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viernes, 14 de octubre de 2011

Reseña: Yo, Jennifer Strange, la última cazadragones

Yo, Jennifer Strange, la última cazadragones.

Jasper Fforde.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Duomo ediciones. Barcelona, 2011. Título original: The Last Dragonslayer. Traducción: Montse Triviño. 260 páginas.

A la espera de que Ediciones B retome la publicación de las aventuras de Thursday Next los lectores podemos amenizar la espera con otra de las obras más recientes del autor, la serie de la última cazadragones, con dos títulos publicados en origen hasta el momento. Con un enfoque más juvenil que la serie de la particular detective, dejando a un lado la erudición literaria que allí hiciera gala y con una trama algo menos «complicada», Fforde no renuncia sin embargo a las características que hacen tan agradable leer sus libros: un humor un tanto surrealista que a veces roza el absurdo, una intrigante trama llena de giros que no da respiro, un gusto por el enredo y la confusión —de los personajes, no de los lectores—, una mascota sorprendente, un mundo alternativo basado en el nuestro pero ciertamente diferente, un montón de idas y venidas arriba y abajo que obligan a la protagonista a volver sobre sus propios pasos una y otra vez, una protagonista femenina firme y decidida, simpática y resolutiva, inteligente, valiente y algo obstinada, determinada a no dejarse vencer por sus dudas ni por las dificultades que salen a su encuentro, unos secundarios tiernamente humanos, llenos de vida, y magia, mucha magia.

Jennifer Strange, a punto de cumplir los 16 años, mostrándose muy madura para su edad, se ha visto obligada por las circunstancias a ejercer el cargo de directora en funciones de la agencia Kazam, una institución mágica en el Reino de Hereford. En un mundo donde cada  vez queda menos magia, los diversos practicantes de las artes mágicas se ven obligados a utilizar sus menguantes habilidades en tareas de lo más mundanas, como cambiar sin obras todo el cableado y la fontanería de una casa. Y cada vez están más controlados, menos valorados y más hundidos en la burocracia, debiendo rellenar un buen número de impresos y papeleo para cada hechizo realizado. Sin embargo, de la noche a la mañana una premonición sacude a la sociedad: el último de los cazadragones matará en el futuro próximo al último de los dragones y con ello el Pacto, firmado 400 años antes, dejará de tener efecto y así los enormes terrenos donde el dragón vive, 900 kilómetros cuadrados de tierra virgen, podrán —en una especie de «carrera de Oklahoma»— ser reclamados en propiedad por cualquier ciudadano que se interne en ellos y cerque la superficie que desee poseer. Una premonición que parece anticipar un nuevo tiempo para la magia. Y, como desvela el título español —no así el original—, Jennifer se va a encontrar en el centro de todo, narrándolo en primera persona.

A pesar de estar, supuestamente, destinado a un publico adolescente, lo cierto es que la novela puede ser disfrutada por cualquiera al que le hayan gustado las novelas anteriores del autor o por aquellos que sin haberlas leído disfruten de una lectura satírica y divertida, con acerados dardos bien repartidos y una protagonista que se hace querer. Terriblemente imaginativo, extrapolando un fascinante mundo a partir del nuestro, donde las islas británicas están ahora constituidas por los Reinos Desunidos, donde los políticos, los medios de comunicación y las grandes corporaciones siguen deseando imponer su juego y privilegios y a los que el autor disfruta despojando de sus «razones», mostrando su cara menos «amable», su codicia y su falta de escrúpulos, la lectura del libro es una tarea enormemente satisfactoria y educativa.

Yo, Jennifer Strange, la última cazadragones es, sin duda, una novela más lineal, ligera y menos compleja, con menos niveles de lectura —lo que no implica que carezca de ellos— que a lo que nos tiene acostumbrados Fforde con Thursday Next, pero eso tan solo consigue que se lea en un suspiro —también ayuda que es bastante breve— y con una sonrisa perpetua en los labios, puro entretenimiento con una pincelada de crítica social tan bien introducida que apenas es perceptible. Con un humor blanco, inocente, apto para todos los públicos, nacido más de la situación que del sketch o del gag, que no busca tanto la carcajada —aunque alguna es inevitable lanzar— sino una diversión amable típica de una comedia de enredo con un toque absurdo. Y con una trama interesante, con unos cuantos interrogantes, un misterio por resolver, una premonición que amenaza con auto cumplirse y buenas dosis de aventura.

Como es habitual en él, el autor despliega toda su fuerza en la caracterización de sus personajes, principales y secundarios, desde la protagonista, pasando por su nuevo «ayudante» Tiger, un expósito de 12 años que llega a Kazam precisamente para sustituirla cuando ella cumpla 18 y que sirve como excusa perfecta para explicar al lector toda la especial idiosincracia de la agencia al tiempo que muestra gran desparpajo y una personalidad propia; deteniéndose en cada uno de los residentes de Kazam, los magos, hechiceros, conductores de alfombras mágicas —relegados en la actualidad al transporte de órganos para trasplantes y al reparto de pizzas—, videntes y adivinos, levitadores...; hasta encontrar en el lado opuesto al despótico rey Snodd IV, acostumbrado a salirse siempre con la suya, o al irresistible, manipulador y ególatra cabellero Sir Matt Grifflon.

Fforde crea para la ocasión un mundo fascinante, un relato subyugante, una protagonista interesante y una trama intrigante y muy divertida. ¿Juvenil? Supongo que sí, cuando juvenil implica tener un corazón que todavía palpita ante las buenas historias independientemente del público para el que supuestamente están dirigidas. Es más bien una novela que puede ser leída, y disfrutada, a cualquier edad, un libro para adultos que cautivará a los adolescentes con imaginación. Un cuento de hadas que sigue al pie de la letra todas las etapas de los clásicos y sin embargo consigue hacerse novedoso. Todo está allí, desde la huérfana llamada a grandes cosas, la espada encantada, el rey malvado, el terrible dragón, el poderoso hechicero, el ayudante del héroe, los valientes caballeros..., pero es obvio que no todo es lo que parece y el giro que le imbuye Fforde a la trama es por momentos sorprendente y por momentos hilatante, siempre, eso sí, al servicio de la aventura. Y como en todos los buenos cuentos populares hay escondida una moraleja, perfectamente integrada en la narración, y nada que realmente sorprenda a quienes ya hayan leído y captado el mensaje de las otras obras del autor.

Por cierto, para quien escriba esas cosas o para quien se deje guiar por ellas, por favor, olvídense de la comparación de Fforde con según que otros escritores, o con lo de que es el “nuevo” quien sea. No se parece en nada a Rowling y su Harry Potter; es más, Fforde le da cien mil vueltas, así que flaco favor le hacen como publicidad. A pesar de estar menos destacado, algo más de relación tiene, en efecto, con Pratchett, al menos en cuanto a la diversión que provocan y a su gusto por la parodia, pero tampoco creo que su orientación y forma de enfocar el humor sea similar, son diferentes, divertidos ambos, pero con distinta forma de plasmarlo, de contar los chistes o buscar el doble sentido. Y es que las comparaciones son odiosas y, normalmente, no suelen dejan contento a nadie.

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Reseña de otras obras del autor:

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