Malaz: el libro de los caídos 6.
Steven Erikson.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nova.Barcelona, 2020. Título original: The Bonehunters. Traducción: Marta García Martínez. Revisión de la traducción: Alexander Páez. Ilustración de cubierta: Noah Bradley. 1120 páginas.
[Esta reseña es una versión revisada y corregida de la subida a Sagacomic el 13 de septiembre de 2014 correspondiente a la lectura de la edición de La Factoría].
Superado ya el ecuador de la serie, Los Cazahuesos «inicia» la senda hacia el final de la misma con una especie de convergencia de las tramas de todos los libros anteriores —incluido La noche de los cuchillos entre ellos—. Continuación más o menos directa, dos meses después, de los sucesos del cuarto volumen, La Casa de Cadenas, retoma también algunas líneas de la inmediata Mareas de medianoche, y, en general, se convierte en el punto de reunión de todo lo que se ha venido narrando hasta ahora, con lo que la lectura de la presente reseña muy posiblemente —más bien seguro— pudiera desvelar por deducción eventos sucedidos con anterioridad y que no debieran ser conocidos por aquellos que no hayan leído las novelas precedentes y deseen mantener la sorpresa. Para deleite de sus aficionados Erikson sigue retorciendo las múltiples tramas, añadiendo nuevas capas, gran cantidad de información y toda clase de detalles por muy minúsculos que sean, a veces a costa de casi «perder» al lector entre crípticas referencias a personajes y eventos pasados y venideros, convirtiendo la novela en un auténtico punto de inflexión dentro de la saga. Debo decir que la relectura ha sido un auténtico disfrute, haciendo salir a la luz detalles que en la primera vez habían quedado en las sombras.
De inicio la acción vuelve a centrarse, principalmente, en el continente de Siete Ciudades, donde el Decimocuarto Ejército de Malaz ha destruido la rebelión del Apocalipsis, y la consejera Tavore ha ejecutado a la Sha’ik, pero las tropas bajo su mando debe emprender la persecución de algunas fuerzas enemigas supervivientes y decididas a seguir luchando reunidas bajo el mando de Leoman de los Mayales. En el horizonte se encuentra la ciudad de Y’Gathan, donde de forma harto traumática «nacerán» los Cazahuesos. Y mientras tanto, los Sin Nombre han desatado una «nueva» amenaza que Ganoes Paran, señor de la Baraja de los Dragones, intentará detener, en un territorio que Poliel, diosa de la pestilencia, ha contaminado con su devastadora enfermedad. Lo cierto es que la sobreabundancia de tramas hace que Erikson tarde en entrar en materia —sin sobrar exactamente nada, pues ya es parte del encanto de la saga, una pequeña «poda» de páginas en un volumen que es de los más largos hasta el momento y algo de concreción en el texto tampoco le hubiera venido mal— y no es hasta el segundo cuarto de la novela cuando las cosas empiezan a rodar y tomar una velocidad imparable.
Sin un tronco central definido la novela sigue diversos arcos, muchos sin aparente relación, que vienen a dar continuación a un gran número de líneas iniciadas en anteriores entregas. Las consecuencias de las campañas de Genabackis y Siete Ciudades con la persecución de las fuerzas de Leoman de los Mayales hasta la ciudad de Y’Ghatan; la toma del Imperio Letherii por los Tiste Edur y la fuerza expedicionaria que busca oponentes a su emperador; las maquinaciones de Tronosombrío y Cotillion; los embrollados planes de la Emperatriz Laseen; los movimientos de dioses y ascendentes; las andanzas de Apsalar; los tejemanejes del dios Tullido; el periplo de Heboric, Navaja, Scillara y Felisin la Menor para alcanzar el desierto de Otataral; la presencia de Dejim Nebrahl y todos los eventos que desencadena; el errabundo deambular de Icarium y Mappo, y la intervención de Taralack Veed; Ganoes Paran y la nueva Baraja; el misterio de los K'Chain Che'Malle —y la aparición de ciertos restos de su tecnología, aparentemente muy avanzada para los estándares de lo conocido hasta el momento—; la desesperada defensa del primer trono; la búsqueda de Karsa Orlong y su nueva acompañante; la convergencia imparable de sucesos y actores principales en la ciudad imperial de Malaz… Todo lo que parecían eventos dispersos, con escasa repercusión unos sobre otros, empieza a relacionarse y toda la novela se siente como un punto de inflexión en la historia general, donde todo comienza a rodar acelerando y sin frenos.
Ilustración de Noah Bradley |
Ilustración de Noah Bradley |
Con un tono que ve derivando decididamente —todavía más— hacia lo sombrío, aunque con sus habituales salidas humorísticas, el autor sigue siendo un maestro para la épica y las grandes escenas de combate, como demuestra en esta ocasión en el «sitio» de Y’Ghatan, la ordalía del decimocuarto, y su claustrofóbico «desenlace», aunque al situarlo en el centro del libro, resta algo de espectacularidad al enfrentamiento final en la isla de Malaz, algo contrarrestado al focalizar la acción de ese último tercio en un único escenario contribuyendo mucho a mantener la atención. Es de remarcar la habitual inclusión, en esta ocasión de forma machaconamente insistente y pesimista, de ramalazos filosóficos, provenientes de labios de varios de los personajes principales y, supuestamente, más sabios, que vienen a incidir en el tema del buen salvaje y los males de la civilización —de hecho, el corolario que se extrae de la lectura es que la consecuencia inevitable del establecimiento de comunidades estables y de cualquier civilización medianamente avanzada es la guerra—. Incluso el más humilde de los personajes de Erikson tiene sus profundas convicciones y opiniones personales sobre la vida y la muerte, la guerra, la civilización, la religión, la economía, los dioses y cualquier otra cuestión mayor o menor. No deja de ser una marca de su tipo de escritura y como tal hay que aceptarlo para poder disfrutar de todo lo demás.
Ilustración de Noah Bradley |
Reseñas de otras novelas de la serie.
Malaz, el libro de los caídos:
Las puertas de la Casa de la Muerte.
Malaz: el Imperio:
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