viernes, 1 de diciembre de 2006

Reseña: Roma eterna

Roma eterna.

Robert Silverberg.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Ucronía. Barcelona, 2006. Título original: Roma Eterna. Traducción: Emilio Mayorga. 398 páginas.

Es este un libro del que había oído hablar elogiosamente con anterioridad y al que, ciertamente, le tenía ganas. Y debo decir que, aunque no me ha decepcionado en absoluto, esperaba más del mismo. La premisa es, aparentemente, sencilla: el Imperio Romano ha resistido a los embates del tiempo y pervive más allá de lo que lo hizo en nuestra realidad, proyectándose a lo que sería nuestro futuro. A lo largo de diez cuentos y un prólogo que abarcan algo más de 1.500 años de historia se nos mostrarán las razones, causas y puntos de inflexión donde la realidad cambió para no ser como la que conocemos y que dio lugar a nuestra actual existencia.

El problema, para mí, radica precisamente en ese largo lapso de tiempo que tan sólo permite “picotear” en algunos de los hechos destacados de ese Imperio Romano paralelo al nuestro y que deja una sensación de profunda insatisfacción al acabar. Hay demasiados huecos, como no podía ser de otra forma al tratar de abarcar un periodo tan amplio. Al acabar alguno de los cuentos quedan las ganas de saber más, de profundizar en los sucesos posteriores a lo narrado; sucesos que a veces se antoja que podrían incluso más interesantes de los que ya hemos conocido. Es cierto que la historia está profundamente imbricada en sí misma y todo lo narrado se va acumulando para formar un tapiz en el que cada hilo conduce hacia un dibujo que no podría ser visto sin la totalidad de las hebras. En cada cuento hay referencias a hechos pasados, a cosas que se nos han contado en cuentos anteriores o a datos que no se nos han narrado, pero que se intuían, a personajes que aportaron su granito de arena a la pervivencia del Imperio o que hicieron que se acercase peligrosamente a su final; el lector puede así ver las consecuencias de actos que aparentemente no tenían mayor relevancia. Pero la imagen que se forma es, necesariamente, algo difusa.

Y es que, creo, en este ambicioso proyecto, tan interesante como atractivo, Silverberg quizá ha querido abarcar demasiado. Son muchos años y hay que dejar mucho fuera. Se nos muestran los hechos más destacables, pero vistos desde puntos demasiado focalizados en sus protagonistas de forma que se pierde un tanto la visión global, el cómo afecta lo narrado al resto del mundo; un mundo que parece interesar sólo para cada relato en cuestión, olvidándose un tanto en los posteriores.

Me ha dejado esta lectura un regusto agridulce. He disfrutado de cada relato individual; he deseado que muchos de ellos no terminasen, que continuasen más allá de la última palabra para poder saber lo que venía a continuación, para conocer el destino de algunos de los personajes (cosa que en alguna ocasión, sí se nos ofrece, como en el magnífico Cuentos de los bosques de Vindobona, que pone un perfecto broche al anterior Vía Roma), para saber si el Imperio se mantendría una vez más contra los embates que el tiempo y los hombres lanzaban contra él. Y por ello, creo, me ha dejado insatisfecho. Quien mucho abarca, poco aprieta, se suele decir, y nunca fue más cierto que en este caso. En esta revisión de la historia, quizá hubiese sido mejor que Silverberg se ciñese a un periodo temporal más corto, o quizá es que cada cuento requería una novela para poder plasmar todo aquello que el autor llevaba dentro. Siendo el libro como es, para mí, se queda algo cojo.

Dejaré de todas maneras para aquellos más sabios y más doctos en Historia que yo, la valoración de los cambios que el autor marca en la historia como puntos de inflexión donde este Imperio Romano logró pervivir haya donde el de nuestro propio mundo no logró hacerlo. Desde luego a mí, bastante lego en la materia, me ha parecido que Silverberg se había documentado abundantemente sobre los inicios de Roma para, a partir de allí, construir su personal visión de cómo podrían haber sido las cosas si tan sólo unos pocos detalles hubieran sido diferentes a como en realidad fueron; sí he echado en falta que se documentase un poquito más sobre Hispania, de la que aquellos personajes que van apareciendo (y son unos cuantos) proceden todos de una misma y única ciudad. Pero no se puede tener todo, claro.

Y entrando ya en otras aguas, y dentro de mi particular cruzada contra las sinopsis de contraportada, decir que, de nuevo, este libro es clara indicación de cómo no deben hacerse las cosas. De los dos párrafos centrales, el primero está básicamente bien, aunque un poco exagerado. Pero es que el segundo párrafo hace tan sólo referencia al último cuento (y estamos hablando de un total de diez), destripando además su misterio (y su gracia) por el camino. Lo dicho, abundar en mi recomendación de leerse las sinopsis sólo después de haber leído el libro y para echarse unas risas por lo que pudiera servir.

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Reseña de otras obras del autor:

La torre de cristal.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Atención, puede ser leido como spolier



No está mal, pero en el fondo Silverberg se ha limitado a reproducir los procesos que han existido cambiando los nombres. La parte que podría haber permitido más interés -desde mi punto de vista- con el descubrimiento de América queda desaprovechada.

Coincido con que el ciclo de Vindobona son los dos mejores cuentos del libro -me salvo el de las catacumbas, en la mejor tradición de las visitas de los reyes disfrazados a los bajos fondos de sus ciudades. Si alguien de los que me lee es de Barcelona, ¿recuerda la Avenida de la Luz?-, aunque, como ya he comentado antes, es evidente de qué revolución está hablando ¿no?. El esquema es idéntico a la Revolución Rusa, incluso con el familiar huído.

Lo que se me escapa es el porqué del último capítulo. No tiene sentido a menos que la idea original sea la de una crónica futura de los hechos y parte de una serie, y si es así -podría interpretarse como tal forzándolo un poco- hay cosas mejor hechas y podría dedicarle más tiempo a cada fragmento.

Engancha y es interesante. Vale la pena.

Santiago dijo...

Totalmente de acuerdo con lo del último cuento. Me pareció como un añadido un tanto forzado que no pegaba demasiado con la línea seguida en los anteriores.

De todas maneras, por lo que tengo entendido, Silverberg no ha dado por cerrada la serie y tiene intención de volver a ella con nuevas entregas de vez en cuando.

Saludos