Malaz: el Imperio 2.
Ian C. Esslemont.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
La Factoría de Ideas. Col. fantasía # 94. Madrid, 2013. Título original: Return of the Crimson Guard. Traducción: Marta García Martínez. Ilustración de cubierta: Steve Stone. 668 páginas.
Frente a la relativa brevedad de La noche de los cuchillos el segundo volumen de El Imperio se pone a la altura, al menos en cuanto a número de páginas, de su serie hermana, El libro de los caídos, y Esslemont factura una larga novela muy profusa tanto en personajes como en sucesos. Eventos épicos en su mayoría, dos terceras partes se puede considerar como una larga serie de batallas concatenadas, otros traumáticos con muertes que se puede asegurar resultan, a pesar de lo acostumbrado que está ya a las mismas el lector de Malaz, inesperadas. Muchos son los elementos o personajes que han ido apareciendo en la serie madre y que merecían una mayor exploración, tal es el caso de la Guardía Carmesí, cuya historia, integrantes y destino ocupan buena parte de las tramas —sí, porque tramas hay también unas cuantas aquí desarrollándose— de este libro. Magia desatada, búsquedas desesperadas, batallas y muertes por doquier, ambiciones prohibidas, traiciones, y el destino de todo un Imperio en el fiel de la balanza, dependiendo, como siempre ha sido, del valor, el ingenio, el arrojo y la entrega de los soldados que menos van a ganar en el envite. Para lo bueno y lo menos bueno, una novela a la altura de todo lo que significa Malaz.
La acción principal se sitúa justo tras lo narrado en Los Cazahuesos cuando el Imperio, embarcado en un buen número de guerras para mantener sus territorios más alejados, ha estirado demasiado sus fuerzas y ve ahora como la amenaza va a llegar hasta su continente natal, Quon Tali, a su mismo corazón, Unta. Naciones conquistadas se sacuden el yugo, la rebelión bulle dentro de las fronteras del Imperio mientras las amenazas no cesan de crecer en el exterior. La Liga Taliana busca separarse del trono y restaurar su propia línea real. Los setis apoyan esa ambición, pero buscando sacar sus propios beneficios. Los wickanos se encuentran en pie de guerra debido a la presencia de colonos en sus tierras y al pogromo lanzado contra ellos tras la tergiversación de lo sucedido en la Cadena de Perros. Y un viejo nombre, utilizado para asustar a los niños, empieza a sonar de nuevo con fuerza; la legendaria compañía mercenaria conocida como la Guardia Carmesí, cuyos miembros originales se ataron a un juramento inquebrantable para destruir el Imperio, se está reuniendo y vuelve al continente que los vio nacer. Con su comandante largo tiempo perdido, los juramentados de la Guardia, después de muchos años dispersos, empiezan a responder a una ineludible llamada. En su diáspora han ido reunido un gran cuerpo de reclutas y veteranos, algunos cercanos al anterior emperador, con los que esperan alcanzar el cumplimiento de la promesa sellada en su juramento y poder descansar así al fin. Aunque quizá no todos ellos, después de tanto tiempo, compartan un mismo objetivo.
Ilustración de Edward Miller |
Con algo menos de digresiones filosóficas, aunque sí que con unas cuantas reflexiones de calado, Esslemont factura una historia monumental, a la altura de las de Erikson en cuanto a complejidad, con multitud de tramas en juego, diversos hilos, líneas divergentes, personajes con muy diversa importancia y una convergencia de la mayoría de ellos para la gran traca final. El retorno de la Guardia Carmesí tiene mucho de juego de estrategia —o del juego de rol que diera vida a la saga—, con la incorporación sucesiva y alternativa de los diversos jugadores implicados en el devenir de la partida. Primero un grupúsculo, luego otro, ahora un ejército, entonces el siguiente. Si el Libro primero, Fin de la diáspora, sirve como presentación y distribución de los muchos personajes sobre el tablero, los siguientes, ocupando los dos últimos tercios de la novela, son una larga, enmarañada, épica y emocionante sucesión de combates y batallas encadenadas entre una vorágine de enemigos variables. El guerrero con el que uno se enfrenta por la mañana puede ser el que te proteja el flanco por la noche.
Y es que entre los enemigos del Imperio reina la desconfianza, y cada cual busca sus propios intereses. Los que podrían ser aliados ven como la desconfianza no les permite actuar en conjunto. Incluso en el seno de la misma Guardia Carmesí se extienden las tensiones, los conflictos y los recelos entre los juramentados, llevando a ciertos conflictos que merman sus propias fuerzas. Pero el Imperio está peor si cabe. Se está desgarrando, envenenado desde dentro y asediado desde fuera. Las campañas lejanas, como la de Siete Ciudades, se están cobrando un alto precio en vidas y suministros. Y las sospechas, las rencillas, las conspiraciones, envidias y desconfianzas entre sus oficiales de mayor rango y su cuadro de magos amenazan con fracturar en mil pedazos una unidad más necesaria ahora que nunca. Mientras Laseen, imperturbable, parece estar poniendo poco de su parte para evitarlo. Antes bien, sus actuaciones parecen fomentar estas rivalidades mezquinas en una incomprensible carrera de búsqueda de poder personal entre sus mandos más cercanos.
Las cambiantes políticas de uno y otro bando —o bandos, que son unos cuantos actuando a su libre interés—, las alianzas que se forjan y se deshacen en un parpadeo con el golpe maestro de la traición, los asesinos sigilosos de garras y otras facciones por igual pululando por las sombras y repartiendo muerte no del todo indiscriminada, los soldados sobreviviendo un día más con sus muestras de filosofía cuartelaria y su gusto por los juegos arriesgados, los magos desatando sus poderes sin tapujos y con consecuencias sangrientas, los cuervos alimentándose…, forman un intrincado tapiz de historias convergentes —o no— en las que, entre entradas y salidas, hay que poner mucha atención a riesgo de perderse entre tanto nombre y tanto periplo arriba y abajo.
Historias como la de Kyle, un nuevo recluta en la Guardia Carmesí llamado a un destino que le arrastrará muy lejos de donde aspiraba a estar;, o la de un grupo de magos convictos en una mina de otataralita que ocultan un significativo descubrimiento y que ven su rutina alterada por la presencia de dos nuevos prisioneros; o la de Viajero y Ereko, dos supervivientes del Muro de las Tormentas con objetivos inescrutables; la del pelotón del capitán Storo en la asediada Li Heng y del horror antiguo que van a ver liberado; la de Ghelel y de su descubrimiento de los vínculos que la unen a las aspiraciones de restauración taliana; la de viejos conocidos como Mallick Rel, y sus insidiosas maniobras, o Korbolo Dom con sus ínfulas de grandeza, de Nada y Menos, de Toc el Viejo, de Torv..., que diga, de Laseen, de su nuevo patrón de la Garra Zarigüeya, de la vieja guardia de Kellanved, de veteranos como Diente Bravo o Temp. O la de un buen montón de unidades, compañías y pelotones de la Guardia Carmesí y del ejército malazano que vienen a reflejar todos los frentes del conflicto. Numerosos soldados casi anónimos —aunque todos tienen su nombre a cual más irónico— con quienes la novela adquiere su más satisfactoria dimensión. Soldados arrastrados a guerras que ni les van ni les vienen, pero dispuestos a dejarse la piel por mantener la posición propia y derribar, si es con una buena explosión mejor, la ajena. Soldados con actuaciones arrojadas, patéticas, divertidas, entrañables, conmovedoras, humanas, que se convierten en el auténtico corazón del relato. Esslemont mantiene un montón de frentes abiertos y es de remarcar la habilidad para finalmente llevarlos, casi, todos a buen puerto.
Muchos son los actores llamados a tomar parte en el drama. Muchas cosas están sucediendo. Una complejidad y un ritmo narrativo, no obstante, que el autor todavía maneja con cierta impericia, con una prosa, un desarrollo y unas transiciones que se acercan pero no están del todo a la altura de las de Erikson en su serie hermana, pudiendo resultar frustrante en ocasiones. Demasiados personajes, algunos apareciendo muy poco y siendo reservados, es de suponer, para futuras entregas, otros perdiéndose en el maremágnum de nombres y misiones y reapareciendo después de manera un tanto inopinada; muchos sucesos y líneas paralelas requiriendo la atención; varias historias periféricas que se antojan un tanto irrelevantes y que quedan colgadas para ser resueltas, es de esperar, más adelante en libros venideros de la serie... Por un lado resulta subyugante, por otro hay momentos en que llega a resultar abrumador e incluso confuso, lo que no impide en absoluto que con un punto de atención extra la lectura termine resultando agradable, emocionante, divertida, entretenida, épica y ampliamente satisfactoria.
Ilustración de Edward Miller |
Hay además, muy cerca ya del final, un evento, EL evento, cuyos efectos necesariamente deberán causar profundas hondas de impacto en todo Malaz, tanto en los libros del Imperio como en los de los Caídos. Es un giro tan crucial que resulta indicativo de la importancia que los dos autores dan a esta serie, y que, junto a otros sucesos muy relevantes para la línea general, convierte el libro en —casi— imprescindible para los seguidores de la saga. Una aventura repleta de subidas y bajadas, de giros mareantes y de paisajes a veces tan solo entrevistos en un escenario mayor, de sucesos traumáticos, inesperados momentos de ternura envueltos en una nube de sarcasmo, magia, sendas envenenadas, luchas y explosiones, amistad… El regreso de la Guardia Carmesí es una novela audaz, repleta de ambición y buenas intenciones, igual que fueran las primeras de Erikson, con grandes aciertos y un buen margen de mejora, algo que ya se puede anticipar en el magnífico tramo final. Un épico y salvaje viaje que requiere cierta perseverancia, sobre todo en su inicio, pero cuyo camino, por el momento, merece la pena recorrer.
Reseñas de otras novelas de la serie:
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