Joe Hill.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna ediciones. Col. Noches negras # 14. Madrid, 2021. Título original: Full Throttle. Traducción: Pilar Ramírez Tello y Manuel de los Reyes. Ilustración de cubierta: Alan Dingman. 612 páginas.
Segunda antología de relatos de Joe Hill, hijo del famoso escritor… Sí, supongo que resulta inevitable que salga a relucir el parentesco. Tan inevitable que el mismo autor abre el volumen con una Introducción con el singular título de: ¿Quién es tu padre? La cuestión no es baladí, dado que padre e hijo incluso comparten la escritura de dos de los relatos aquí incluidos, y Hill no solo habla de su infancia, de toda la morralla que escribió en sus años de aprendizaje y de la manera en que durante mucho tiempo intentó por todos los medios evitar la alargada sombra de su progenitor, sino que da cuenta en todos aquellos autores que también fueron sus padres, literarios en este caso. La recopilación recoge trece relatos variados de gentes corrientes, de cualquier estrato social, que de improviso se ven envueltas en situaciones de lo más extraordinario. Algunos juegan con el elemento sobrenatural, otros pertenecen al más descarnado y brutal realismo —muchos con un alto componente de crítica política y social sobre la actualidad—, unos se decantan por la ciencia ficción, otros —la mayoría— por un horror cercano…, casi todos, como él mismo indica, incluyen un homenaje a los autores, literarios o cinematográficos, que le han influido y marcado en su carrera.
Conforme iba leyendo cada uno de los cuentos iba tomando nota mental de todos esos homenajes, algunos muy evidentes, otros no tanto, para enfocar esta reseña en esa dirección, pero entonces la recopilación se cierra con unos Apuntes y agradecimientos donde el autor desgrana las influencias de cada cuento, la idea con que fueron escritos —algunos para volúmenes en memoria de autores fallecidos, otros como respuesta a peticiones para antologías temáticas de experiencias aéreas, zombies o terror en general, uno como una especie de experimento publicado en un vinilo, otro inspirado en una ilustración, dos originales escritos para la ocasión, alguno pensado para ser adaptado a la TV…—, y me chafó momentáneamente todo lo que ya tenía en mente por aquello de no repetir lo que ya explicitaba el propio autor. Pero qué demonios, tampoco me voy a privar de comentarlo, ¿no?
Abre el volumen Acelera, la primera de las dos colaboraciones con Stephen King incluidas en el mismo. Declarados admiradores ambos, el duo ofrece aquí su particular visión de El diablo sobre ruedas despojado de cualquier veleidad paranormal, sirviendo de homenaje tanto al trabajo de Spielberg como a la idea original de Richard Matheson. Todo empieza con una banda de moteros que se aleja de la escena de su último, siniestro y no exactamente intencionado crimen. Tras parar a repostar, serán acosados por un camionero anónimo que va a intentar matarlos por todos los medios sin que sepan el motivo para tanta inquina. Vince es el jefe de la banda motera conocida como la Tribu, sintiendo que su tiempo ha pasado; Race es su hijo, siempre queriendo correr por delante, más rápido que el resto, como siquiera dejar algo atrás. El resto de moteros componen una banda crepuscular, que llevan arrastrándose demasiado por las carreteras, enfrentados a la sabia joven, más impulsiva, con ganas de acelerar a tope. En medio de la persecución los autores todavía tienen la habilidad de facturar una historia de relaciones problemáticas entre padre e hijo, de desencanto y relevo generacional, de vacío existencial, de hacerse valer por uno mismo aunque no se tenga nada por lo que hacerse valer realmente, de cobardía y lealtad. Adrenalina pura mientras se da gas y acelera.
Dados a las comparaciones, cabe decir que el segundo cuento, El carrusel de las sombras, es el más «kinginano» de los aquí recogidos. Dos parejas de jóvenes acuden a una feria en el embarcadero del paseo marítimo del cabo Maggie y la noche termina muy mal, visceralmente mal. Divirtiéndose entre los habituales puestos de comida y atracciones para todos los públicos, el narrador, su novia Geri, el hermano de esta, Jake, y Nancy, su novia, la jornada discurre entre risas hasta que montan en la Rueda Desenfrenada, un carrusel un tanto inquietante, de figuras deterioradas y algo morbosas. A punto ya de irse Geri echa en falta un billete de 50 dólares, y los cuatro, después de haber bebido más de lo deseable, van a tomar una mala decisión. A partir de ahí las cosas solo van a ir de mal en peor. Un terror muy a lo King. Grotesco, sugerente y bastante agobiante, con una venganza sobrenatural y criaturas fantásticas acechando en las sombras y la niebla.
Ilustración de Dave mcKean |
Bradbury es una de las influencias confesas de Hill, y en Junto a las aguas plateadas del lago Champlain homenajea uno de sus cuentos más celebrados y tristes, aunque por lo que comenta tan sólo fuera de rebote. Al salir a jugar en una mañana brumosa unos niños encuentran en la orilla del lago Champlain, en la frontera entre Canada y los EE.UU., una roca que no estaba ahí el día anterior. Pronto se dan cuenta de que no es una roca en absoluto. Capturando a la perfección las voces y los matices de actuación de los niños, perfilando sus personalidades y anhelos con apenas unos esbozos que los dotan de vida, el autor ofrece una historia que habla de celos y riñas entre hermanas, de amores y sueños de de fama adolescentes, y cierra el cuanto con giro trágico marca de la casa que rompe el corazón, pero de una manera muy diferente a la elegida por Bradbury.
Ilustración de Dave mcKean |
Con uno de los enfoques más emotivos, tranquilos y evocadores del volumen Apariciones desplazadas es uno de esos cuentos que hablan al corazón. Un camionero desempleado, tras la muerte de sus padres y debiendo ocuparse de poner en orden lo que han dejado atrás, entre otras cosas devolver un libro que su madre sacó en préstamo de la biblioteca y nunca devolvió, empieza a trabajar en un singular Libromóvil en la pequeña localidad de Kingsward, pero algunos de los que vienen a devolver libros fuera de plazo no son precisamente de su época. De hecho algunos murieron sin poder terminar su lectura ni devolverla a la biblio. Fantasmas del pasado con una última lectura por terminar. Cada lector debería recibir el libro adecuado en el momento indicado. De hecho, a veces es el libro quien encuentra a su lector y no al revés. Personajes sugerentes y atractivos, y una historia sobre la muerte, entre la nostalgia, lo dramático y la ironía, que es también un canto de amor a la literatura y a las bibliotecas que ponen los libros al alcance de todo el mundo. Conmovedora, gentil, con un puntito doloroso, una gota de cinismo y mucha belleza en su mensaje.
Entrando en el ámbito de la ciencia ficción, en Lo único que me importa eres tú Iris es una niña bien cuyo padre ha caído en desgracia, dejando a la familia no arruinada, pero sí en situación apurada. En su dieciséis cumpleaños parece que ninguno de sus deseos va a cumplirse, hasta que se cruza en su camino Chip, un mecano —un chico robótico— que a cambio de un par de fichas se convertirá en su amigo del alma durante los próximos 59 minutos. Iris tan sólo quería que le llevase su monorrueda, a la que le han robado la batería, hasta su casa, pero Chip conseguirá convertir un día triste en algo espectacular, colándola en una fiesta ajena, y cambiando su perspectiva del mundo. Con un magnífico escenario, se trata de un relato cargado de dulzura, dentro de lo duro de a situación, hasta que llega el demoledor, pragmático, cínico y demasiado real giro final que hace que el lector se cuestione lo leído. La banalidad, la falsa amistad que huye ante los problemas, la tiranía de la moda y del mercado que crea la necesidad de estar a la última siempre el primero... Una historia entrañable y reconfortante hasta que te revienta contra la mente.
La huella dactilar vuelve al más descarnado realismo. Ocho meses después de su regreso de Abu Ghraib, donde hizo cosas de las que se arrepentía, Mal trabaja de camarera en el Milky Way e intenta dejar todo su pasado, los horrores, las vejaciones y las torturas en que participó, atrás, pero parece que el mismo no va a dejarla a ella. Un día recibe de foorma misteriosa un sobre que tan solo contiene una hoja de papel y la huella dactilar de un pulgar en tinta negra impresa en ella. Pronto recibirá más. Y es que alguien parece estar acechándola. Ahora le toca a ella descubrir de quién se trata y el motivo por el que lo hace. Una historia de tensión creciente con los horrores de la Guerra de Irak, las tropelías cometidas por las tropas estadounidenses sobre los prisioneros, de trasfondo. Una historia que habla del estrés post traumático, de las heridas que nunca cierran por mucho que se quieran dejar atrás, y los autoengaños que se necesitan para seguir adelante después de haber bajado a los más inmundos pozos de deshumanización. El horror de lo que unos humanos pueden llegar a hacerle a otros, sin ninguna participación sobrenatural, es el peor horror que pudiera contemplarse, el que más cala en el alma, el que tensa la cordura hasta un punto en el que ya no hay vuelta atrás. ¿Al final cada cuál cosecha lo que ha sembrado?
La sigue El diablo en la escalera. Una magnífica historia, casi mitológica, entre Poe y la Divina Comedia, redondeada con una maquetación singular y extraordinaria. Los párrafos están estructurados en forma de escaleras, conduciendo la vista y la atención en un juego cómplice con el lector, pudiendo entresacarse diferentes, casi enfrentados, mensajes de lo narrado. Un pueblo encaramado en las crestas más altas de Positano y ochocientos veinte escalones hasta el mundo de abajo. Laberintos de escaleras de ladrillo, de granito, de mármol, de madera… Escalones que subir y bajar, arriba y abajo y arriba de nuevo cargando pesadas piedras de mármol para su padre albañil o tinajas de vino de un comerciante extranjero, sin salirse del camino, sin cruzar puertas de verjas que no deben traspasarse. Una verja en concreto dicen que conduce al propio infierno, algo que el protagonista no quisiera comprobar. Un crimen execrable es el corazón de una historia de amor mal entendido, de envidia y egoísmo, de celos injustificados, de racismo y condenación. De destinos aciagos. Duro y con un punto trágico.
Ilustración de Dave mcKean |
En Rosas se presenta una interesante dicotomía entre lo fantástico o lo imaginado. Jack es apenas un crío cuando una buena mañana su madre, Rosa, intenta huir con él abandonando a su tiránico marido, todo un patriota que planea atentar contra el gobierno federal, harto de sus leyes e imposiciones. Pero no consiguen ir muy lejos y son detenidos por este con la aquiescencia del agente de la policía del lugar. El padre de Jack deja que ella se vaya, pero se queda con su hijo, a quien envenenará con ideas radicales, hasta que reciben la triste noticia del fallecimiento de su madre. Estaba muy enferma, le dicen, bebía mucho. Pero Jack no las tiene todas consigo. Tras comprar unas semillas a una misteriosa anciana y plantarlas sobre la tumba de su madre empiezan las pesadillas y los sucesos extraños. Con un alto componente de política, que pone en cuestión ciertas tendencias actuales en los EE.UU., como QAnon, muestra la paranoia, las teorías conspiranoicas, el lavado de cerebro para maquillar la realidad, los fanatismos redneck extremos…, en los que está sumida una parte del país. Junto a ello Hill ofrece una espeluznante historia de retribución y venganza con un toque sobrenatural, weird, que quizá no esté ahí. ¿Es real lo que Jack está viviendo o son entelequias creadas por su mente necesitada de una válvula de escape?
La segunda colaboración con Stephen King es casi de por sí una novela corta. En la hierba alta encierra un terror psicológico y angustiante. Cal y Becky DeMuth son unos hermanos perfectamente compenetrados. Cuando ella se queda embarazada en su primer curso en la universidad él se ofrece a acompañarla hasta la Costa Oeste a vivir con sus tíos mientras dure el embarazo. De camino, en un despejado tramo de la Ruta 73 en Kansas escuchan de casualidad una llamada de auxilio proveniente del campo de hierba alta que se extiende a un lado de la carretera. Pero cuando acuden al rescate de un niño y su madre de quienes tan sólo escuchan sus voces, son ellos mismos los que van a perderse. Al separarse, aún sintiendo que se encuentran muy cerca, les resulta imposible volver a encontrarse. Un terror psicológico, con un poquito de horror directo y algo de gore, realmente agobiante, con un tramo final que quizá desmerezca un tanto la tensión creada hasta entonces, pero un final muy adecuado.
Ilustración de Pedro Correa |
Y cuando el volumen parece haber terminado, la mínima nota Sobre el autor incluye Una pequeña congoja, un corto regalo de despedida que habla mucho de la filosofía de vida del propio Hill.
Un sólido y ameno recorrido por la obra breve reciente del autor —catorce años en realidad—, con relatos de diferente calidad, pero que rayan a buen nivel en general. un volumen con, como suele ser habitual, un poco de todo. Movido y entretenido, aterrador y cautivador, inquietante muchas veces por lo que habla del espíritu humano y de sus honduras, desasosegante, divertido y con unos cuantos sobresaltos y escalofríos. Historias sin finales felices en la mayoría de los casos, sin redención para los pecados y sí una buena condena. Historias con un reconocido bagaje de homenaje, pero que muestran una personalidad, una voz propia del autor, consiguiendo distanciarse de sus influencias, pero sin renunciar ni avergonzarse en absoluto de ellas. Hill maneja a la perfección el lenguaje y las descripciones: perfila a los personajes con las justas medidas consiguiendo hacerlo cercanos y verosímiles, y establece los parámetros en que va a transcurrir la trama con un par de expresiones certeras, para luego retorcerlo todo dándole totalmente la vuelta. Subvierte la realidad, la moldea a su antojo para luego destrozarla ante el lector. La edición de Nocturna, haciendo uso de dos traductores que están más que a la altura, mantiene esa voz sin que se produzcan discrepancias ni cambios en el estilo del autor entre una y otro, haciendo de la lectura una muy grata experiencia.
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