Helena Lennox III.
Victoria Álvarez.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna ediciones. Col. Literatura mágica # 83. Madrid, 2019. Ilustraciones: Lehanan Aida. 652 páginas.
Álvarez lo ha vuelto a hacer. Con una novela estilísticamente impecable y emocionalmente repleta de sensibilidad —que no sensiblera— en este cierre de la trilogía, como en entregas anteriores, el misterio y la intriga se adueñan de una trama imbuida para la ocasión de la fascinante ambientación oriental del Japón de principios del siglo XX, recién salido del catastrófico Gran Terremoto de Kantō, y maravillosamente retratado en sus leyendas, tradiciones y situación socio-política, entre el apego a la tradición y la apertura a la modernidad, en el que la aventura, el drama y el romance cobran una dimensión espléndida. La autora es toda una orfebre y enhebra de manera maestra, como si de pequeñas joyas se tratasen, toda la información que ha ido recopilando, dejando fuera todo aquello que en vez de embellecer la narración la entorpeciese, primando el disfrute del lector, la intriga, la aventura, la diversión y el drama, por encima de cualquier otra consideración. Y sí, para leer esta novela, aún siendo bastante autoconclusiva, resulta imprescindible haberlo hecho también con las dos entregas anteriores, y con la trilogía de Dreaming Spires si se me apura, de las que puede haber destripes a continuación —no de la que nos ocupa—.
Es 1924 y los ciudadanos y visitantes de Nueva York viven envueltos en un ambiente de contradicciones. La Prohibición de la Ley Seca choca con la gran cantidad de garitos clandestinos en que se puede conseguir diversión y alcohol. Helena Lennox y su padre, junto a Arshad, tras los traumáticos acontecimientos acaecidos en Italia, han cruzado el Atlántico para visitar a su prima Chloë y su novio Cedric, intentando dejar atrás los malos momentos. Algo que no resulta nada fácil cuando se añora tanto a Dora como Lionel lo hace, circunstancia que le empuja hacia la bebida. Pero, ¿y si el Museo Británico tuviera una misión para ellos? Dicho y hecho; tras la pertinente llamada de Helena, van a recibir el encargo de preparar el traslado de una colección de kimonos históricos propiedad de una familia descendiente de antiguos samuráis, los Matsudaira, desde Japón a Gran Bretaña. Una familia, comerciantes de incienso, a la que ya antes de dejar Nueva York descubrirán envuelta en turbias amenazas. De todos modos, cruzando de costa a costa los EE.UU., los Lennox y compañía se embarcarán hacia el País del Sol Naciente, donde van a encontrar mucho más de lo que ninguno de ellos esperaba. ¿Será la distancia capaz de curar el corazón roto de Lionel o de rebajar la ira de Helena hacia su madre? ¿Será el misterio en que se verán envueltos capaz de hacerles olvidar todo lo pasado?
Helena ha madurado, evolucionando a golpes podría decirse, pero sigue siendo una joven mujer que apenas ha abandonado la adolescencia, con grandes sueños y el amor, por fin, al alcance de su mano, que toma decisiones cuestionables mientras lucha a brazo partido por lo que cree importante. Y sí, si las dos novelas anteriores fueron el relato de las dos primeras muertes causadas por su mano, la presente va a ser el de la tercera —no es destripe, lo dice en el prólogo—. Una muerte que no va a ser la única que se produzca a lo largo de la narración, alguna de ellas de lo más traumáticas. Álvarez maneja a la perfección la tecla para tocar el corazón, para estrujarlo y hacerlo sufrir mientras se disfruta un montón. Es muy posible que sus lectores seamos algo masoquistas, que siempre volvemos a por más.
La historia tras El incienso de los espíritus es una historia de amor más allá de la muerte, de lo que se está dispuesto a hacer para contemplar al ser querido una última vez tras su fallecimiento, pero también es la historia de una conspiración que lleva tiempo desarrollándose en silencio en el seno de una sociedad que se agarra a su rico pasado cultural mientras se abre a las innovaciones y cambios que conlleva su apertura a occidente, una sociedad tan tradicional y acostumbrada a lidiar en las sombras con sus miserias que se resiste a que nadie de fuera se inmiscuya en sus problemas. Algo que no va a impedir que Helena y su familia se vean envueltos de lleno en el drama en desarrollo, corriendo serios peligros, y teniendo que lidiar con enigmas y mentiras que nadie quería que saliesen a la luz. Pues la conspiración lleva asociada mucho más, afectando tanto a relaciones familiares como comerciales, y haciendo que afloren secretos que llevaban mucho tiempo ocultos. La aventura, el misterio e intriga, los intentos de asesinato, las apariciones fantasmales —sí, también en esta ocasión habrá visita a un cementerio—, los teatros encantados, las ceremonias ancestrales, las persecuciones, el romance, las revelaciones sorprendentes y las muertes están servidos.
Con un profundo y evidente, que no agobiante para el lector, trabajo de documentación, y una prosa que se gusta, pero no se regodea, en las precisas descripciones, el texto rezuma cariño y respeto por lo que se trae entre manos. Y lo hace integrando en el escenario y en la acción, en su justa medida, todos los datos culturales, históricos, artísticos o costumbristas necesarios para dar profundidad y entidad al escenario sin apropiarse del mismo, consiguiendo el interés del lector sin desviar su atención de una trama llamada a arañar el corazón. Gracias a los mil y un detalles que la autora va incluyendo en el texto, Helena va a disfrutar y ser testigo de unas cuantas de las costumbres y tradiciones más asociadas por el público occidental —el de antaño y el actual— a ese Japón de principios de siglo XX que se encuentra a caballo entre la tradición y la modernidad: el teatro Kabuki, las leyendas de fantasmas, las geishas, las historias de samuráis, los ninjas y kunoichi, las tradiciones milenarias, las ceremonias del té y las volutas de humo de ese incienso que lo impregna todo y una de cuyas fórmulas es capaz incluso de convocar el espíritu de los fallecidos.
A lo largo de la novela antiguos y nuevos protagonistas, alguno de lo más enigmático y sorprendente, van saliendo a escena, demostrando todos su importancia y relevancia para la trama. Álvarez no da puntada sin hilo, y consigue que el lector se encariñe de unos y llegue a odiar a otros, sintiendo que se les va a echar de menos a todos conforme se acercan las últimas páginas. Las despedidas es lo que que tienen. A veces, muchas veces, duelen. Pero cuando es el momento de decir adiós a unos personajes literarios que nos han acompañado durante tantas buenas horas de lectura como los que aquí nos ocupan y con el perfecto cierre que la autora les otorga —¡ah, ese epílogo!—, también se produce un enorme disfrute, una entrega cómplice, un reconocimiento a su existencia con la convicción de que siempre estarán ahí para nosotros cuando decidamos volver a sus libros. Los Lennox, y aquellos que los han acompañado en el camino, son de este tipo de personajes. De los que dejan huella y a los que gustaría volver a revisitar en el futuro.
Como ya nos tienen acostumbrados, desde Nocturna envuelven la novela en una fantástica presentación, ofreciendo una vez más el magnífico complemento de las ilustraciones de Lehanan Aida. Un lujo de contenido y continente.
Como ya nos tienen acostumbrados, desde Nocturna envuelven la novela en una fantástica presentación, ofreciendo una vez más el magnífico complemento de las ilustraciones de Lehanan Aida. Un lujo de contenido y continente.
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