Max Brooks.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Reservoir Books. Barcelona, 2020. Título original: Devolution. Traducción: Raúl Sastre. Imagen de portada: Shutterstock / @ Michelle Brooks. 332 páginas.
Catorce años después de Guerra Mundial Z Brooks publica su nueva novela de «ficción» y ya desde el subtítulo, o frase de acompañamiento al título, no engaña: «Un testimonio de primera mano de la masacre sasquatch del Rainier». ¿Qué se puede deducir de la misma? Por de pronto que va a haber unos cuantos muertos —una masacre—, sí, pero también que en las muertes van a estar involucrados esas criaturas criptozoológicas de origen nativoamericano, entre el mito y el misterio, tan persistentes en la cultura popular y que en los EE.UU. han recibido el nombre de Bigfoot. El autor recurre al formato de diario encontrado al que añade otra serie de fragmentos de entrevistas a personas que de alguna manera conocieron de primera mano el caso o de extractos de noticias o de ensayos de expertos en los bigfoot que complementan al grueso del relato. Cargada de suspense, preguntas sugerentes, criaturas ¿fantásticas? y un claro afán de puro entretenimiento, es mejor no entrar en comparaciones con su predecesora —algo inevitable, por otra parte, dado el éxito de aquella— para disfrutarla en toda su dimensión.
Kate Holland se instala junto a su marido Dan en la pequeña comunidad eco-tecnológica de Greenloop, un un apartado rincón de los bosques del estado de Washington, no muy lejos de Seattle, poco antes del estallido del Rainier. Cuando el caos y la histeria provocada en todo el estado por la catástrofe se van disipando, un equipo de búsqueda, encabezado por la guarda forestal jefe Josephine Schell, se acerca por fin a las ruinas calcinadas y abandonadas del lugar, encontrando en una de las destrozadas edificaciones el diario de Kate. Un diario que va a dar cuenta de los intentos de mera supervivencia ante los efectos de la erupción del volcán primero, y de un dramático, aterrador e inesperado enfrentamiento después. Frank McCray, hermano de Kate y dueño de la casa que ellos ocupasen en Greenloop, se pondrá en contacto con el autor para que investigue el dramático caso, enviándole inicialmente un artículo periodístico escrito por él mismo con el poco fiable titular de: Bigfoot destruye pueblo. Después, conseguido su interés, le hará llegar una copia del diario, fotografiado por la guarda Schell, y confesandole que el cuerpo de su hermana, al contrario que el de otros de los habitantes del lugar, no ha sido encontrado todavía. De forma reticente en principio, el autor entrevistará a las personas que primero llegaron al lugar días después de la catástrofe, indagará entre los textos de los supuestos expertos criptozoólogos, leerá los libros escritos por quienes mencionan haber tenido algún contacto —directo o indirecto, como el mismo Teddy Roosevelt—, revisará estudios sobre primates primitivos de hábitos carnívoros y analizará todas las noticias relacionadas que pueda encontrar. El diario de Kate, acompañado de extractos de esas noticias y entrevistas, será el grueso de un relato tan dramático como aleccionador sobre la naturaleza humano expuesta a situaciones límite.
Greenloop es una comunidad que aspira a una vida integrada con la naturaleza, sostenible y ecológica, pero sin renunciar a los avances de la tecnología y a la hiperconexión con el mundo posibilitada por internet. Las casas se encuentran dotadas de todos los avances en domótica; los suministros y materiales que no pueden auto generarse son recibidos mediante un reparto semanal que utiliza drones y vehículos eléctricos sin conductor; los desechos se tratan de forma ecológica, reciclando el máximo de residuos para generar combustibles gaseosos o compost; cada casa consigue su electricidad mediante las más eficientes placas solares de última generación... Un estilo de vida revolucionario para urbanitas concienciados —y acaudalados, cabría decir—. Se compone de seis viviendas y una casa común, y su población es de lo más heterogénea, aunque limitada: Los Durant, él la mente tras la idea de la comunidad, ella una modelo y youtuber que emite online sus clases de yoga y relajación; Alex Reinhardt, escritor y erudito de cierto éxito; los Boothe, un matrimonio maduro, veganos, pacifistas, y encantados de vivir en comunión con la naturaleza; las Perkins-Forster, Carmen, Effie y su retraída hija adoptiva Appaloosa; la artista del vidrio Mostar, con un pasado ligado a una guerra que la mantiene en todo momento en tensión; y los Holland, una pareja en horas bajas, siendo a través del diario de ella, escrito con propósitos terapéuticos, como el lector conocerá de primera mano todos los acontecimientos que llevaron al desastre.
El microcosmos formado por estas personas viene a reunir todos los estereotipos de los urbanitas pudientes y «concienciados» con el bien del planeta. Deseosos de vivir sosteniblemente pero sin renunciar absolutamente a nada. Desde el rico «hecho a sí mismo» con grandes proyectos y grandes dotes publicitarios para llevarlos a cabo; el intelectual que cree estar en posesión de la verdad absoluta y cuyos conocimientos terminan resultando bastante inútiles; la pareja con las ideas muy claras que verá cuestionados sus principios; la mujer dura, marcada por la guerra y con un acerado instinto de supervivencia; el matrimonio que sigue junto por inercia que verá cómo sus lazos son puestos en tensión… Brooks aprovecha a cada uno de ellos para, al tiempo de mostrar lo que es beneficioso y lo que no en un caso de supervivencia extrema, lanzar serias críticas a estilos de vida actuales que tras una apariencia deseable terminan no siéndolo tanto. También da cuenta de cómo algunas personas se quiebran bajo la presión mientras otras salen reforzadas. La miseria humana, el egoísmo o la negación emergen junto a heroicas actitudes altruistas y desinteresadas. En el plano general el autor también lanza sus dardos contra la situación socio-económica y tecnológica del momento. Los recortes en programas estatales llevan a no detectar a tiempo la erupción del Rainier, magnificando el desastre, y a su vez la dependencia de las redes y de internet conducen a la confusión y a la falta de respuestas o soluciones rápidas cuando el acceso cae.
Al contrario que en Guerra Mundial Z, en que la «acción» iba saltando de personaje en personaje, ofreciendo una historia global dilatada en el tiempo sin un hilo continuo, aquí Brooks sí que ofrece una línea de principio a fin, siguiendo las vicisitudes de unos personajes concretos y con una protagonista bien definida, y en un tiempo limitado que va desde la llegada de Kate Holland a Greenloop hasta un poco más allá del final de la investigación. Pasando, además, de una historia que abarcaba todo el orbe a una con un único escenario muy localizado. Los lahares provocados por la erupción, que cortan caminos y comunicaciones, dejan aislada a la comunidad, sacando lo mejor y lo peor de cada uno de sus habitantes, al mismo tiempo que expulsan a los bigfoot de su hábitat al limitar sus presas, obligándolos a tener que buscar nuevas zonas de caza para alimentarse. El drama está servido. Greenloop es un paraíso del pequeño egoísmo, un refugio para privilegiados, escudados tras razones altruistas de cuidado del medio ambiente, que muy pocos podrían permitirse. Y todo aquello que funciona a la perfección en condiciones óptimas, con un mundo ahí fuera que satisfaga sus necesidades —conexión a internet, productos gourmet, relaciones sociales a distancia…— demuestra su nulo valor cuando las cosas fallan.
El formato de diario requiere de una complicidad de verosimilitud con el lector, para que entre en el relato sin cuestionarlo, y de una prosa muy determinada. Es obvio que cada persona es un mundo y cada cual va a escribir sus vivencias de manera distinta, pero la voz narrativa de Kate se antoja demasiado templada y, en algunos casos, extendida y descriptiva, para los dramáticos eventos que está reflejando, sobre todo cuando la acción y el terror se adueñan del relato. Si bien al principio, con la llegada del matrimonio Holland a Greenloop, mientras expone sus primeras impresiones del lugar, sus paseos por el bosque o las interacciones con los vecinos, el formato puede resultar sugerente y muy verosimil, conforme más avanza la historia y su virulencia, el enfoque elegido por Brooks parece más adecuado —y satisfactorio— para ser leído como una memoria en primera persona, que para las palabras que una persona pone por escrito al final de una agotadora jornada cargada de hechos luctuosos, incapacitantes, sangrientos y con gran carga de desgaste mental y físico. El enfoque hace que el relato se acepte mejor.
Aunque algunas reacciones y cambios de personalidad se antojen un tanto exagerados para el relativamente poco tiempo en que sucede la acción —y es que todo sucede muy rápido—, el autor realiza un cuidadoso estudio social y de supervivencia de un grupo humano reaccionando y cooperando ante la catástrofe natural justo antes de que se produzca la irrupción de los «monstruos». Cuando el enfrentamiento se desencadena e irrumpe el elemento extraño, la lucha por la supervivencia cambia de objetivo, del racionamiento de alimentos, la búsqueda de posibles cultivos, el mantenimiento del suministro energético…, se pasa a la fabricación de armas de mano o a la fortificación, dentro de lo posible, de la comunidad. Todo un salto de perspectiva que hará aflorar el verdadero espíritu de una Kate a quien el desafío servirá irónicamente para liberarse de sus neurosis.
A pesar de que el final viene anunciado desde las primera páginas, abierto como bien corresponde al formato de diario en que la protagonista deja la última entrada sin escribir, Brooks trabaja adecuadamente el uso creciente de la tensión y el misterio, partiendo de la historia de unas personas que buscan paz y tranquilidad integrados en la naturaleza, sin estar realmente preparados para ello y sin conseguir dejar atrás sus problemas de privilegiados habitantes del primer mundo, avanzando por un relato catastrofista que vira hacia una explosión de terror y lucha por la supervivencia en un crescendo de la presión, la incertidumbre y la angustia a la que se ven sometidos los protagonistas. El tratamiento de la figura del sasquatch, de la investigación de los mitos y avistamientos de estas criaturas criptozoológicas, proyectando la mayor credibilidad posible hacia el lector, y alejándose de la imagen de monstruo bonachón, enorme y adorable de ciertas películas, es una base muy interesante para el relato. El retrato de la arrogancia, desdén e ignorancia de los urbanitas frente al poder de la naturaleza, y el del desmoronamiento de las «caretas» civilizadas con las que muchas personas se disfrazan para integrarse en sociedad, completan una historia entretenida, con impactantes escenas de acción, algún escalofrío, y una honesta propuesta de evasión para ser leída casi de una sentada.
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