Una aventura de Johnny Maxwell.
Terry Pratchett.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Timunmas. Barcelona, 2010. Título original: Johnny and the Dead. Traducción: Albert Vitó i Godina. 191 páginas.
Segundo libro que Pratchett dedicara en la década de los 90 del siglo pasado a las aventuras de Johnny Maxwell tras Sólo tú puedes salvar a la Humanidad; aunque haya sido publicado en tercer lugar por la editorial, lo cierto es que se trata de tres novelas totalmente independientes, con escaso ―casi nulo― contacto entre sí más allá de compartir los protagonistas de las historias, la pandilla de Johnny, y que su orden de lectura por tanto se hace en la práctica casi indiferente. Cuando comienza esta entrega, el hogar de Johnny, un niño de doce años un tanto especial y con bastante imaginación, sigue pasando problemas, su padre se ha marchado, y su madre y él han ido a vivir con su abuelo, un hombre cuyo único interés parece ser ver la televisión sin moverse en exceso de su butaca.
En esta ocasión, mientras ataja por un viejo cementerio casi abandonado descubrirá que tiene la «habilidad» de ver y comunicarse con los muertos ―a los que no les gusta que les llamen fantasmas ni espíritus―. No es algo que le ilusione especialmente, ni siquiera algo que haya deseado nunca, pero ya que lo hace no puede evitar preocuparse por ellos y sus «necesidades». Sobre todo porque corre el rumor, y los muertos se van a enterar a través de él, de que el cementerio va a ser vendido por una cantidad irrisoria de dinero ―cinco centavos― y van a construir sobre él un nuevo y moderno complejo de oficinas. Pero entonces, ¿dónde van a ir ahora los muertos? ¿Qué se va a hacer con sus cuerpos?
Jugando de forma irónica con toda la temática algo macabra de los muertos ―y el situar el clímax de la obra, el día (o la noche) de Halloween, es enormemente simbólico, igualmente que las referencias cinematográficas a los zombies o al baile de Michael Jackson en Thriller―, Pratchett factura una divertida historia posicionándose contra la feroz especulación inmobiliaria. En este caso, el Ayuntamiento local escudará su decisión de vender los terrenos tras la excusa de que el cementerio está desfasado y que es un lugar prácticamente en ruinas de muy costoso mantenimiento que nadie, salvo una vieja loca, visita, y que la nueva construcción no traerá sino trabajo y prosperidad a la zona. Pero, ¿no merecerá la pena conservarlo aunque solo sea por su valor histórico? ¿No merece la pena guardar los lugares del recuerdo? Concienciado, Johnny intentará encontrar entre sus «residentes» a algún ciudadano famoso enterrado allí por el que mereciera salvar el lugar, un muerto insigne que hiciera que el público se interesase por el tema e impidiese cumplir los planes del Ayuntamiento y la empresa constructora, la Sociedad de Propiedades Amalgamadas Mancomunadas. Así, sacará a la luz hechos del pasado de la ciudad como la triste historia del batallón de Amigos de Blackbury y será testigo de su emocionante colofón. Sin embargo sabe que eso no es suficiente.
Algo desesperado, buscará la ayuda de sus amigos que, aunque piensan que está un tanto loco, no dudarán demasiado en apoyarle en su causa. Así, entre un humor con cierto toque «negro» ―aunque siempre amable― en esta ocasión, que lleva la sátira a su máxima expresión, los compañeros se enfrentarán a la trama inmobiliaria consiguiendo implicar a la gente que les rodea para salvar el lugar de descanso de los olvidados muertos. No obstante, una vez que estos han probado de nuevo las mieles de la comunicación con los vivos ―aunque tan solo sea a través de Johnny― y disfrutado de una inesperada libertad, ¿van a resignarse a seguir encerrados en los límites del viejo cementerio esperando resignados hasta el Día del Juicio? ¿O quizá tengan ideas propias sobre cómo debiera ser su futuro a partir de entonces?
Como es habitual en Pratchett la locura se desata, los juegos de palabras se suceden, y las sonrisas están garantizadas. Es este seguramente el más sencillo de los tres libros de las aventuras de Johnny Maxwell, se antoja menos elaborado y más simple; y es que si en el anterior libro el muchacho tenía que enfrentarse al exterminio de una raza alienígena en una aventura de escala galáctica, aquí todo es mucho más local, más próximo, lo cual no significa en absoluto que el libro no sea francamente disfrutable. Johnny y los muertos es una historia del barrio, más intimista y personal, menos grandilocuente y con unas consecuencias de aplicación mucho más mundanas, aunque terriblemente importantes para los que se ven envueltos en ellas. El contenido social sigue presente, sobre todo en el retrato de las familias del protagonista y de sus amigos, y en el ataque despiadado contra el tipo de sociedad que ya se estaba fraguando a finales del siglo pasado, con tiburones financieros solo interesados en sus beneficios económicos que no dudarán en perpetrar cualquier acción para lograr sus metas. Es remarcable la sencillez con que consigue Pratchett ponerlo todo bajo la mirada de un niño de doce años transmitiendo una lectura tan lúcida, entretenida, aventurera y didáctica a un tiempo.
Dentro de lo directo del mensaje, destinado a ese público preadolescente, y debido a la existencia de varias capas de significado sumergido, se pueden rastrear otro buen número de ideas interesantes, desde el evidente amor por la Historia o al alegato a tender puentes de comunicación y comprensión entre jóvenes y adultos que transmite el texto a esos otros temas personificados de cierta forma en alguno de los muertos, desde la sufragista luchadora por los derechos de las mujeresen pos de la igualdad al «inventor» pariente lejano de Albert Einstein que muestra la importancia de la ciencia o al viejo soldado con su mensaje anti belicista pero pleno de compañerismo ―del que también hay mucho en los amigos de Johnny―...
Pratchett parece abogar por la obtención del ―difícil― equilibrio entre la preservación del pasado y la implantación de los innegablemente beneficiosos avances del progreso, del que en ningún momento reniega, sino que tan solo intenta denunciar sus consecuencias más negativas, destructivas y deshumanizadoras: De nada sirve avanzar hacia un «brillante» futuro si se pierde la memoria del pasado por el camino.
El «pero» de la novela quizá sea la falta de profundidad de la gran mayoría de sus personajes, los vivos y los muertos. Más allá de la caracterización de Johnny como un inquieto e intuitivo niño de doce años con problemas familiares que le llevan a creer que el mundo está contra él pero afronta con valentía el futuro, el resto de protagonistas se limitan a cumplir con su papel de arquetipos que le dan la réplica necesaria. Ahí están sus amigos de la pandilla: Bigmac el cabeza rapada, el Cojo el gordito introvertido y el Serio el negrito inconformista... Abusa así Pratchett de los tópicos, quizá deseando que nada distraiga la atención del mensaje para los preadolescentes que son su público objetivo, y lo cierto es que se echa de menos en ciertos momentos algo más de profundidad.
Johnny y los muertos es una divertida lectura, con entidad propia y casi independiente del resto de la serie ―no hace falta haberse leído el anterior para disfrutarlo en toda su extensión―, con un humor negro irónicamente refrescante, con una inesperada ternura cuando los focos recaen sobre los muertos; es un libro destinado en esta ocasión a un público muy joven pero que puede ser igualmente disfrutado por los adultos ―quienes también podrán sacar de él interesantes moralejas más allá de su trama juvenil― y si bien se podría alegar algo contra el ciertamente demasiado apresurado ―y algo mafioso― desenlace, hay que remarcar precisamente esa condición de novela juvenil de la obra y la orientación siempre satírica de la prosa del autor para justificarlo. Tal vez no se encuentre a la misma altura que las novelas, mucho más elaboradas, englobadas en su universo del Mundodisco, pero sin duda es una obra muy agradable y entretenida como para pasar una buena tarde con ella, algo a lo que sin duda su brevedad ayuda.
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Reseñas de otras obras del autor:
Pies de barro. Una novela de Mundodisco.
Papá Puerco. Una novela de Mundodisco.
¡Voto a bríos! Una novela de Mundodisco.
Carpe jugulum. Una novela de Mundodisco.
El último héroe. Una fábula del Mundodisco.
2 comentarios:
Éstos me parecen interesantes (o por decirlo de alguna forma entretenidos), el de Solo tú puedes salvar a la humanidad me recordó los tiempos de Alfaguara, pero sigo con mis reticencias a los de Mundodisco. También me suena un poco a "The Graveyard book que ha escrito ahora Gaiman, estos dos abusan del "colegueo"
Hombre, a mí me encantan (casi todos) los del Mundodisco, pero es que tampoco tienen mucha comparación. Son libros distintos, con distintos enfoques y destinos.
Sobre Gaiman y Pratchett, tampoco creo que este sea tan similar a "El libro del cementerio", más allá de la la temática "mortuoria". Además el tono de ambos es radicalmente diferente. Creo que no son comparables, por muy colegas que sean los dos autores.
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