Ríos de Londres 6.
Ben Aaronovitch.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Oz editorial. Col. Oz Nébula. Barcelona, 2021. Título original: The Hanging Tree. Traducción: Marina Rodil. Ilustración de cubierta: Stephen Walter. 320 páginas.
Sexta entrega de las aventuras de Peter Grant, el aprendiz de mago y detective de Scotland Yard dentro de la Unidad de Evaluaciones Especiales, conocida también como La Locura, encargada de los casos problemáticos en los que se ha visto envuelta cualquier tipo de magia o criatura sobrenatural. Tras el periplo campestre de la anterior novela, en esta Aaronovitch devuelve la acción a las calles de Londres, más en concreto a aquellas en que mejor se desenvuelven los acaudalados y favorecidos por la fortuna, la denominada Alta Sociedad. Y es que los ricos tampoco se libran de las intrigas, los crímenes y los asesinatos. El autor vuelve a ofrecer una fantasía urbana entremezclada con procedimental policíaco que lleva al lector de paseo por las calles londinenses mientras a su alrededor se suceden las persecuciones, enfrentamientos mágicos, explosiones, daños masivos a la propiedad, derrumbe de edificios..., y se extiende el caos de una forma maravillosa. Magia, criaturas sobrenaturales, crímenes muy mundanos, personajes carismáticos, diversidad, humor, ironía… Y sí, para disfrutar en toda su dimensión de la lectura, se podría afirmar sin temor a equivocarse que es imprescindible haberse leído todas las entregas anteriores —y estaría bien que en España se publicaran en algún momento los cómics e historias cortas paralelas a la serie madre, ya que, aunque no resulten vitales, hay alguna referencia cruzada a casos anteriores que allí aparecen y que sería interesante poder conocer de primera mano—.
Lady Cecelia Tiburn-Támesis va a reclamar la deuda de favores que Peter tiene contraída con ella desde los sucesos narrados en Susurros subterráneos. Su hija, Olivia Jane McAllister-Támesis se ha visto envuelta en la supuesta sobredosis accidental de Christina Chorley en una fiesta en el One Hyde Park, un edificio de alto standing conocido como el bloque de apartamentos más caro de Gran Bretaña. El favor, la orden más bien, es que Olivia no aparezca implicada en el caso, que su nombre no llegue a aparecer de ninguna manera en la investigación. Por supuesto, las cosas son más complicadas de lo que aparentan y las pesquisas empiezan a mostrar más derivaciones de las que inicialmente pudieran sospecharse. Así que Peter difícilmente va a poder cumplir con el requerimiento de Lady Ty.
Mientras el caso se va complicando, y de una sobredosis accidental pasa a un posible homicidio involuntario con ramificaciones impredecibles, la búsqueda del camello que vendió la droga lleva al conocimiento de que existen ciertos objetos y libros mágicos de enorme valor que parecen estar en el punto de mira de un gran número de interesados. Así, el elenco de personajes mágicos, practicantes o implicados con la magia en todo caso, a un lado y otro del Atlántico, sigue creciendo y abriendo interesantes posibilidades, tanto en la búsqueda de posibles aliados como de poderosos antagonistas a tener en cuenta. Las nuevas incorporaciones se mueven como pez en el agua en el submundo sobrenatural, añadiendo nuevas perspectivas y formas de entender y enfrentar la magia. A las ya conocidas, como la detective Guleed, la agente del FBI Kimberley Reynolds ola expolicía cambiada de bando Lesley May, el autor suma un buen número de mujeres conscientes de su fuerza y poder, como las enigmáticas y sugerentes lady Helena y su hija Caroline —quien acapara la escena cada vez que aparece—. Y es que en la estupenda construcción de los personajes secundarios reside buena parte del atractivo de la serie. Cada una de estas personas proyecta además un nuevo juego de sombras sobre la trama en la que Peter y su mentor Nightingale, por mucho que en esta ocasión su participación sea menor, están envueltos. Todos los implicados e investigados mienten de una manera u otra, y resulta muy complicado abrirse paso hacia la verdad entre todas las pistas falsas, los silencios y los engaños.
Para el aficionado al género la lectura tiene además un plus de cercanía. Peter Grant sigue siendo «uno de los nuestros». Mientras va narrando la acción en primera persona el protagonista trufa el texto de continuas referencias al Doctor Who o a Harry Potter, a las obras de Tolkien, Pratchett y otros escritores afines, y a otras muchas obras, comics y pelis que el fan en sintonía reconocerá al vuelo. Y si el lector es amante del jazz y disfruta de la arquitectura miel sobre hojuelas. Entre referencias musicales y a la cultura popular, el autor sigue desgranando su profundo amor y conocimiento de la historia de la ciudad de Londres, y en esta ocasión pone el foco en Mayfair y sus exclusivas viviendas, en un Marble Arch que ha crecido en torno al lugar en que antaño fueran ajusticiados todo tipo de criminales: el Árbol de Tyburn, de cuyas ramas colgaron miles de convictos, culpables o no, tras un último paseo por Oxford Street, parada en la cantina incluida para un último adiós. Un lugar con una historia siniestra y sangrienta, ahora oculta por el dinero y las nuevas viviendas de lujo, pero que sigue presente en algunos locales y algunos de los edificios que se resisten a la especulación y el paso del tiempo.
Historia presente y pasada, mitología, sólidos y consistentes procedimientos policiales —investigación a pie de calle, interrogatorios continuos, burocracia…—, magia bien plasmada, suspense, intriga y acción se combinan para ofrecer otra entretenida aventura para disfrutar sin complicaciones. Una aventura que, mientras los protagonistas intentan limitar los daños colaterales al máximo, sin terminar de conseguirlo en absoluto, plantea también interesantes cuestiones sobre las familias y sus lazos, como si en verdad los padres conocen la realidad de sus hijos, lo que hacen en sus ratos libres, las gentes con las que se codean, las actividades en que se ven envueltos o los sueños de futuro que aspiran alcanzar. La brecha generacional a veces parece un abismo.
Además, Aaronovitch introduce en el texto de la manera más orgánica y natural, sin ningún tipo de aspavientos ni llamadas de atención, toda la aceptación de la diversidad racial, religiosa y de género de la población londinense, aunque también los prejuicios y discriminaciones. Pinceladas que hablan de pasada de la pareja de una de los mandos de Peter o de la novia de una implicada, que muestran el amor del protagonista por su familia y por sus raíces afro-caribeñas, pero que sacan también a la luz el desprecio y suspicacia que despierta en algunos el color de su piel. Detalles que van dando cuenta de la amplia variedad que compone la sociedad en su rico conjunto, para bien y para mal. Por si fuera poco en este crisol de razas y culturas el protagonista mantiene una relación con una personificación de uno de los ríos de Londres; relación que en realidad lleva camino de convertirse en un nuevo quebradero de cabeza, aunque solo sea por todo lo que lleva asociado en cuestiones familiares. Después de encontrar un cómodo acomodo en su relación con Beverley, Peter debe empezar a cavilar sobre sus posibilidades y lo que lees puede deparar el futuro.
Conforme avanzan las páginas y las investigaciones del caso llevan a ciertas revelaciones muy esperadas, conforme crece el riesgo y se suceden los duelos mágicos, el humor y el drama, conforme las cosas se lían más y más en una especie de caos controlado..., se empieza a intuir, por fin, un cierre para la trama general del Hombre sin Rostro, y de la participación e intereses de Lesley May en todo el embrollo. Aunque, eso sí, al pasar la última página se antoja que todavía queda mucha tela que cortar para la próxima entrega. Ojalá nos llegue pronto.
Reseña de entregas anteriores de la serie:
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