Los vampiros de Morganville 5.
Rachel Caine.
Reseña de: Jamie M.
Versátil. Col. Juvenil. Barcelona, 2011. Título original: Lord of Misrule. Traducción: Patricia Sánchez Maneiro. 299 páginas.
Con ésta se alcanza ya la quinta entrega de las desventuras de Claire Danvers y sus amigos en Morganville, la ciudad tejana dominada por los vampiros, mucho más peligrosa desde la llegada de Bishop a la misma. La narración se inicia prácticamente en el mismo momento en que terminara la anterior, Baile de máscaras, con los partidarios de Amelie reagrupándose en la Mansión Glass
para planear su siguiente movimiento y con el padre de la vampira
asentando su posición, mientras la ciudad parece arder a su alrededor.
Desde luego no es ésta una novela para ser leída de forma independiente
sin conocer todo lo que ha sucedido hasta el momento. De hecho, en
realidad cada libro de la serie continúa tras un cliffhanger
del anterior, así que lo más recomendable es leerlos uno detrás de otro
en su debido orden para disfrutar adecuadamente de todos sus detalles.
Así, tras la brutal noche y la tensa espera es el momento de ponerse de nuevo en marcha; ahora Claire debe encontrar y mantener cuerdo a Myrnin; Shane deberá conducir el furgón de sangre para evitar que destruyan sus reservas; Eve deberá acudir al Territorio Neutral para servir de enlace con Oliver; y Michael debe acudir a la Universidad para mantener a los estudiantes a salvo e ignorantes de lo que está sucediendo a su alrededor.
Pero
mientras los protagonistas se separan y se encaminan a sus misiones,
los vampiros en general empiezan a mostrar un extraño comportamiento,
intentando ir a algún desconocido sitio para obedecer a una llamada que
solo ellos sienten, aunque tengan que exponerse al sol y morir por ello.
Además, negras nubes se van acumulando en el cielo amenazando con
descargar sobre la población una tormenta de proporciones descomunales.
Con
la habitual prosa ligera, directa y efectiva de la autora, lo cierto es
que la novela transcurre, tanto en acción como en lectura, de una forma
celérica, centrándose en los enfrentamientos e incluyendo mucho menos
romance (algo hay, obviamente) entre las parejas Claire-Shane y
Eve-Michael que de un pequeño descanso en la tensión general de la
situación.
Sin embargo, entre tanto movimiento, El Señor del Caos
parece en exceso un mero libro de transición, donde suceden muchas
cosas alrededor de los protagonistas, sí, pero nada demasiado “novedoso”
ni que avance demasiado la trama. Parece que Caine
está limpiando el tablero, recolocando las fichas y estableciendo de
manera indiscutible las posiciones de cada uno de los actores implicados
en el drama.
Con
Amelie y sus seguidores enfrentándose a Bishop, el resto de
protagonistas se pasan buena parte de la novela corriendo de aquí para
allá, de forma bastante frenética, preparando planes, repartiendo
instrucciones y comprobando el estado de sus aliados en medio de la
creciente tensión; Claire,
ya sea en solitario o acompañada, se dedica a patear las calles de
Morganville, yendo de la Mansión Glass a la Universidad donde los
estudiantes humanos no involucrados en el drama creen estar en medio de
un simulacro del gobierno, pasando luego por la cafetería Territorio
Neutral donde Oliver tiene establecido un particular centro de mando,
haciendo una visita al arrasado laboratorio de Myrnin en busca de los
pocos restos de la droga que le mantiene cuerdo y que podría significar
la curación de la enfermedad que amenaza la existencia de los vampiros, y
escapando de diversos peligros y persecuciones callejeras (a pie y en
coche) o trasladándose a través de las diversas "puertas
teletransportadoras"...; y entonces vuelta a empezar.
El
caos del título, efectivamente, se desata. Las distintas facciones
empiezan a enfrentarse, no solo las dos de vampiros lideradas por Bishop
y por Amelie respectivamente, sino también (y quizá esto sea lo más
novedoso del libro dentro de la serie, porque es algo que se intuía pero
no se había explotado a fondo) una tercera compuesta de humanos residentes en
Morganville que ven en estos sucesos la magnífica oportunidad de
liberarse del yugo de los chupasangre, organizándose en torno a
elementos externos.
Antiguos conocidos muestran el rostro del odio aprovechándose de la situación, y la despreciable Monica va
a probar una ración de su propia medicina, llegando incluso a despertar
algo de lástima en el lector. Los edificios arden, los refugios
teóricamente seguros son asaltados, las alianzas se muestran inestables
desembocando en dolorosas traiciones, los vampiros actúan de forma
extraña... Y, por si todo ello fuera poco, la naturaleza viene a aportar
su granito de arena a la explosiva situación con un tornado de gran
potencia que amenaza con arrasar todo lo que encuentre a su paso.
Tras
tanta carrera, a falta de un par de decenas de páginas para el final de
la novela y a pesar de la indudable emoción de lo narrado, de las
luchas y enfrentamientos variados, de las conspiraciones, de las dudas y
revelaciones, en realidad no mucho ha cambiado en la situación general
respecto a su principio. Sin embargo, ese es el momento que la autora
aprovecha para dar un golpe sobre la mesa, introducir un hecho muy
destacable y dejar caer un cliffhanger sorprendente con el que se cierra el libro dejando todo pendiente para el siguiente, Carpe Corpus.
Lo cierto es que la trama está pidiendo a gritos algo de resolución, de
avance real; pero también hay que reconocer que entretenida lo es un
rato. Y ahora a por el sexto.
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Reseña de otras obras de la autora:
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