La ciudad y la ciudad.
China Miéville.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
La Factoría. Col. Solaris ficción # 166. Título original: The City & the City. Traducción: Silvia Schettin Pérez. 319 páginas.
Conocido, en nuestro país, sobre todo por su serie de Nueva Crobuzón —más que nada porque faltan de publicar sus obras más recientes—, Miéville cambia de registro en esta novela para ofrecer una historia situada en un lugar indeterminado de nuestra propia Europa del Este, con un tono noir y policíaco mezclado con realismo mágico realmente atractivo. Una propuesta que el autor destila con un algo de Kafka, un poco de Orwell y un mucho de Dick, pasados por el tamiz de Chandler bajo el prisma del Orson Wells de El tercer hombre con una gotita del Powers de Declara.
Jugando de alguna sutil manera con la teoría de cuerdas, el autor
ofrece a través del relato policial una lúcida parábola política, una
fábula moral y ética que refleja sucesos de la Historia europea
reciente. Una metáfora casi metafísica de la segregación y la xenofobia, de la
separación, el odio y la desconfianza de los pueblos, del nacionalismo y
el patriotismo, el autoritarismo, la identidad cultural, del sentido de
las fronteras y el aislacionismo.
Dos ciudades superpuestas, Beszel y Ul Qoma
que ocupan un mismo lugar solapándose la una sobre la otra, con sus
respectivos ciudadanos intentando por ley no interactuar los unos con
los otros, bajo pena de terribles castigos ejecutados por una entidad
misteriosa llamada la Brecha.
Dos mundos que se tocan, que ocupan un mismo espacio, pero que no
pueden relacionarse; condenados a convivir sin «verse». Una ciudad
oscura, pobre, decadente, casi aislacionista respecto al resto del
mundo, y otra mucho más luminosa, moderna, aperturista, favorecida por
la suerte con mejores recursos. Acostumbrados desde jóvenes a «desver» a
los del otro lado, los ciudadanos de ambos lugares, salvo unas
minoritarias facciones que abogan por la «unificación», viven de espaldas los
unos de los otros. El inspector Tyador Borlú, de la Brigada de Crímenes Violentos de la policía de Beszel,
se va a ver involucrado en un intrigante misterio cuando acuda a
investigar el asesinato de una joven en principio inidentificada. Pronto
los detalles del caso van a mostrar extraños indicios, encaminándole en
una dirección que nunca hubiera deseado tomar.
Es tal vez la menos de «género» fantástico de sus obras, ciencia ficción por la posible explicación cuántica
del fenómeno, pero derivando poderosamente hacia la novela negra de
detectives. Tras el asesinato, que podría no ser el único, empieza a
perfilarse una compleja conspiración, pero ¿quién se encuentra detrás?
¿Qué objetivos persigue? ¿Qué peligro le suponía la joven, qué
conocimientos había adquirido, para tener que matarla y montar tan
complicado tinglado? El inspector Borlú deberá hacer frente a una
imprevisible investigación donde las pistas contradictorias van a
llevarle a extraños callejones. Uniendo fuerzas con su homólogo de Ul
Qoma, Qussim Dhatt,
se verá inmerso en el submundo político de las ciudades, entre los
nacionalistas de uno y otro lado, quienes solo buscan el aislamiento
respecto a la otra ciudad rompiendo todo contacto, y de los unionistas radicales que aspiran a la unificación, la fusión de ambas, pase lo que pase. Organizaciones que
buscan objetivos contrapuestos, incluso mediante el uso de la
violencia, y por las que el delicado equilibrio mantenido hasta el
momento podría saltar por los aires con insospechadas consecuencias.
Con
reminiscencias de la guerra de los Balcanes, de la Guerra Fría y el
post-comunismo soviético, superpuestas hace un tiempo por un
inexplicable, e inexplicado, fenómeno llamado la escisión, Beszel y Ul
Qoma se fusionaron en parte, pero manteniendo sus propias
idiosincrasias. Cada ciudad posee su propia cultura, su identidad
social, su lengua, su moda, su arquitectura... En un lugar indeterminado
de esa Europa del Este un tanto etérea, Beszel,
la ciudad del protagonista, lucha sin demasiado ahínco contra un pasado
que se puede leer en cada una de sus calles: edificios monolíticos de
funcional hormigón, colores grises, monótonos, anodinos tranvías
traqueteantes, material policial anticuado y defectuoso, residuos de
secretismo y totalitarismo en las altas esferas.
Siguiendo a Borlú como narrador en primera persona, Miéville
echa mano para la ocasión de una prosa mucho más sobria y contenida que
el habitual barroquismo y despliegue pirotécnico al que había
acostumbrado a sus lectores. Con un estilo más «gris», como la sociedad
que está describiendo, y sin grandes introspecciones, el relato se hace
muy directo, cercano, descarnado, desnudo. Pronto el asesinato en sí
deja de ser lo más importante para centrar el foco en las tensas y
complicadas relaciones entre ambas ciudades y las difíciles
interacciones entre ambas sociedades. La historia se enreda en torno a
la burocracia que marca cualquier iniciativa que busque la interacción,
la colaboración o el simple paso de una a otra, de las complicadas
maniobras y reglas que se deben seguir para poder coordinarse entre
ambas
Entonces,
la investigación, y el relato, se va a ver complicado con la misteriosa
posibilidad de la existencia de una tercera ciudad, Orciny,
ocupando los huecos entre Beszel y Ul Qoma, viviendo en los
intersticios y las zonas de sombras, secreta para ambas, manejando en
realidad sus destinos.
Cuesta un tanto entrar en el juego de Miéville,
pero el esfuerzo requerido merece la pena y una vez dentro es imposible
resistirse. El autor, a través de los ojos de Borlú, no pierde el
tiempo en descripciones superfluas de aquello que ya es conocido para su
personaje pues ha vivido allí toda su vida, con lo que toda la
ambientación va aflorando gradualmente, sin prisas, de sus observaciones
y no de descripciones directas de un narrador omnisciente. Va dejando
caer las piezas para que sea el lector el que se tome la molestia de
montarlas para obtener la imagen completa. Y cabe decir que es una
imagen impresionante y que, solo cuando la misma se hace visible,
Miéville acelera el ritmo y la acción se desata hasta el impactante
desenlace.
Da
igual que Borlú se muestra excesivamente arquetípico, da igual la
aparición de algún deus ex machina, da igual que el autor escamotee en
cierto momento una información vital... lo cierto es que, después de
todo, las auténticas protagonistas son esas dos ciudades antagónicas
pero condenadas a compartir un mismo espacio, y lo mejor de la novela surge
cuando las fronteras amenazan con ser violadas, transgredidas, obviadas
por la necesidad de resolución y vindicación de un asesinato. Y esa
historia es fascinante.
Completa el volumen una reveladora Conversación con China Miéville que debe ser leída tal y como está incluida, al haber finalizado la novela.
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Reseña de otras obras del autor:
Cada nuevo libro que leo de Mieville hace que me guste más cada vez. Tu reseña hace que lo llegue a endiosar y supuro ansía ante las ganas de leerlo. Lástima que vaya a tardar algún tiempo.
ResponderEliminarMuy buena reseña, como siempre.
Lo cierto es que es una novela (temática y estilísticamente) bastante diferente a las anteriormente traducidas, lo que ne principio puede chocar un tanto. Pero lo cierto es que merece la pena.
ResponderEliminarY gracias por la felicitación ;-)
Saludos