Crónicas de la Nuncanoche, 1.
Jay Kristoff.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna. Col. Literatura Mágica # 104. Madrid, 2021. Título original: Nevernight. Traducción: Manu Viciano. Ilustración de cubierta: Jason Chan. 728 páginas.
Con esta novela Kristoff inicia una trilogía de fantasía oscura, menos «juvenil» que obras anteriores del autor —aunque pueda perfectamente ser leído por jóvenes, por supuesto—, sobre la forja de una asesina en busca de venganza. Dentro del género fantástico novelas sobre «alguien» estudiando y practicando para llegar a ser el mejor «algo» —mago, espadachín, asesino…— están a la orden del día y casi se han convertido en un subgénero con nicho propio, por eso es tan importante intentar mantener un ápice de originalidad y de inventiva cuando se afronta un proyecto semejante si se quiere salir bien parado ante las comparaciones, algunas muy obvias. Kristoff aúna ambas cosas y sale airoso con una novela tan entretenida como bien construida, aunque quizá se le pueda echar en cara lo recargado de algunas descripciones. Porque, en efecto, lo que los lectores van a a encontrar en esta primera entrega de la trilogía es el entrenamiento y estudios —de esgrima, venenos, espionaje, seducción…— de una joven, Mia Corvere, para llegar a convertirse en miembro destacada de una orden de asesinos, siempre con la mente puesta en conseguir obtener su venganza sobre aquellos que destrozaron su familia. Una fantasía oscura repleta de intriga, conspiraciones, amistades y enemistades encarnizadas, tensión, violencia, muchas y sangrientas muertes, misterios, magia, humor tabernario, escarceos lujuriosos, traición y venganza sobrevolando todo el texto. Y todo ello bastante explícito cabría decir. Después de que la trilogía hubiese empezado a publicarse en otra editorial, y quedase colgada a falta de su tercer volumen, es muy de agradecer el esfuerzo por parte de Nocturna para recuperar la obra desde el principio, con una edición magnífica y de gran belleza que mantiene, además, la excelente traducción.
Siendo una niña de apenas diez años, nacida y criada con un alto estatus social, Mia va a ver su familia destruida. Su padre es ejecutado por intentar sublevarse contra el orden establecido. Su madre y su hermano pequeño, casi un bebé, son encerrados en la peor y más malsana de las cárceles. Y ella es arrastrada a un sucio callejón por unos hombres con órdenes de hacerla desaparecer. Un hecho fortuito, una conexión con las sombras, la hará sobrevivir al intento de asesinato y la conducirá por un camino inesperado al ser tomada bajo el ala de un mentor bastante especial, un antiguo asesino que la iniciará en los secretos de la Iglesia Roja. Si consigue ser aceptada en su seno como discípula al cumplir los dieciséis años, cuatro serán las materias en las que deberá destacar, cada una impartida por un profesor o profesora de lo más singular: armas —Canciones—, venenos —Verdades—, latrocinio —Bolsillos— y secretos —Máscaras—. Por cada una de las cuatro ramas de estudio sólo uno de los cerca de treinta aspirantes se convertirá en un asesino de pleno derecho, una «hoja» de la diosa Niah, Señora del Bendito Asesinato, Madre de la Noche. Una circunstancia que llevará a los acólitos a competir duramente entre ellos superando las más duras —y crueles— pruebas, y no todos ni mucho menos llegarán vivos hasta el final. El llamado Monte Apacible, refugio secreto y lugar de estudio de la Iglesia Roja, puede llegar a resultar un sitio de lo más peligroso.
La acción principal de la novela se encuentra situada en el presente de Mia, aunque durante el primer libro, de los tres en que se encuentra dividida la obra, cada capítulo es introducido por hechos destacados de su pasado, incidiendo sobre todo en los eventos principales que la llevaron a recorrer semejante camino, tan diferente del que parecía tener marcado por su nacimiento patricio. Destaca la ambientación con una República de Itreya basada de algún modo en la república de la Roma clásica, pero cuya capital central, la isla de Tumba de Dioses, rememora un escenario veneciano, con sus canales, góndolas, máscaras y palacios. Una ambientación en la que se demuestra imprescindible la singular configuración estelar de ese mundo, en torno al que giran tres soles que casi nunca se ponen a un mismo tiempo y convierten a la noche, la Veroscuridad, en algo que sólo tiene lugar cada dos años y medio aproximadamente. Un mundo, dadas sus singulares circunstancias, dominado por el sacerdocio de los adoradores del dios de la luz, y en el que la oscuridad y sus seguidores no tienen lugar más que en las sombras, perseguidos con ahínco y sin piedad al ser considerados herejes por la religión oficial afín al poder establecido.
Uno de los grandes aciertos de Kristoff es la interesante voz narrativa creada mediante el uso de un narrador en tercera persona prácticamente omnisciente, sobre todo acerca de la vida de la protagonista, pero también sobre otros acontecimientos en los que ella no se encuentra directamente presente. Un narrador que no duda en interpelar de forma directa, y jocosa, al lector, con fórmulas de lo más coloquiales, adelantándole acontecimientos futuros incluso. Un narrador que no llega a presentarse a sí mismo en momento alguno, pero de quien es fácil sospechar su identidad. Mia es la protagonista absoluta, aunque unos cuantos de sus compañeros y profesores cobran una destacada importancia, tanto sea en forma de aliados como de enemigos declarados. La competición entre los aspirantes es implacable, aunque siempre quede un resquicio para la camaradería y la atracción mutua que quizá debiera ser desechado. En la forja del asesino más letal ningún tipo de moral tiene cabida, ni ningún tipo de sentimiento bondadoso. El triunfo lo es todo, y los medios no importan para conseguir el fin. Sólo la lealtad a la propia Iglesia Roja ha de permanecer en sus corazones. Y Mia no es una excepción, abierta a toda acción que le acerque a la consecución de su objetivo, pierda lo que pierda por el camino.
Los lectores, mediante la voz cómplice del narrador, a veces lírica a veces de lo más mundana, van a ir conociendo sus habilidades y limitaciones al mismo paso que ella lo hace, incluso recuperando memorias de su pasado profundamente enterradas en su subconsciente. Van a ir viviendo de primera mano el contacto con sus nuevos compañeros. Van a asistir a sus frustraciones y logros, sus dudas, recelos, convicciones, desvelos y renuncias. Es un largo camino y la joven va a descubrir que la ventaja que le da su conexión con las sombras, su condición de tenebra, magníficamente tratada en todos sus aspectos —desde la capacidad de crear una capa de sombras que la oculta ante el mundo pero que también le oculta a ella lo que la rodea, a otros diversos y creativos usos dentro de un combate, pasando por la compañía de cierto acompañante, Don Majo, irónico y bastante crítico—, no siempre es algo favorable, más aún cuando, por un motivo u otro, tenga que renunciar a la misma.
Un aspecto llamativo la novela es que se encuentra, sobre todo en su primera mitad y algo menos después, plagada de notas a pie de página, muchos de ellos bastante largos, a modo de ladrillos de información. Un formato que suele resultar un tanto antipático de leer, por las interrupciones que motivan que en ocasiones la información no fluya de la manera más orgánica, pero que aquí sobre el papel, contrariamente a lo que se pudiera pensar, funciona realmente bien. El autor introduce a través de ellos una enorme cantidad de información sobre el mundo, los personajes, las circunstancias históricas y toda suerte de otros temas, mediante una alocución directa y divertida hacia el lector. El recurso continuo del humor ayuda con creces a digerir lo ofrecido, cerrando gran parte de estos comentarios con una broma o requiebro bastante retorcidas la mayoría de las veces.
Dando cuenta de que sabe el material que se trae entre manos, esa forja de una asesina que se ha de despojar de toda bondad para alcanzar sus objetivos, Kristoff no escatima sangre a lo largo de las páginas de la novela, llegando algunos a bañarse literalmente en ella en algún momento, y rozando en algún momento el gore en otros. Dolor, asesinatos, violencia, torturas, muertes y traición están a la orden del día en la vida de Mia. Pero también hay mucho humor, tan divertido como cáustico y negro, y un par de encuentros subidos de tono —¡eh!, son jóvenes y, de alguna retorcida manera que es conveniente que cada lector descubra por su cuenta, hermosos—. Cada capítulo destila acción, incluso en los más aparentemente calmados están sucediendo cosas sin cesar, llevando en volandas la trama hacia el épico cierre, con un buen número de giros y sorpresas incluidos por el camino. El autor utiliza un lenguaje franco, explícito en el uso de tacos y otras expresiones coloquiales, con descripciones elaboradas y detalladas que, no obstante, no interrumpen en mayor medida la acción. La prosa, aquí mediante la certera y bien resuelta traducción de Manu Viciano cuya tarea no se antoja sencilla en ocasiones ante el gran número de neologismos y vocabulario «especializado» utilizados por Kristoff, se revela muy trabajada y agradable. La novela, siendo de alguna manera autoconclusiva en el tema del aprendizaje de Mia, no tiene un final cerrado en absoluto, sino que deja bastantes cuentas pendientes para las futuras entregas. Queda mucha venganza por cumplir. Y, por cierto, al autor, y lo dice desde el principio, no le gustan los finales felices, así que mejor estar preparados para lo que haya de llegar.
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