sábado, 16 de octubre de 2021

Reseña: El rey que fue y será

El rey que fue y será.

T.H.White.

Reseña de: Matt Davies.

Ático de los libros. Madrid, 2020. Título original: The once and future king. Traducción: Fernando Corripio y Enrique Hegenwicz. 832 páginas.

De crío una de mis películas favoritas de Disney era Merlín el encantador, y ya entonces el título me parecía ridículo. Fue uno de mis primeros contactos con el ciclo artúrico, pero recuerdo que ya entonces conocía a los personajes. Me encantaba que Merlín fuera el maestro de Grillo-Arturo, que la espada no fuera llamada incorrectamente Excalibur (como pasa en tantas otras versiones) y me decepcionaba el final, porque acababa sin que viéramos rastro de ninguna Mesa Redonda, ni caballeros, ni Grial. Soy incapaz de recordar, sin embargo, de dónde proviene el origen de mi fascinación por el tema. Quizás el rey Arturo, como arquetipo que es, me haya acompañado siempre sin yo darme cuenta, porque me parece haber disfrutado de la leyenda desde que tengo uso de razón.

Sin embargo, tardé años en darme cuenta de que en los créditos de la película aparecía un “basado en
The sword in the stone, de T.H.White”. La espada en la piedra (que es también el título original de la película, y claramente mucho más evocador) era la primera parte, o el primero de los cuatro libros en los que White versionó los textos de Malory. Digo versionar, pero sería más correcto escribir que se basa en ellos para construir un relato que utiliza todos los elementos y personajes característicos del mito artúrico y que sin embargo es también un tratado sobre su concepción del deber, el amor, la filosofía o las consecuencias de una inminente segunda guerra mundial. En El rey que fue y será no sucede como en Los hechos del rey Arturo de Steinbeck, donde la reescritura del mito conlleva que, inevitablemente, la personalidad del autor se cuele en la narración de manera más o menos sutil (en Steinbeck es la figura de Lanzarote la que acaba transformándose en un trasunto del autor). No, en Camelot White entra como un elefante en una cacharrería en la Inglaterra medieval y mágica, pero mayormente para bien. Su tratamiento es tan personal que los personajes que conocemos ganan en profundidad gracias a su habilidad para trasmitirnos sus pensamientos, sus dudas y sus pasiones. Tenemos a Arturo agobiado por el peso de la corona y haciéndose el sueco por la infidelidad de Ginebra, a Lanzarote con un corazón puro y valiente y un cerebro pequeño, a Merlín harto de vivir en una época tan atrasada... El retrato que hace de todos ellos es muy cercano, y es difícil no apiadarse de las muchas dificultades que atraviesan.

Pero por otra parte, White no tiene empacho en incluir anacronismos, pensamientos, reflexiones acerca de la guerra o de política, cambios de tono y de estilo. En ocasiones la magia parece impregnarlo todo para luego desaparecer y centrarse en las angustias amorosas del triángulo protagonista. No pocas veces tuve la sensación de estar leyendo varias obras de teatro cruzadas, donde los personajes están entregados a representar su papel, pero siempre conscientes de que alguien los observa; donde hay momentos muy dramáticos, como el amor entre Ginebra o Lanzarote y su traición, que se alternan con tramas llenas de golpes y porrazos  y equívocos descacharrantes que proporcionan el alivio cómico.

Si algo he de lamentar de El rey que fue y será es que, pese a mi curiosidad por leerlo, tardara años en hacerme con él (en la preciosa edición de Ático de los libros, que además incluye una quinta parte póstuma y no publicada hasta ahora en español). Todos sabemos que hay libros que solo podemos apreciar y disfrutar totalmente a una edad determinada, y me temo que yo llegué demasiado tarde al Camelot de White. No en vano se considera en el Reino Unido un clásico juvenil desde hace décadas, sea por las lecciones para la vida que le da Merlín a Arturo, por la fácil lectura o por las dos cosas. Quizás si lo hubiera pillado de adolescente hubiera disfrutado de su humor, a veces irónico y otras, directamente absurdo; o de sus anacronismos desopilantes. Y me fastidia, porque es una novela magnífica. Puedo entender que se recomiende en los institutos ingleses, porque la prosa es ágil, la acción no se detiene y, cuando lo hace, los diálogos hacen avanzar rápidamente los pasajes más expositivos. Como introducción  al mundo artúrico es inmejorable, porque adapta lo que contaba Thomas Malory en La muerte de Arturo, toma elementos de otras versiones y pule las aristas más medievales para hacerla más digerible. Eso sí, es posible que el lector que se acerque esperando una versión digamos más “canónica” de la leyenda se sienta algo descolocado, pero es por eso mismo que El rey que fue y será es una obra tan especial.

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