Max Barry.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Ediciones B. Col.
Nova. Barcelona, 2014. Título original: Lexicon. Traducción: Daniel
Hernández Chambers. 431 páginas.
En un presente que muy
bien podría ser nuestro presente, acostumbrados como estamos a ver florecer teorías de la conspiración a cada paso que damos, Max Barry
presenta una novela llena de secretos y en la que las palabras
―algunas palabras―, no sólo sirven para comunicar, inspirar,
emocionar o provocar, no sólo sirven para entendernos ―o
confundirnos―, sino que son tan poderosas que pueden convertirse en
auténticas armas de destrucción masiva. Y lo hace con un
planteamiento que puede resultar un tanto chocante de inicio a los
lectores, presentando a ciertos individuos que poseen una singular versión
«mundana» del poder de persuasión
jedi a través del cual, y mediante el uso
de sonidos clave, pueden dominar las mentes de la mayoría de las personas
logrando que hagan lo que ellos desean. Una vez aceptada la premisa
el lector asiste a un trepidante thriller de intriga
y acción realmente entretenido, que además deja caer unas
cuantas reflexiones sobre temas de importancia universal como la
manipulación de los medios, los fraudes políticos o el poder de la
publicidad
La lectura de la sinopsis
de contraportada podría inducir a pensar que el lector se va a
encontrar con una nueva versión del manido aprendizaje de la típica
adolescente poderosa, que desconoce sus dones, en una Academia muy
especial donde sacarán todo su potencial a relucir al tiempo que se mete en ciertos líos. Una joven de la que se dice ―en la citada sinopsis― que
«lleva una vida tranquila en San Francisco»... Pero nada más
lejos de la realidad: primero porque la novela comienza de forma
frenética con un hombre «despertando» en los lavabos de un
aeropuerto con una aguja clavada en un ojo, mientras dos misteriosos
personajes mantienen un tenso y críptico diálogo y le realizan una
serie de absurdas preguntas dada su situación. Segundo, porque
cuando Barry presenta a la joven, pronto se puede comprobar
que su vida no es precisamente tranquila: se trata de una
estafadora, «trilera» con el timo de las tres cartas, que malvive en
las calles de la ciudad, maltratada y explotada por su «protector», y
sin un techo bajo el que dormir hasta que tiene la «suerte» de
toparse con cierto individuo no excesivamente agradable que cambiará
el rumbo de su vida.
La narración se articula
así en torno a dos historias que irán alternándose los capítulos.
La del secuestro-rescate de Wil Parke, un hombre cuyo pasado
pudiera no ser no ser el que él cree conocer y que parece guardar en
su inconsciente las claves para acceder a la resolución de un oscuro
misterio; y la de la captación y comienzo de educación de Emily
Bluff en la Academia, y al vida
nueva que empieza a descubrir. Conforme avanza una y otra,
pequeños detalles harán darse cuenta al lector de que, tal vez,
ambas historias no discurren precisamente en paralelo. Además. poco
a poco, va surgiendo la ominosa sensación de que algo muy malo
sucedió hace meses en Broken Hill, Australia, y de que
descubrir qué ha sido podría ser vital para entender lo que está
sucediendo ahora.
El comienzo de la
historia de Emily, algo más lenta que el otro hilo
argumental, remite enseguida a todas esas historias de escuelas
especiales donde personas con poderes ocultos para el mundo afilan
sus dones y conocimientos, desde ―¿cómo no?― Hogwarts al
Instituto Xavier para Jóvenes Talentos. Se trata de una parte
imprescindible para presentar la peculiar organización secreta que
basa su poder en la manipulación que ciertos individuos,
autodenominados «poetas», pueden ejercer sobre el resto de la gente
a través del uso de ciertas «palabras» ―secuencias de sonidos,
en realidad, normalmente ininteligibles y difíciles de aprehender y
pronunciar― que convierten a esas personas en sus «marionetas».
La rebeldía e independencia innatas de Emily forzarán su destino y
la pondrán en el camino de eventos devastadores.
Esa relativa lentitud en estos primeros capítulos se
ve sobradamente compensada en la otra línea con la violenta e implacable persecución,
con muchas preguntas y pocas respuestas, a la que se ve sometido Wil.
Un hombre que, sin comerlo ni beberlo, se ve lanzado a un mundo
secreto cuyas reglas no comprende, pero en el que pronto descubrirá
que alguien le quiere muerto. Obviamente, avanzado el libro, las dos
líneas van a terminar confluyendo, aunque el autor se guarda
abundantes sorpresas para ese momento. Barry gestiona a la
perfección las dos historias, introduciendo con mimo los elementos
de la «conspiración», dosificando la información, llevando al
lector a dónde desea tenerlo antes de darle un giro a los
acontecimientos y cambiar toda la interpretación de lo leído. Cada
historia tiene ecos en la otra y la introducción de necesarios
flashbacks para dar profundidad al contexto sirve tanto para
despejar dudas como para sembrar misterios.
El recurso añadido de
intercalar tras los capítulos recortes de prensa, extractos de
conversaciones en foros de Internet, encuestas, artículos y otro
tipo de información «extra»
haciendo referencia a lo que se acaba de leer, con matizaciones e
interpretaciones totalmente erróneas o tendenciosas de lo sucedido ―ya sea de manera intencionada o no―, sirve al autor para ofrecer una
más clara e inquietante dimensión de aquello a lo que se enfrentan los
protagonistas. Sirve también, incluso, para que los lectores se cuestionen lo
que realmente saben y conocen de primera mano de lo que está teniendo lugar a ciertos niveles en su propia
realidad.
Con un punto de partida
que podría haberse decantado fácilmente hacia la fantasía, con ese
poder de dominación mental que se asemeja a la magia y esas «frases»
de sonidos subyugadores que se antojan hechizos, lo cierto es que por
orientación, planteamiento especulativo y explicaciones teóricas
da un sutil viraje hacia una ciencia ficción «social» y humanista
con amplio componente de intriga y aventura. Barry se apoya en
abundantes elementos mítico-legendarios para sustentar el entramado
base de su fabulación:
desde eventos tipo la Torre de Babel a la supuesta brujería en la
Edad Media. Pero donde quizá se nota más falto de concreción es
precisamente en toda la explicación lingüística-semántica del
fenómeno, tomándose ―es natural― muchas libertades filológicas,
alguna ciertamente difícil de aceptar, y ofreciendo poca explicación
«real» de por qué funcionan estas palabras. El lector debe dar un
pequeño salto de fe, aceptar lo que se le cuenta, y disfrutar de la
aventura desatada en que los protagonistas se van a ver envueltos.
El rápido thriller de
suspense, con abundante acción, y el trasfondo de una sociedad
secreta que da pábulo a toda teoría conspiranoica, no carece de un
evidente y profundo sustrato que une a la diversión y al
entretenimiento interesantes reflexiones éticas. La persuasión sin
recato a la que los «poetas» dan rienda suelta sin remordimientos
les abre las puertas de un poder irresistible, una capacidad de
manipulación imparable. Y el poder corrompe y el poder absoluto....
Los poetas usan el lenguaje como palanca de disuasión, abusando de
la sugestión y la susceptibilidad, doblegando la voluntad de la
gente, llevando a la pérdida de la privacidad, a la creación de
emociones y deseos ficticios. El relato habla del poder de convicción
de las mentiras; del deseo de creer de la gente, de dejarse engañar
por las belleza de las palabras, e, incluso, de la pérdida del libre
albedrío y sus consecuencias. Pero también de la fuerza de la
integridad personal, del poder del amor compartido, de la lealtad entregada y
del sacrificio desinteresado. Y aprovecha para mostrar una visión
irónica de cómo los políticos o la publicidad manipulan nuestro
propio mundo, cómo las masas se dejan influenciar, cómo el uso de
ciertas imágenes o eslóganes modifican subconscientemente la toma de decisiones o cómo
la desinformación de los medios pueden llegar a convertir una
noticia en tendencia haciendo que sea más «real» que la verdad.
Es cierto que conforme
avanzan ambas líneas y la trama se unifica la novela se va
decantando más y más por la acción pura, narrada de forma muy
intensa, dejando a un lado otras consideraciones, y sumergiendo a los
implicados en el drama en un enfrentamiento armado de alto voltaje
que prima la emoción sobre la reflexión. El buen desarrollo de los
personajes, principales y secundarios, contrasta con cierta falta de
definición en torno a su contexto, a la Academia, la organización
secreta, sus antecedentes o el tipo de mundo [si es que no es el
nuestro] a que sus manipulaciones ha dado lugar. Lexicón aúna
acción, un toque de romance, ciencia ficción sociológica, suspense
e intriga, conspiraciones y sociedades secretas, un humor inesperado,
violencia, persecuciones, tiroteos, giros que no porque se vean venir
son memos impactantes y palabras subyugantes. Una entretenida y
trepidante lectura ―sobre todo superada la fase de «aprendizaje»
de Emily― que, además, invita a pensar un poquito sobre
muchas cosas que damos por certeras en nuestra sociedad y que quizá,
sólo quizá, debiéramos cuestionarnos de alguna manera.
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