Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Fantascy.
Barcelona, 2013. Título original: Alif the Unseen. Traducción:
Gemma Rovira. 429 páginas.
Con la única referencia
previa de la autora de la serie de comics Air, que no
es que me hubiera dejado una grata impresión y más bien poco «poso»
en las sombras de mi mente, este libro venía avalado por una serie
de positivas críticas y una promoción intrigante —«mezcla la
emoción de una rocambolesca aventura de fantasía urbana y la
frescura del ciberthriller con el encanto de la mitología de Oriente
Próximo»— que invitaban a su lectura. En Alif el invisible
Wilson ofrece una exótica historia de ambientación oriental moderna
que tiene mucho de metáfora y mucho de pura aventura, mezclando
hábilmente unos elementos narrativos aparentemente irreconciliables
y que, sin embargo, terminan funcionando muy bien juntos. Un romance
imposible, el mundillo de los hackers informáticos, la
primavera árabe, el poder de las redes sociales y de la libre
circulación de la información, la visión crítica y no
reduccionista de la religión musulmana, la existencia de seres
sobrenaturales que conviven desde tiempos inmemoriales con la
humanidad, el poder de las palabras y de los cuentos… Y una visión
diferente, y esclarecedora, de la habitual perspectiva occidental de
la sociedad islámica y sus mitos.
En la Ciudad, un
pequeño emirato de algún punto indeterminado del Golfo Pérsico
gobernado por el tirano de curso, vive un joven hacker con el
seudónimo de Alif —el primer carácter del alfabeto árabe—.
Hijo de la segunda esposa, de origen hindú, de un árabe de cierto
estatus, su mestizaje hace que madre e hijo tengan que vivir en una
zona residencial de clase media de la urbe, desde donde Alif da
soporte informático, protección principalmente, a todo aquel que
pueda pagárselo sin importarle ideas políticas, raciales, sexuales
o religiosas. Pero su verdadera obsesión es Intisar, una muchacha procedente de una familia aristocrática y conservadora, muy
por encima de su posición social, con la que mantiene una secreta
relación amorosa, y quien va a poner su mundo patas arriba al
comunicarle la decisión de su padre de concertar su boda con un
importante miembro de la oligarquía reinante.
Alif es muy bueno
en su «trabajo», un auténtico genio de la computación, pero no
deja de ser alguien recién salido de la adolescencia, y, enfadado y
desesperado, va a cometer un terrible error al escribir un programa
cuyo código borrará de la red cualquier rastro suyo a ojos de
Intisar. Lo que no sabe es que dicho programa va a poner sobre él la
atención menos deseada, la de ciertos elementos del poder, y a
desencadenar unos hechos inesperados que se volverán más raros
todavía cuando el joven reciba, procedente de su amada, un viejo
libro titulado Alf Yeom wa Yeom, Los mil y un
días. El velo entre la «realidad» y el mundo invisible
empieza a desvanecerse, revelando una existencia inesperada más
allá, el reino de los genios, djinns y effrits.
Así, la novela comienza
como una aventura de conspiraciones en la que el dotado joven hacker
descubre sin desearlo un complot dentro del organismo o la persona
del gobierno encargado de la represión, conocido como la Mano.
Su reacción le llevará a ser perseguido por unos supuestos crímenes
contra el estado, llevándole de un lado a otro de la Ciudad y más
allá, hasta rincones tan fantásticos como el Callejón Inamovible,
y a relacionarse con seres que nunca hubiera imaginado. Pues es esta
desesperada y peligrosa huida precisamente la que va a imbuir de un
nuevo rumbo a la narración, sumergiéndola en un torrente de
fantasía con algo de ciencia ficción ante el choque entre la
tradición y la modernidad, entre la magia de los djinns y su mundo etéreo y la computación cuántica. Y es que el mismo Corán habla de
la existencia de estos seres intermedios entre los ángeles y los
humanos, unos genios invisibles para la mayoría, pero que conviven
bajo diversas formas con estos últimos, y cuyos conocimientos
aplicados a la tecnología moderna podrían causar un mal de
proporciones desmesuradas..
Wilson juega
hábilmente con la mexcla de contrastes, sociales y culturales, del
escenario presentado. El propio Alif comienza como un personaje
bastante «amoral», sin principios definidos, bajo la única bandera
de la libertad de internet, en realidad más parece un hedonista en
busca únicamente de su propio bien, para irse luego definiendo como
un pequeño luchador un tanto anarquista en busca de la libertad
global dentro de un estado totalitario y opresor. En su huida y
búsqueda del significado del libro que le ha sido entregado, contará
con el renuente apoyo de su vecina Dina, una inteligente y
decidida joven que esconde muchas virtudes bajo su velo islámico, y
de la ayuda de una profesora occidental conversa al Islam —de hecho
sólo se la conocerá como «la conversa»— y que, según se
puede leer en su biografía, bien podría ser un alter ego de
la propia autora, algo que le permite ofrecer una curiosa visión del
Islam, navegando a medias entre la alabanza a sus enseñanzas y la
crítica a su aplicación. La conversa tratará de traducir el libro,
viéndose así envuelta en la peligrosa aventura emprendida
inopinadamente por Alif y su amiga Dina, uno de los
personajes más «fuertes» e interesantes de la novela.
Junto a ellos, un djinn
un tanto irónico y aterrador, un viejo imán con suficiente
independencia como para cuestionar al poder establecido, y un joven
príncipe entre aburrido y concienciado, les ayudarán a hacer frente
a la Mano, el censor al servicio de la élite reinante que
llevará su guerra en la red a la calle con una brutal represión,
mientras persigue el libro porque piensa que sus conocimientos le
otorgarán poder sobre toda la realidad.
En una sociedad
totalitaria, dominada por la estricta interpretación de la ley
islámica al servicio del gobierno, pero donde conviven sin problema McDonalds y mezquitas,
los presión social está presta a estallar, Wilson consigue fusionar
esta realidad a la perfección con la parte «fantástica» de la
narración. El thriller político se enreda con un trasfondo
religioso, metafísico y filosófico desde un punto de vista
autocrítico, ya que la autora lanza sus consideraciones desde la
visión de una conversa occidental, parte de ambos extremos. Lo
mundano se confunde con lo mágico, lo sacro con lo científico,
demostrando que quizá las separaciones son sólo fronteras
establecidas por los propios humanos, muy lejos de ser reales, y
desatando una lucha que podría poner el mundo de rodillas ante la
ambición del poder sin cortapisas otorgado por una herramienta
informática con la tarea de doblegar la realidad misma.
La novela es como un
retorcido cuento nacido de Las mil y una noche
—incluido genio de la lámpara—, con todos sus elementos
sobrenaturales, sus aventuras mágicas y una fuerte carga
socio-política y religiosa. Presenta un ritmo rápido, aunque quizá
algo entrecortado en ocasiones, con abundantes explicaciones por
medio de diálogos unidos a escenas muy descriptivas, alternando
acción frenética —sobre todo cuando se acerca el final— con
momentos más reposados, jugando demasiado al juego de las
casualidades para hacer avanzar la trama. Sin embargo, aunque pudiera
parecerlo, eso no va contra el interés o el entretenimiento de lo
narrado.
Es una obra, como los
ogros, con muchas capas: la aventura, por supuesto, y el thriller
socio-político, la computación cuántica, el activismo hacker,
la primavera árabe, la revolución social, el valor de las
creencias, la moral, el misticismo y la religión, los prejuicios
innatos… y, con gran importancia, la mutabilidad del lenguaje y su
evolución conforme el paso del tiempo modifica la sociedad en que el
mismo se utiliza, cambiando con el uso el significado de muchas de
sus palabras. Un lenguaje que, no obstante, mantiene unido el
presente con el pasado, condicionando la construcción del futuro, ya
que también moldea lo que define, adaptándose a lo que cada nueva
situación requiere
Al final, las peripecias
de Alif y sus acompañantes no esconden sino una nueva, y muy
interesante, versión del viaje de autoconocimiento y superación; la
constatación de lo que uno desea hacer con su propia vida y lo que
está dispuesto a sacrificar para conseguirlo. Un mensaje sobre
aprender a «ver» lo invisible para poder avanzar en la dirección
correcta, dado que en la sociedad actual hay muchas formas,
demasiadas, de convertir a algo o a alguien en invisible. Hay en la
obra un camino hacia la tolerancia y hacia aceptarse a uno mismo en
sus limitaciones; y muchas cuestiones en torno a qué se está
dispuesto a renunciar para ganar al final del día, sobre la ceguera
autoinducida y el valor de hacerse visible para bien de los demás.
Alif, como los protagonistas del primer cyberpunk, las pasa
canutas, recibiendo bofetadas por todos lados, y tiene que decidir si
merece la pena pagar el precio del sacrificio o limitarse al
anonimato. De la respuesta podría depender el futuro del mundo
entero.
Alif el invisible
es una obra que se mueve a las mil maravillas entre acción y
reflexión, que presenta un Islam «distinto» —al menos desde la
óptica occidental— y que se deja leer con mucho agrado, se esté o
no de acuerdo con sus planteamientos más religioso-filosóficos —y
hay cosas que a nuestros ojos y mentalidaad chirrían, la verdad—.
Como toda buena ciencia ficción, entretiene mientras hace pensar y
cuestionarse ciertos temas que se daban por inamovibles. Refrescante.
[Las ilustraciones de los djinns son obra de Lisa Brown].
[Las ilustraciones de los djinns son obra de Lisa Brown].
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