La Primera Guerra
Fórmica 1.
Orson Scott Card y Aaron Johnston.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2013. Título original: Earth Unaware. Traducción: Rafael Marín. 459 páginas.
Después de haber «explorado» con profusión hacia el futuro la historia de Ender Wiggins y de sus compañeros ―en especial de su «lugarteniente» Bean― desde que se encontrasen en la Escuela de Batalla, Card se dispone ahora, con la ayuda de su colaborador Aaron Johnston ―con quien ya co-escribiera la obra Tratamiento invasor―, a retroceder en el tiempo y a desvelar todos aquellos dramáticos eventos que condujeron a la Tierra y a la Humanidad al estado bélico en que se encontraban al iniciarse El juego de Ender tras haberse enfrentado en dos devastadoras guerras contra los insectores. La presente novela, primera entrega de una prevista trilogía, viene a ser a su vez una «adaptación» de los comics previos publicados por Marvel, narrando los primeros contactos y escaramuzas ―que nadie espere grandes combates todavía― del enfrentamiento con los alienígenas fórmicos.
La nave minera
independiente, la Cavadora, pertenece a una «familia»
de origen venezolano que trabaja en el lejano Cinturón de Kuiper,
oradando y extrayendo los preciosos metales pesados y minerales de
los asteroides. Víctor Delgado, todavía un adolescente ―no
podía ser de otro modo en un libro firmado por Card―, bajo la
supervisión de su padre es el aventajado aprendiz de mecánico de la
nave, aunque lo cierto es que está dotado de una habilidad natural
para comprender, manejar y fabricar todo tipo de dispositivos, algo
vital en un entorno un tanto decrépito y con unos sistemas de
navegación y habitabilidad multitud de veces parcheados.
Las diferentes familias mineras llevan una vida en cierta forma precaria, siempre dependiendo del encuentro con otras naves con las que intercambiar noticias y suministros, y con las que organizar matrimonios que permitan mantener un adecuado acervo genético que evite la endogamia. En ese sentido, Víctor va a recibir una fuerte «golpe» cuando su amiga del alma, Alejandra, sea transferida a la nave Vesubio, del clan de los italianos. Un tanto deprimido, pero consciente de que se trataba de la mejor decisión, va a volcar toda su atención en el trabajo, pero es justo entonces cuando una extraña anomalía va a poner todo su mundo aún más patas arriba: los sensores de la nave descubren una diminuta mancha en el espacio profundo viajando a una velocidad demasiado alta como para que se trate de ninguna nave humana.
Frente a los mineros
libres se encuentran las grandes corporaciones, siendo la principal
compañía entre ellas la Juke Limited. Precisamente, Lem,
el hijo de su fundador y presidente, Ukko Jukes, se encuentra
también en el Cinturón de Kuiper, a bordo de la nave Makarhu,
probando una nueva herramienta destinada a facilitar la prospección
de asteroides. Del éxito de su misión depende un beneficio de
millones y cuando sus intereses choquen, sin que ellos siquiera lo
sepan, con los de la Cavadora, el ejecutivo no dudará en usar
tácticas «alegales» para imponer su voluntad ―y garantizar su
inversión y grandes ganancias―.
Mientras ambas líneas van a cruzarse de diversas maneras, hay una tercera trama en el libro, situada en una inadvertida Tierra, donde el capitán Wit O’Toole se encuentra formando una unidad de elite internacional para salvaguardar la paz ―la Policía de Operaciones Móviles o POM― con los mejores combatientes de todas las fuerzas especiales del planeta ―y entre los cuyos candidatos quienes hayan leído el libro original van a encontrar algún nombre más que conocido―. Con la acción para la que supuestamente se entrenan: la lucha contra gobiernos corruptos, dictadores, grandes señores de la droga, terroristas..., bastante alejada de los sucesos que están teniendo lugar en el espacio, es fácil suponer que su presencia será requerida más adelante para enfrentarse a la invasión insectora; pero lo cierto es que en la presente entrega no terminan de converger en momento alguno ―quizá, y de forma algo tangencial, justo al final del libro―, deparando, no obstante, emocionantes escenas tanto en la selección o instrucción como en algún combate.
A pesar de su condición de «precuela» a toda una serie, cabe decir que se trata de una novela que tiene entidad por sí misma ―obviamente dentro de la trilogía que nos ocupa―, y para cuyo disfrute no es en absoluto imprescindible haberse leído El juego de Ender o sus continuaciones. Parece obvio, es cierto, que quienes sí lo hayan hecho poseen unas claves ―aunque nada más sea porque saben de antemano el final de la historia― de las que no disponen los lectores neófitos, pero que quizá tan sólo sirven para restarle un ápice de emoción o «sorpresa» al asunto al conocerse de antemano la forma de actuar de los alienígenas o el resultado final de las Guerras Fórmicas.
En el ambiente cerrado y algo opresivo del interior de la nave Cavadora, los autores consiguen transmitir a sus lectores con buenas dosis de humanidad la zozobra de los tripulantes en esos momentos iniciales de absoluta incertidumbre ante la mejor forma actuar frente al descubrimiento y sus implicaciones y consecuencias para la nave, primero, y el Sistema Solar en general, después. Las decisiones a tomar, las personas o estamentos con quiénes contactar, los argumentos a favor o en contra de siquiera involucrarse o quedarse al margen para que sean otros los que lidien con el problema se encuentran plasmados con una lógica aplastante ante el peligro que supone tomar una posición activa.
En el lado contrario, aunque con igual claridad, junto a la inmisericorde forma de actuar de algunos humanos personificados en ciertos tripulantes de la nave corporativa, Card y Johnston plasman con acierto la extrañeza, la imposibilidad de comunicación y lo absolutamente alienígena de los fórmicos.
Se produce entonces un
juego de decisiones, contrarrestadas por grandes inconvenientes. Para
que los tripulantes de la Cavadora puedan advertir a la Tierra de la
amenaza que se cierne sobre ella deberán emprender una desesperada
carrera. Víctor asumirá una misión casi suicida sin siquiera poder
asegurar el resultado. En una sociedad cerrada donde los valores
familiares son de vital importancia la arriesgada decisión del joven
es realmente difícil de tomar y de asumir. Refleja así la entrega
desinteresada y el sacrificio individual en pos del bien común de
toda la Humanidad frente al egoísmo depredador y la búsqueda del
interés personal por encima de cualquier otra consideración
retratado en los miembros de la Juke Limited.
En cuanto a la adaptación de los comics a los libros en sí misma, da la impresión, casi confirmada en las “Consideraciones finales” escritas a modo de epílogo en solitario por Johnston, que Card se ha «limitado» a poner las ideas, el amplio trasfondo y las líneas «históricas», dejando toda la tarea de plasmar la historia en papel en manos de su compañero. Si en el principio de la novela afloran ciertos temas didácticos y aleccionadores recurrentes en el autor mormón y sus jóvenes protagonistas, es de suponer que la mano de Johnston reconduce la narración hacia una ciencia ficción de sabor casi clásico, con un toque de space opera de aventuras ―incluidas, eso sí, varias «patadas» a la astrofísica más básica implicada en ciertos vuelos espaciales, en la velocidad, aceleración y desaceleración de las naves o en la teoría gravitatoria entre otras―, con la dura convivencia dentro del universo cerrado de una nave minera, la difícil vida en las estaciones espaciales o las complicadas maniobras extra vehiculares hasta el desafortunado primer contacto y la amenaza de invasión extraterrestre. Así, la novela deriva más hacia la especulación social, estudiando el desarrollo del comportamiento de diferentes «sociedades» según sus condiciones de vida ―tanto en el espacio como en la Tierra― que hacia la tecnológica ―o lo que se entiende por «científica» en general―.
Con una prosa rápida y efectiva, que hace que se «devoren» las páginas casi sin que el lector sea consciente, hay momentos en que quizá se nota demasiado que la historia es una adaptación ―por los mismos autores, sí, pero adaptación al fin y al cabo― de los guiones comiqueros, con descripciones de acciones ―como ciertas maniobras en el espacio― que si bien pueden quedar muy espectaculares en viñetas no resultan tan efectivas en el formato novelístico, llegando a forzar en demasía la credulidad del lector en pos de conseguir una mayor emoción. Como contrapartida parece evidente que la profundidad de los personajes se ha podido desarrollar con mayor profundidad aquí de lo que pudiera plasmarse en un cómic, pudiendo demorarse más los autores en mostrar sus pensamientos, sus dudas, temores, motivaciones o claves que les llevan a tomar sus decisiones.
El final de La Tierra
desprevenida pende de un cliffhanger
bastante abrupto a las puertas de que se desate toda la violencia del
inevitable conflicto; un conflicto del que el presente volumen tan
solo viene a narrar los muy iniciales prolegómenos. Como otros
autores antes que él, Card parece decidido a escribir una profusa y
muy completa historia del futuro, centrada en su particular
«Enderverso», y
vuelve aquí la mirada hacia atrás para narrar los sucesos que
darían de alguna manera inicio a todo lo demás, llevando tiempo
después a que un niño entrase a formar parte de cierta Escuela
de Batalla de la que bien podría depender el destino de la
Humanidad. Sin duda, es esta una novela especialmente recomendada para todos aquellos que disfrutaron de las obras anteriores y quieran profundizar en su historia.
==
Reseña de otras obras de los autores:
Tratamiento invasor.
Orson Scott Card:
El juego de Ender.
La sombra del gigante.
Calle de magia.
Pathfinder.
Guardián de los sueños.
La puerta oculta. Los Magos Primigenios 1.
Sombras en fuga.
Ruinas. Pathfinder, libro II.
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