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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Reseña: Cabos sueltos

Cabos sueltos.
Ciclo de Drímar /2.


Rodolfo Martínez.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Sportula. Gijón, 2010. 271 páginas.

Continuando con la recopilación de las historias situadas en el universo de Drímar, este segundo volumen contiene tres narraciones, una de ellas inédita y dos ya publicadas ―alguna de ellas varias veces― con anterioridad:

Se abre el libro precisamente con la novedad: Bailando en la oscuridad. Situando la acción en la «resucitada» ciudad de Neoyorquia, que va recuperando poco a poco el esplendor perdido aunque todavía se encuentra muy lejos de ser lo que fuera en el siglo XX y desde luego dista mucho de los actuales oropeles de la capital, Drímar. En la ciudad, el detective privado, Roy Córdal, ex soldado y ex policia, se verá envuelto en un turbio asunto de drogas y asesinatos cuando una antigua conocida le pida que investigue en qué sucios asuntos se están internando un grupo de alumnos del instituto en que ella trabaja. Las derivaciones del caso pronto se revelarán mucho mayores de lo que aparentaban, con la vuelta de una temible droga pre interregno y antiguos asuntos sin resolver.

Es esta una historia de dobles vidas, de personas que llevan existencias secretas al margen de lo que de ellas conocen los que permanecen a su lado en el día a día. Y es también una historia de amores equivocados, enfermizos incluso, y de algunos rescoldos antiguos que, sin embargo, todavía calientan el corazón. La trama desvelará por un lado la doble vida de la estudiante que guarda un secreto para todos los que la rodean, que busca una salida a su verdadero ser encerrado en la rígida fachada que le impone su existencia y que se convierte de esa manera en juguete del destino; por otro, la del hombre de importancia que muestra un rostro a la sociedad mientras interiormente oculta su despreciable verdadera forma de ser. Y aún por un tercer lado, la del joven que sucumbe a sus pasiones interiores sin llegar a mostrarlas al exterior.

Jugando con los papeles que los estudiantes ensayan para una obra teatral del instituto, Martínez aprovecha en esta ocasión para hablar sobre las máscaras invisibles que portan los protagonistas ―que no son sino las que llevamos todos― y que muestran a los demás a través de un rostro que no es el auténtico, actores todos ellos de un drama que no han escrito, interpretando ante el resto del mundo sus propias vidas, con dos directores de escena, en las sombras, dirigiéndolo todo y forzando los destinos.

El segundo relato, también protagonizado por Roy Córdal, es El robot, premio Ignotus de relato de 1996. El autor nunca ha ocultado su «amor» y admiración por la obra de Isaac Asimov, así que seguramente era inevitable que en algún momento de su carrera literaria escribiera su particular homenaje a una de las más conocidas de las creaciones asimovianas: las leyes de la robótica. Al igual que, tras crear las tres leyes, muchos de los relatos «robóticos» de Asimov se centraron en ver cómo las mismas podían ser burladas o evitadas, Martínez sumergirá a su detective en la resolución de un crimen aparentemente imposible.

Después de haber participado en su inicial «formación» conviviendo un tiempo con él, Córdal es requerido para esclarecer cómo es posible, si es que es posible, que RAL-33 ―Robot con las Leyes de Asimov, prototipo número 33―, también conocido como Ralo, haya asesinado a uno de los científicos implicados en su desarrollo.

Se trata de un relato en el que Martínez vuelca gran parte de sus pasiones, con un buen número de referencias a relatos del propio Asimov, a películas y libros de la ciencia ficción clásica o a canciones de la cultura pop del siglo pasado, muchas de ellas directamente nombradas y otras rastreables ocultas en el propio texto, y que empezando con cierta sensación de ingénuo optimismo ―la consecución de un logro científico largamente aspirado― termina con un terrible poso de amargura. A pesar de su brevedad, y de una escritura se podría decir que «convencional» se antoja sin duda el más redondo de los tres relatos del volumen.

Cierra el mismo Este relámpago, esta locura, Mención especial del Premio UPC 1998 y premio Ignotus de novela corta en 2000. Ambientada muchos años después de los dos anteriores, es esta una muy particular historia de superhéroes ―o de superhéroe, en singular―, donde el autor da rienda suelta a su pasión con un curioso homenaje por este género en general y por Superman en particular, con una ambientación que remite directamente al cyberpunk. En otro alarde estilístico, manejando habilidosamente todos los recursos que la escritura y al ciencia ficción le permiten, Martínez ofrece al lector una doble narración en el tiempo, con dos voces distintas, la de Pierre de Charden, un sacerdote-profesor inmerso en una profunda crisis de fe, que desde su presente recuerda hechos acaecidos veinticinco años atrás, y la de Cara, una curtida e irónica ciberpirata amiga del mismo, que se muestra al lector a través de una serie de recuerdos o memorias volcadas y encerradas en un cristal de datos en poder de De Charden. La tarea recibida por el sacerdote de boca de sus superiores en la Orden de vigilar con especial atención a uno de sus alumnos, Karl Kennington, pronto revelerá presentar más complicaciones de las esperadas, y a las dudas crecientes sobre sus tambaleantes valores se va a unir la certeza de que la Orden Soyatu maneja una agenda oculta que poco o nada tiene que ver con el culto que han estado predicando durante largo tiempo.

A pesar de la pasión que destila, o precisamente por eso, es este un relato amargo y triste. El protagonista, De Charden, se debate entre el conocimiento de su propia cobardía pretérita y el recuerdo, doloroso, de los hechos que le llevaron allí. Es un hombre atormentado por los «fantasmas» de su pasado, por lo que debió haber hecho y lo que pudo haber sido. Solo su propia mano, aceptando el «soborno» de la Orden ―el ascenso a su curia―, ha permitido que las cosas hayan llegado donde se encuentran en ese momento. Desde el principio el sacerdote es un hombre marcado, amargado, un profesor que estableciera relaciones carnales con una de sus alumnas, y que cuando llegó el momento de dar el necesario paso adelante en defensa de sus principios se vino abajo, traicionándose a sí mismo. Tal vez ahora, tanto tiempo después le haya llegado la hora de la redención.

Desde la óptica de otra de sus pasiones confesas, los comic-books de superhéroes ―como también se puede observar en las últimas entregas de su serie dedicada a Sherlock Holmes―, Martínez ofrece su particular análisis sobre las posibles motivaciones e impulsos del superhombre, haciendo su reflexión personal sobre la famosa gran responsabilidad que acarrea todo gran poder; sobre la supuesta e imperiosa implicación del héroe en los asuntos del mundo que debería llevarle a tomar partido entre el Bien y el Mal, luchando contra el crimen o formando parte del mismo; o sobre si, más bien, el individuo dotado de esos poderes se decantaría por la búsqueda de la tranquilidad, de una paz que se antoja totalmente imposible de conseguir, apartándose del mundo condenándose a la soledad. A partir de una habilidosa deconstrucción del origen del mito, visto en esta ocasión desde una óptica absolutamente cientifista, el autor ofrece su particular visión sobre el intento de forzar a alguien a hacer aquello que no quiere y de los catastróficos resultados que suele acarrear.

Entre los comics atesorados por el protagonista y la creación del ficticio escritor Mijail Strasinsky, cuyo análisis de alguna de sus obras le permite al autor defender o plantear algunas de sus propias ideas, Martínez establece un particular juego metaliterario con los lectores, un cruce de referencias reales e inventadas con el que aprovecha para volcar allí sus filias y fobias y empujar a los protagonistas en direcciones concretas que tal vez de otra manera no hubieran tomado, planteando a través de las obras inventadas las preguntas que le interesa sean formuladas. El demoledor final ayuda a que la reflexión implícita sea más sorprendente si cabe.

Aunque de alguna manera parece fácil afirmar que el hilo conductor o la relación entre las tres obras recogidas en este volumen es la temática en la que se engloban, entre el thriller y la serie negra, siempre inmersos en la ciencia ficción muy personal del autor, en que todas ellas se desarrollan, se podría decir sin embargo que existe otra conexión «subterránea», aunque bastante evidente, entre los tres, y es la continua presencia, a veces soterrada de fondo, a veces con un papel instigador de la acción, de la Orden Soyatu ―cuya mano ya se dejaba notar en los relatos incluidos en El carpintero y la lluvia― e implícitamente por tanto del papel de la religión en esa sociedad futura. Es curioso cómo el autor gira en muchas de sus historias en torno al tema de las creencias, de la existencia ―o más bien inexistencia― de poderes superiores, y del peligro de las religiones organizadas mostradas en todo caso como instituciones perversas que solo buscan su propio beneficio terrenal, como si se encontrase embarcado en una particular cruzada para dejar bien claras sus postulados ateistas, aunque con tesis algo contradictorias en ocasiones. Como trasfondo de sus historias, es tan recursivo que casi se antoja una obsesión personal, aunque quizá sin mayor importancia.

De todas maneras, con una narración efectiva, muchas veces sorprendente, con una voz cercana y al tiempo usando recursos ciertamente atractivos e impactantes ―aunque quizá ya no tan arriesgados como los usados por ejemplo en Una agujero por el que se cuela la lluvia―, las historias incluidas en Cabos sueltos siguen siendo una lectura obligada para poder hacerse una imagen completa de ese futuro distópico que a lo largo de los años ha estado creando Martínez, al tiempo que se disfruta de una ciencia ficción inteligente llena de misterios que resolver en un perfecto maridaje entre serie negra y ficción especulativa.

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Reseña de otras obras del autor:

domingo, 26 de diciembre de 2010

Reseña. El Trono de Jade

El Trono de Jade.
Tem
erario II.

Naomi Novik.

Reseña de: Jamie M.

Alfaguara. Madrid, 2010. Título original: Throne of Jade. Traducción: José Miguel Pallarés. 478 páginas.

Segundo libro de la primera trilogía de Temerario, la acción comienza muy poco después de que terminará el anterior, El dragón de su majestad. Como se revelara allí, Temerario ha resultado ser un Celestial, una especie de dragón extraordinariamente rara, que el Emperador de China habría regalado a Napoleón cuando todavía era tan solo un huevo y que el Capitán Laurence interceptó en una batalla naval sellando así su propio destino (todo ello relatado en la primera novela). Ahora, los chinos han enviado una delegación del máximo nivel, dirigida por Yongxing, el mismísimo hermano del Emperador, para exigir la devolución del dragón. Como se explicó anteriormente, el vínculo entre jinete y montura es prácticamente indisoluble, así que Laurence se encuentra legitimamente indignado de que los burócratas de su gobierno le ordenen separarse de Temerario. En juego se encuentra la posible y muy negativa alianza de los franceses con China, tanto en el plano bélico como en el comercial, abriéndoles sus puertos y sus rutas al intercambio de materias exóticas, algo que Gran Bretaña no puede permitirse.

Tras el inicial encontronazo, finalmente se acordará que Temerario y el propio Laurence emprendan junto a la delegación china el largo viaje al Lejano Oriente en busca de una solución diplomática que, no obstante, no parece sencilla en absoluto. Se embarcan así en un extenso periplo marítimo (quizá demasiado extenso) que se inicia con un trepidante combate naval al tener que repeler una emboscada francesa cuando apenas se han alejado de las costas británicas, y que les llevará a adentrarse en procelosas aguas costeando África y navegando mucho más allá.

Es de agradecer el cambio del telón de fondo de la acción, ampliando con mucho el escenario de la serie, llevándolo a exóticos parajes y mostrando nuevas visiones de un mundo donde los dragones existen y son tratados de muy diferentes maneras. Sin embargo, hay que reconocer que el viaje marítimo se siente excesivamente dilatado, algo falto de ritmo en la parte central del libro, cuando se demora con detalles nimios de la travesía y se deja un tanto de lado la aventura. No obstante, es esa una necesaria exploración del mundo que sirve para profundizar en el aprendizaje de Temerario, quien va empapándose de todo lo que ve y de lo que le enseñan, ampliando su forma de entender las cosas y enfrentándose con nuevas concepciones que harán a Laurence temer por su vínculo.

En esta ocasión el capitán se muestra como un personaje inseguro, que duda en ocasiones de si lo mejor para Temerario es seguir manteniendo el vínculo entre ambos al tiempo que, contradictoriamente, se opone vehementemente a cualquiera que trate de interponerse entre ellos. Novik explora los límites de la relación entre los dos protagonistas principales, tensando la situación ante el evidente contraste del tratamiento que europeos y chinos ejercen sobre los dragones. Al fin y al cabo, Laurence ya es un hombre maduro y de opiniones formadas, pero Temerario no deja de ser un dragón joven con pocos conocimientos y una visión del mundo obligatoriamente limitada. Su interés por su herencia china y por el distinto trato que allí se dispensa a sus congéneres tensará la relación de ambos hasta un punto donde podría peligrar incluso su compañerismo.

La novela abandona paulatinamente el ambiente bélico de la anterior, en medio de las guerras napoleónicas, para adentrarse en las peligrosas aguas de lo diplomático, en el choque cultural entre dos formas muy diferentes de entender el mundo: la milenaria, cerrada y arrogante cultura china; y la pujante, colonizadora y arrogante cultura británica. Convencidos de su superioridad los primeros tan solo desean que les dejen en paz con el menor contacto posible; y, sintiéndose dueños del mundo, los segundos buscan prerrogativas mercantiles y nuevos territorios sin importar los deseos de los asimilados o el precio que acarree para terceros. Es cierto que en ocasiones, tanto fasto y boato se hace algo pesado con las ceremonias, con las cenas, con la insistencia en los trajes y modales; pero también lo es que la autora refleja a la perfección la época, transmitiéndosela al lector con vívida realidad.

A través del conflicto surgido entre las diferentes ideologías imperantes en Oriente y Occidente, Novik aprovecha para tratar temas como la esclavitud o la igualdad, haciendo primero que se hagan conscientes cuando el barco que transporta a los protagonistas recale en un puerto esclavista de la costa de África y Temerario no pueda asimilar que unos seres humanos traten así a otros hombres, y mostrando luego una sociedad china donde los dragones son tratados como seres libres enfrentándola a la británica donde, a pesar del cariño evidente de los miembros de la Fuerza Áerea hacia ellos, no son sino una pieza en la maquinaria bélica sin libertad para ir donde les plazca ni elegir sus destinos, animales de carga sin ningún derecho efectivo. Laurence se llega a cuestionar, con gran dolor, si Temerario no se encontraría mejor entre sus congéneres chinos, tratado con toda ceremonia, que de vuelta a Gran Bretaña a continuar guerreando contra las tropas napoleónicas.

Por supuesto hay mucho más en El trono de Jade. Detrás de la delegación china se intuye una conspiración, un complot de oscuros intereses, que hará sospechar que algunos son en realidad intentos de asesinato sobre la persona de Laurence, y de si los acercamientos en torno a la educación y los privilegios concedidos a Temerario no se esconden en realidad sutiles intentos de separarlos. A la larga travesía marítima le sucede el retrato de una China milenaria que Novik va desvelando a través de los ojos sorprendidos del capitán británico. La autora tiene la habilidad de no caer en el maniqueismo y los chinos no se convierten por obligación del guión en unos malos de opereta sin escrúpulos, sino que la autora refleja unos personajes con una cultura ajena pero atractiva, y tan humanos como los ingleses con los que antagonizan. Las distintas facciones que luchan por acercarse al trono del Emperador utilizarán a Laurence y al propio Temerario como un arma arrojadiza y pronto se hará evidente que el peligro no ha pasado, en absoluto, al arribar a las costas chinas, sino que, más bien, el mismo se ha incrementado, y que deberán luchar por sus vidas o se verán abocados al desastre y a la muerte al encontrarse en medio de una red de intrigas y maquinaciones políticas que van mucho más allá del simple destino de un dragón por muy especial que este sea. Es una lástima que Novik no profundice algo más en la sociedad feudal china, de sus entresijos y peculiaridades, en la convivencia de igual a igual entre humanos y dragones, pero también es cierto que al estar narrado desde el punto de vista del oficial británico hay muchas parcelas de la misma que le están vetados (y a través de él al lector).

La autora amplia adecuadamente para la ocasión el plantel de personajes, empezando por el príncipe Yongxing como antagonista, y al enviado diplomático, Hammond, no se sabe muy bien si como aliado de Laurence o como depositario de los intereses británicos que muy bien pueden chocar con los del jinete de Temerario. Junto a ellos destacan los embajadores chinos, Sun Kai y Liu Bao, cada cual muy distinto, reflejo del buen hacer de la autora. Y, por supuesto, los miembros de la tripulación del dragón que acompañarán a Laurence en tan largo periplo. Además, al dar un mayor protagonismo a los dragones chinos, el lector conocerá algunas curiosidades de su sociedad en el ámbito de la cultura china y a algunos realmente diferentes de los que ya se habían conocido en El dragón de su majestad, y que incluso tienen sus propios intereses.

El trono de Jade es una entretenida continuación de El dragón de su majestad que, lejos de repetir los esquemas de la primera limitándose a ofrecer más de lo mismo, se dedica a ampliar el contexto anterior, añadiendo gran cantidad de detalles geográficos e históricos, que no difieren en demasía de nuestra propia realidad, aunque eso sí, ofreciendo una nueva forma de relación entre humanos y dragones. Porque la autora tampoco olvida en ningún momento que se trata de una novela juvenil en que debe primar la aventura y ofrece un libro atractivo y emocionante, donde las luchas, los atentados, los enfrentamientos y los combates están servidos (aunque el carácter bélico, de grandes batallas, sea menor que en la anterior y el ritmo general más pausado hay bastante acción) entre momentos más reflexivos consiguiendo un equilibrio muy de agradecer. Sin embargo, el final, al contrario que ocurriera en la primera entrega, no está del todo cerrado, dejando a los protagonistas, solucionado de sorprendente manera el problema chino, con un largo camino por delante todavía por recorrer, cosa que harán en La guerra de la pólvora, novela que cierra esta primera trilogía.

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Reseña de otras obras de la autora:


El dragón de su majestad. Temerario I.


viernes, 24 de diciembre de 2010

jueves, 23 de diciembre de 2010

Reseña: Powers

POWERS

Guión: Brian Michael Bendis.

Dibujo: Michael Avon Oeming.

Reseña de: Alb Oliver.

Panini Cómics. Barcelona. Color. Formato 100% Cult Cómics. Varios volúmenes.

Durante el pasado 2009, Panini decidió continuar con la edición de Powers allá dónde Planeta de Agostini la había dejado. Editorial Planeta llegó a editar los 6 primeros arcos argumentales (¿Quién mató a Retro Girl?, Juego de rol, Muertes insignificantes, El supergrupo. Anarquía y Los vendidos). En ese punto y tras una larga espera para sus seguidores, Panini tuvo el acierto de continuar la historia, añadiendo 6 nuevos volúmenes, a la espera de la publicación de nuevos arcos.

Sólo con ver el título, Powers (Poderes) esperaríamos una (¡sorpresa!) historia de superhéroes, y así es, pero no vista desde la perspectiva de supergrupos luchando contra el villano de turno. Realmente es un cómic de investigación policial, aunque se trata de un departamento especializado en casos de gente con superpoderes. Cogiendo un poco de obras predecesoras, Bendis ha creado un universo en el que los superpoderes han sido ilegalizados, y el departamento de policía cuenta con medios para privar de sus habilidades a los “villanos”, lo que podría otra vez llevar a engaño si esperamos una caza del villano al uso.

El principal protagonista es Christian Walker, detective con un pasado relacionado con los Powers, físicamente corpulento, reservado, y bastante intuitivo. Como acompañante tiene a la detective Deena Pilgrim, una joven que se le asignó a Walker y que aprende de sus métodos, siendo un poco el contrapunto a su seriedad, pero sin embargo una profesional, no cayendo en convertirse en un personaje cómico.

Juntos investigan toda clase de homicidios relacionados con poderes, muchas veces casos en los que cuesta distinguir los grises, dado que en ocasiones se mezcla lo personal con el deber, y los personajes se tienen que cuestionar sus propias acciones. En ocasiones Walker es el referente claro de la rectitud y vemos en Deena cierta anarquía orientada al cumplimiento del deber.

Lo que se inició con una serie de arcos cortos, basados en rutinas de interrogatorios a sospechosos y testigos, aparición de nuevos actos relacionados con el crimen y la resolución del mismo, ha ido evolucionando, y Bendis se ha explayado a la hora de adentrarse en la psicología de los personajes, revelando hechos de su pasado que en gran parte explican sus actitudes actuales, así como conflictos entre lo ético y la obligación. Uno de los tomos más extensos, Para siempre, se basa en la historia de Walker, se mete de lleno en el origen de los personajes con poderes y a su vez ayuda a comprender la interacción del mismo con personajes que aparecieron en tomos anteriores.

Brian Michael Bendis es uno de los autores más prolíficos de la época, y alterna sus diferentes trabajos en otros proyectos con ir publicando la que él mismo considera una de sus mejores y más personales obras. Como ya he dicho, ha creado un completo universo superheróico, en el que en ocasiones se pueden captar homenajes a figuras bien conocidas, como puedan ser cuerpos de policías espaciales, Mr Majestic ( a su vez homenaje a Supermán) o todo un mundo relacionado con los héroes que el lector haya seguido hasta el momento.

Lo bueno de todo este popurrí, es que muchas veces simplemente está ahí, en un segundo plano, viendo que la importancia queda en el plano policial, como pueda ocurrir en obras como Top Ten de Alan Moore, o Gotham Central de Greg Rucka. Bendis sigue en su línea de crear personajes con ingenio, aportando diálogos irónicos, pero a la vez aporta la sobriedad y realismo que podría tener cualquier serie televisiva del género policiaco.

La química creada entre los dos protagonistas es simplemente genial, en muchos casos apostaríamos porque se trata de un caso de amor-odio, sin llegar al tema sexual (aunque nunca lo descartemos, dado que al ser una obra considerada “adulta” se ven escenas de sexo, y los diálogos incluyen bastantes expresiones soeces). Ante todo nos podemos fijar en que más que otra cosa se trata de respeto, y Bendis juega con eso a la hora de guionizar, cuestionando en varias ocasiones la confianza que el uno tiene en el otro.

En cuanto al apartado gráfico, ahora mismo no podría imaginar la serie sin Michael Avon Oeming dibujándola. Cuando hojeé el primer tomo, ¿Quién mató a Retro Girl?, poco me imaginaba que pudiera ser un cómic serio. A primera vista es un trazo estilo dibujo animado, por lo que esperaba algo del estilo Batman Animated, siendo el estilo de Bruce Timm lo primero que me vino a la mente, pero para mi sorpresa la historia encajaba perfectamente con semejante dibujo.

Gran labor la de Oeming, perfilando un dibujo cada vez más oscuro, adaptándose perfectamente a las tramas más siniestras que prepara Bendis. Normalmente se centra en la acción, por lo que los fondos no están excesivamente detallados (lo que no quiere decir que no los tenga), por lo que a mí por lo menos me produce la sensación de que la acción está moviéndose en cada viñeta, tal cual sería ver Powers en serie de animación.

Los tomos editados actualmente por Panini, son:

Para siempre

Leyendas

Psicópata

Cósmico

Identidad secreta

Los 25 superhéroes muertos más molones de todos

Y si acaso alguno de ellos resulta un poco más flojo o pesado de lo habitual, os aseguro que en el siguiente recupera el ritmo.

Si aún estáis dispuestos a interesaros por una colección, y más o menos os gusta el género policiaco, creo que Powers es una de las mejores elecciones posibles.


lunes, 20 de diciembre de 2010

Reseña: Invocación

Invocación.
Los poderes oscuros I.

Kelley Armstrong.

Reseña de: Jamie M.

Marlow. Barcelona, 2010. Título original: The summoning. Darkest Powers I. Traducción: Ignacio Alonso Blanco. 380 páginas.

Chloe Saunders es una adolescente que vive con su tía Lauren (ya que su madre ha muerto y su padre está casi siempre ausente “por trabajo”) y estudia en una escuela de artes sin destacar demasiado en nada, más preocupada por su agenda social y su tardío desarrollo hormonal. Justo el día que cumple quince años y decide celebrar un particular acto de rebeldía no muy propio de ella, tiene su primera menstruación y “redescubre” su capacidad de ver y comunicarse con los espíritus de los muertos a través del violento fantasma de un conserje de la escuela. Antes de que pueda llegar a asimilar lo que le está sucediendo, es internada en un peculiar y pequeño centro privado para jóvenes con ciertos problemas, la Residencia Lyle, donde deberá permanecer una inespecificada temporada mientras se busca un diagnóstico para su “dolencia mental”. Ella parece tenerlo claro, al menos al principio: simplemente es que se ha vuelto loca. Pero, ¿y si no fuera así? Mientras empieza a conocer a sus compañeros y cosas extrañas suceden a su alrededor, las dudas comienzan a aparecer en su mente al tiempo que empieza a sospechar que quizá ella no sea la única allí con “habilidades” especiales. Definitivamente, algo extraño sucede en la Residencia Lyle.

Los jóvenes residentes pronto se muestran como inadaptados sociales, los “raritos” de cualquier instituto, acarreando cada uno sus propios problemas que les aísla del resto a pesar de sus ansias de abrirse al mundo, de ser aceptados tal y cómo son, y no tener que esconder su verdadera naturaleza. Todos parecen haber construido corazas alrededor de ellos para que nada del exterior les lastime, pero impidiéndoles a su vez relacionarse de una forma natural con los que les rodean. Es obvio que hay muchos secretos encerrados en la residencia y Chloe caerá en medio de ellos como el detonador de una bomba.

Hay momentos de la narración en que se hace demasiado evidente que esta es una novela de “presentación” dentro de una serie, con una trama demasiada lenta al principio, tomándose excesivo tiempo para “construir” las personalidades de sus protagonistas mientras da repetidas vueltas sobre ciertos detalles innecesariamente (las relaciones que Chloe establece con el resto de chicos de la residencia se encuentran machaconamente remarcadas, con una serie de binomios de atracción y repulsión desgraciadamente tópicas), tardando demasiado en iniciar la auténtica acción. Todo es necesario, sí, pero se podría perfectamente haber abreviado algo. Sin embargo, cuando parece que la narración se va a estancar en los sucesos de la Residencia Lyle, la autora imprime un giro brutal a la trama que le va a dar un nuevo impulso y mucha más emoción. Armstrong se toma su tiempo para establecer la situación de la protagonista y del mundo en el que de repente se ha visto envuelta, entonces pisa el acelerador y el último tercio de la novela lanza la aventura dejándolo todo preparado para lo que haya de venir.

Los personajes son quizá demasiado arquetípicos en cuanto al general de este tipo de historias. Se presenta el inevitable triángulo entre Chloe y los hermanos adoptivos Simon (amable y a la vez inquietante) y Derek (con quien la protagonista pasará de un inicial rechazo frontal a una especie de reticente atracción), que afortunadamente para los lectores no termina implicando ninguna crisis romántica. Victoria (o Tori) es la imprescindible niña malcriada que acostumbra siempre a salirse con la suya destinada a convertirse en la adversaria dispuesta a hacerle la vida imposible a Chloe con su animadversión, pero que seguro que oculta su corazoncito y sus propios problemas. Rachelle (Rae), diagnosticada como una “pirómana”, es esa chica un tanto estrafalaria que se convierte en la compañera de correrías y recipiente de confidencias de la protagonista... Sin embargo, poco a poco, conforme se acerca el final del libro, se vislumbra una evolución en todos ellos que de ser desarrollada en próximas entregas puede dar pie a interesantes situaciones y a una mayor profundidad de los personajes que sería de agradecer.

Invocación es una aventura paranormal, con interesante personajes a través de los cuales la autora ha sabido retratar algunas de las preocupaciones de los adolescentes actuales (como la primera regla, la ropa, los cosméticos y los videojuegos), con buenas dosis de misterio, de conspiraciones y traiciones. Resulta un tanto difícil para el lector (supongo que no tanto para las lectoras) el empatizar con la protagonista y sus problemas, no es fácil ponerse en su lugar, aunque sí el comprender la angustia que se debe sentir con la creencia de que tu mente te está jugando una mala pasada, perfectamente plasmada por Armstrong a través de los pensamientos y reacciones de Chloe, cuyo principal y casi único deseo es abandonar cuanto antes el lugar y reanudar, si es posible, su vida donde la dejó, a la vez que teme no poder hacerlo. Chloe empieza la novela como una insegura adolescente, que incluso tartamudea víctima de su timidez e inadaptación social, pero lentamente va tomando las riendas de su vida en una situación realmente difícil, enfrentándose a sus problemas en vez de limitarse a llorar su frustración encerrada en su cuarto. La búsqueda de respuestas le llevará también a crecer como persona y a tomar una mucho mayor confianza en si misma, en sus recursos y posibilidades.

Todo el drama que se intuye en torno a la Residencia Lyle está bastante bien construido, añadiendo lentamente detalles inquietantes que ayudan a crear una atmósfera de sospecha que parece dispuesta a estallar en cualquier momento dejando sin aparente salida a los jóvenes implicados. ¿Hay alguna otra causa para que los chicos se encuentren allí aparte de su supuesta enfermedad? ¿Quién se encuentra detrás de su encierro? ¿Son enfermos mentales o tienen auténticos poderes? ¿Existen los seres paranormales? Dentro de la residencia, una serie de pequeños misterios, sin aparente gran importancia, van a irse sumando uno sobre otro para conformar un total mucho más grande que sus partes, mientras se siente cómo la tragedia se va acercando.

El libro, primera parte de una trilogía, termina con un final absolutamente abierto, lleno de emoción, en un punto álgido que deja al lector con cierta frustración y a la trama con todo preparado para la siguiente entrega cuando la acción comenzaba a coger mucha velocidad. Invocación es una lectura entretenida y ligera, con una narración sin grandes complicaciones, fácil de seguir y de entender, con mucha cercanía a los jóvenes a los que va dirigido (estupendo, por ejemplo, el recurso de utilizar la NDS para comunicarse en secreto). Una historia que bebe de muchas fuentes con un poquito de terror, un poquito de romance, algo de misterio, magia y seres paranormales (y no, no hay vampiros en esta ocasión), y mucho drama adolescente que no llega a apoderarse de la trama, sino que presenta problemas reales de los que se presentan con el crecimiento (ampliados, eso sí, por las circunstancias en las que se ven inmersos los protagonistas, obviamente). Suficiente como para dejar con ganas de leer la siguiente entrega.


viernes, 17 de diciembre de 2010

Reseña: El corredor del laberinto

El corredor del laberinto.

James Dashner.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nocturna ediciones. Col. Literatura Mágica. Madrid, 2010. Título original: The Maze Runner. Traducción: Noemí Risco Mateo. 524 páginas.

Un adolescente de unos dieciséis años, Thomas, se encuentra sin saber cómo en una habitación sin puertas ni ventanas, apenas una caja metálica que parece moverse, como el ascensor de una mina. No sabe cómo ha llegado allí ni recuerda gran cosa de su vida pasada. Cuando el movimiento se deteniene y el techo se abre, descubre que se encuentra en una especie de ascensor y que ha llegado al Claro , un lugar rodeado por inmensos muros de piedra habitado por otros jóvenes como él, con bastante malas pulgas o mucha indiferencia ―salvo escasas excepciones― y aparentemente muy reticentes a darle alguna información de su nueva situación. Sin embargo, sí le explicarán que el lugar tiene cuatro puertas que se abren de día a un laberinto cerrándose por la noche, que no es posible abandonar el lugar, que una vez al mes el ascensor llega con un chico amnésico como él, y que todo se encuentra organizado y que cada cual tiene su función para la supervivencia de todos. Por su parte también descubrirá otras cosas más tenebrosas, como el «Cambio», y la existencia de los amenazadores laceradores que acechan fuera de su refugio. Cuando al día siguiente, de forma inesperada, el ascensor se presente con un nuevo residente, las cosas se precipitarán, ya que la joven ―pues, algo inédito allí, se trata de una chica― dice haber traído el fin de todo.

En medio de una situación que le supera, Thomas, de forma inexplicable, siente algo familiar y conocido en el lugar, frustrantes reminiscencias del pasado que no le aclaran nada, al tiempo que se siente impelido a formar parte de los corredores, los muchachos que cada día salen al exterior del Claro para intentar cartografiar el laberinto y resolver su misterio en busca de la salida. Pero no es una labor en absoluto fácil, pues todas las noches, mientras ellos se encuentran encerrados tras los inmensos muros, las paredes del laberinto cambian de configuración, convirtiendo su tarea en una misión imposible. Sin embargo, los jóvenes no cejan en su empeño, mucho menos ahora, cuando de encontrar esa hipotética salida puede muy bien depender su propia supervivencia.

El protagonista intentará por todos los medios recuperar unos recuerdos que parecen indicarle que se encuentra de alguna forma íntimamente ligado al lugar, mientras junto con el resto de jóvenes busca dar respuesta a las inevitables preguntas que les suscita su situación: ¿Qué es en realidad el laberinto? ¿Quién los puso a ellos allí y con qué misión? ¿Quiénes son los misteriosos «creadores» que parecen estar vigilándolos sin intervenir en ningún momento, observando cómo sufren e, incluso, son cruelmente asesinados por los laceradores? ¿Quién les robó sus recuerdos a todos ellos? ¿De dónde proceden? ¿Hay un mundo más allá de los muros del Laberinto y en caso afirmativo qué está sucediendo en él? ¿Tienen familias con las que volver, personas que les echan de menos?

El autor ofrece una sorprendente visión distópica de lo que en un primer momento el lector no puede saber si es el futuro o el presente, si se trata de un extraño experimento o de una cruel cárcel, o el por qué se encuentran encerrados allí todos aquellos adolescentes sin una supervisión «adulta». Dashner va dosificando con habilidad y acierto la información, haciendo que el lector vaya conociendo el mundo y los hechos relevantes al mismo tiempo que lo va haciendo Thomas ―y teniendo en cuenta la reticencia de sus compañeros de contarle demasiado, los datos van llegando con cuentagotas, creando una tensión y una necesidad de «saber» que acentúa el interés por continuar la lectura y descubrir lo qué está sucediendo―. El misterio se mantiene en todo momento, cada respuesta conlleva una nueva pregunta. El autor, además, para dar una mayor realidad a la narración, ha creado una jerga especial, sobre todo en cuanto a los insultos y exabruptos, de abundante uso entre los jóvenes que, sin embargo, se siente de alguna manera algo impostada y demasiado artificial, sin alcanzar totalmente su intención.

El corredor del laberinto es una novela que no da descanso, salvo quizá en ese primer capítulo que se antoja un tanto lento como introducción, pero que pronto deja paso a la acción y a la pura lucha por la supervivencia. El autor imprime en la narración continuos giros y cliffhangers que garantizan la emoción y el interés, sin dar reposo apenas a sus protagonistas, quienes cuando no están inmersos en la vorágine de la aventura se encuentran sumidos en los intentos intelectuales de resolver el misterio que les rodea con las pocas pistas de las que disponen. No hay un momento para el aburrimiento gracias a una prosa enormemente visual que retrata a la perfección tanto a los muchachos implicados como el claustrofóbico escenario en que se desenvuelven. Dashner sube a sus protagonistas, sobre todo a Thomas, a una montaña rusa de sentimientos, donde tan pronto pueden sentirse eufóricos por un pequeño logro como pasar a una terrible depresión al ser conscientes de lo titánico de su tarea o a lo desesperado de su supervivencia. Casi no hay transiciones y las emociones se encuentran a flor de piel, y la amistad y el odio se encuentran tan solo a un paso.

Con una sociedad integrada exclusivamente por adolescentes que se sitúa a medio camino entre el bucolismo de Dos años de vacaciones y la brutalidad de El señor de las moscas, el autor consigue retratar un mundo sin duda adverso pero que podría funcionar, donde cada muchacho tiene un lugar acorde a sus capacidades, y donde mientras nadie se meta en la vida de los demás todos cuidan de todos. Durante casi dos años, los muchachos han establecido su propio gobierno, han integrado a los recién llegados, han cultivado algunos de sus alimentos ―otros les llegan por el ascensor―, cocinado sus comidas, cuidado de sus enfermos, enterrado a sus muertos, mantenido establos con algunos animales de granja, explorado el laberinto, creado una serie de inquebrantables reglas para asegurar sus supervivencia... La llegada de los dos nuevos habitantes provocará un cambio radical en todo ello, desencadenando una serie de hechos irrevocables que hará imposible volver a la situación anterior, pero quizá les acerque más que nunca a su anhelo casi imposible de abandonar el lugar. Lo único que parece cierto es que seguramente no todos lo conseguirán. Así, la novela se encuentra salpicada de una violencia explicita, tanto física como psicológica, no muy habitual en una obra en principio destinada a un publico juvenil ―una distinción por otra parte a la que no se le encuentra mayor explicación que las expectativas de ventas, puesto que el libro puede ser enormemente disfrutado por cualquiera al que le guste un tanto la ciencia ficción, incluso descubriendo muchas más claves que el lector joven y neófito―.

El corredor del laberinto habla principalmente de encontrar la esperanza incluso en el peor de los momentos, de rebelarse contra la inevitable, de hacer frente a las adversidades aún pensando que no se puede ganar, de hallar la respuesta al peor de los problemas y prepararse para cualquier cosa, por negativa que sea, que puede deparar el destino, de superar los miedos y romper las reglas cuando se hace patente que son injustas. Y lo hace de una forma amena y emocionante, a través de unos personajes bien perfilados, claramente diferenciados, cada uno con su propia personalidad, con sus particularidades, defectos y bondades; unos personajes que a pesar de todas las amenazas que les rodean, de todos los duros golpes que reciben ―y el autor no les ahorra padecimientos en absoluto― no pierden del todo el optimismo que les impulsa a seguir buscando una salida. El mayor «defecto» de la novela es que se trata del primer volumen de una anunciada trilogía cuyas siguientes entregas todavía no se han publicado en inglés, con lo que nos toca esperar para saber cómo evolucionará la aventura después del abrupto final, si es que puede llamársele final, de esta primera entrega.


martes, 14 de diciembre de 2010

Reseña: Johnny y la bomba

Johnny y la bomba.
Las aventuras de Johnny Maxwell.

Terry Pratchett.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Timunmas. Col. Biblioteca Terry Pratchett. Barcelona, 2010. Título original: Johnny and the Bomb. Traducción: Albert Vitó i Godina. 235 páginas.

Tercera y ―lamentablemente― última entrega de las aventuras de Johnny Maxwell, el joven que ya se enfrentara anteriormente a una invasión alienígena en Sólo tú puedes salvar a la Humanidad y tuviera un particular encuentro con los algo especiales residentes de un cementerio en Johnny y los muertos. En esta ocasión Pratchett va a rizar el rizo con el personaje y lo embarcará en una atractiva trama que incluye vertiginosos viajes arriba y abajo por el tiempo.

A pesar de que se trata, como las dos anteriores entregas, de una historia totalmente independiente, que puede ser leída sin haber disfrutado de aquellas, lo cierto es que es muy recomendable haberlo hecho, aunque solo sea por la diversión que se extrae de ellas. Como mayor punto de encuentro, el autor ha «recuperado» para la ocasión a un par de secundarios anteriores; por un lado y dándole un vital papel desencadenante de la acción, a la anciana señora Tachyon, una especie de andrajosa indigente medio loca ―o loca del todo, aunque en sus continuas incoherencias el lector atento pueda encontrar un sorprendente patrón― que porta todas sus pertenencias en un carrito de supermercado y que apareciera por primera vez en Johnny y los muertos ―sin que ese detalle realmente adquiera mayor relevancia ya que no hay referencia a tal aparición, absolutamente secundaria, en el libro que nos ocupa―. Cuando la pandilla de Johnny se la encuentran inconsciente en un callejón saben que no pueden abandonarla así, que tienen que hacer algo, siempre que no sea practicarle el boca a boca. Deciden llamar a una ambulancia y, por no dejarlo abandonado, llevar su carrito al garaje del abuelo de Johnny, donde su contenido, entre el que se incluye un gato sarnoso y bastante agresivo llamado Guilty y unas repulsivas bolsas de basura negras que parecen contener algún elemento líquido, se encontrará a salvo. Lo que no pueden sospechar es que su buena acción les va a reportar sorprendentes consecuencias.

Por otro lado, también hace acto de presencia Kirsty / Kasandra ―o el nombre que haya elegido esa semana― proveniente de la primera novela. Cuando ella y Johnny vayan a visitar a la anciana al hospital descubrirán que sus desvaríos tal vez no sean tales; y que el ahora quizá no sea un sitio tan seguro y estable como pensaban cuando una serie de fenómenos extraños empiecen a suceder en el garaje. Si de verdad se pudiera viajar en el tiempo y sabiendo por sus «proyectos escolares» cuándo las bombas alemanas caerían sobre Blackbury en plena II Guerra Mundial, ¿se podría modificar de alguna manera el histórico, y letal, bombardeo sobre la ciudad en 1941?, y si se pudiera hacer ¿no cambiaría también eso el presente del que proceden los muchachos? Con su habitual mordacidad e ironía, el autor le da una vuelta al mundo que conocemos, o al que conocen los protagonistas en todo caso, para descubrir lo que pudiera haber sido en otras circunstancias levemente diferentes. Utilizando todos los resortes de una comedia de enredo, el autor crea una apasionante trama de realidades alternativas, donde cada vez que los muchachos se meten en problemas ―y se van a meter en muchos― las cosas se complican todavía más y el presente se ve amenazado por los cambios.

Los amigos de Johnny, el Serio, Bigmac, el Cojo o la propia Kir... Kasandra, se encuentran mucho mejor y más profundamente retratados en esta ocasión que en ninguna de las otras novelas, adquiriendo un mayor peso y protagonismo en la narración, y participando ya no como comparsas dela trama sino como actores de pleno derecho que roban la escena en varios momentos al propio protagonista principal. Cada uno de ellos tiene sus particularidades, explotadas aquí con gran acierto, que le hacen especial y entrañable, formando una terrible pandilla de inadaptados sociales que sin embargo se complementan y consiguen un extraordinario equilibrio, primando por encima de todo la fuerza de una amistad que les llevará, a pesar de su juventud, incluso a sacrificarse por los otros.

Con su especial humor y su certero acierto, Pratchett se enfrenta a temas tan importantes como los prejuicios sociales y raciales ―y eso que el Serio es un negro bastante poco común―, la importancia real de los símbolos ―la esvástica que Bigmac ha estado usando inconscientemente como mero elemento decorativo de su indumentaria skinhead sin darle mayor importancia demuestra sí tenerla, y mucha, en el contexto de 1941―, el rechazo de la guerra, el heroísmo y la solidaridad, la muerte, la amistad, el amor y respeto al prójimo, la compasión, la importancia de los encurtidos y la naturaleza del tiempo y lo retorcido de la Historia.

Johnny y la bomba es un relato más cercano a la Fantasía que a la Ciencia Ficción, dado que el viaje en el tiempo se produce por medios bastante esotéricos, casi podría decirse que mágicos, y nada científicos ―ni siquiera se escuda tras algo de tecnojerga que intente dar una justificación racional al fenómeno―. La teoría de las perneras de los pantalones para explicar la divergencia temporal es sencillamente genial. Las paradojas se van a suceder conforme los muchachos intentan arreglar el desaguisado en que se está convirtiendo su aventura.

De las tres aventuras de Johnny Maxwell esta es, sin duda, la más elaborada y compleja, y la que más se acercaría a la forma de narrar y a la temática propia del Mundodisco ―diferenciando el escenario, por supuesto―. La acción es mucho menos lineal que en las anteriores novelas y hay que estar bastante atentos a todos los detalles para no dejar pasar nada por alto. Y es que todo está muy pensado, las piezas encajan con perfección suiza y todo termina, increiblemente, en su lugar ―¿o tal vez no?―. A pesar de encontrarse englobada dentro de la literatura juvenil se trata de una novela que puede disfrutarse sin ningún problema a cualquier edad. Incluso me atrevería a aventurar que los lectores adultos encontrarán unos niveles de lectura que pasarán posiblemente desapercibidos para el público más joven. Divertida y refrescante, irónicamente retorcida, la novela se lee en un suspiro y se cierra con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Creo que no se puede pedir más.

Por cierto, que la BBC adaptó las aventuras de Johnny y sus amigos en una serie de telefilmes de los que es fácil encontrar información en IMDB o en Internet en general.

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Reseña de otras obras del autor:


Pies de barro. Una novela de Mundodisco.

Papá Puerco. Una novela de Mundodisco.

¡Voto a bríos! Una novela de Mundodisco.

Carpe jugulum. Una novela de Mundodisco.

El último héroe. Una fábula del Mundodisco.

Nación.

Sólo tú puedes salvar a la Humanidad. Una aventura de Johnny Maxwell..

Johnny y los muertos. Una aventura de Johnny Maxwell.



sábado, 11 de diciembre de 2010

Reseña: Los siete secretos del mundo olvidado

Los siete secretos del mundo olvidado.

Magnus Dagon.

Reseña de: Alb Oliver.

Grupo AJEC. Col. Albemuth # 32. Granada, 2010. 199 páginas.

En Los Siete Secretos del Mundo Olvidado, nos encontramos con Magnus Dagon, pseudónimo de Miguel Ángel López Munoz, joven escritor ganador del premio UPC en el año 2006. Como nota sobre él, se puede decir que refleja en su libro varias de sus aficiones, como cómics o videojuegos, atreviéndome a decir que una de sus influencias para éste libro es la parte más reciente de la saga de videojuegos Final Fantasy (yo he captado influencias del VI, y bastantes más del VIII). Éstas pequeñas cosas hacen del libro es una pequeña joya que mezcla diversos géneros de la fantasía, con ligeros toques (casi mínimos) del ciberpunk..

La historia sitúa la acción en un futuro bastante lejano en el que la humanidad se ha expandido por el universo y nuestro actual planeta es casi un recuerdo tras haber sufrido una guerra con una especie llamada “evo”, seres capaces de evolucionar tras un tiempo para adaptarse a las situaciones a voluntad, que parecen no poseer una forma original. Nuestro protagonista, es el Sargento Goran Rex, héroe de la guerra, el cual fue hecho prisionero en el planeta natal de los evos. Goran quedó profundamente marcado por las torturas que sufrió, y actualmente se encuentra apartado del servicio activo, buscando consuelo en el alcohol que consume frecuentemente.

Durante uno de sus viajes buscando ocupaciones para ganar dinero, es reclutado por su ejército, la Gran Fuerza Humana, para hacer de observador de una “xenoarqueóloga”, Susan Spector, irónicamente una evo interesada en el pasado de nuestra raza.

Básicamente esto es el punto de partida de la historia, un militar héroe de guerra emparejado con un miembro de la raza que odia.

El autor nos describe nuestro planeta como un lugar poco poblado, dado que la humanidad tendió a abandonarlo para poblar nuevos planetas, quedando pocos núcleos habitados y muchas veces anclados a costumbres antiguas cuyo origen es básicamente desconocido, y vistos desde la perspectiva de Goran como arcaicos, dado que con las tecnologías ya existentes determinadas tareas pudieran ser más fáciles o cómodas de realizar.

Lo que resulta interesante del libro viene a ser la visión que el autor imagina tendrían en el futuro de nuestros hábitos actuales, como la pesca, o nuestros medios de transporte. También se aprecia el análisis psicológico que hace de Goran en dos niveles, uno como persona que descubre sus orígenes y otro como persona que comienza a conocer otra cultura (la evo) y los cambios que esos dos aspectos producen en él.

El pasar tiempo en su planeta de origen lleva a Goran a interesarse por él (y por un extraño brebaje antiguo llamado cerveza). Poco a poco, Goran va cambiando, comienza como un humano de las colonias exteriores y se va convirtiendo en uno que al descubrir sus raíces encuentra sus orígenes y se adapta a un mundo que desconocía.

Es muy curioso cómo sutilmente Magnus Dagon introduce ciertas críticas a la sociedad actual. Comienza con la relación entre Goran y Spector, dado la influencia militar que sufrió durante su entrenamiento, Goran fue inducido a odiar a la raza de Susan sin haber sabido anteriormente de ella, y éste se da cuenta de que todos los prejuicios iniciales no estaban justificados (otros sí, no olvidemos que sufrió tortura durante el periodo de la guerra). Como primera crítica encontramos eso, para luego descubrir que la guerra tuvo su origen en unos descubrimientos hechos por la humanidad que fueron encubiertos por nuestra milicia, lo que claramente critica los intereses ocultos tras las guerras.

Casi al comienzo del libro descubrimos otra a las religiones y a sus extremistas, vemos que la religión del planeta es el Catolislam, y que Goran Rex fue enviado para que Spector no pudiera avanzar y dejara las cosas como están. Goran empieza a pensar por sí mismo, viendo pruebas de que las cosas que le han contado difieren de lo que está viviendo, y por primera vez en su historia comienza a desarrollarse como individuo.

También vemos crítica a la contaminación, al tener un planeta poco poblado pueden usarse “vehículos motorizados terrestres” (lógicamente anticuados para los protagonistas) y se alaba que no son suficientes para crear problemas medioambientales.

Asimismo elogia duros trabajos físicos no relacionados con la empresa bélica, ya olvidados en el futuro en el que viven, que hacen que nuestro protagonista abrace la herencia de su pasado al ver la camaradería de los habitantes de la tierra, trabajando unidos en vez de cada uno luchando por sus intereses.

El libro contiene secuencias de acción, pero realmente muy pocas. Son estos detalles los que me recuerdan a la saga Final Fantasy, como el hecho de que la identificación militar se base en la chaqueta que llevan (FFVIII), que Susan tenga ojos de colores azulados no habituales (FFVII) y que durante una secuencia de combate Goran quede encerrado con la criatura en una sala extradimensional o en otra sea rescatado en el último segundo tras una secuencia que parece clónica a la de uno de los videojuegos.

Las siete maravillas que los personajes se dedican a buscar, son cosas que para nosotros son cotidianas, y cualquier persona conoce a día de hoy, pero que en el futuro en el que se encuentran los protagonistas son meras leyendas. Las descripciones que hacen los personajes de ellas resultan cómicas, pues son hipótesis de cómo imaginan las cosas, tal cual pasa a día de hoy con descubrimientos que se hacen sobre culturas antiguas. Me voy a permitir un spoiler, para poner un ejemplo de ellas, uno de los siete secretos es la Sagrada Familia de Gaudí, siendo tomada como una referencia de arte, que unos cuantos siglos en el futuro es elogiada por sus formas innovadoras y muestra del potencial imaginativo de la humanidad.

Cómo crítica he de decir que alguno de los secretos parece elegido simplemente como útil para el argumento, realmente de por sí no sería algo representativo de nada, y en otros casos tenemos escenas de fantasía que rompen un poco con la sensación de realismo (dentro de lo que consideraríamos razonable, no olvidemos que es una obra de fantasía).

El descubrimiento de los misterios, nos lleva a vislumbrar una conspiración para ocultar datos sobre lo que en un principio nos lleva a pensar es una cosa, y luego descubrimos oculta un secreto mayor... por lo que os recomiendo el libro, bastante breve, de narrativa ágil, simplemente entretenido y prefiero que descubráis qué otras maravillas ha elegido para representar nuestra época.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

Reseña: La torre de cristal

La torre de cristal.

Robert Silverberg.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

La Factoría. Col. Solaris ficción # 135. Madrid, 2010. Título original: Tower of Glass. Traducción: Almudena Romay Cousido. 303 páginas.

Publicada originalmente hace ya cuatro décadas, en 1970, es esta una novela que se mantiene bastante actual; ya que a pesar de no reflejar ciertas tecnologías ya altamente extendidas en nuestros días y mostrar otras que, sin embargo, no han llegado todavía a desarrollarse, en su vertiente social La torre de Cristal sigue plenamente vigente. En algún momento de nuestro futuro, después de recibir un mensaje extraterrestre la Humanidad se plantea la necesidad de contestar al mismo. Simeon Krug, multimillonario hecho a sí mismo, sobre todo gracias al «invento» de las primeras personas artificiales o sintéticas, los androides, una mano de obra prescindible casi al nivel de la esclavitud, se postula como aquel que llevará a cabo la tarea e invierte buena parte de su fortuna en la construcción de una torre de proporciones descomunales, un inmenso acelerador de partículas lineal que rompa la velocidad de la luz, para enviar la contestación en forma de taquiones a las estrellas. Toda la trama, con diversas historias entrelazadas, gira en torno a esa construcción, a las ambiciones invertidas en ella, a los actores implicados en la tarea, en la fuerza silenciosa que levanta cada altura de la torre y en ese futuro de maravillas tecnológicas que oculta sin embargo una desilusión palpable y una insatisfacción vital que choca con la sociedad del bienestar en que se encuentran viviendo los protagonistas humanos.

Simeon Krug es una megalomaniaco personaje, que no duda en perseguir un sueño a pesar de todos sus costes ―económicos y sociales―, pero que no es consciente de lo que su invento de los androides conlleva más allá de su uso como materia prima deshechable. Su construcción de la torre de cristal, descollando por encima de la tundra artíca en un proyecto de ingeniería nunca visto, se encuentra a la altura de su ego desmedido. Cuando, inconsciente de la adoración de los androides, demuestre ser un dios con pies de barro, las consecuencias van a demostrar ser tan inesperadas como desastrosas.

El drama se va acentuando conforme crece la altura de la torre, la tensión va aumentando y se intuye la tormenta acercándose dispuesta a descargar su furia irracional sobre cualquier cosa que se ponga a su paso. La obsesión de Krug va alcanzando cotas irracionales en su ceguera por alcanzar sus objetivos, dando la espalda a la realidad social a la que sus inventos han dado lugar, desdeñando inconscientemente la adoración de sus humanos sintéticos y atrayendo la tragedia con sus decisiones. Krug no es un malvado, en absoluto, pero su maníaca carrera en pos de su sueño le llevará a supeditar cualquier otra consideración a la consecución de sus objetivos. Se siente predestinado a ser el humano que contacte por primera vez con los alienígenas y no escatimará absolutamente nada en sus esfuerzos de conseguirlo antes que nadie se le adelante. Su irracionalidad creciente, su cerrazón mental después de haber demostrado ser todo un visionario, es una de las fuerzas precisamente con las que chocará el proyecto, colocando piedras en su propio engranaje. Su inicial ilusión y empuje se convierte en arrogancia y prepotencia en una evolución magnífica del personaje.

Los androides, divididos en dos corrientes que a la postre buscan el mismo objetivo, su liberación del yugo esclavista de los humanos y la obtención de derechos como ciudadanos plenos, son a la vez las víctimas y los ejecutores del drama. Por un lado está la religión de Krug y por otro el movimiento político del Partido para la Igualdad de los Androides. Un tema profundo sobre el que reflexionar, no tan lejano como pudiéramos suponer. Sin duda, el que se trate de personas sintéticas, de los que el lector incluso asiste a través de alguno de los protagonistas, al proceso de fabricación, y no de humanos auténticos, puede llevar a observar el tema con cierto distanciamiento, pero es imposible obviar su importancia y no situarse de alguna manera del lado de los «oprimidos» y sus anhelos casi imposibles.

Hay otra multitud de temas desarrollándose en torno al eje central de la construcción de la torre, no solo el de los androides, sino por ejemplo el menos evidente, pero muy interesante, del hedonismo de esa sociedad humana que, liberada del yugo del trabajo, vive casi solo pendiente de su propia satisfacción, y que a pesar de contar con casi cualquier cosa que se pueda imaginar no puede escapar del aburrimiento. Un toque de reflexión sobre cómo el poseer no siempre trae la felicidad. Personificado en la figura del hijo de Krug, Manuel, y sus amigos, el hastío se convierte en razón de intrigas y desavenencias; el deseo de probar «cosas nuevas» en rebelión y rechazo al destino establecido. Cuando ya se tiene todo lo único que falta es lo prohibido.

La torre de cristal plantea de esta manera temas muy interesantes, desde esa idea de inicio tan tradicional de la ciencia ficción «clásica» de la posibilidad del contacto con una civilización extraterrestre y la forma de comunicarse entre inteligencias tan a priori dispares, a la teleportación instantánea para viajar a cualquier parte de la Tierra y lo que eso supone en el desarrollo de una sociedad nueva, la tecnología del intercambio de mentes con fines de mero entretenimiento, la fabricación de una mano de obra complaciente como los androides, la creación «espontánea» de una religión, la lucha por los derechos de los desfavorecidos..., aunque todos quedan en un segundo plano ante la faraónica obra de ingeniería que supone edificar una construcción de mil quinientos quilómetros de altura que sirva para enviar una potente e instantánea señal al espacio para contestar al indescifrable mensaje recibido desde Acuario. El alzamiento de la Torre, y más adelante el desarrollo de la paralela misión espacial con la fabricación de una nave que viaje al encuentro de los extraterrestres, ocupa todo el trasfondo de la novela, con continuas visitas a la tundra ártica para controlar la creciente altura de la babélica obra, desencadenando prácticamente todos los dramáticos hechos de la trama.

Sin embargo, llegado el lector a las últimas páginas y desencadenada toda la inevitable tragedia, decir que la novela termina bruscamente es quedarse como mínimo un poco corto. La verdad es que el libro no es que termine, es que se despeña. Salvo el destino de la propia Torre de Cristal ―que hay que reconocer al fin y al cabo que es lo que da título a la novela― todos los demás temas planteados quedan irresolutos, dejando en el lector una absoluta sensación de falta de conclusión. Silverberg había planteado demasiadas ideas interesantes y las deja prácticamente todas en el aire, demasiadas preguntas para que sea el propio lector quien las responda o se quede con la duda. Hay que reconocer, no obstante, que esta es una obra ágil, breve, agradable y que plantea de forma amena grandes temas sobre los que reflexionar. Quizá sea una novela algo menor dentro de la obra general del autor, pero deja un buen sabor ―si obviamos la falta de resolución de tantos temas― al terminarla. Sin duda, cumple a la perfección el objetivo de la ficción especulativa de entretener al tiempo que hace reflexionar.

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Reseña de otras obras del autor:


Roma eterna.