedecido superior a los protocolos que le compelen a informar a seguridad. El protagonista deberá echar mano de todos los favores que se le deben y de todo el ingenio del que dispone para ayudar al indeseado humano mientras busca una salida adecuada al dilema al que se ha visto arrastrado. Un relato que introduce toda una serie de dilemas morales al debate sobre el posthumanismo y sus posibilidades, donde el cambio del cuerpo humano o el volcado de mentes se enfrenta a individuos y grupos radicales empeñados en mantener la esencia de la forma humana, del cuerpo humano como símbolo de una herencia compartida al punto de convertirse en auténtica religión. Sobrevuela, cómo no, la eterna pregunta de cuál es en realidad y dónde reside la auténtica naturaleza del ser humano Y también se incide en el desarrollo de un mega capitalismo que lleva a sus extremos toda forma de mercantilismo, como el de entregar la mente a cambios de servicios de larga duración en el tiempo para obtener beneficios a muy largo plazo. Buen principio para la antología, aunque hay detalles que pueden resultar un tanto oscuros.
 
Muy al contrario Veredas, de Maureen McHugh (Título original: Sidewalks. Traducción de Elena Macian Masip. Ilustración de Ana Oncina) hace de la sencillez y del tono directo su virtud. La autora explora uno de los temas básicos de la ciencia ficción —o de la fantasía, según a quien se pregunte—, que es mejor que el lector descubra por sí mismo para no romper la sorpresa. Rosni Gupta es una logopeda que trabaja para los servicios sociales del condado de Los Ángeles, dando asesoramiento en problemas derivados de que la persona a evaluar sufra sordera, dislexia, apoplejía, autismo… Cuando acude a Arrowhead, un centro de psiquiatría en Inglewood, para examinar a una paciente llevada allí tras ser detenida por la policía y que no parece decir más que incoherencias pronto descubre, gracias a su marido, que el caso es más complejo, y a la vez sencillo, de lo que parece.
 
Un relato cargado de sensibilidad y empatía que aprovecha para mostrar las debilidades del sistema social del bienestar occidental, donde tan fácil es que los desfavorecidos desaparezcan en sus zonas más difusas. Une también temas candentes como la problemática de la inmigración junto a los prejuicios por sexo, raza o edad que todavía se cuelan en el día a día en los más pequeños detalles. La autora incide en la dificultad de comunicación entre quienes no comparten un mismo lenguaje, y en el abandono de quien no puede hacerse entender, a la vez que, de alguna manera, reivindica los estudios clásicos..
 
Ilustración de Albert  Monteys
A continuación viene un relato, ganador del premio Hugo, con una óptica de los robots y la Inteligencia Artificial muy diferente de la del primer cuento de la antología, mostrando la variedad de enfoques que el género permite. En
La vida secreta de los bots, de Suzanne Palmer (Título original: The Secret Life of Bots. Traducción de María Alfonso. Ilustración de Albert  Monteys), después de años almacenada en el desguace, Nave es despertada y enviada al espacio para una última misión desesperada. Dada la enorme cantidad de errores y desperfectos que hay que solventar, despierta a todos sus bots de mantenimiento, incluido al más antiguo de los que siguen operativos, Bot 9, perteneciente a un modelo multifuncional con fama de inestable, dándole la tarea de acabar con un Incidente, un resto de una plaga biológica sufrida mientras la Nave se encontraba almacenada.
 
El relato va alternando la persecución del diminuto bot en pos de atrapar su elusiva presa con escenas de la tripulación encargándose de la misión que les ha sido encomendada, recayendo sobre ellos las esperanzas de supervivencia de toda la humanidad. Irónico y divertido, con un ritmo frenético, un agradable humor, y un gran desenlace, muestra que incluso los más pequeños, los desahuciados porque se han visto superados por los avances del tiempo y la tecnología, los invisibles porque permanecen fuera de la vista, pueden salvar el día de la forma más inteligente. La estructura permite mantener una intensidad encomiable, intentando primero descubrir qué es lo que está persiguiendo el bot, mientras su interacción con algunos de sus compañeros más modernos le muestra una auténtica sociedad mecánica que late en los entresijos de Nave,  lejos de la atención de los humanos, y luego la manera en que se podría completar la misión, algo que parecería muy por encima de sus capacidades. La unión hace la fuerza, dicen, y parece que así es el caso.
 
Ilustración de  Natacha Bustos
En
La Luna no es un campo de batalla, de Indrapramit Das (Título original: The Moon Is Not a Battlefield. Traducción de Teresa Jarrín. Ilustración de  Natacha Bustos), narra en formato de entrevista, la historia de dos niñas de la casta intocable nacidas en la megalópolis de Calcuta, que son «reclutadas» por el Gobierno y llevadas a la Luna para convertirlas en soldados, asuras, defensoras astrales de la República de la India. La historia que la asura Gita, ya retirada del servicio, va a contarle a un periodista que conociera tiempo atrás y que ahora ha acudido a ella, a los pies del ascensor espacial, a recoger las vivencias de la joven soldado en el satélite, en torno a las escaramuzas y combates que periódicamente tenían lugar entre las diversas potencias que habían establecido bases lunares, a las condiciones de vida y a los sueños de una vida mejor tras su licencia del ejército. En la Luna se desarrolla una clase de «guerra» muy diferente a la que se puede luchar sobre la superficie de la Tierra, dadas las particulares condiciones atmosféricas y de gravedad.
 
Una historia que lleva el antibelicismo por bandera, que confronta el ideal de la India de codearse con las grandes potencias del globo con la palpable realidad de la miseria en la que viven cientos de miles de sus ciudadanos, donde el sistema de castas sigue siendo una barrera infranqueable para demasiadas personas en sus aspiraciones de mejora social. Desarraigo, compañerismo, amor, y una historia tan nostálgica como dura, que tanto habla de la dejación y abandono hacia los veteranos después de su servicio, como del expansionismo y mercantilismo de la exploración espacial, con reclamaciones territoriales fuera de la Tierra que reproducen los viejos problemas de las naciones sobre el planeta.
 
Viene a continuación los dos relatos «inéditos» dentro de este volumen.
 
En El Obelisco Marciano, de Linda Nagata (Título original: The Martian Obelisk. Traducción de Teresa Jarrín. Ilustración de  Jordi Pastor) Susannah LiLangford, una arquitecta que ha alcanzado las máximas cotas en su carrera, lleva ya diecisiete años trabajando a remoto, desde la Tierra, en el Obelisco Marciano, su forma de dejar la huella de la humanidad en Marte para la posteridad, un proyecto al que aún quedan como poco otros seis y pico para quedar completado,. Fracasados todos los intentos de establecer colonias estables en el Planeta Rojo, la última hacía apenas unos meses, el Obelisco parecía un último grito de pervivencia, un hito marcado para la eternidad del paso de los seres humanos por Marte. Pero cuando recibe una alerta, el aviso de una anomalía acercándose al obelisco, todos los parámetros de la obra de ingeniería podrían cambiar.
 
Una historia de supervivencia y un canto de amor hacia lo que cada persona puede conseguir a título individual unida a una nota de agridulce pesimismo esperanzado hacia lo que la inercia del conjunto, la dejadez de funciones, condena a la humanidad una y otra vez al fracaso en sus grandes proyectos, pese a lo que sigue intentándolo una y otra vez. El anhelo de dejar una obra que perdure más allá de la propia existencia, enfrentada a lo efímero de los gestos que realmente importan.
 
Ilustración de Fernando Blanco
Y cierra el volumen
Una serie de chuletones, de Vina Jie-Min Prasad (Título original: A Series of Steaks. Traducción de Salvador Tintoré. Ilustración de Fernando Blanco). Helena Li Yuanhui, de Cárnicas La Espléndida, es una falsificadora. Su labor consiste en renderizar e imprimir diversos tipos de sucedáneos cárnicos y suministrárselos a pequeños restaurantes hasta conseguir el suficiente dinero como para comprar un cambio total de nombre y un billete de avión a un destino lejos de Nankín. Cuando recibe el encargo de un hombre que prefiere mantenerse en el anonimato de que le imprima doscientos chuletones T-bone con unas características muy específicas, sabe que es una tarea imposible, pero no puede negarse, pues el hombre la amenaza con desvelar su paradero a ciertas personas que se pondrían muy contentas de conocerlo.
 
Una divertida historia, con un fino humor y cierta ambigüedad moral, que advierte de tener cuidado con timar al timador. Lleva el tema de las falsificaciones de objetos comerciales en un mercado nuevo con amplia demanda a un nuevo nivel, mientras muestra un camino, la impresión de alimentos, ya en investigación a falta de perfeccionamiento, y la picaresca que seguro que tiene lugar cuando se alcance ese objetivo. Hay un personaje, secundario pero muy importante, que saca un poco del relato por su absoluta conveniencia y perfección, pero es una nota menor frente a la bondad general de la historia. Al final todos obtienen lo que se merecen, con lo que es una magnífica y gratificante manera de terminar el volumen.
 
La lectura de esta antología inicial del proyecto de selección de los mejores relatos de ciencia ficción y fantasía, espléndidamente editada por Gigamesh en su colección Breve, resulta en efecto demasiado breve, dado el disfrute de los cuentos propuestos. Una estupenda iniciativa que pone a disposición de los lectores relatos punteros de la ciencia ficción y la fantasía internacional.

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