miércoles, 10 de octubre de 2007

Reseña: Blood Royale

Blood Royale

Derek Carver


Reseña de: Amandil

Games Workshop 1987

De 3 a 5 jugadores. Duración media de una partida: pactado al inicio por los jugadores hasta un máximo de 10 horas.

Blood Royale es un juego muy simple que nos traslada a la Europa del siglo XIV. Cada uno de los jugadores manejará una de las potencias (España, Inglaterra, Francia, Italia y Alemania) en su afán por conseguir ser el bando que más dinero consiga al final del juego. Para ello, además de recaudar impuestos, es necesario acumular los tres recursos "básicos" (grano, hierro y lana) que se producen en distintas casillas del tablero y trasladarlos a la capital de cada reino, allí se convierten en dinero. Si además de los tres recursos también se dispone de "Semi-lujos" o "Lujos" se ingresa una mayor cantidad de dinero en cada intercambio.

La gracia del juego (que lo eleva por encima de este aspecto más tipo monopoly) reside en que cada jugador tiene que gestionar, además, su propia familia real. De tal modo que habrá que ingeniárselas para engendrar herederos, concertar matrimonios con otros jugadores e intentar asegurar que la dinastía propia no se extinga (o, peor, ¡que herede el reino otro jugador!). Y es que la política matrimonial y la suerte con los nacimientos y defunciones de los distintos miembros de la familia real convierte las partidas en una especie de programa del corazón en plena Edad Media. De hecho es aconsejable que cada jugador a la vez que juega lleve el árbol genealógico de su familia para saber quienes son los herederos en cada momento y que enemigos potenciales, en manos de otros jugadores, pueden llegar a convertirse en pretendientes al trono fuera de nuestro control.

El sistema de Blood Royale es muy sencillo. La partida comienza en el año 1300, representando cada turno un periodo de cinco años, siendo el año 1400 el límite máximo de cada partida. Completar un turno suele llevar entre 20 y 30 minutos, con jugadores experimentados. Existen tres fases separadas que completan cada turno:

- La fase "dinástica", dónde se chequean los nacimientos y muertes de miembros de todas las familias reales, se concertan matrimonios entre jugadores y se pactan los "acuerdos de boda" (por escrito y plenamente vinculantes e inquebrantables).

- La interfase, en la que se cobran impuestos, surgen los recursos en las casillas dónde estén señalados y se alistan ejércitos y flotas.

- La fase de movimiento y combate, en la que se descubren los eventos de ese turno (plagas, rebeliones, hambrunas y tormentas en el juego básico, y muchas otras cosas en el avanzado) y se mueven los ejércitos y los recursos, pudiendo provocarse batallas entre jugadores.

Gana el juego quien haya reunido más dinero al final de último turno, aunque muchas veces lo divertido no es conseguir enriquecerse sino ver las distintas vicisitudes de cada familia real lo largo de la partida.

Con Blood Royale, Games Workshop hizo sus pinitos en el mundo de los juegos de tablero (Talismán fue su verdadero buque insignia en este mundillo), presentando un reglamento ágil y muy sencillo (lo más complicado y extenso es, precisamente, la parte que regula los matrimonios y las herencias dinásticas) que permite disfrutar tanto a los que prefieren la parte "estratégica" y militar del juego, como a los que se entretienen más con la parte "dinástica" y un tanto "rosa" de los matrimonios y nacimientos.

Fácil, sencillo y entretenido.

Descatalogado y relativamente sencillo de obtener, no obstante.

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