Rainbow Rowell.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Alfaguara. Madrid,
2013. Título original: Eleanor & Park. Traducción: Victoria
Simó. 431 páginas.
El primer amor, ese
destinado a ser recordado por siempre, tan intenso como desesperado,
tan inmediato como adictivo, en un momento de la adolescencia en que
la presencia del «otro» arrasa con todo lo demás y hace sentir que
no es posible que exista otra realidad que la de la pareja. Sin
embargo, ésta no es la típica historia de amores predestinados, de
la joven cenicienta que «florece» ante la atención del guaperas de
turno, ni del empollón que termina conquistando a la chica más
popular del instituto. En absoluto. Esta es una historia de
perdedores, de adolescentes que sufren en sus carnes el maltrato
familiar, el acoso escolar o el desprecio y la incomprensión racial
por ser «diferente». Una historia triste, agridulce, que, antes de
comenzar siquiera, con una enigmática página de arranque ya parece dar a
entender que se encuentra abocada al fracaso. Es la historia de dos
adolescentes que se enamoran sin querer y que, como debe ser, sienten
que no hay nada más en el mundo..., hasta que el mundo les despierta
con una bofetada. No soy muy del género, pero me gusta ir alternando
entre lecturas, y lo cierto es que he disfrutado de esta historia
que, además, se lee en un suspiro.
Es 1986 y Eleanor
es una joven de 16 años un tanto estrafalaria, estridentemente
pelirroja y algo regordeta, a la que le gusta vestirse de manera
«colorida» y que acaba de volver junto a su familia tras pasar un año
lejos de ellos por haber sido expulsada del hogar por su padrastro.
Pero vuelve a una casa diferente, y mucho más claustrofóbica, de la
que fue obligada a dejar, donde se ve forzada a compartir cuarto con
sus hermanos y hermana pequeños, temiendo siempre el momento en que
su violento y alcohólico padrastro, Richie, estalle por
cualquier ofensa real o imaginaria. En una familia que vive en el
límite de la pobreza, Eleanor no puede comprarse unas simples pilas
o un cepillo de dientes —y no hablemos de ropa, perfumes, comics,
música u otro tipo de cosas «superfluas»—, y su vida es bastante
desgraciada y solitaria.
Park, un compañero
de su nuevo instituto, desciende de padre estadounidense y madre
coreana, lo que le da un aspecto exótico en un barrio que no está
acostumbrado a la mezcla racial. El primer día de clase, él,
simplemente porque no tiene otro remedio, deja a Eleanor sentarse a
su lado en el bus escolar, y la historia comienza a desenvolverse. Él
lee sus comics en el trayecto de casa al instituto, y ella comienza a
leerlos también de reojo. Y, sin quererlo en realidad, se enamoran,
pero de una forma tan gradual y bien retratada, con sus acercamientos
y alejamientos, que el gran acierto de la autora es la naturalidad
con que desarrolla la historia. La forma en que ambos se van
conociendo casi a regañadientes; se van acercando, sin flechazo, sin
predestinación, de forma paulatina y casi sin darse cuenta hasta que
se encuentren enfrentándose al mundo para poder hacer realidad su
amor; un mundo, la sociedad en la que ambos viven, que condena su
relación, que no la comprende, y que va a hacer todo lo posible por
separlos.
Más allá de lo reales
de ambos, entre los dos protagonistas Eleanor está mucho
mejor definida que Park en
su cualidad de «marginados» —inadaptados sería más
acertado—, pues mientras el lector puede ver claramente las
difíciles condiciones de vida y el mal trato hacia ella, de Park
tiene que «creerse» que lo es simplemente porque lo dice la autora,
pues en ningún momento describe ninguna acción que lleve a esa
conclusión. El joven tiene unos progenitores que se aman
inmensamente, salvando las distancias culturales y raciales que
pudieran distanciarlos, y que quieren mucho a sus hijos. Es verdad
que el padre se muestra bastante estricto y exigente en ocasiones,
pero como algo que se traduce en que, ¡oh!, le obliga a aprender a
conducir un coche con cambio de marchas manual, en vez de automático,
antes de dejarle sacarse el carnet de conducir, le compara
continuamente con los triunfos de su hermano pequeño o deja de
hablarle en un momento puntual por haberse pintado los ojos —pero
cuando Park no obedece la orden directa de que se lave la cara no hay
más castigo que ese silencio—; no obstante, en el momento en que
más los necesite, ambos van a estar a su lado. En el colegio,
tampoco es que sea ciertamente popular, pero sus compañeros «pasan»
bastante de él, dejándole tranquilo más allá de algunas bromas
simplonas, e, incluso, el jefe de los matones le tiene cierto aprecio
condescendiente permitiéndole «pasar bajo el radar».
Eleanor, en cambio, sí
sufre la violencia, sobre todo dialéctica, de su padrastro y el
abierto acoso escolar de sus compañeras. Vive en el límite de la
pobreza, sin poderse permitir ninguno de los caprichos habituales en
una adolescente de 16 años, dentro de un cuerpo que le desagrada y
entre el ostracismo y desprecio de la mayoría de las personas que la
rodean. Así, el impedimento para desarrollar el romance no va a ser
el típico «tercero» en discordia, chico o chica, sino ella misma.
Ésta es una historia de amor sobre dos personas que no sólo no
buscan enamorarse sino que de alguna manera sienten que no son
merecedoras de ese amor. Y, sin embargo, el secreto, en principio,
romance va a ir creciendo y haciéndose hermoso. Rowell
transmite a la perfección la indecisión, el toque eléctrico de la
primera vez que se rozan las manos, las mariposas en el estómago, el
primer beso furtivo, nervioso y torpe, las confidencias, los
equívocos… el miedo a perderlo todo, el miedo a perderse uno
mismo.
Con un estilo rápido, de
capítulos cortos, con punzantes diálogos y unos personajes
perfectamente construidos, con un hábil contrapunto entre el humor y
la tragedia, otro gran acierto de Eleanor & Park es, sin
duda, una ambientación y un trasfondo que juega bastante con la
nostalgia del lector maduro, mientras ofrece una historia atractiva
para los jóvenes. Son finales de los ‘80 y la música fuera de los
canales más comerciales, The Cure, The Smiths, Joy Division...,
las grabaciones en cintas de cassette, o las discusiones sobre los
cómics, la Patrulla X, Batman o, sobre todo, el
descubrimiento de ese hito en que habría de convertirse Watchmen,
permiten a los protagonistas evadirse por un momento de la dura
realidad que les rodea. Haciendo de paso que, para aquellos que
fueron adolescentes y se enamoraron en los años ‘80 del siglo
pasado, la novela tenga el aliciente añadido de traer un montón de
recuerdos asociados a aquella época, especilamente si se era un joven
con unos gustos, sobre todo comiqueros, similares a los del
protagonista —¡ah!, aquella impaciencia por la salida de cada nuevo
número de la genial obra de Moore y Gibbons…—.
Eleanor & Park
es la historia de un romance diferente de lo que se puede encontrar
en gran parte de la actual literatura para «adultos-jóvenes». Un
romance que, gracias a su trasfondo, permite reflexionar sobre la
situación de muchos estudiantes que sufren el ataque de sus
compañeros, o de tantos jóvenes que pertenecen a familias
desestructuradas, o de aquellos otros que, más privilegiados, no
saben valorar realmente lo que poseen… Y todos ellos se merecen,
sin embargo, su historia de amor, aunque la sombra de Romeo y
Julieta no deje de planear sobre la misma.
Me ha gustado mucho, sobretodo la última parte. Un saludo.
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