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lunes, 21 de octubre de 2019

Reseña: Izahi, a tus hijas

Izahi, a tus hijas.

Laura S. Maquilón.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones Hati. 2019. Edición digital (ePub).

Una novela tan —excesivamente— breve como delicada y hermosa. Punto. Ya está la reseña. ¿No? Vale. Sigamos un poco más. Maquilón crea un mundo fascinante, lleno de atractivo y de interrogantes, y ofrece una bella historia sobre amistad, cambio, libertad —o las cadenas invisibles que la limitan, más  bien— y sobre aceptarse a una misma, con tanto contenido que al final sabe a poco. A veces una persona, por mucho que se esfuerce, no encaja en el mundo y entre las gentes que le rodean, por muy protegida que se sepa. A veces se siente fuera de lugar, diferente, pero no se puede explicar del todo en qué. A veces se anhelan cosas que ni siquiera se conocen. A veces hay que dar un paso en el vacío, venciendo la fuerza paralizante del miedo. A veces hay que arriesgarse y jugársela para poder cambiar aquello que se sabe erróneo, por mucho que pueda costar. A veces hay que desafiar lo establecido y buscar una nueva realidad que defina lo que de verdad se es. Y en todas esas ocasiones la amistad demuestra serlo por permanecer al lado, por apoyar las decisiones de una persona y no dejarla sola, y por saber decirle adiós por mucho que duela. La autora habla de todo ello, y de muchas cosas más, en este relato de naturalezas aparentemente irreconciliables, bosque y mar, que quizá no se encuentren tan distantes como podría intuirse.

Saha vive al abrigo y protección de Akator, un poblado de xezuhais, una suerte de árboles gigantes en los que habitan las izahikari, seres que viven en íntima comunión con la tierra a través de la unión con sus árboles-vida, que crecen al mismo tiempo que ellas. No tiene grandes amigas, o eso piensa ella. Siempre ha sentido que es distinta, soñando anhelos imposibles de una vida distinta, como la de conocer el prohibido mar. Introspectiva y algo cerrada en sí misma, va a descubrir que es necesario vencer el miedo y correr riesgos si se quiere cambiar las cosas, que en ocasiones hay que poner en riesgo todo lo que una es y  trasplantarse a otro lugar para descubrir lo que siempre había permanecido oculto, superando cualquier obstáculo en el camino. Pero un árbol desarraigado tiene muchas posibilidades de no sobrevivir si no tiene los cuidados necesarios en su nueva ubicación. Así que es imprescindible el apoyo de quienes están a su lado.

El de Saha es un mundo crepuscular, misterioso, con peligros ocultos y reglas que quizá las generaciones más jóvenes, siempre dadas a explorar los límites como las jóvenes de todos los tiempos han hecho, no terminen de comprender y aceptar. Porque junto a las dudas y el temor a lo desconocido, siempre queda la llamada del desafío y la rebeldía ante lo establecido. Hay así también en el relato de Saha un puntito de fascinación por lo prohibido, de atracción por aquello que siempre se le ha negado y que no puede negar le llama con una fuerza que vence cualquier reticencia. Los cambios  asustan, por supuesto. Dejar atrás todo lo que has conocido, abandonar las comodidades y el lugar donde has estado a salvo, requiere de un valor especial, y no todas son capaces afrontar el sacrificio que representa y de dar el paso necesario para encontrar un camino propio. Pero en muchas ocasiones es la única decisión posible, y quizá sólo la amistad sea capaz de dar el impulso y apoyo necesarios.

Maquilón da cuenta de una prosa muy trabajada, armoniosa, evocativa, poética y, sobre todo, meditada, con elementos que podrían a priori resultar llamativos, como el uso del femenino genérico para referirse a las izahikari, seres andróginos en definitiva, o ciertas expresiones en un idioma creado para la ocasión, pero que se encuentran tan perfectamente integrados en el relato que fluyen con toda la naturalidad, invitando de paso también a ciertas reflexiones sobre el lenguaje y su uso.

Amistad, inconformismo, cambio, superación… Tras una historia intimista, inspiradora, introspectiva y reflexiva, con muy poca acción y muchas emociones a flor de piel, con información críptica que hace que el lector deba bucear en cada palabra y detalle para descubrir dónde quiere llevarle la autora, se antoja que hay tal trabajo de creación del escenario tras el relato que al acabar la lectura surge la necesidad de seguir indagando en ese mundo, de conocer más. De los árboles-alma, de la guerra de antaño que ha dado lugar al mundo de su presente, de las temidas humanas, del mar y lo que guarda, de esas misteriosas diosas… Seguro que hay muchas historias ahí esperando a ser contadas.

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