Más allá de Némesis.
Juan Miguel Aguilera /
VV.AA.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Sportula. Gijón,
2013. Edición digital (ePub). 501 páginas.
En Némesis,
la reescritura de la novela de Redal y Aguilera titulada
antes El refugio, se narraba como la Humanidad
se enfrentaba a una gran amenaza exterior y se veía abocada
prácticamente a la extinción con un devastador ataque sobre la
Tierra. Obviamente, de alguna manera quedaba abierta una puerta a la
esperanza y al futuro; un futuro que, amparados bajo el ala del
escritor Rodolfo Martínez a través de su editorial,
Sportula, ahora se dedican a explorar una serie de autores
encabezados por el propio Juan Miguel Aguilera, y que tiende
las bases del puente que ha de llevar al universo de Akasa-Puspa,
convirtiendo la «serie» en una suerte de «Historia del futuro»
con preguntas como: ¿Qué sucedió tras el indiscrimado y no
advertido ataque? ¿Cómo sobrevivieron los restos esparcidos de la
humanidad? ¿Cómo se expandieron, cómo se adaptaron a las nuevas
condiciones, dónde se establecieron, en qué direcciones se
movieron...? ¿Qué pasó con los alinígenas de la Nube de Oort?
Todos los cuentos
presentes en la antología son independientes, pero de alguna forma
se van encadenando unidos por la argamasa del relato del propio
Martínez que se prolonga a lo largo de todo el volumen,
intercalando sus diversas partes como una enigmática introducción a
cada uno de sus compañeros y estableciendo una suerte de
continuidad narrativa entre todos ellos. Son trece variopintos
autores, desde algunos que ya llevan una importante carrera literaria
a sus espaldas a otros que apenas están dando sus primeros y
prometedores pasos —y otros en situación intermedia—, los
reunidos para tan magna ocasión con, como suele ser habitual en este
tipo de proyectos, desigual fortuna, aunque con un balance sin duda positivo.
Los cuentos van
sucediéndose de forma fluida, como si de etapas o capítulos de una
novela se tratase, avanzando en el tiempo —con unos cuentos
iniciales «paralelos» a la acción de Némesis hasta
aquellos otros muy lejanos en el futuro— mientras la humanidad se
expande por todo el Sistema solar y de su cuerpo común se van
desgajando distintas ramas que se mirarán cada vez con más recelo
entre sí: los que permanecen «atados» a los planetas y a los que
modifican quirúrgica y genéticamente sus cuerpos para poder vivir
adaptados al vacío y la falta de gravedad del espacio.
La antología se abre,
hay que decir que de forma poco alentadora, con Adversus
Techgnosticas Haereses, de José Manuel Uría, con un
relato que proporciona una importante e interesante carga informativa
a modo de introducción, estableciendo el escenario incial, pero
«fallando» en la forma de hacerlo, ya que en ningún momento parece
conseguir el tono idóneo o verosímil, con esa especie de pastiche
seudo teológico que se hace un tanto pesado de leer, antojándose
que no se trata de la mejor elección para abrir el volumen si de
captar la atención e interés de los lectores se trataba.
Sin embargo, El
honor del samurái, de María Zaragoza, pronto remonta
el tono, con un intenso relato sobre una investigación genética
para posibilitar la colonización de otros planetas y las oscuras
tramas de intereses empresariales que se mueven a su alrededor.
Cargado de simbología, desde la armadura de la agente Naoko
Kobayashi al nombre de la empresa, desde la «serpiente» de
puentes y carreteras que unirá todas las islas de Japón hasta ese
final en que cambia el arma utilizada para el rito, pero no la
«tradición» medieval, conviene no perderse detalle alguno.
Todavía en la Tierra, en
una estación submarina donde se llevan a cabo secretos experimentos
un tanto «amorales», Omega, de Sergio R. Alarte,
mantiene con fuerza el interés, aunque su final excesivamente
abrupto deja la impresión de que de alguna manera se le ha hurtado
la parte más emocionante, cuando la cosa se ponía más explosiva.
Plantea los primeros pasos hacia una evolución humana no dictada por
la naturaleza, sino por la ciencia y las ambiciones de los
científicos que la postulan.
Érebo, de
Carmen Moreno, aleja la acción de nuestro planeta, y recurre
a personajes de la obra original, como Jacobo Kramer, para
presentar el modo en que la humanidad intenta medrar en Marte,
mientras empieza a fragmentarse en varias ramas enfrentadas. El
inmovilismo cerril de quienes quieren mantener el status quo frente
al cambio de los que ven inevitable adaptarse a las nuevas
condiciones de la expansión humana están sin duda condenados a
chocar.
En el intimista Calipso,
de Sofía Rhei, ha pasado ya un largo periodo de tiempo desde
la catástrofe y las ramas antagónicas de la humanidad ocupan sus
nichos e intentan, a pesar de todo, mantener cierto contacto, aunque
solo sea comercial. Rhei presenta una historia de «amor» que busca
sobreponerse a todos los prejuicios y a dolorosos recuerdos, jugando
con la atracción de lo prohibido y la fascinación de lo que se
antoja repugnante. Los «anuros» —aquellos adaptados a vivir en el
espacio— y los «ajolotes» —los atados a los pozos gravitatorios
de los planetas— empiezan a parecer alienígenas los unos para los
otros.
Lo cierto es que El
bosque de hielo, de Juan Miguel Aguilera, es un
relato que tiene ya sus añitos, pero conserva toda su frescura y
fascinación y no deja de sorprender, tanto por sus especulaciones
científicas como por su plasmación literaria. Sentido de la
maravilla en su más amplio término. Aunque la idea de los «árboles
orbitales» no sea del todo original, nada le resta su enorme impacto
al contenido del cuento.
No estamos solos,
de Eduardo Vaquerizo, embarca a los lectores en una historia
de piratas espaciales y pecios perdidos con un tono de decidida space
opera, incluyendo una misión de guerra y un poco de
misterio. En la persecución que lleva a cabo la tripulación de la
nave «Luz de otros días»
y en lo que termina encontrándose, se escuchan ecos de Cita
con Rama de Clarke al tiempo que sirve como
recordatorio, dentro del universo de Némesis,
de que existen otras especies alienígenas «ahí fuera» y que no
son precisamente amistosos.
En El centro muerto
León Arsenal ofrece, con un toque opresivo y algo nostálgico,
un estremecedor relato de leyendas y monstruos espaciales, cuando la
nave de Culse Garatán quede varada en un abismo estelar
plagado de otros pecios muertos como el suyo, víctimas de saltos
estelares que salieron mal y les han dejado allí a la deriva sin
ninguna posibilidad de volver al espacio conocido. Fábulas y
leyendas inquietantes que se cuentan los viajeros y que podrían
contener más realidad de la sospechada.
Walhalla,
de Pedro Pablo G. May, imprime un curioso giro en el tono
general de la antología y presenta un cuento de raíces mitológicas
nórdicas al presentar al inquisitivo Ragnar imitando a Odín
y colgándose del Árbol en busca del conocimiento. En un poblado de
aparente ascendencia vikinga, totalmente aislado del mundo, los
exploradores que salen de su fiordo nunca vuelven y Ragnar desea
desentrañar el misterio de su existencia en un lugar ciertamente
intrigante.
En Hybris
Rafael Marín da voz a una mente colmena en un futuro distante
en lo que parece ser poco más que una recapitulación didáctica de
lo sucedido hasta entonces, con un «juicio» a la humanidad que
contiene a su vez un canto crítico a la pervivencia de la especie,
aunque sea en diferentes formas, y una advertencia de lo que ha de
llegar.
Con Nox perpetua,
de Javier Negrete, se alcanza uno de los puntos más álgidos
de la antología a la vez que uno de los más controvertidos por
contener ciertos elementos disonantes. Se trata de una novela corta,
publicada ya con anterioridad, y adaptada —solo ligeramente, con
partes que incluso se encuentran enfrentadas al «canon» del resto
de la saga— ahora a las condiciones de este proyecto. En un futuro
lejano, que ha olvidado buena parte de la Historia y creado sus
propios mitos, una expedición polar en el planeta Mehrs
—Marte— totalmente terraformado se interna donde nadie ha ido
jamás, con un frío, un sufrimiento y una desesperación que se
transmite al lector. Se trata de una maravilla de relato, sin ninguna
duda.
Cierran la antología un
poema espacial, Némesis del tiempo, de J. Javier
Arnau y, la conclusión a la voz que ha venido «presentando», a
forma de narrador omnisciente y bien informado, cada relato, y que en
Os disparo, de Rodolfo Martínez, ofrece la
conclusión del volumen abriendo eso sí interesantes posibilidades
de futuro, pues queda todavía mucho camino por recorrer antes de
llegar a Akasa-Puspa. ¿Habrá alguna nueva antología que
rellene los huecos que faltan? Ojalá.
Más allá de Némesis
se completa, además, con una curiosa y gratificante iniciativa: como
material adicional, cada uno de los relatos se abre con un código
QR —esa especie de código de barras cuadrados que se pueden
leer con un smartphone— que da banda sonora al mismo, al tiempo que
se cierran con tres o cuatro de ellos que enlazan a cierta
información —científica, literaria…—, apoyando y
complementando lo narrado. Una buena iniciativa, ya que, aunque no
sea en absoluto necesario leer estas entradas para disfrutar de cada
cuento, sí que hacen más completa y satisfactoria esa lectura.
==
Reseña de otras obras relacionadas o de los autores incluidos en la antología:
Juan Miguel Aguilera / Javier Redal:
Némesis.
Némesis.
Rodolfo Martínez:
Sherlock Holmes y la Boca del Infierno.
Sherlock Holmes y el heredero de nadie.
El adepto de la Reina.
El carpintero y la lluvia. Ciclo de Drímar 1.
Cabos sueltos. Ciclo de Drímar 2.
Sondela.
Fieramente humano.
Embrión. Una historia de Yáxtor Brandan.
El Jardín de la Memoria. El adepto de la Reina /2.
Amistad. Una historia de Yáxtor Brandan.
Porciones individuales.
Sherlock Holmes y la Boca del Infierno.
Sherlock Holmes y el heredero de nadie.
El adepto de la Reina.
El carpintero y la lluvia. Ciclo de Drímar 1.
Cabos sueltos. Ciclo de Drímar 2.
Sondela.
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Embrión. Una historia de Yáxtor Brandan.
El Jardín de la Memoria. El adepto de la Reina /2.
Amistad. Una historia de Yáxtor Brandan.
Porciones individuales.
Eduardo Vaquerizo:
Danza de tinieblas.
Memoria de tinieblas. Crónica de tinieblas /2.
Danza de tinieblas.
Memoria de tinieblas. Crónica de tinieblas /2.
Rafael Marín:
Piel de fantasma.
Juglar.
Nunca digas buenas noches a un extraño.
La ciudad enmascarada.
Elemental, querido Chaplin.
Piel de fantasma.
Juglar.
Nunca digas buenas noches a un extraño.
La ciudad enmascarada.
Elemental, querido Chaplin.
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