miércoles, 5 de mayo de 2021

Reseña: Mareas de medianoche

Mareas de medianoche.
Malaz: el libro de los caídos 5.

Steven Erikson.

Nova. Barcelona, 2018. Título original: Midnight Tides. Traducción: Marta García Martínez. Revisión de la traducción: Alexander Páez. Ilustración de cubierta: Lauren Saint-Onge.  896 páginas.

[Esta reseña es una versión revisada y corregida de la subida a Sagacomic el 4 de abril de 2013 correspondiente a la lectura de la edición de La Factoría].

Con esta quinta entrega se alcanza el ecuador de la serie, de diez volúmenes, y si alguien se pensaba que a estas alturas Erikson lo iba a poner más fácil, que no iba a hacer un nuevo quiebro y abrir nuevos frentes en una obra ya de por sí con muchas frentes, se equivocaba, pues Mareas de medianoche contiene una historia que se aparta bastante de lo que el autor había ido mostrando hasta aquí. Cierto es que la narración libro a libro no era, hasta el momento, en absoluto lineal o cronológica, sino que daba una serie de saltos temporales realmente destacables, cuando no desconcertantes, pero si hasta ahora se había dedicado a narrar episodios de la «Historia» del propio imperio malazano, aquí retrocede en el tiempo para situar la acción en un antecedente anterior, aunque no del todo lejano, a todo lo visto  —aunque referencias variadas a lo ya conocido sobrevuelen por el texto de forma continua— y se traslada a un continente distinto, centrándose en viejos conocidos como los tiste edur y en un «nuevo» pueblo —al menos para los lectores, ya que tienen una historia milenaria que se remonta hasta el Primer Imperio—, los letherii. Multitud de personajes nuevos en la saga, nuevos focos de enfrentamiento, nueva orientación, abundante carga crítica, mucho humor y un viejo conocido en una vida que el lector todavía no había conocido.

La novela, prólogo con hechos acaecidos muchísimos años antes aparte, se divide en dos líneas que van alternándose la narración, aunque se encuentran obviamente destinadas no a encontrarse, sino a colisionar de forma catastrófica —al menos para una de ellas—.

Por un lado las tribus tiste edur, en apariencia poco «civilizadas», después de una existencia en eterno enfrentamiento entre ellas, se han unido bajo el mandato del Rey hechicero quien recientemente ha recibido un gran poder por parte de un aliado tan misterioso como peligroso. Dicho pacto conlleva la entrega de un arma, una espada, que habrán de ir a buscar a los territorios helados del norte los hermanos Sengar; un viaje que va a tener consecuencias inesperadas. Como principal punto de contacto con lo ya narrado destaca precisamente la presencia de Trull Sengar, quien ya aparecía en difícil situación en el prólogo de la anterior entrega, y que toma aquí un papel principal antes de que nada de aquello sucediera.

Por el otro, hacia el sur, el expansionista reino de Lether se prepara para la llegada del Séptimo Cierre, cuando según lo profetizado el Primer Imperio renacerá. Habiendo subyugado a todos los pueblos vecinos, con una política de asimilación que roza el exterminio o la esclavitud —según la actitud de los «asimilados»—, recientemente ha puesto sus ojos sobre los territorios de los tiste edur, hacia donde parte una comitiva para negociar ciertos acuerdos comerciales. Otro grupo de hermanos, los Beddict, separados por la distancia y por diferentes elecciones en su vida, van a tener gran importancia en los eventos que han de venir. Además, «incrustada» en el relato desarrollado en Letheras, capital del reino, se encuentra un relevante arco con la casa de Azath como protagonista, que se antoja va a tener —o ya ha tenido— repercusiones a lo largo de toda la serie.

Libro a libro, Erikson va desvelando más parcelas de su mundo y de las razas que lo pueblan. De los enfrentamientos y las mezquindades de los «dioses» que rigen buena parte de los destinos de sus habitantes. De los distintos caminos de una hechicería que parece despuntar en todo momento en las vidas de los mortales... Algo que, sin embargo y de forma un tanto irónica, hace que durante buena parte de la lectura se sienta en exceso el alejamiento de la línea principal de la saga, al ser una historia nueva, un antecedente importante a lo ya conocido, pero lejos de las líneas de los abrasapuentes y otros «actores» de la política del propio Imperio que hasta ahora se estaban desarrollando. Se trata de una novela que, además de tener su entidad propia, sirve para llenar hueco a hueco el rico trasfondo de aquellas otras que tratan directamente sobre Malaz, dando cuenta de la profunda y compleja Historia que ha llevado hasta allí, de las razones de ciertos enfrentamientos entre razas, de la procedencia de alguna de ellas, preparando a su vez cosas que han de llegar..., pero que de alguna manera se siente, a pesar de las muchas y agradecidas referencias, muy despegado de lo narrado anteriormente.

Mediante el clima pre bélico se pone ante los ojos del lector una civilización, la de los letherii, que se rige por los principios del capitalismo más descarnado —«todo por el oro»—, con sus miserias, sus ambiciones y las justificaciones de todo tipo para mantener el estatus como siempre ha sido, enfrentado a una sociedad, los Edur, tribal y primitiva, detalladamente plasmada de forma casi antropológica, con la que parece destinada a chocar. En las abismales diferencias entre un pueblo y otro hay una fuerte carga de crítica social implícita, con dos extremos muy polarizados en su forma de entender la  vida, sin que Erikson llegue a tomar partido realmente por ninguno de ellos, dejando en manos de los lectores todo juicio. Así, la  novela tiene una alta carga filosófica y ética, encerrada sobre todo en las conversaciones entre los protagonistas, pero también en sus formas de actuar, sin que entorpezca en forma alguna la narración. Entre otros temas, la crítica a los pelotazos inmobiliarios o a las prácticas de endeudamiento que convierten a las personas en esclavos de facto del poseedor de sus deudas surgen del relato calando en la mente del lector de forma harto entretenida, divertida incluso.

Cierto es, no obstante, que la misma da muchas vueltas sobre temas recurrentes, volviendo una y otra vez sobre lo mismo, aportando pequeños matices en cada ocasión que realmente no avanzan la trama, sino que la «solidifican». Da la impresión de que podía haber concretado un tanto y nada importante se hubiera quedado fuera. A pesar de lo muy entretenido que resulta en general, es la primera vez en la serie que me quedo con la impresión de que el libro está innecesariamente alargado. Casi desde un principio, los lectores son conscientes de la lucha interior de Trull Sengar, ¿es realmente necesario entonces volver a insistir en ello cada vez que aparece?

En la tensa situación, como es habitual pero de forma muy destacada en esta ocasión, Erikson introduce gran cantidad de humor, en ocasiones rozando el surrealismo, sobre todo en los hilarantes, y delirantes, diálogos de la pareja formada por Tehol Beddict y su «criado» Bicho, pero también en el magnífico personaje de la no muerta Shurq Elalle y su particular forma de sobrellevar el «remedio» a su maldición y de enfrentar las relaciones con los que la rodean.

El autor hace gala, una vez más, de una narrativa fragmentaria, multi perspectiva, con gran cantidad de información que va cayendo difuminadamente y donde un dato aparentemente inocuo va a hacer referencia a sucesos de mucho tiempo antes —o después— relatado en otra novela o a la espera de serlo. Hay un exceso de sugerencias y de diálogos tan crípticos que solo sirven para dejar al lector con la mosca tras la oreja al no dejar nada de ello resuelto hasta mucho después o ni siquiera hacerlo. En ese sentido, Mareas de medianoche se antoja como un libro algo más «inconexo» que los anteriores, a pesar de su evidente linealidad. La trama principal es relativamente simple y es en las ramificaciones secundarias, algunas aparentemente poco relacionadas, donde la novela adquiere la complejidad asociada a obras anteriores.

Así, por ejemplo, en un momento dado, bastante avanzada la novela, uno de los personajes se pone de alguna manera, por fin, a explicar el funcionamiento de las sendas —y las fortalezas—. Tampoco es que termine de aclarar mucho, la verdad, pero va centrando el funcionamiento de la magia en ese mundo, despejando algunas dudas importantes. A su vez a lo largo de todo el relato se van dejando caer pinceladas, a veces aclaratorias, a veces francamente enigmáticas, sobre temas ya tratados muy de pasada como los forkrull assail o de los trágicos tiste andii, de los K’Chain Che’Malle, de la Guardia Carmesí —grandes personajes los de la «corifeo» Seren Pedac y del juramentado Barras de Hierro— abocados a tener gran importancia venidera, de los oletaken, de ciertos paladines, de las casas de Azath y de la propia creación del Imperio.
Ilustración de Todd Lockwood
Quizá menos cuantitativamente épica, pero llena de emoción, la escala de las batallas —que también termina habiéndolas, por supuesto— está más «contenida» en esta ocasión, centrándose Erikson en el conflicto interior de los protagonistas, en las maniobras políticas, en las fintas conspiratorias..., entre la habitual gran cantidad de personajes y puntos de vista, desde la más alto nobleza a la simple soldadesca pasando por los habituales magos, los comerciantes, los esclavos, los asesinos o los pordioseros, todos con algo que decir y diciéndolo de forma vehemente —y filosófica—. Todos jugando sus cartas según sus intereses y con su propia agenda, en conflicto con la de los demás salvo en contadas ocasiones. Muchos movimientos velados, fintas y contrafintas, muchas justificaciones para acciones reprobables con repercusiones imprevisibles, muchos actos de valentía sin una recompensa evidente, muchas revelaciones y nuevas preguntas convierten esta novela en una lectura imprescindible para poder completar el inmenso tapiz tridimensional que va conformando la historia del Libro de los Caídos.

Quizá lo mejor sería intentar leer el volumen como un relato independiente, sin intentar relacionarlo en exceso con lo narrado en libros anteriores, ya que se corre el riesgo de perder el hilo y salir decepcionado, al no existir puntos de contacto demasiado evidentes. En todo momento flota la sensación de que hay muchos detalles que ya deberían ser conocidos por el lector, que ciertos personajes ya habían sido presentados —al menos las consecuencias de sus acciones— y que se puede estar uno perdiendo cierto contexto... Pero la verdad es que no importa, hay que intentar disfrutarlo tal cual, asimilar la enorme carga informativa, y esperar que futuras entregas vayan arrojando luz sobre lo que se ha ido conociendo. Sin duda, se trata de una lectura exigente, áspera en ocasiones, pero que depara grandes satisfacciones si el lector consigue introducirse a fondo.

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