Neil Gaiman.
Reseña de: Lyrenna.
Salamandra. Barcelona, 2009. Título original: Coraline. Ilustrado por Dave McKean. Traducción: Raquel Vázquez Ramil. 157 páginas.
Hacía ya mucho tiempo que quería leer Coraline, así que con la excusa de que con motivo de la película basada en el libro Salamandra ha aprovechado para reeditarlo me decidí por fin a hacerlo; y no me arrepiento en absoluto después de haberlo disfrutado de la primera a la última página. Coraline es un libro de terror dirigido a los más pequeños que puede ser disfrutado a cualquier edad. Una historia de miedo sin ningún edulcoramiento, sin ñoñerías, pero que de alguna forma llega al corazón.
Neil Gaiman, reconocido autor de comics sobre todo por su magna obra Sandman, hace tiempo que se sumergió en una igualmente exitosa carrera literaria con títulos como Neverwhere, American Gods, Buenos presagios (escrito al alimón con Terry Pratchett) o Los hijos de Anansi, pero con Coraline consigue el más difícil todavía al auto-retarse a escribir un libro de terror para niños y salir triunfante en el empeño.
Y es que es una pequeña delicia el sumergirse en sus páginas y disfrutar de una prosa aparentemente sencilla y asequible a cualquier lector, pero que a través de sus poderosas y cautivadoras “imágenes” posee el poder evocador de transportar la imaginación a otros mundos que se encuentran muy cerca del nuestro, tan solo al otro lado de una puerta tapiada.
Coraline (y no Caroline, como se empeñan en llamarla sus nuevos y estrafalarios vecinos) es una niña de diez años que acaba de mudarse de casa; como buena exploradora en un territorio virgen, pronto descubre que su nuevo hogar tiene catorce puertas, trece que se abren (o cierran) con total normalidad, pero la decimocuarta no puede abrirse ya que está cerrada con llave. Cuando le pregunta a su madre, esta le explica que la puerta está tapiada debido a unas antiguas reformas y que ya no lleva a ningún sitio. Pero lo que su madre no puede sospechar es que sí que lleva a algún lugar, y así comienza la escalofriante aventura de Coraline.
Cuando la pequeña cruza al otro lado se encuentra en un principio con una realidad que le parece mucho mejor que la suya, pero pronto descubrirá que no todo es tan bueno como parece y que siempre hay que pagar un precio por las transgresiones. Pero Coraline es una chica valiente, o al menos así se lo repite a sí misma, y con ayuda de un misterioso gato se enfrentará de cara a todos los problemas y miedos que surjan en su camino.
La historia es simple, muy lineal, fácil de seguir a través de la narración con una cercana tercera persona que sigue en todo momento a la protagonista, haciendo partícipe al lector de sus sentimientos y de las cosas que va haciendo, pero sin entrometerse en lo que sucede dentro de su cabeza, consiguiendo así no dar lugar a ningún tipo de ambivalencia, salvo tal vez con el gato, personaje curioso donde los haya.
La narración parece beber en muchos momentos del lenguaje del cómic, con escenas y descripciones muy visuales que provocan inevitablemente imágenes en la mente del lector. Una sensación acentuada por las ilustraciones que abren cada capítulo debidas al lápiz de Dave McKean, habitual colaborador gráfico de Gaiman en su faceta de guionista y que ponen en cierto contexto la historia que se nos está relatando.
Peca, quizá, de una excesiva rapidez en ofrecer soluciones a los problemas que Coraline se va a encontrar en su particular descenso a los infiernos; dotándola ya de antemano y sin venir del todo a cuento de los mecanismos u objetos mágicos que luego habrá de necesitar para poder desfacer los entuertos en que se verá envuelta. Algo que tampoco reviste una mayor importancia visto que el público objetivo al que se dirige el libro no va a pedir mayores explicaciones. De esta manera el libro también se ve libre de páginas innecesarias y encuentra la concreción y la longitud perfectas que la historia demandaba.
Una historia de terror con mucha humanidad, llena de escenas espeluznantes, que podrían habérsele escapado de las manos a Gaiman en cualquier momento, pero que dotadas de una especial sensibilidad en ningún momento se convierten en truculentas o desagradables a pesar de los personajes extraños con los que se encuentra Coraline o las situaciones oscuras a las que se enfrenta. La magia de esa realidad paralela se convierte así en algo natural, con su propia coherencia interna, algo que fluye sin rechinar en la mente del niño (o el adulto) que acompaña a Coraline al otro lado de una puerta que decían que no se podía traspasar o detrás de unos espejos que ocultan terribles revelaciones.
Después de leer el libro se entiende perfectamente, y no podemos dejar de felicitarnos de ello, la elección de Henry Selick (responsable máximo, aunque a la sombra de Tim Burton, de la inolvidable Pesadilla antes de Navidad) para llevar el libro a la gran pantalla. El ambiente y la historia son perfectos para este realizador y, aunque habiendo visto tan solo el trailer de la película ya se intuye que ha introducido unos cuantos cambios en el argumento, la expectación no puede ser mayor. Además, gracias a ellos (por internet está el video) he descubierto el significado de «koumpounofobia» (miedo a los botones) y las causas, o al menos una de ellas, que pueden motivarlo.
Para mí, Gaiman se ha convertido por meritos propios en uno de los grandes. Recomendable para niños y para los que todavía recuerdan lo que era ser niños.
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Otras reseñas de obras del autor:
El cementerio sin lápidas y otras historias negras.
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