Brooke Bolander.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Crononauta. Sevilla, 2020. Edición digital (ePub). Título original: The Only Harmless Great Thing. Traducción: Carla Bataller Estruch. Ilustración de portada: Sara H. Randt. 136 páginas.
Es esta una novela corta sugerente, en el mejor sentido de que sugiere mucho más de lo que llega a contar, que también es mucho para su extensión. Hay dentro de ella toda una corriente subterránea de mensajes y símbolos, y una estructura caleidoscópica, fragmentaria, que hacen de la lectura una tarea tan grata como exigente. Es una novela muy difícil de definir o de adscribir a un género. Podría ser una ucronía, una realidad paralela o un mundo onírico muy parecido, pero radicalmente diferente, al nuestro. Bolander toma dos hechos históricos y los transforma generando un relato cargado de rabia y ternura, de denuncia, de dolor y tragedia. Las chicas del radio, un buen número de trabajadoras de la fábrica de Newark que fueron requeridas para pintar a mano con este peligroso material las esferas y manecillas luminosas de los relojes con nefastas consecuencias para ellas; y la ejecución de la elefanta Topsy, electrocutada en Coney Island por su supuesto comportamiento violento, motivado por el prolongado maltratado al que fuera sometida. Eventos separados en el tiempo en nuestra realidad, pero que en la voz enojada del relato de Bolander confluyen para conformar una historia paralela que agarra el corazón, lo estruja y no lo suelta.
Es difícil, por no decir casi imposible, sintetizar una sinopsis de esta novela corta, donde lo enrevesado de la estructura elegida por la autora para plasmar su historia es mayor que la complejidad de las propias tramas y parte muy importante de su interés. Bollander esboza el relato a modo de collage literario, conformado por piezas breves que entremezclan canciones, poemas, leyendas y fábulas, narraciones orales, recortes de prensa, documentos, voces del futuro, y escenas sacadas de las vidas de las protagonistas. Un entramado en una primera apariencia deslavazado y confuso que poco a poco va revelando una coherencia interna de lo más firme. Una madeja maravillosa cuando se consigue ir desenredando sus vericuetos, desentrañando sus mensajes.
En un mundo muy parecido, pero sutilmente diferente del nuestro, en el que las elefantas siempre han poseído un lenguaje y un legendarium propios, y los humanos han aprendido a comunicarse con ellas, hay cuatro vetas a seguir en el relato. Hay un tiempo mítico, donde reside la memoria de las Grandes Madres, de las historias de las elefantas y de aquella que obtiene la conexión entre todas ellas recuperando lo que los machos habían robado, de sus fábulas y enseñanzas. Hay un presente - pasado alternativo con dos líneas solapadas que transcurren en la fábrica donde trabaja Regan mientras espera infructuosamente que le llegue cierto cheque y donde su camino se cruza con el de la elefanta Topsy, esclavizada junto a otras de su especie para realizar una tarea que se ha demostrado fatal para las operarias humanas. Regan y Topsy, se ven así unidas por sus respectivas tragedias, deberán apoyarse la una en la otra para capear todo lomque se les viene encima. Y hay una cuarta trama situada en un futuro indeterminado, en el que una científica debe encontrar una solución permanente para advertir de la presencia en determinado lugar de una gran concentración de desechos nucleares que podrían permanecer activos miles de años, en un tiempo venidero en que el lenguaje y el simbolismo habrían seguido evolucionando y cambiando haciendo inútiles las señales convencionales.
Resulta complicado integrar unas líneas tan dispares, con tres de ellas mucho más conseguidas y satisfactorias que la cuarta —que no obstante se revela imprescindible para el conjunto—, y con un número de temas tan grande y sugerente para una novela tan breve como la que nos ocupa. Bolander lo consigue, planteando, eso sí, muchas ideas que deja al desarrollo del lector, sin querer ni necesitar profundizar en ello. Ofrece un libro que interpela y cuestiona sobre los derechos de las mujeres, de los animales y de los trabajadores, duramente conseguidos y algunos todavía en disputa, que grita sobre las injusticias, laborales y de género, y la justa indignación que se propaga a través del tiempo por todas ellas, que avisa del peligro de los desperdicios nucleares y su letal legado para las generaciones venideras —y para todos los seres que han de compartir el planeta con ellas—. Encierra también una denuncia de las malas praxis del capitalismo, una advertencia de cómo los errores del presente tienen desastrosas consecuencias con las que lidiar en el futuro. Y todo a forma de ofrecimiento para que el lector piense y reflexione por su cuenta, para que desentrañe todo el simbolismo implícito en el relato, para que saque sus propias conclusiones y su parte de culpas. Y seguro que cada persona que llegue a sus páginas desentrañará respuestas distintas.
Entre tanta, llamémosle, oscuridad, Bolander imbuye en el relato un poderoso mensaje de sororidad y un entregado llamamiento a la necesidad de la persistencia de la memoria, a no cejar en la lucha y no desfallecer ante las injusticias. Es una obra feroz, dura, pero también terriblemente empática. El final de la novela, una dolorosa elegía por tantas cosas perdidas, da cuenta de la capacidad de perdón y esperanza pese a toda la crudeza de lo narrado. Incluso en la pérdida hay cierto triunfo. Sin embargo, es un final que cierra sin culminación el relato, que hurta la visión del desenlace. Un cierre un tanto abrupto que deja con más deducciones que certezas, con más sugerencias que revelaciones. Y con una invitación no formulada, pero implícita: Aún estamos a tiempo de hacer las cosas bien y, sobre todo, con justicia.
Nota aparte merece la traducción, una labor que se antoja muy difícil de haber llevado a cabo para hacer justicia a una obra tan poética, metafórica y a veces críptica como esta, y de la que Carla Bataller sale más que triunfante, consiguiendo una prosa que se lee de forma tan agradable como fluida dentro de la complejidad del propio texto. Gran labor de todo el equipo editorial, desde la magnífica y llamativa portada de Sara H. Randt y la introducción de Ainhoa Goñi que sitúa al lector en el contexto histórico de nuestra línea temporal hasta la mencionada traducción.
Como te acabo de decir por twitter, coincidimos bastante. La novela me ha aportado más al darme a conocer los dos hechos historicos que una historia potente en si. Es más, creo que solo la de Regan y Topsy me resulta simbólica. Un abrazo :)
ResponderEliminarLa verdad es que conociendo los hechos en que se basa Bollander la novela gana mucha profundidad, pero es que además está todo ella repleta de simbolismos. Estoy deseando leer tu reseña para comparar impresiones ;-)
ResponderEliminarSaludos
¡Hola! La verdad es que nunca había escuchado hablar de este libro, pero parece una historia muy compleja e interesante. Sinceramente, no me acaba de convencer, pero me apunto el título para un futuro próximo.
ResponderEliminar¡Un saludo!
Hola, Javier.
ResponderEliminarEs cierto que se trata de una historia que igual no gusta por igual a todos, o que puede resultar no tan llamativa, pero a mí me ha parecido muy interesante. Aunque creo que si no te convence, tampoco hay que forzar su lectura, que hay muchos libros por disfrutar ahí fuera ;-)
Saludos
¡Hola!
ResponderEliminarComparto muchas de tus opiniones. "La única criatura enorme e inofensiva" es un relato que declama a favor de la sororidad, la empatía, la justicia, el amor, la solidaridad. Brooke Bolander es exigente con el lector y eso ha hecho que la lectura me haya resultado más grata.
Un saludo.
Sí. Yo creo que precisamente ese nivel de exigencia es el que consigue que la lectura final sea tan satisfactoria. Me alero de que lo hayas disfrutado.
ResponderEliminarSaludos